EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA
6.
A la sombra de las Torres Gemelas
“Los
asesinatos en Madrid nos recuerdan
que
el mundo civilizado está en guerra”
George
W. Bush (19-03-2004)
Cuando
Leopold von Ranke, en el cuarto decenio del siglo XIX, apuntaba, en
legítima reacción contra la historia moralizadora, que la tarea del
historiador era atenerse “sólo lo que realmente aconteció”,
este no muy profundo aforismo tuvo un éxito asombroso. Los
positivistas, ansiosos de considerar su defensa de la Historia como
ciencia, contribuyeron con el peso de su influjo a este culto de los
hechos. Primero averiguad los hechos, decían los positivistas; luego
deducid de ellos las conclusiones. El proceso receptivo es pasivo:
tras haber recibido los datos, se los maneja. El Oxford Shorter
English Dictionary delimita claramente ambos procesos cuando define
el hecho como “dato de la experiencia, distinto de las
conclusiones”. A esto puede llamársele “concepción del sentido
común” de la Historia. Los hechos son reunidos por el historiador
lo mismo que los pescados sobre el mostrador de una pescadería. El
historiador los reúne, se los lleva a casa, donde los guisa y los
sirve como más le apetezca. Cerciórense primero de los hechos, que
luego podrán aventurarse por su cuenta y riesgo en las arenas
movedizas de la interpretación, tal como recuerda el dicho favorito
del gran periodista liberal C.P. Scott: “Los hechos son sagrados,
la opinión libre”.
Leopold von Ranke |
Pero,
a estas alturas, para los historiadores de hoy, está claro que por
este camino no se llega a ninguna parte. La precisión es un deber,
no una virtud, escribió Housman. Elogiar a un historiador por la
precisión de sus datos es como encomiar a un arquitecto por utilizar
vigas debidamente preparadas o cemento de buena calidad en la
construcción de sus edificios. Tales cosas son requisitos necesarios
de su obra, pero no su función esencial. Solía decirse que los
hechos hablan por sí solos. Es falso, por supuesto. Los hechos sólo
hablan cuando el historiador apela a ellos: él es quien decide a qué
hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo. Era un
personaje de Pirandello quien decía que un hecho es como un saco: no
se tiene de pie si no metemos algo dentro.
Alfred Edward Housman |
Como
cualquier otro investigador científico, el historiador es
necesariamente selectivo. La creencia en un núcleo óseo de hechos
históricos existentes objetivamente y con independencia de la
interpretación del historiador es una falacia absurda, pero
dificilísima de desarraigar. La condición de hecho relevante
depende siempre de una cuestión de interpretación. El investigador
de la Historia debe acercarse al objeto de su estudio revestido de
humildad, de una necesaria ignorancia, tanto más cuanto más se
aproxima a su propia época y, sobre todo, cuando examina sucesos que
le son contemporáneos. Le incumbe la doble tarea de descubrir los
pocos datos relevantes y convertirlos en elementos válidos para su
interpretación, y de descartar los muchos datos carentes de
importancia, porque sólo servirán para que pierda el rumbo de su
investigación. Separar el polvo de la paja. Pero esto es exactamente
lo contrario de la herejía decimonónica, según la cual la historia
consiste en la compilación de la mayor cantidad posible de hechos
irrrefutables y pretendidamente objetivos. Quien caiga en tal
herejía, o tendrá que abandonar su investigación por considerarla
tarea inabarcable y dedicarse a coleccionar sellos o cualquier otra
forma de coleccionismo, o acabará en el manicomio.
Estas
reflexiones teóricas resultan especialmente pertinentes a la hora de
abordar las circunstancias que concurrieron para que la masacre del
11-M se produjera y, posteriormente, que sus consecuencias fueran las
que podemos observar a poco que nos esforcemos en ello. A menudo tuve
la sensación de que iba a volverme loco cuando me asomaba a ese
inmenso mar de datos incompletos, de hechos contradictorios e incluso
falseados, que debimos examinar, interpretar y superar para llegar a
conclusiones aproximadas acerca de lo que realmente ocurrió y sigue
sucediendo ante nuestras mismas narices sin que lleguemos a
vislumbrar una luz indubitable al final de tanta oscuridad provocada,
de tantos intereses enfrentados y de tanta manipulación mendaz e
ignominiosa. Que la manipulación acerca del 11-M es un hecho
indudable constituye, por ejemplo, un hecho capital, ya de por sí;
sobre todo, porque a estas alturas no necesitamos acudir a nuevos
hechos puntuales que avalen esta afirmación, pues todos los que
hemos investigado la fenomenología del 11-M coincidimos en que se
trata de un hecho absolutamente probado. Y como éste, podríamos
referirnos a otros muchos de los que he dejado constancia en las entradas anteriores
que he dedicado a este asunto.
Estamos
ante un maldito juego de ocultaciones y falsificaciones en el que,
por unas u otras razones, todo el mundo ha hecho trampas. Por eso hay
que guardarse de convertir los datos en fetiches: por sí solos no
nos brindarán ninguna respuesta definitiva a la fatigosa e
imprescindible pregunta de qué es lo que sucedió aquella fatídica
mañana del jueves 11 de marzo de 2004, cuya primera consecuencia fue
el vuelco electoral que, contra todo pronóstico, provocó la
reacción ciudadana que apartó del poder al Partido Popular,
colocando en la presidencia del Gobierno a un hombre tan mediocre y,
hasta entonces, política e intelectualmente irrelevante como es
José Luis Rodríguez Zapatero.
Desde
la síntesis conceptual de esa asignatura pendiente que se llama
Teoría de la Historia, es necesario justificar la validez de
cualquier intento bien documentado que permita elaborar hipótesis
racionalmente defendibles acerca del 11-M en su conjunto. Hay
científicos cuya tarea es verificar experimentos, realizar
mediciones, acumular series de datos, fabricar estadísticas y
observar las relaciones de unos fenómenos con otros. Pero también
hay otros que, sobre esas observaciones, son capaces de elaborar
síntesis generales capaces de englobar los datos acumulados, porque
valorándolos e interpretándolos en su universo teórico, son
capaces de llegar mucho más allá. Albert Einstein, por poner un
ejemplo, pertenece a este grupo: su Teoría de la Relatividad mereció
el desprecio de la mayor parte de sus compañeros científicos y de
casi todas las Academias de Ciencias del mundo. Tardó varios años
en ser verificada empíricamente y, sin embargo, hoy es la base
indiscutida de toda la Física contemporánea. Con los hechos
históricos ocurre lo mismo. Y como hecho histórico puede y debe ser
examinado el vasto conjunto de fenómenos que conforman el 11-M. Para
eso, la brújula de nuestra capacidad lógica resulta imprescindible.
Quiero decir que analizar los hechos, realizar valoraciones o
elaborar teorías explicativas son tareas complementarias que no
podemos colocar en mundos diferentes.
La
dinámica política y el tremendo enfrentamiento social que,
fomentado desde las más altas instancias del poder, viene
desarrollándose en España a una velocidad que produce escalofríos,
están determinados por la existencia misma del 11-M y por la
voluntad permanente de los dos grandes partidos de abortar, al precio
que sea, cualquier investigación imparcial y veraz de lo que
sucedió, así como de sus antecedentes, su gestación y las
motivaciones que determinaron su planeamiento y ejecución en las
vísperas de unas elecciones generales que, sin discusión posible,
quedaron marcadas por su impronta de terror y confusión. Si ya es
suficientemente grave que el destino de una nación civilizada venga
determinado por la sangre de los inocentes sacrificados en la
masacre, lo es mucho más que los mecanismos presuntamente
democráticos, asentados en sus instituciones, se muestren incapaces
de resolver las terribles incógnitas y poner en evidencia las
contradicciones y flagrantes mentiras a las que han tenido que
recurrir muchos de los más altos responsables de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado para ocultar la verdadera historia de
esta repugnante saga.
El proceso de decadencia que soportamos comenzó con el abrupto final de la próspera era de Aznar, que se reveló como un espejismo sin base real alguna. Su tenaz empeño en convertir a España en una potencia mundial de primer orden a través de una relación privilegiada con Washington y Londres desembocó en la foro de las Azores, el fiasco de la invasión de Irak para eliminar aquellas inexistentes armas de destrucción masiva y la monstruosa factura que nos pasó el 11 de marzo de 2004 para cortarnos las alas como nación. Como alguien escribió hace años, "desde el 11-M, todo es 11-M". En
los casi diez años transcurridos desde entonces, hemos tenido tiempo
para reflexionar y realizar valoraciones suficientemente ponderadas,
tanto del tremendo impacto que para todos supuso el infausto
acontecimiento, como de los análisis independientes que ha venido
realizando el mejor periodismo de investigación de nuestro país,
pasando por la tesis explicativa contenida en el vergonzante sumario
realizado por el juez Juan del Olmo y las inconcebibles actuaciones
de la Fiscalía del Estado, tendentes a afianzar contra viento y
marea la autoría islámica de la masacre, para desembocar,
finalmente, en las sesiones de un macrojuicio que, férreamente
conducido por el juez Gómez Bermúdez, no hizo más que acrecentar
la dimensión del gigantesco fraude constituido por la Versión
Oficial del atentado. Según contó hace años el director de El
Mundo,
Pedro J. Ramírez, en una comida en Washington a la que asistió junto
los directores de los grandes diarios estadounidenses The
Washington Post
y The
New York Times,
el, director del Times
le comentó: “Aquí
hemos tenido nuestro Watergate, pero es una auténtica broma
comparado con vuestro 11-M". Aunque tuvo buen cuidado de no referirse a los atentados del 11-S en Nueva York y Washington.
A
estas alturas podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que lo más
sustancioso de las comparecencias de testigos y peritos citados por
las partes comparecientes en el Juicio de la Casa de Campo no está en lo que estos declaran sino en lo que callan u ocultan, sobre todo
cuando se trata de los representantes de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado, cosa especialmente desasosegante. Fueron tan
evidentes las contradicciones en las que incurrieron, tan
inconsistentes sus exposiciones de los hechos y tan sesgadas sus
declaraciones, que no es exageración alguna afirmar, que, con total
certeza, estamos ante uno de los crímenes más descomunales,
repugnantes y sórdidamente urdidos de toda la Historia Moderna y
Contemporánea de Europa.
Con
la intención de destacar la profundidad del abismo en el que andamos
metidos, el último aspecto al que me voy a referir en estas
consideraciones previas a mis conclusiones acerca de los atentados
del 11-M consiste en poner de relieve la grandísima capacidad de
maniobra, el elevado grado de profesionalidad y la extraordinaria
sofisticación técnica de los diseñadores y ejecutores que llevaron
a cabo la masacre para dar el golpe e, inmediatamente, contando con
su conocimiento y control de la realidad española actual,
sincronizar desde los primeros momentos las acciones policiales,
jurídicas y mediáticas que han provocado un fenómeno absolutamente
inusitado: que de la autoría del 11-M no solamente no se hable, sino
que hasta esté socialmente penalizado hacerlo.
Para
ello aconsejo que empecemos a reflexionar sobre la existencia de una
realidad tan vieja como el poder mismo: me refiero a las sociedades
secretas, que en nuestro mundo encuentran su cabal y máxima
expresión ̶ ¿acaso
cabe negarlo? ̶ en los servicios de inteligencia con los que el Poder se blinda a sí
mismo frente a cualquier intromisión o interferencia exteriores. Un
último apunte para viajeros despistados: de todas las sociedades
secretas habidas o por haber, las más peligrosas son las que se
mueven dentro de esas máquinas inabarcables y, muchas veces,
descontroladas, que son los sórdidos engranajes de los aparatos
dedicados al espionaje con los que cuentan los Estados modernos
gracias a los avances de una tecnología desbocada y a unos gastos descomunales. Desde una
cobertura legal asegurada, financiadas con el maná inacabable de los
presupuestos públicos a través de asignaciones opacas, disimuladas
por leyes que protegen sus actividades inconfesables y sus conexiones
o adscripciones personales, se mueven los agentes de los servicios de
inteligencia. Se trata de un mundo paralelo que trabaja al servicio
de oscuros designios que, para protegerse, siempre negarán, como el
Diablo, su existencia. Como dicen los gallegos, las meigas no
existen, pero haberlas, haylas...
Que
la mayor parte de los personajes que fueron relacionados con el 11-M
y más tarde procesados resultasen confidentes policiales o
estuvieran siendo investigados (seguidos o escuchados) por las
distintas Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado fue el primer
requisito para poder implicarlos a conveniencia, tanto en la tramoya
asturiana, que sirvió para imponer el origen de los explosivos, como en el retablo islamista que hicieron desaparecer en Leganés
para cerrar el "archivo" (que así se llama en el argot de
inteligencia), tras una enconada pugna en el mundo de los servicios
secretos españoles para llegar a un acuerdo aceptable para los
medios policiales implicados, de tal modo que todos estuvieran
atrapados en la misma red de mentiras, ya que en este mundo de
obediencias dobles y triples, nadie se fía de nadie. Sobre este
apartado es del máximo interés el siguiente comentario de Fernando
Múgica, el primer gran investigador del cúmulo de circunstancias
extraordinarias que concurrieron en el 11-M. En la entrevista que le
hizo Luis del Pino en el programa “Sin complejos”, emitido el 11
de marzo de 2011, declaró:
FERNANDO
MÚGICA: “Ellos (las Fuerzas de Seguridad)... no saben quienes van
a ser los culpables hasta, primero, la semana en que aparece el
análisis oficial de la furgoneta Kangoo, que, como sabes, fue el
veintitantos de marzo, y después salen las fotos en los periódicos.
Ahí sí, ahí dicen: “estos van a ser los malos”. Ahí los han
seleccionado, y alguien dice: “Pues si tú metes a éste, yo meto a
mi radical El Tunecino”. Y el CNI dice : “Si tú metes al radical
El Tunecino yo meto a Lamari”. ¡Fíjate por dónde!, y empiezan
entre ellos unas discusiones brutales. Y al final dicen: “¡Bueno,
consenso!”. “Estos son los malos”. Y entonces salen en los
periódicos. ¿Y qué hacen los terroristas cuando ven sus fotos en
grande en el periódico? Pues irse a tomar un café. Es lo más
lógico. O sea que tu ves que a ti, Fernando Múgica, le acusan del
11-M, con su cara en el periódico, y entonces yo digo: Bueno, pues
nada, me voy a tomar un croissant con un cafelito”, y sigo con mi
vida. ¡No se lo cree nadie! ¡Se hubieran ido en una patera, si es
preciso!
También
resulta concordante el hecho de que en los días previos a la
comisión de los atentados se suspendiera el seguimiento de muchos de
los que, poco más tarde, serían acusados de su planeamiento y
ejecución, un asunto de lo que el ex-juez Garzón podría hablar
largo y tendido. En caso contrario, las investigaciones realizadas
durante esos días podrían haber sido utilizadas para eximirlos de
cualquier responsabilidad y lo que se estaba planeando era justamente
lo contrario.
El
tiempo ha corrido deprisa y echar más leña sobre la autoría de
Al-Qaeda no sirve más que para perder el tiempo y marear la perdiz.
En las agotadoras y exhaustivas sesiones del Juicio de la Casa de
Campo no apareció ni un sólo indicio de ello y sí muchas pruebas
para que los detenidos no pudieran ser imputados por pertenecer a
esta franquicia terrorista que, según nos siguen contando, tuvo su
origen en Ben Laden. Ni siquiera el Ministerio Público quiso
profundizar demasiado en ese terreno para no desacreditarse más
todavía las actuaciones patéticas de la fiscal Olga Sánchez y su
numerología de pandereta. Así pues, no volveré a referirme a
Al-Qaeda. Una cuestión zanjada y un problema menos, por ahora.
De
la hipótesis consistente en que el 11-M fue obra de ETA tampoco
puede decirse mucho más, excepto la férrea disciplina seguida por
el partido socialista, que ocupó el poder tras los atentados, y sus
terminaciones policiales, judiciales y mediáticas para impedir a
cualquier precio la simple mención de la banda en ninguna de las
tramas detectadas o en las investigaciones realizadas. La explicación
de esta aparente anormalidad tampoco requiere demasiado desgaste de
inteligencia. El Gobierno socialista ocupó el poder porque acusó al
Ejecutivo anterior de mentir y reconocer lo contrario implicaría que
los que mintieron fueron ellos y que, encima, llevaban años
negociando en secreto con la banda terrorista a espaladas del
Gobierno del Partido Popular. Ni siquiera en España, donde todo
parece posible, dadas las tragaderas de una parte muy importante de
la ciudadanía, los socialistas podrían haber contrarrestado el
descrédito que les habría supuesto reconocer después de las
elecciones que las sospechas de la autoría fueran distintas a la
atribución islamista, bendecida por París y Washington. Ni
entonces, ni ahora, ni nunca. Fueron los islamistas con explosivos
procedentes de Asturias ¡y vale ya!
Si
el plan para llevar a cabo el 11-M hubiera consistido en implicar
directamente a ETA, todos los moros hubieran sobrado y la explosión
en el piso de Leganés no habría tenido lugar. Tampoco era necesaria
la trama asturiana. Pero, incluso en el caso de que los atentados
hubieran sido obra de ETA, sería ridículo pensar siquiera que la
banda hubiera podido construir, con sus solos recursos, toda la
escenografía islamista que paulatinamente fue apareciendo, ni la
vergonzante cadena de negligencias, dejaciones y falsificaciones
protagonizadas por los medios policiales desde el momento mismo de la
masacre. Por otra parte, resulta más que evidente que la orden de
suspender las escuchas de los moritos no partió de ETA, sino de
quien sabía con anterioridad el torbellino que se avecinaba y, por
supuesto, quiénes serían acusados de perpetrar la masacre. A nadie
se le fue la mano con los explosivos y los muertos y heridos fueron
los previstos. El guión era impecable y se realizó con la exactitud
milimétrica que planearon los organizadores. Así de simples son las
cosas.
Durante
la mañana de los atentados todo el mundo creyó en la autoría
etarra y toda la prensa escrita se retrató el día 12 con feroces
editoriales y artículos de opinión contra los autores del execrable
crimen, distinguiéndose los publicados por el El País y ABC, como
queriéndose distanciar de cualquier posible ambigüedad en la que
hubieran podido incurrir con anterioridad acerca de la política
antiterrorista seguida por el Gobierno de Aznar. Basta consultar las
hemerotecas. Cuando las magníficamente orquestadas pistas islámicas
fueron apareciendo, parecía elemental que el PSOE jugaría las bazas
del terrorismo islamista. Si ETA resultaba la autora de semejante
barbarie, estaba cantado que el PP, partidario entonces de luchar
contra ETA hasta exterminarla, hubiera salido reforzado y habría
alcanzado una nueva mayoría absoluta. Por el contrario, si la
autoría islámica se perfilaba, podrían acusar a Aznar, su bestia
negra, de ser responsable directo de la masacre a causa de su
política sobre Irak y presentar el 11-M como una prolongación del
11-S norteamericano. Que es, más o menos exactamente, lo que acabó
sucediendo y que podría sintetizarse en una frase que para cerrar
el archivo ante
especulaciones
ulteriores, pronunció en Washington el presidente George W. Bush a
los pocos días de los atentados, concretamente el el 19 de marzo de
2004:
“Los
asesinatos en Madrid nos recuerdan que el mundo civilizado está en
guerra”.
En
el vasto mundo de la investigación —de cualquier investigación—
existen deducciones que son correctas por estar elaboradas siguiendo
las reglas de la lógica, y otras que no reúnen estas condiciones,
porque se alejan del imprescindible postulado de racionalidad. En el
caso de las investigaciones sobre el 11-M, podemos encadenar
razonamientos muy diversos, pero siempre que tengamos en cuenta una
consideración muy importante: este esquema analítico con base en la
lógica tendrá validez siempre que nos circunscribamos
exclusivamente al esquema global que comprende el planeamiento,
diseño y ejecución en suelo europeo de un atentado de la magnitud
de los atentados de Madrid, que encuentra su más directo antecedente
en la masacre de la estación Bolonia, producto
de la estrategia de tensión contra el comunismo,
y su prolongación en los atentados de Londres de 2005, vinculados
ambos a la nueva
estrategia de política internacional diseñada por la administración
Bush,
a partir de los atentados de la Torres Gemelas de Nueva York, con la
finalidad de convertir el terrorismo islamista en el gran enemigo de
Occidente, sin detenerse ante el hecho revelador de promover y
alimentar el yihadismo islamista en donde fuese preciso para
justificar las intervenciones operativas del Pentágono y de todas
las agencias secretas norteamericanas, empezando, como es natural,
por la CIA, como nos lo viene mostrando con espantosa claridad el
holocausto de Siria, directamente organizado
y financiado por Estados Unidos, las monarquías petroleras del Golfo
y sus satélites de la OTAN, empezando por Francia, cuyo actual
presidente, François Hollande, colabora con el mismo entusiasmo de
converso que su antecesor, Nicolas Sarkozy, en la implantación del
Nuevo
Orden Internacional,
con la finalidad de compartir las migajas del botín que les toque en
el reparto de la riqueza energética (petróleo y gas natural) de las
naciones del Oriente Medio, caso de Siria, y de África, como sucedió
en el caso de las reservas energéticas de Libia.
La veracidad de los hechos probatorios del 11-M no ha sido acreditada en la Versión Oficial, de tal modo que de una falsedad inicial nunca podremos extraer conclusión verdadera alguna, ya que construir sobre mentiras sólo nos conducirá a otras inexactitudes de mayor calado todavía. Quiero remachar —nunca lo será suficientemente— que esto es así por la sencilla razón de que carecemos de datos que hayan sido verificados sin lugar a dudas, “hechos” probados sobre los que sustentar un encadenamiento analítico que nos permita llegar a conclusiones seguras, sean estas las que fueren. Por eso, en el caso del 11-M, empeñarnos en llevar hasta sus últimas consecuencias el examen de cada presunto detalle de los atentados no sirvió más que para enredarnos en una hiedra venenosa que acabó siempre por atraparnos en su siniestro entramado, sobre todo desde que la infamante sentencia del juez Gómez Bermúdez fue colocada a modo de punto final de una masacre sin autores intelectuales y con actores trucados.
Para
avanzar no cabe seguir dando vueltas y más vueltas alrededor de los
mismos asuntos, convertidos en fijaciones indemostrables. A estas
alturas, es preciso salir de este círculo vicioso y hacerlo cuanto
antes. Las tortugas se arrastran a ras del suelo y, por eso, su
horizonte es mínimo; sin embargo, las aves vuelan y ven las cosas
desde arriba. Actuemos, pues, como las aves. Que no nos pase como
aquella hormiga del cuento que cuando trepaba por la pata de un
elefante, creyó que subía por el tronco de un árbol; cuando
cabalgaba sobre su lomo, lo confundió con una inmensa llanura y,
finalmente, cuando bajaba por la trompa del paquidermo, concluyó que
se encontraba sobre una enorme serpiente. El ejemplo me parece
suficientemente gráfico.
De
lo dicho no cabe deducir que mi actitud sea pesimista o que esté
afirmando, con ciertos rodeos, que no quepa esperanza alguna de
esclarecer hasta el fondo la verdad del 11-M, o que todo esté
perdido. Ni muchísimo menos. Del examen del Sumario elaborado por el
Juez Del Olmo, de las actuaciones de la Fiscalía, de las
declaraciones de las partes implicadas en el juicio y de la actitud
de los gobiernos que desde marzo de 2004 se han sucedido en España,
tanto del PSOE como del Partido Popular, sacamos dos grandes y no
poco importantes evidencias: la primera es que se eliminaron,
manipularon, omitieron y falsificaron con absoluta impunidad los
hechos que fueron presentados como “pruebas” para dirigir la
investigación en el sentido de implicar en la masacre a personas
que, de otro modo, no habrían sido detenidas ni, por lo tanto,
juzgadas. En segundo lugar, que durante las investigaciones
realizadas y, luego, en las sesiones del juicio, un elevado número
de personas vinculadas a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del
Estado faltaron a la verdad por acción y por omisión, es decir, que
mintieron descaradamente, callándose informaciones o destruyendo
pruebas esenciales para esclarecer la autoría de un crimen tan
execrable.
Los acusados escuchan el veredicto del juicio del 11-M |
Cualquier
investigación histórica debe partir de estas bases. Así, en el
proceso de documentación y análisis llevado a cabo con
posterioridad por investigadores (no muchos) de probada solvencia e
independencia, se procedió de manera inversa a la usual, o sea, no
fabricando explicaciones o hipótesis en el aire sobre la base de los
elementos presuntamente conocidos de la operación terrorista, sino
desmontando pieza a pieza la Versión Oficial, que ha terminado por
estar, al menos para cualquier observador riguroso, absolutamente
desacreditada.
Partiendo
de esta premisa, resulta posible acercarse a una visión global y
coherente del 11-M, aunque la exactitud de muchos detalles
específicos de sus elementos integrantes sea más o menos
aproximada. Pero, desde una perspectiva teórica este método
funciona y el conocimiento científico avanza de esta manera, yendo y
viniendo de lo general a lo particular. Mendeleiev construyó la
tabla periódica de los elementos químicos basándose en sus
propiedades y características, con la finalidad de establecer un
orden específico, que consiguió con precisión suficiente como para
colocar en ella los huecos de algunos elementos que en su época
todavía no habían sido descubiertos. Cualquier investigador
independiente que quiera acercarse a la verdadera naturaleza del
11-M debe proceder de forma semejante, partiendo desde una
perspectiva totalizadora que, a mi juicio, aparece ya dibujada con un
suficiente grado de exactitud. Lo cual no quiere decir que no queden
correcciones o ajustes según puedan aparecer determinados elementos
probatorios que arrojen nueva luz, tanto a la visión de conjunto de
la operación que produjo la masacre de Madrid, como sobre
cualesquiera de sus elementos.
El
método de análisis científico (que los historiadores empleamos)
está basado en el postulado de racionalidad y se construye bajo la
premisa del principio de falsabilidad resaltado por Karl Popper (esto
es, que todas las hipótesis explicativas de la realidad a describir
cambiarán en función de los datos empíricos que vayan apareciendo
durante el proceso de investigación u observación) y el de la
complementariedad
circular,
descrito por el físico Von Weizsäcker, por el que las partes que
componen la investigación, o sea, los hechos observados, se
vertebran entre sí de manera natural, sin forzamientos, algo que
faltó en las investigaciones del 11-M a causa de la dicotomía
apresuradamente fabricada que fue establecida desde el poder
político, con la colaboración imprescindible de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado, acerca de la autoría de la masacre,
es decir, ETA/Titadyn o islamistas/Goma 2 Eco, con todas las
prolongaciones y ramificaciones complementarias adobadas por el
sectarismo político, que sirvieron para entronizar a la política
interna española como única clave desde la que examinar los
atentados de Madrid.
Esta
postura fue la defendida por el ex-presidente Aznar cuando en
noviembre de 2004 compareció en la Comisión de Investigación del
Congreso, donde pronunció una frase que se hizo famosa, pero que cada cual puede interpretar a su antojo, incluso que está lanzando el mensaje de que la autoría de la masacre no está en Al-Qaeda: ”Los
que
idearon los atentados terroristas del 11 de marzo no están en
desiertos remotos ni en montañas lejanas”. Pero, acaso como contrapeso, falta descaradamente a la verdad cuando dice que la intención de los terroristas del 11-M era "volcar
las elecciones", por lo que pidió insistentemente que se
"investigue la verdad" para aclarar "quién y por qué
eligió el 11 de marzo" para que el terror irrumpiera en
campaña. De hecho, Aznar explicó que dudó en convocar las
elecciones el 7 o el 14 de marzo, y dijo estar seguro de que si
hubiera elegido la primera fecha, el atentado se habría perpetrado
el día 4. El ex-presidente aseguró que su "tranquilidad de
conciencia" radica en que, ante los atentados, su gobierno dijo
"la verdad" y fueron "otros" los que optaron por
"buscar ventaja partidista", "atizar el sectarismo"
y "manipular los sentimientos" de la sociedad. Tendría razón si a continuación hubiese dicho que después de decir en un primer momento lo que suponía como cierto, pronto tuvo que rendirse y no tuvo más remedio que aceptar la autoría islamista como mal menor para evitar una catástrofe: que se conociera la verdad.
El ex-presidenteAznar en la Comisión del 11-M |
Las
veces que se ha referido a este tenebroso asunto con posterioridad,
Aznar ha mantenido sus afirmaciones insistiendo en que el 11-M tenía
"un objetivo muy especial", el de "cambiar el curso
histórico de España". Aunque una parte de sus afirmaciones se
ajusten parcialmente
a la verdad, no me cabe duda de que también encierran una gravísima
falsedad: poner al cambio de Gobierno en España como objetivo de quienes idearon y llevaron a cabo el atentado, una
postura que, como ya he dejado dicho, impidió durante mucho tiempo
la búsqueda de motivaciones distintas. A diez años de distancia de
del 11-M, considero que esa fue la mayor barrera de las muchas que
fueron interpuestas para segar de raíz cualquier otra perspectiva
esclarecedora. Una equivocación garrafal en la que todavía vive
instalada la inmensa mayoría de la opinión pública española para
aquietar sus poco escrupulosas conciencias.
No
hace falta investigar mucho para ver que la Comisión de
Investigación del 11-M no pretendió otra cosa que confirmar la
Versión Oficial de los atentados, que luego se impondría en el
juicio de la Casa de Campo. Aquella Comisión no fue otra cosa que un
cierre de filas para apuntalar entre todos la teoría del empate
infinito que permitiera enterrar el 11-M con la máxima rapidez
posible, recurriendo a la misma falsa disyuntiva (o ETA o Al Qaeda)
en que nos encerraron desde la propia mañana de los atentados.
Cuando hay que elegir entre dos dos opciones, lo lógico es que la
decantación sea hacia la menos mala. Pero, ¿por qué entonces tanto
el Partido Popular como el PSOE han venido percibiendo como "menos
mala" la opción de seguir mintiendo a los españoles en todo lo
que al 11-M concierne? ¿Qué puede haber en el 11-M que sea "malo"
simultáneamente para las cúpulas de ambos partidos? ¿Quién ha
encerrado a los políticos españoles en esa situación de "gran
silencio", en la que no queda otra opción que no sea torcer el
gesto y mirar hacia otro lado en cuanto se habla del 11-M? ¿Tan grave
es que sigamos queriendo saber qué pasó exactamente el 11 de marzo
de 2004 y quienes fueron los autores intelectuales de la masacre?
Porque resulta evidente que cuando sale a colación el 11-M, se
produce un silencio ominoso y el aire se vuelve más frío que el
nitrógeno líquido, mientras los presentes miran a algún punto del
infinito, porque lo cierto es que desde los medios informativos se
nos ha enseñado que lo mejor para todos es no remover el pozo de la
autoría, convertido en asunto-tabú por los representantes de la
casta política asentada en el Poder y sus prolongaciones
mediáticas. Fernando Múgica llegó en sus tempranas investigaciones tan lejos como podía llegarse, hasta que su propia vida comenzó a estar en serio peligro. De entonces acá el panorama geoestratégico internacional no ha hecho más que complicarse, tal como estaba previsto en el guión. Múgica identificó el huevo de la serpiente, pero no llegó a romperle la cáscara. Y ahí quedó la cosa.
Las investigaciones y los dos libros que dedicó Luis del Pino al 11-M fueron decisivos para desmontar punto por punto la Versión Oficial que elaboraron los medios policiales acerca de la ejecución de la masacre. “Los enigmas del 11-M ¿Conspiración o negligencia?” (editado por Libros Libres en 2006), supuso un primer inventario de las falsedades contenidas en el sumario judicial y posteriormente validadas, en su mayor parte, por la sentencia del juez Gómez Bermúdez. En su segunda publicación, “11-M Golpe de Régimen” (La Esfera de los Libros, 2007), su minuciosa deconstrucción de los atentados sirvió para subrayar una evidencia: “Que alguien construya pruebas falsas para tratar de demostrar la autoría islamista del terrible atentado solo puede significar una cosa: que ese alguien necesita unos falsos culpables con los que encubrir a los verdaderos autores”.
En
su Carta abierta al Fiscal General del Estado, Luis del Pino hace
especial
referencia a la autoría de los atentados de Madrid,
atribuyendo su ejecución “a las cloacas del Estado”, cuando
literalmente dice: “Estoy
convencido de que usted sabe -como lo saben tantos millones de
españoles- que el 11 de marzo de 2004 no hubo en España ningún
atentado islamista. Tampoco etarra. Estoy convencido de que usted
sabe -como lo saben muchas víctimas directas de la masacre- que el
11-M fue, en realidad, un golpe de estado ideado, organizado y
ejecutado desde lo más siniestro de las cloacas del Estado”.
Luis del Pino |
Sin
embargo, el gran investigador del 11-M parece vincular la autoría y
realización de la masacre de Madrid a un asunto de política interna
española, tal como ya hizo Aznar con su célebre frase pronunciada
ante la Comisión de Investigación del Congreso. Pero la verdad es mucho más terrible. Desde luego, no
cabe duda de que la tramoya que sirvió para encubrir el 11-M fue
elaborada por “las cloacas del Estado”. ¿Quienes si no hubieran
podido hacerlo con la impunidad que el silencio ominoso de los años
transcurridos desde entonces ha venido demostrando? Más todavía
cabe decir: que sin la complicidad, activa o pasiva, de una cierta
parte de los servicios de inteligencia españoles, los atentados de
Madrid no hubieran podido cometerse. Del mismo modo que Carrero
Blanco no habría podido ser asesinado o que el 23-F jamás hubiera
podido intentarse sin la asistencia de elementos muy cualificados de
los servicios españoles de inteligencia, que actuaron en conexión
con determinados poderes fácticos españoles. Pero en ambos casos
hubo algo más: la sombra de la CIA, que es tan alargada como para
abarcar el Atlántico Norte y mucho más, el mundo mundial, como
decía con su gracejo inimitable el gran Francisco Umbral.
En el planeamiento del 11-M no hay lugar para odios acumulados ni deseos de venganza desbordados. No se trata de una vendetta siciliana o una aventura criminal para cambiar de manos el Gobierno de España. No nos equivoquemos: se trata de otra cosa. En el mayor atentado cometido en Europa hay intereses internacionales en juego, intereses enormes que están concernidos en los ámbitos del Gran Juego de la alta política occidental. Nada más y nada menos. En su planificación se procede con una frialdad glacial, sabiendo plenamente lo que está en juego y, por eso mismo, que los riesgos deben ser minimizados al máximo, de tal manera que es preciso asegurarse de que, pase lo que pase, los medios policiales del Estado español contarán con recursos suficientes para que las huellas sean borradas y las que queden conduzcan a conclusiones equivocadas o a callejones sin salida. Algo que solamente es posible conseguir con la complicidad de los gobiernos que lleven las riendas del Estado, tanto del PSOE como del Partido Popular. Que tanto da. Porque, insisto, no debe olvidarse que las pruebas falsas que sirvieron para montar la Versión Oficial, fueron elaboradas mientras el Partido Popular estaba al frente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, aunque con la inevitable y decisiva presencia de los representantes socialistas que inmediatamente ocuparían las instituciones españolas después del vuelco electoral del 14-M.
Pero
hay otro detalle a tener en cuenta. Que la vinculación del 11-M a
los asuntos internos de España no explica un hecho fundamental al
que ya anteriormente he hecho referencia: la temprana irrupción de
nuestros vecinos franceses y del gran amigo americano a la hora de
enderezar hacia los islamistas la autoría de la masacre. Y este
hecho evidente nos obliga a admitir que bajo el 11-M late una verdad
mucho más terrible, directamente vinculada a la situación
geoestratégica mundial, la única matriz capaz de admitir, sin
forzamiento alguno, una operación terrorista de tan enormes
características en un suelo europeo vigilado hasta el último rincón
por los servicios de inteligencia de medio mundo, empezando, como es
natural, por los estadounidenses y la Red Echelon. El ex-presidente
Aznar ha de saberlo. Tal vez por eso, en su libro de memorias se
refirió expresamente a ello, cuando dice que "ni
antes ni después del atentado se ha detectado absolutamente nada ni
dentro ni fuera de España que pudiera indicar una preparación o
satisfacción por lo que ha ocurrido. El silencio es total, como
atestiguan todos los contactos mantenidos con los servicios de
Inteligencia de nuestro entorno o el mundo árabe. Nadie ha detectado
nada, ni antes ni después (y eso que la NSA de Estados Unidos lleva
veinticuatro horas dedicada a este tema con la máxima prioridad)”.
La misma ignorancia previa respecto al peligro terrorista que declaró Bush respecto a los atentados del 11-S, que contrasta con que su gobierno identificara en poco tiempo a los diecinueve autores materiales de los atentados y a Osama bin Laden y Sadam Hussein como instigadores. Sorprendente.
La misma ignorancia previa respecto al peligro terrorista que declaró Bush respecto a los atentados del 11-S, que contrasta con que su gobierno identificara en poco tiempo a los diecinueve autores materiales de los atentados y a Osama bin Laden y Sadam Hussein como instigadores. Sorprendente.
Julian Assange, silenciado ¿para siempre...? |
También de las palabras de Aznar cabría deducir, entre
otras lecturas, que sin el
conocimiento “de los servicios secretos de nuestro entorno”, el
11-M carece de explicación lógica. Puede que sea la manera del
ex-presidente de darse por enterado y expresar sibilinamente por
donde vinieron los tiros, pero desde la impotencia de tener que
tragarse todo lo que sabe. Que a estas alturas debe ser,
necesariamente, todo de todo. Aunque, por otra parte, resulte visible
para cualquier observador que su comportamiento ha sido
espléndidamente recompensado por los dueños del Gran Juego: su
contratación como asesor de Endesa, con una retribución anual de
unos 400.000 euros anuales, entre retribuciones fijas y variables, y
su incorporación como consejero al grupo dirigido por Murdoch, News
Corp, propietario de los periódicos The
Wall Street Journal,
The
Times
o las cadenas CNBC
y Fox
News,
que comprende
el pago
de 107.639 dólares (86.112 euros) en efectivo, y de otros 140.000
dólares (112.000 euros) en acciones, según cifras referidas al año
2012.
No
deja de resultar extraordinariamente llamativo que las afirmaciones
de Aznar fueran complementadas, de manera mucho más directa, por Alfredo
Pérez Rubalcaba, desde su condición de Vice-presidente del Gobierno
y Ministro del Interior, es decir, jefe de los servicios de
inteligencia del Estado. Es posible comparar su mensaje con el
célebre cuento ”La
carta robada”,
de Edgar Allan Poe, un documento perdido que nadie es capaz de encontrar,
sencillamente, porque está a la vista de todos. En este caso, si
ustedes quieren un adelanto del entorno donde deben buscarse los
autores del 11-M lo mejor, como les digo, es que atiendan a Rubalcaba
cuando habla de la “prueba del nueve”, porque si este hombre se
calla, revienta. El juez Gómez Bermúdez dio lectura a la sentencia
del juicio sobre el 11-M,
el día 31 de mayo de 2007. Al día siguiente, el Ministro del
Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba compareció ante los medios
informativos y, entre otras cosas, hizo
una extensa relación de los servicios de inteligencia
extranjeros
que
colaboraron en la fabricación de la Versión Oficial del 11-M, es
decir, que se prestaron a encubrir la autoría de la masacre, que la
sentencia vagamente atribuye “a un grupo de terroristas islamistas
que se organizó para perpetrar diez explosiones casi simultáneas en
cuatro trenes en la capital de España, en venganza por la posición
del gobierno español sobre la guerra de Irak”, sin mencionar para
nada a Al-Qaeda ni a ninguna otra organización islamista.
Como
puede verse en el vídeo, Pérez Rubalcaba dijo: “No
sería justo, en todo caso, decir que lo que ha pasado en la
Audiencia Nacional en estos últimos meses, el juicio y el resultado
de ese juicio fue que la sentencia de ayer no ha sido solo trabajo de
nuestros jueces, de nuestros fiscales, de nuestras fuerzas de
seguridad, no sería justo, porque hemos contado con la colaboración
internacional de muchas policías y de muchos servicios de
inteligencia, desde luego, de Europa. Me dejaré alguno por citar,
pero me vienen a la memoria Italia, Bélgica, Francia, Gran Bretaña,
Alemania, países que han colaborado con nosotros y así se refleja
en la sentencia. Por supuesto, de Estados Unidos, empezando por la
CIA y siguiendo por las restantes fuerzas de seguridad de EE.UU.,
pero también por las fuerzas de seguridad marroquíes, argelinas,
tunecinas. Son muchos los países que ha colaborado con nosotros para
llegar a donde hemos llegado. A esos países quiero agradecer desde
este primer momento su colaboración. Fíjense que, probablemente, el
término “terrorismo internacional” es el que mejor describe el
fenómeno al que nos estamos enfrentando y porque efectivamente se
trata de terrorismo internacional”.
El
testimonio de Pérez Rubalcaba concuerda con lo por mi escrito hace
años acerca de que, como ya he mencionado en el artículo primero de
estas serie (“El
Gran Hermano”),
cabe deducir que la conspiración de silencio que lleva protegiendo
los secretos de los atentados de marzo de 2004 es, de alguna manera,
global, porque para justificar que la tapadera de silencio no haya
estallado es preciso echar mano a la connivencia de otras
“inteligencias” que, por sus ámbitos de actuación, son de más
allá de nuestras fronteras”. En resumidas cuentas: que lo que
Rubalcaba viene a agradecer es que los servicios de inteligencia de
Estados Unidos y de los países de la OTAN hayan colaborado para que
esa colección de mentiras que constituye la Versión Oficial del
11-M se haya convertido en verdad incuestionada e incuestionable,
aunque sin olvidar la ayuda de los servicios de inteligencia de los
países magrebíes de donde procedían los presuntos autores materiales de la
masacre, que se evaporaron en la explosión del piso de Leganés,
empezando por Marruecos, cuyos servicios de inteligencia merecen una
mención muy especial por la importancia de su colaboración para que los
medios policiales españoles construyeran la Versión o Mentira
Oficial, según se prefiera.
Sobra
decir que, inmediatamente, al presidente Rodríguez Zapatero le faltó
tiempo para dar por cerrado el ominoso asunto, declarando
pomposamente, nada más y nada menos, que
el
fallo establecía la verdad,
mientras que Mariano Rajoy, jefe de la oposición parlamentaria y
Secretario General del Partido Popular reclamaba una
investigación “sin límites” que aclarase la autoría
intelectual de la masacre,
algo que, como era previsible, olvidó completamente cuando accedió
a la Presidencia del Gobierno en la elecciones generales celebradas
en noviembre de 2011.
Mariano Rajoy tropieza cuando va a comparecer ante los periodistas en la sede del Partido Popular para comentar la sentencia del 11-M: todo un mal presagio |
La
proximidad de los autores de los atentados denunciada reiteradamente
por Aznar (“ni en montañas lejanas ni en desiertos remotos”)
deja paso en Pérez Rubalcaba, a una conspiración fruto del
terrorismo internacional, cuya consistencia debe conocer mejor que
nadie quien ha sido durante ocho años dueño y señor de los
servicios de inteligencia y receptor privilegiado del SITEL, es
decir, del sistema de escuchas telefónicas del Ministerio de
Interior de España utilizado por la Policía Nacional, la Guardia
Civil y el Centro Nacional de Inteligencia, también conocido como
Sistema Integrado de Interceptación de las Comunicaciones
Electrónicas.
No
hace falta buscar rebuscados intérpretes para saber qué debemos
entender por la acepción “terrorismo internacional” utilizada
por Pérez Rubalcaba. Basta recordar el comentario de Ana Palacio,
ministra de Asuntos Exteriores en la fecha de la masacre de Madrid,
cuando en la madrugada del día siguiente a los atentados comentó
airada al director de The
Wall Street Journal
que a un año de las elecciones en Estados Unidos y con la
popularidad de Bush por los suelos, a
la Administración norteamericana le vendría muy bien que la autoria
del 11-M fuese islamista
y no atribuible a ETA, como entonces ella creía.
Volviendo
a Fernando Múgica, “el hombre que sabía demasiado”, por su
conocimiento y contactos privilegiados en el mundo de los servicios
secretos españoles, su opinión respecto a la autoría es inequívoca
y atribuible a servicios especialmente secretos de responsabilidad
incontrolada de origen estadounidense, como recoge Ignacio López Bru
en su espléndido libro sobre el 11-M. A este respecto, dice Múgica:
“Mi
tesis es un asunto islamista de verdad , es decir, utilizar a los
islamistas para una conflagración mundial, ideológica, que es lo
que fue el 11-S y luego el 11-M”.
Afirmación
que en nuestros días encuentra su validación más absoluta en el
apoyo dado por Estados Unidos y los países de la OTAN a los llamados
“rebeldes sirios”, que no son sino mercenarios
yihadistas
reclutados en los parajes más variopintos del atlas, varios miles de
ellos procedentes de países europeos (entre ellos España),
financiados desde Qatar o Arabia Saudita y adiestrados por militares norteamericanos, que les llevan
prestando apoyo logístico desde mucho antes que comenzara el
conflicto, que ha destrozado una de las naciones mejor organizadas
del Oriente Medio. Aunque la posibilidad de atacar Siria hasta hacerla desaparecer del mapa como nación ya aparece esbozada en un documento elaborado por Richard Perle, junto con otros "halcones" del círculo más próximo a Paul Wolfowitz y Dick Cheney a finales de la década de los sesenta, por los por los papeles de Wikileaks
se
ha podido confirmar que,
al menos desde el año 2006, Estados Unidos trazó planes
clasificados como secretos para derrocar al régimen de Bashar
Al-Assad, dentro de la conocida estrategia de tensión desarrollada
por la CIA durante la Guerra Fría, con el empleo de los medios
operativos de las llamadas guerras no-ortodoxas, que, como informó
Vicenzo Vinciguerra, el terrorista vinculado a la Trama Gladio,
responsable del atentado de la Estación de Bolonia (”A
la sombra de Gladio”), también “tiene por objeto la mente, las conciencias, los
corazones y las almas de los hombres, no de los territorios. La
guerra no ortodoxa no responde a las reglas de la guerra clásica.
Emboscadas y atentados no son más que un medio, uno de tantos
utilizados en este tipo de guerra, usados también por los empleados
de uniforme, a los que nadie reprocharía, sin embargo, la adopción
de ciertos métodos."
La
invención de la Guerra de Irak fue el primer eslabón de la nueva
política de tensión elaborada por los halcones de Washington (Paul
Nitze, Eugene Rostow, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Zbigniew
Brzezinski entre otros) desde el Committee on the Present Danger
(CPD), que George W. Bush colocó a la cabeza de la Administración
estadounidense al comienzo de su primer mandato. Tras el primer
asalto a Afganistan, Bush pudo concentrarse en su objetivo preferido,
que era la guerra de Irak, algo que estaba planeado con anterioridad
a los atentados del 11 de septiembre al World Trade Center, lo que
significa que no tenían nada que ver con la “guerra contra el
terror” con que se quiso justificar. Como reveló más tarde el que
fue secretario del Tesoro de su gobierno, Paul O´Neill, la decisión
de atacar Irak comenzó a discutirse en la Casa Blanca en enero de
2001, el día siguiente a la toma de posesión de Bush, mucho antes,
por tanto, del ataque terrorista de septiembre, aunque la operación estaba planeada desde hacía años.
Si
a la ambición de controlar la red de oleoductos y las reservas petroleras del Oriente Medio, incluyendo Libia, fue causa
más que suficiente para embarcarse en una aventura bélica que no ha
servido más que para empobrecer al pueblo iraquí, provocar el holocausto sirio, hundir a Libia en el peor de los caos y fomentar el
terrorismo islamista de corte sunita, cuya violencia ni siquiera nos
estremece por cotidiana, no cabe duda que la otra gran industria
norteamericana favorecida por los gobernantes de Washington es la de
la guerra, para lo que se han ido entretejiendo poderosas relaciones
entre los fabricantes de armas y los fabricantes de conflictos. La
gran industria productora de tecnología militar y el negocio de
exportar ejércitos formados por tropas mercenarias se apoyan en un
denso entramado de políticos, financieros, pensadores e ideólogos
cómplices y medios de comunicación al servicio del Poder que crean
las condiciones para que la paz mundial no sea un bien deseable y el 11-S una necesidad estratégica perentoria. Para quien esté interesado en saber el terrible fondo de los atentados al World Trade Center y al Pentágono, que conmovieron al mundo el 11 de septiembre de 2001, considero imprescindible la lectura de cuatro libros traducidos al español cuya referencia transcribo a continuación:
También recomiendo la página "Principiantes" del Journal of 9-11 Studies:
http://www.journalof911studies.com/beginners.html.
Particularmente valioso es el artículo "Why indeed did the WTC towers collapse?", escrito por el profesor Steven Jones, de la Brigham Young University, quien después de ser "premiado" con unas vacaciones forzosas, se retiró en octubre de 2006 con el status de Profesor Emérito. Al igual que el Dr. Harrit, el Prof. Jones demuestra de manera incontrovertible que el edificio WTC7 y las Torres Gemelas del World Trade Center fueran derribados no sólo por el fuego y los daños resultantes del impacto de los aviones, sino mediante explosivos cortantes instalados con anterioridad, lo que prueba la evidencia de demoliciones controladas. A continuación reproduzco el enlace de la traducción española del documento, realizada por Anton Montsant, del Département de Biologie, Ecole Normale Supérieure de Paris: Informe del Prof. Steven Jones sobre la demolición de las Torres Gemelas y del edificio WTC7
Desde esta perspectiva, no es de extrañar que las mentiras respecto a la motivación de la guerra de Irak formen parte de la misma yedra venenosa que sirvió para tejer la urdimbre del gran engaño que cubre de criminal maquiavelismo la masacre de Madrid y con la misma finalidad: "utilizar a los islamistas para una conflagración mundial ideológica, que es lo que fue el 11-S y luego el 11-M", tal como afirma Fernando Múgica. Junto a esta realidad incuestionable, existen suficientes elementos complementarios para terminar de explicarnos el por qué de los atentados de Madrid y cómo se vertebran en la geoestrategia diseñada por el poder financiero-militar para las naciones europeas vinculadas a la OTAN, en la que es preciso incluir las derivaciones francesas derivadas de la posición independiente que Francia venía manteniendo desde la época del Presidente De Gaulle.
En todo caso, cualquiera puede ver que nos seguimos moviendo en el campo donde operan a sus anchas los servicios de inteligencia, que vertebran estos artículos referidos al 11-M bajo un mismo denominador común, el secretismo: “Complot y contra-complot, engaño y traición, doblez y triple doblez, agentes verdaderos, agentes falsos, oro y acero, la bomba, el puñal y el pelotón de ejecución, todo ello entretejido para formar una trama: increíble pero verdadero. Los oficiales de alta graduación de los servicios secretos se deleitan buceando en estas aguas subterráneas y prosiguiendo su trabajo con una fría y silenciosa pasión...”
Este último párrafo es de Sir Wiston Churchill, que no hablaba de estas cosas por referencias de terceros. Y es que no hay nada nuevo, excepto lo que se ha ocultado. O aquello de lo que está prohibido hablar. Que, en según qué casos, viene a ser lo mismo. Aunque en sus operaciones encubiertas los servicios secretos aceptan siempre que pueden la colaboración del llamado Crimen Organizado, formular una acusación o demanda de los servicios secretos es algo que no funciona en un juicio. Más bien constituye una amenaza de por vida. De ahí que los servicios secretos tengan siempre agarrados a sus autores encubiertos. Aquí juega siempre la máxima de "quien sabe no habla".
© Copyright José Baena Reigal
Permitida la reproducción citando su procedencia.
"La gran impostura", Thierry Meyssan, La Esfera de los Libros, Madrid, 2004.
Su autor es periodista de investigación, especialista en política del Oriente Medio y director-fundador de la Red Voltaire.
"La CIA Y el 11 de septiembre. El terrorismo internacional y el papel de los servicios secretos", Andreas von Bülow, Ellago Ediciones, Castellón, 2006.
Su autor es doctor en Derecho, experto en servicios secretos, de 1969 a 1994 fue miembro del Parlamento alemán y participó en la Comisión Parlamentaria de Servicios Secretos. De 1976 a 1980 fue Secretario General en el Parlamento del Ministerio de Defensa y entre 1980 a 1982 Ministro de Investigación y Tecnología de la República Federal de Alemania.
Dr. Andreas von Bülow |
"11-S. Las verdades ocultas", Éric Raynaud, Ediciones Akal, Madrid, 2009.
Su autor ha sido periodista de investigación durante veinte años en la prensa francesa. Por la calidad de sus trabajos ha recibido el Prix de la Justice Citoyenne y el apoyo incondicional de Marie Rouart, de la Académi Française.
"11-S. Falso terrorismo Made in USA", Webster Griffin Tarpley, Progressive Press, California, 2009.
El Dr. Tarpley es autor de una treintena de libros, Profesor emérito de Filosofía de las Religiones y de Teología en Claremont School Of Theology y en la Claremont Graduate University, asi como co-director del Center for Process Studies.
Dr. Webster Griffin Tarpley |
Como puede comprobarse, he querido dejar constancia de la extraordinaria relevancia y solvencia intelectual de estos autores para evitar que alguien pueda pensar que se trata de personajillos o de advenedizos de dudosa reputación, así como para otorgar la relevancia que merecen sus trabajos en las que todos coinciden en denunciar la gran manipulación y falsificación criminal de la realidad realizada por la administración estadounidense respecto a los atentados del 11-S, que marcaron el inicio de las guerras declaradas por el Gobierno de EE.UU. para imponer el Orden Mundial a través de la fuerza, al mismo tiempo que sometía la sociedad norteamericana a unos controles sin precedentes en tiempos de paz gracias a la Patriot Act promulgada por la Administración Bush.
La Patriot Act fue impuesta aprovechando el clima de miedo generado por los atentados del 11 de septiembre de 2001 al Pentágono y a las torres del World Trade Center, presentada bajo el chantaje consistente en que el pueblo norteamericano debía elegir entre su seguridad y sus derechos constitucionales, optando por restringir estos la vigencia de los derechos humanos y las libertades civiles conquistadas, por lo que ha sido declarada anticonstitucional en varios sentencias judiciales ya que basta invocar su aplicación para que cualquier ciudadano pueda ser detenido sin que pueda apelar a sus garantías constitucionales, pese a lo cual sigue vigente.
Entre sus previsiones, la Patriot Act incrementa las facultades de las agencias represivas para vigilar las comunicaciones telefónicas y de correo electrónico, así como los registros públicos y privados (médicos, financieros, libros solicitados en las bibliotecas, etc.); reduce las restricciones para acciones de inteligencia en otros países; aumenta el poder de la Secretaría del Tesoro para regular el mercado financiero y concede poder discrecional a las autoridades policiales y migratorias para detener y deportar a inmigrantes cuando se invoque que los mismos son sospechosos de estar relacionados con el terrorismo. La Patriot Act también amplía la definición de terrorismo, con el fin de incluir actividades realizadas por ciudadanos estadounidenses y actos que antes no eran considerados como tal.
Para completar la conclusión de que la destrucción de las Torres Gemelas no se debió al impacto de los aviones, sino que fue provocada con total certeza por una demolición controlada, no me resisto a transcribir el enlace referido a los resultados de la investigación realizada por un científico del prestigio académico internacional del Doctor Niels Harrit, profesor de Química de la Universidad de Copenhage, publicada en el Open Chemicals Fhysics Journal.
La Patriot Act fue impuesta aprovechando el clima de miedo generado por los atentados del 11 de septiembre de 2001 al Pentágono y a las torres del World Trade Center, presentada bajo el chantaje consistente en que el pueblo norteamericano debía elegir entre su seguridad y sus derechos constitucionales, optando por restringir estos la vigencia de los derechos humanos y las libertades civiles conquistadas, por lo que ha sido declarada anticonstitucional en varios sentencias judiciales ya que basta invocar su aplicación para que cualquier ciudadano pueda ser detenido sin que pueda apelar a sus garantías constitucionales, pese a lo cual sigue vigente.
Entre sus previsiones, la Patriot Act incrementa las facultades de las agencias represivas para vigilar las comunicaciones telefónicas y de correo electrónico, así como los registros públicos y privados (médicos, financieros, libros solicitados en las bibliotecas, etc.); reduce las restricciones para acciones de inteligencia en otros países; aumenta el poder de la Secretaría del Tesoro para regular el mercado financiero y concede poder discrecional a las autoridades policiales y migratorias para detener y deportar a inmigrantes cuando se invoque que los mismos son sospechosos de estar relacionados con el terrorismo. La Patriot Act también amplía la definición de terrorismo, con el fin de incluir actividades realizadas por ciudadanos estadounidenses y actos que antes no eran considerados como tal.
Para completar la conclusión de que la destrucción de las Torres Gemelas no se debió al impacto de los aviones, sino que fue provocada con total certeza por una demolición controlada, no me resisto a transcribir el enlace referido a los resultados de la investigación realizada por un científico del prestigio académico internacional del Doctor Niels Harrit, profesor de Química de la Universidad de Copenhage, publicada en el Open Chemicals Fhysics Journal.
Dr. Niels Harrit, de la Universidad de Copenhagen |
También recomiendo la página "Principiantes" del Journal of 9-11 Studies:
http://www.journalof911studies.com/beginners.html.
Particularmente valioso es el artículo "Why indeed did the WTC towers collapse?", escrito por el profesor Steven Jones, de la Brigham Young University, quien después de ser "premiado" con unas vacaciones forzosas, se retiró en octubre de 2006 con el status de Profesor Emérito. Al igual que el Dr. Harrit, el Prof. Jones demuestra de manera incontrovertible que el edificio WTC7 y las Torres Gemelas del World Trade Center fueran derribados no sólo por el fuego y los daños resultantes del impacto de los aviones, sino mediante explosivos cortantes instalados con anterioridad, lo que prueba la evidencia de demoliciones controladas. A continuación reproduzco el enlace de la traducción española del documento, realizada por Anton Montsant, del Département de Biologie, Ecole Normale Supérieure de Paris: Informe del Prof. Steven Jones sobre la demolición de las Torres Gemelas y del edificio WTC7
Profesor Steven Jones |
Desde esta perspectiva, no es de extrañar que las mentiras respecto a la motivación de la guerra de Irak formen parte de la misma yedra venenosa que sirvió para tejer la urdimbre del gran engaño que cubre de criminal maquiavelismo la masacre de Madrid y con la misma finalidad: "utilizar a los islamistas para una conflagración mundial ideológica, que es lo que fue el 11-S y luego el 11-M", tal como afirma Fernando Múgica. Junto a esta realidad incuestionable, existen suficientes elementos complementarios para terminar de explicarnos el por qué de los atentados de Madrid y cómo se vertebran en la geoestrategia diseñada por el poder financiero-militar para las naciones europeas vinculadas a la OTAN, en la que es preciso incluir las derivaciones francesas derivadas de la posición independiente que Francia venía manteniendo desde la época del Presidente De Gaulle.
En todo caso, cualquiera puede ver que nos seguimos moviendo en el campo donde operan a sus anchas los servicios de inteligencia, que vertebran estos artículos referidos al 11-M bajo un mismo denominador común, el secretismo: “Complot y contra-complot, engaño y traición, doblez y triple doblez, agentes verdaderos, agentes falsos, oro y acero, la bomba, el puñal y el pelotón de ejecución, todo ello entretejido para formar una trama: increíble pero verdadero. Los oficiales de alta graduación de los servicios secretos se deleitan buceando en estas aguas subterráneas y prosiguiendo su trabajo con una fría y silenciosa pasión...”
Este último párrafo es de Sir Wiston Churchill, que no hablaba de estas cosas por referencias de terceros. Y es que no hay nada nuevo, excepto lo que se ha ocultado. O aquello de lo que está prohibido hablar. Que, en según qué casos, viene a ser lo mismo. Aunque en sus operaciones encubiertas los servicios secretos aceptan siempre que pueden la colaboración del llamado Crimen Organizado, formular una acusación o demanda de los servicios secretos es algo que no funciona en un juicio. Más bien constituye una amenaza de por vida. De ahí que los servicios secretos tengan siempre agarrados a sus autores encubiertos. Aquí juega siempre la máxima de "quien sabe no habla".
© Copyright José Baena Reigal
Permitida la reproducción citando su procedencia.
ARTÍCULOS SOBRE EL 11-M PUBLICADOS EN ESTE BLOG
CARTA
A UN AMIGO ACERCA DE LOS ATENTADOS DEL 11-M
11-
M: EL HUMO NEGRO ASTURIANO
11-M:
SAGA-FUGA DEL MAYOR ATENTADO DE NUESTRA HISTORIA
EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA. 1. El Gran Hermano
EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA. 2. Trama Gladio: la mano negra
de la OTAN
EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA. 3. Red internacional de
mentiras
EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA. 4. La gran trampa: un atentado
con freno y marcha atrás
EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA. 5. La autoría reversible
EL
11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA. 6. A la sombra de las Torres
Gemelas
11-M:
La semilla del Diablo
11-M:
UNA RESPUESTA NECESARIA
11-M:
ACERCA DEL MALDITO ASUNTO DE LA AUTORÍA
EL
11-M: APUNTES PARA LA HISTORIA
La
enorme patraña del 11-M. Por Fernando Múgica
22.05.2016