martes, 22 de diciembre de 2015


   ESPAÑA: ¿MATAR DOS PÁJAROS DE UN TIRO...?


En la víspera de la jornada electoral comenté la posibilidad de votar por Escaños en Blanco a los que no se sintieran representados por ninguno de los partidos concurrentes a los comicios. El único punto en el programa de esta opción consistía en materializar el desencanto a través del voto para conseguir escaños vacíos en el Parlamento, que testimoniarían el repudio del votante hacia las opciones políticas presentadas, renunciando la candidatura a la ulterior obtención de sueldos o subvenciones. Se trataba de un voto de protesta puro y duro, cuya primera consecuencia sería la de evitar que ningún partido se repartiera el dinero y el poder político de los escaños así obtenidos. Y es que la Ley Electoral vigente es la que en mayor medida hace que el sistema político nacido de la Transición sea una partitocracia en la que las listas cerradas son impuestas por los aparatos de los partidos políticos sin tener en cuenta las preferencias de los votantes. La nula democracia interna de los partidos políticos, de todos, hace que estos sean instrumentos para la dominación social y no para servir de adecuado cauce a la representación ciudadana.


A la vista de mi comentario, alguien opinó que si se diese unanimidad en votar la candidatura de Escaños en Blanco, tal circunstancia supondría el fin de la democracia. Tuve que aclarar lo erróneo de semejante apreciación argumentando que la consecuencia no podría ser otra que forzar una segunda convocatoria electoral en la que, a la vista del fracaso cosechado en la primera, por lo menos los dos grandes partidos tradicionales se viesen urgidos a cambiar de candidatos a la presidencia del Gobierno, con lo que los españoles nos libraríamos de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez a un mismo tiempo, tan perdedores el uno como el otro. Por otra parte, parece evidente que si nuestro ordenamiento jurídico hubiera previsto una segunda vuelta electoral (solución adoptada en muchísimos países) se habría evitado la situación de fragmentación a la que hemos llegado y también la posibilidad de que las minorías puedan unirse para evitar que gobierne el partido más votado. 



Pese a todo, debo aclarar que semejante perspectiva la contemplé más como posibilidad teórica que real, toda vez que, por muchos alardes demagógicos que haga Pablo Iglesias, Podemos no es más que un conglomerado de grupúsculos diversos, no un verdadero partido político. En esas condiciones, y a pesar de que el fulanismo de Sánchez le lleve a estar más que dispuesto a formar gobierno con Podemos, con Esquerra y hasta con el mismísimo demonio con tal de encaramarse en el poder y tapar el varapalo electoral obtenido, tal cosa habría de suponer la aceptación por parte del Partido Socialista del derecho a la autodeterminación de Cataluña, algo que Susana Díaz no permitirá en manera algunay hasta cabe suponer que la andaluza aprovecharía la ocasión para defenestrar a Pedro Sánchez, quien, de tener una pizca de vergüenza, debería de haber anunciado su dimisión irrevocable en la misma noche electoral. Como destacados miembros de su partido han manifestado, ”solo los tarados pueden estar satisfechos” de los catastróficos resultados conseguidos y, encima, tener el descaro de presentar como victoria lo que ha sido la peor derrota sufrida por los socialistas desde la Transición hasta hoy. Que su aparición ante la prensa después de conocerse los resultados electorales fuera saludada por sus incondicionales a los gritos de ¡presidente, presidente!, demuestra, más que ningún tipo de razonamiento, el grado de sectarismo existente en esas asociaciones cuasi mafiosas para asaltar y ocupar el poder que son nuestros partidos políticos.


También de Mariano Rajoy cabe decir algo parecido. O incluso peor. El Partido Popular se ha dejado en el camino la friolera de cuatro millones de votos y 63 escaños, por lo que resulta más que obvio que su gestión de gobierno no ha sido bien valorada por la inmensa mayoría de los españoles. Los cinco descalabros del último año y medio –europeas, andaluzas, municipales, autonómicas y catalanas– sufridos por los populares han tenido como tremendo colofón los resultados del pasado domingo. El Partido Popular ha perdido casi todo su poder territorial y lo tendrá muy difícil para volver a gobernar, a pesar de ser la fuerza más votada. Rajoy no parece ver que se ha convertido en el primer presidente de la democracia incapaz de revalidar una mayoría suficiente tras un mandato (¡con mayoría absoluta!), y muy difícilmente se puede argumentar que como candidato haya contribuido a otra cosa que a hundir las opciones de su partido muy por encima de lo que pronosticaban las encuestas. ¿Qué más necesita para dimitir?

En resumen, que en España hemos llegado a la situación que yo había previsto en el comentario hecho antes de la jornada electoral: que ningún partido será capaz de formar Gobierno, por lo que para salir del marasmo puede que se precise la convocatoria de nuevas elecciones. Si así fuese (que para mi sería la mejor solución), tanto PP como PSOE habrían de comparecer con otros candidatos más atractivos: cabe pensar, dentro de lo que hay, en Alberto Núñez Feijóo por los populares y en Susana Díaz por los socialistas. Tal vez así la situación podría desbloquearse y hasta encontrar una salida "a la alemana", es decir, la posibilidad de formar un Gobierno de coalición PP-PSOE, que contara con la mayoría absoluta para gobernar sin sobresaltos los próximos cuatro años, aunque tal cosa exigiría una cultura democrática desconocida por estos lares. 

Alberto Núñez Feijóo

Susana Díaz

El caso es que España está en el aire, en manos de nadie. Que siga gobernado D. Tancredo Rajoy con un gobierno minoritario sería la peor pesadilla imaginable para España. Si teniendo la mayoría absoluta ha sido incapaz de enfrentarse a los graves problemas de la nación, no quiero ni pensar lo que sería su gestión en una situación de minoría y siendo blanco de los furibundos ataques de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Tampoco soy capaz de imaginar al tal Sánchez absteniéndose por propia voluntad en la investidura de Rajoy para permitirle gobernar en minoría. 


Si los asesores palatinos fuesen inteligentes (buena ocasión para demostrarlo) el Rey, sin salirse de la función moderadora y arbitral que le otorga la Constitución, debería maniobrar para evitar que se forme un Gobierno en precario, cuya gestión sería necesariamente caótica, con huelgas, manifestaciones y algaradas callejeras un día sí y el otro también; hasta podría aconsejar a quienes corresponda forzar las dimisiones de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez. Me reitero, pues, en lo dicho: que la mejor alternativa no puede ser otra que, cuando pase el período constitucionalmente establecido para formar gobierno, sean convocadas nuevas elecciones legislativas con nuevos líderes al frente de las dos primeras formaciones políticas nacionales. Si la ingobernabilidad de la situación a la que hemos llegado sirviera para apartar del ruedo político tanto a Rajoy como a Sánchez, creo que los españoles podríamos darnos por satisfechos. En cualquier caso, aún en el supuesto de que fueran capaces de llegar a un acuerdo de mínimos para solventar provisionalmente la difícil situación creada, ambos deberán saber que políticamente ya están caducados, de tal modo que en la siguiente convocatoria electoral, sea cuando fuere, ellos no volverán a encabezar las candidaturas de sus respectivos partidos. Y que tal cosa sucederá mucho antes de que la próxima legislatura llegue a su mitad.       





miércoles, 11 de noviembre de 2015

SIRIA: EN EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS


                        El viejo sueño de siempre: dominar el mundo
                             Ian Fleming,  Doctor No (1958)
    
Mercenarios del Estado Islámico

Al anuncio realizado el lunes, día 5 de noviembre, por Feridun Sinirliorlu, ministro de Exteriores de Turquía, de que las Fuerzas Armadas de sus país intervendrán militarmente en Siria “para combatir” a los yihadistas del Estado Islámico, a los que Erdogan viene protegiendo desde su misma creación, se unió la declaración hecha al día siguiente, en los mismos términos, por el presidente francés, François Hollande, de enviar a este país un fuerte contingente militar, que incluye al buque enseña de la flota francesa, el portaviones Charles De Gaulle. 



Hay que estar muy despistado para no ver en estas graves decisiones la voluntad de los gobiernos de Turquía y Francia por secundar incondicionalmente el reciente anuncio realizado por el presidente Barack Obama de enviar a Siria “especialistas” militares, es decir, soldados de élite pertenecientes al Comando de Operaciones Conjuntas Especiales, directamente dependiente de la Casa Blanca, para actuar sobre el terreno como quinta columna, con la más que evidente finalidad de organizar actos de sabotaje (denominación eufemística del terrorismo de Estado), eliminar pruebas materiales comprometedoras y facilitar la "desaparición" de líderes yihadistas antes  de que puedan ser apresados en el transcurso de la ofensiva que las Fuerzas Armadas Sirias vienen llevando a cabo bajo la cobertura del paraguas que le ofrecen los implacables ataques de la aviación rusa contra las tropas y los enclaves del Estado Islámico, Frente al-Nusra, Ahrar al-Sham (milicia wahabita financiada por Qatar y creada por la Hermandad Musulmana con los restos de Al-Qaeda), Jaysh_al-Islam (otra milicia también wahabita que opera en los alrededores de Damasco) y demás grupos terroristas que colaboran para borrar a Siria del actual mapa del Oriente Medio, con intención de rehacerlo según los planes de Washington.

Comando de élite norteamericano  

A causa de la ofensiva rusa, los mercenarios yihadistas, muchos de los cuales han comenzado a abandonar Siria por Turquía y Jordania (los mismos países por donde entraron) para ser redirigidos, en función de los planes del Pentágono, a Yemen, al Cáucaso o hacia alguna república centroasiática anteriormente incluida en la extinta Unión Soviética. En este sentido, las autoridades militares sirias revelaron a finales del pasado octubre que Arabia Saudita y la coalición contra los hutís, liderada por Riad, están evacuando a yihadistas del Estado Islámico en Siria para salvarlos de los ataques aéreos rusos y enviarlos a la guerra en Yemen, otro sangriento escenario del actual enfrentamiento que se libra por el control del Oriente Medio. "De acuerdo con los datos de los Servicios de Inteligencia, el 26 de octubre cuatro aviones llegaron desde Turquía al aeropuerto de Adén (Yemen). Dos de ellos pertenecen a Turkish Airlines, uno a Qatar Airways y otro avión es propiedad de la aerolínea de los Emiratos Árabes Unidos", afirmó el portavoz de las Fuerzas Armadas sirias, Ali Mayhub, citado por la agencia TASS. Según sus palabras, a bordo se encontraban más de quinientos mercenarios extranjeros del Estado Islámico, que fueron evacuados desde Siria para huir de los ataques aéreos de Rusia realizados en el marco de la operación antiterrorista. Tras su llegada, los militantes fueron recibidos por los representantes de la coalición saudita, que los trasladó desde el aeropuerto en tres grupos: a la provincia yemení de Mandeb, a la localidad yemení de Marib y a las provincias sauditas de Jizán y Asir.



Otro horror silenciado por los medios de información occidentales:
la guerra que se libra en Yemen

El círculo de este teatro criminal se completa con las reiteradas noticias de que algunos de estos mercenarios han muerto en los combates de Yemen, confirmándose, tras ser identificados, que pertenecen a la empresa Blackwater, integrada actualmente en  Monsanto, una de las corporaciones estadounidenses de más siniestra reputación internacional. 

Tras incontables denuncias por violaciones a las leyes y convenios internacionales y habiendo adquirido fama por sus masacres de civiles en Iraq y otros países, Blackwater cambió su nombre en el año 2009. No obstante, continua siendo el mayor contratista privado del Departamento de Estado de Norteamérica, como una agencia secreta de “servicios de seguridad” que practica terrorismo de Estado, dándole al gobierno de Estados Unidos la posibilidad de negar que sus soldados estén participando en el escenario donde estos asesinos militarizados a sueldo intervienen, como está demostrado que viene ocurriendo en Siria, Iraq, Libia, Afganistán o Yemen. 


Mercenarios de Blackwater en Yemen


Como explica el Dr. Andreas von Bulow, ex político alemán (SPD), que fue secretario en el Bundestag del Ministerio de Defensa y ministro de Investigación y Tecnología de la República Federal de Alemania con Helmut Schmidt, en su documentado ensayo “La CIA y el 11 de septiembre. El terrorismo internacional y el papel de los servicios secretos” (Ellago Ediciones, Castellón, 2006), se silencia el hecho de que buena parte de los yihadistas de Osama bin Laden, después de salir de Afganistán, aparecieron en los conflictos de los Balcanes, en Chechenia, en la guerra entre Georgia y Osetia o en otros focos de disturbios, bajo el común denominador de desestabilizar a las repúblicas ex-soviéticas según los planes de los estrategas de Washington. Von Bulow añade un hecho más que probado, pero que suele ser olvidado: que “desde hace décadas la CIA se sirve en todo el mundo de terroristas para sus campañas militares encubiertas (…) Los terroristas son instrumentos a los que hay que observar y conducir, que hay que emplear y sólo cuando empiezan a constituir un peligro para el servicio, hay que descartarlos. De ahí que siga existiendo un conflicto de intereses que se oculta a la opinión pública” (…) “La dirección geopolítica del asalto a los países petrolíferos del mundo árabe va de la mano con el intento de utilizar las viejas huestes de mercenarios afgano-musulmanes no ya como héroes de un combate por la libertad, sino como encarnación del mal para la cultura de masas teledirigida de Estados Unidos y Europa”.



En semejante avispero de intereses encontrados, resulta evidente que Putin no podrá, pese a quien le pese, dar marcha atrás en Siria, pues eso supondría una  auténtica debacle: el cierre del cerco a Rusia por el flanco Sur, amenazado ya por Turquía y las bases de la OTAN. Aunque la Administración norteamericana haya dado muestras de un enorme y visible desconcierto, porque los Servicios de Inteligencia de EE.UU., así como los de la OTAN, fueron incapaces de prever a tiempo la ofensiva rusa contra el Estado Islámico en Siria, para cualquier analista independiente resulta meridianamente claro que los grupos vinculados al complejo económico-militar que controla el poder americano, y de los que Obama es una simple emanación ectoplásmica, no han abandonado su voluntad de destruir la Siria actual, tal como fue decidido por el presidente George W. Bush cuando incluyó a Siria, junto al Iraq de Sadam Hussein, en el Eje del Mal, una cuestión que ya abordé con detalle en la entrada de este Blog correspondiente al 20 de enero de 2013 y que titulé “El holocausto sirio: Por el bien del imperio”.
  
Los atentados de falsa bandera del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center y al Pentágono fueron la señal de salida que necesitaba el grupo de presión integrado por las personalidades que fundaron la organización Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), quienes, en palabras de Rebuilding America's Defense, estaban a la espera de “un acontecimiento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor”, que galvanizara a la opinión pública norteamericana y les permitiera llevar a la práctica sus teorías y planes: la Guerra contra el Terror, una denominación eufemística elaborada para justificar su estrategia de intervenir militarmente a su antojo con el objetivo de rehacer a sangre y fuego el mapa del Oriente Medio en función de sus intereses. El 11-S era, precisamente, lo que buscaban.



A poco que nos fijemos, Estados Unidos presenta un largo historial en la comisión de atentados de balsa bandera, según el modelo establecido en 1898, cuando acusaron a España del hundimiento del acorazado USS Maine, fondeado en el puerto de La Habana, para forzar la declaración de guerra. Se repitió el caso del tan citado Pearl Harbor, aludido por los halcones de Bush, cuando el presidente Roosevelt y los Jefes del Estado Mayor estaban perfectamente informados del inminente ataque de los japoneses gracias a que habían descifrado los códigos utilizados en sus mensajes radiofónicos. En esa ocasión no les importó sacrificar las vidas de dos mil soldados estadounidenses. El torrente de indignación popular ante el asalto nipón en época de paz, que fue alimentado por los medios de comunicación, barrió de un manotazo la oposición masiva de la ciudadanía americana a que su país entrase en la Segunda Guerra Mundial.


Cuando los atentados del 11-S hubo que esperar hasta el 22 de septiembre para que Colin Powell, secretario de Estado, se comprometiera a presentar pruebas de que Al-Qaeda y Osama bin Laden eran los culpables de planear y ejecutar los atentados de Nueva York y Washington, y solo después de eso, Codolezza Rice, consejera de Seguridad Nacional, declaró a la CNN: “Es evidente que tenemos pruebas, históricas y de otro tipo, acerca de la relación de la red Al-Qaeda con lo que ocurrió el 11 de septiembre”. En realidad, hasta el día de la fecha, esas pruebas no han aparecido, por lo que cabe afirmar que nunca existieron ni existirán. Von Bulow va mucho más allá; en su libro ya mencionado dice: “En el mes de julio antes del atentado, la C.I.A. todavía mantenía contacto con su antiguo colaborador Osama bin Laden. Éste se sometió a un tratamiento médico durante más de una semana en un hospital estadounidense de Dubai a causa de una grave afección renal. El 12 de julio de 2001 recibió en el hospital la visita del delegado local de la C.I.A., Larry Mitchell, al parecer en compañía del antiguo jefe de los servicios secretos saudíes, el príncipe Turku Al-Faisal Al-Saud, quien tiempo atrás había colaborado con la CIA pero que entretanto estaba defenestrado. Días después, Mitchell se jactaba entre amigos y conocidos de este encuentro, por lo que rápidamente fue llamado al orden por la central donde debía dar parte de esta visita”.



Hay que remontarse a unos años atrás para ver cómo, después de acabada la Guerra Fría con la desintegración de la Unión Soviética, el presidente Clinton aprovechó la decadencia de la Rusia de Yelsin para ampliar la OTAN y abrir nuevas bases en muchas de las ex-repúblicas soviéticas, tanto para mantener el control norteamericano de Europa como para cercar a Rusia, objetivo permanente de la política de Washington desde el mandato de Truman. El conficto de Ucrania, que será reactivado cuando convenga, no es más que una consecuencia de esta visión geoestratégica del Pentágono: de ahí su analogía con la voluntad de desmembrar a Siria, derrocar a su Gobierno (situado desde siempre en la esfera de influencia rusa) y dividir su territorio siguiendo los mismos criterios étnicos y religiosos ya aplicados en Iraq, para conseguir un mosaico de micro-estados enfrentados entre sí y, en consecuencia, controlable. El nuevo mapa resultante coincidiría, en líneas generales con el proyecto de división del Medio Oriente publicado en 2013 por Robert Wright en el New York Times y que, ¡oh, prodigio!, se adapta perfectamente a los planes del Estado Islámico, así como a los intereses de Israel.


Nueva configuración del Oriente Medio
según Robert Wright

Estados Unidos y sus aliados, simples provincias del Imperio en política exterior y en cuestiones militares, saben que no pueden aplicar la misma estrategia a Siria que a Libia valiéndose directamente de la OTAN, mediante una extrapolación ilegal de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. De ahí que el apoyo a las fuerzas yihadistas en Siria y el sistema de defensa antimisiles, desplegado en la base española de Rota, sirvan para indicarnos que el verdadero objetivo es Rusia, considerada por Washington como el gran enemigo a combatir. Con Iraq y Egipto bajo su tutela e Israel como aliado indiscutido, a los estrategas de Washignton les falta Siria para completar el cerco meridional de Rusia, eliminando a Putin del Oriente Medio y, en definitiva, para ser dueños indiscutidos de esa parte del mundo, vital para enlazar el Mediterráneo con las repúblicas centrales de Asia (la antigua Ruta de la Seda), ricas en petróleo y en reservas de gas natural, además de ser el pasillo natural de los gasoductos y oleoductos entre el Mediterráneo y Asia. Pueden decirse más cosas, pero creo que lo ya expuesto es bastante para hacerse una idea de la complicada situación por la que atravesamos, en la que cualquier fallo (real o provocado) puede desencadenar una guerra mundial, como cualificados analistas políticos vienen señalando con creciente preocupación.


Pese a que los medios de comunicación occidentales se guarden muy bien de decirlo, es un secreto a voces que, desde la creación misma del autodenominado Estado Islámico, la Turquía de Tayib Erdogan, junto a Jordania (naciones fronterizas con Siria), las naciones europeas integradas en la OTAN, con Francia y Gran Bretaña a la cabeza y las monarquías feudales de Arabia Saudí y Qatar (países a los que hay que agregar varias transnacionales como Academi, KKR y Exxon-Mobil), siguen la estrategia dictada por Washington de apoyar el terrorismo yihadista en Siria como medio para derrocar al gobierno de Bashar Al-Assad. Constituye un absoluto escándalo el tráfico de petróleo sirio e iraquí que el Estado Islámico exporta a través de la frontera turca para financiar su infraestructura territorial y sus operaciones militares, un expolio a la nación siria que viene siendo realizado y comercializado por empresas turcas, que reparten las ganancias con compañías norteamericanas, francesas e israelís, siguiendo la ya acreditada pauta marcada por las ventas clandestinas del crudo iraquí.




En unas extraordinarias declaraciones publicadas el día 3 de agosto de 2015 por “La Tribuna del País Vasco”, el coronel del Ejército español, Diplomado de Estado Mayor, Jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo entre 2002 y 2005, y hasta 2010, profesor de Estrategia y Relaciones Internacionales en la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, D. Pedro Baños Bajo, se refiere a la vinculación del Estado Islámico con Turquía en unos términos de tal contundencia, que no dejan lugar a interpretaciones sesgadas. Entre otras cosas, afirma:

Los principales analistas independientes no dudan en afirmar que en la aparición en Siria del Estado Islámico tuvieron mucho que ver los servicios de inteligencia turcos y los países del Golfo, encabezados por Arabia Saudí que, por cierto, es un país que, de forma oficial, comete actos tan execrables y horrendos como los que comete el Estado Islámico. En 2014, Arabia Saudí ejecutó, por decapitación, a casi un centenar de personas. En algunos casos por ser “responsables” de “crímenes” tan abominables como ser homosexual o cometer adulterio o brujería.

Coronel D. Pedro Baños Bajo

En este punto, y para darnos cuenta de esta influencia de Turquía y de las monarquías del Golfo, es importante tener en cuenta dónde surge, geográficamente, el Estado Islámico. Si nos fijamos bien, el EI empieza sus acciones en el norte de Alepo (segunda cuidad siria) porque es una zona muy próxima a Turquía en la que el servicio secreto de este país, el Milli Istihbarat Teskilati (MIT), actúa con comodidad. Por ello, la mayoría de expertos piensan que tuvieron que ser los servicios secretos turcos los que, en un primer momento, suministraron armas, apoyo y financiación al Estado Islámico. A ello se une el hecho, según lo declarado oficialmente por los principales líderes políticos europeos, de que ha sido a través de la frontera turca como han llegado la mayoría de los combatientes extranjeros –y muy especialmente los procedentes de la UE- que han ido engrasando las filas del Estado Islámico. Una cosa debemos tener clara: si el Estado Islámico no contara con apoyo externo desde su misma creación, simplemente no existiría. Esta es la auténtica y desoladora realidad.

La estrategia militar del Estado Islámico es magnífica, está perfectamente diseñada y planificada. Quien está dirigiendo la batuta de esta gente es alguien muy experto en temas militares y estratégicos, sin olvidar los propagandísticos. Esto es importante tenerlo en cuenta porque, en ocasiones, la imagen que llega a la opinión pública es que el Estado Islámico solamente está formado por un puñado de salvajes que se dedica a quemar y decapitar a muchísimas personas. Pero esto no es solamente así, en absoluto. Estamos hablando de la civilización más antigua del mundo. Esta gente nos lleva una ventaja de siglos de astucia, especialmente a los europeos, que nos creemos el centro del mundo y no lo somos en absoluto”.

La implicación turca en el conflicto sirio, denunciada por representantes de la oposición en el Parlamento de Ankara, también ha sido reconocida por un personaje de tanta credibilidad como es Schlomo Ben Ami, quien fuera el segundo embajador de Israel en Madrid, ex-ministro de Asuntos Exteriores de Israel y actual vicepresidente del Centro Internacional por la Paz, de Toledo. La ambición de Erdogan de restablecer la primacía de Turquía en el mundo suní es la motivación que subyace en su decisión de apoyar al Estado Islámico, permitiendo incluso a que miembros criminales de dicho grupo cometieran matanzas de miles de kurdos civiles y yazidíes en la ciudad siria de Kobane, próxima a la frontera con Turquía, algo que contradecía los planes de Estados Unidos, Israel, Francia y Gran Bretaña de establecer una franja controlada por los kurdos al norte de Siria e Iraq, colindante con la frontera turca, provocando un conflicto con la Casa Blanca que merecería un análisis pormenorizado, pues resulta de vital importancia para entender la extrema complejidad que el conflicto sirio presenta en la actualidad.



Si no cabe dudar que la comprometida estrategia turca respecto al Estado Islámico no habría podido llevarse a cabo sin la autorización expresa del gobierno de Estados Unidos, dueño absoluto de la OTAN, al mismo resultado puede llevar cualquiera si se toma la molestia de repasar las hemerotecas desde los momentos iniciales del conflicto sirio hasta el día de la fecha. Como ejemplo, me limitaré a señalar que en la reunión que tuvo lugar en Seúl el 26 de marzo de 2012 entre Obama y Erdogan, el principal asunto tratado fue la estrategia a seguir para intervenir militarmente en Siria bajo el consabido disfraz de “ayuda humanitaria”. Según palabras de Obama, él y Erdogan acordaron que debe haber un proceso hacia un "gobierno legítimo" en Siria —o sea, un cambio de régimen— y que el plan de acción que ellos promueven consiste en intensificar la "ayuda humanitaria" y otras formas "no letales" de asistencia a la oposición siria. Según el asesor adjunto de Seguridad Nacional Ben Rhodes, los dos hombres están "totalmente de acuerdo" sobre los pasos siguientes que se tienen que dar y la necesidad de persuadir a Bashar Al-Assad para que deje el cargo, es decir, hacer todo lo posible por derrocarlo, dicho en lenguaje realista.

Barak Obama y Recep Tayyip Erdoğan

Erdogan se encargó de detallar a qué tipo de asistencia "humanitaria" se estaban refiriendo. Aunque hizo una vaga referencia a tener que tomar acciones "en el marco del derecho internacional" cuando estaba al lado de Obama, es bien sabido su deseo de crear una zona de exclusión en la frontera turco-siria, lo que equivaldría en la práctica a una ocupación militar con la intención de imponer un cambio de régimen bajo la cobertura de la tan famosa ayuda humanitaria, repitiendo el mismo proceso que se le aplicó a Libia para derrocar a Muammar El-Gadafi, que produjo más de 160.000 víctimas, su conversión en “nación fallida”, como cínicamente se refieren los medios de comunicación occidentales a las naciones masacradas y saqueadas siguiendo los planes impuestos por el gobierno de Washington.

En el curso de dicha reunión, Moon Ha-Yong, portavoz del Gobierno surcoreano anunció que su país contribuiría con un millón de dólares al fondo “de ayuda humanitaria” del grupo sarcásticamente denominado “Los Amigos de Siria”, precisando que “la comunidad internacional está en contra del Gobierno de Siria y nuestro Gobierno ha creído que el ayudar a la oposición es adecuado en el sentido humanitario”. Se supo entonces que a ese fondo para derrocar al Gobierno de una nación miembro de las Naciones Unidas sin que mediara declaración alguna de guerra, EE.UU. había donado 12 millones de dólares, 7,5 millones Alemania y 7 millones Kuwait, países todos cuya política exterior viene marcada por las directrices de Washington.


Atentado en julio de 2012 a la sede de la Seguridad Nacional en Damasco 

A partir de estas fechas, los atentados terroristas registraron un imparable incremento: la terrible matanza de Houla, acaecida en el mes de mayo de 2012; el atentado a las instalaciones de Al-Ikhbariya TV en junio, en el que periodistas sirios y agentes de la policía fueron asesinados en un ataque coincidente en el tiempo con la decisión de la Unión Europea de imponer sanciones para silenciar la difusión de noticias por parte del Organismo de la Radio-Televisón Siria; la “Operación Volcán de Damasco”, donde se enmarca el gran atentado perpetrado en julio contra la sede central de la Seguridad Nacional, que provocó la muerte de altos dirigentes del Gobierno sirio, entre ellos el ministro de Defensa, Daud Abdalláh Rayija y el Vice-Jefe del Estado Mayor, general Aseef Shawkat, cuñado del presidente Bashar Al-Assad; el salvaje atentado perpetrado en la Universidad e Alepo, que tuvo lugar en enero de 2013; los atentados con coche-bomba cometidos en barrios de mayoría cristiana; las ejecuciones masivas de poblaciones no sometidas y el apresamiento de sus mujeres para ser vendidas como esclavas sexuales, el secuestro y ejecución de periodistas; las violaciones de mujeres y niñas son algunos de las monstruosidades de una interminable cadena de horrores que no minaron la voluntad de resistir a las Fuerzas Armadas Sirias, formadas, que no se olvide, por voluntarios y soldados de reemplazo, al contrario de las fuerzas yihadistas, integradas en su inmensa mayoría por mercenarios extranjeros procedentes de medio mundo, tal como puede verse en el documental titulado “Lo que no te han contado sobre los rebeldes en Siria”, para cuya visión debe pulsar aquí.




Creyendo próxima la caída del Gobierno de Bashar Al-Assad, en mayo de 2012, la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) crearon el “Working Group on Economic Recovery and Development of the Friends of the Syrian People”, bajo la co-presidencia de Alemania y de los Emiratos Árabes Unidos, en cuyo seno el economista sirio-británico Ossam Al-Kadi elaboró un programa de reparto de las riquezas sirias entre los países miembros de la coalición que sería aplicado a partir del “día siguiente” a la caída del gobierno de Al-Assad. Un meticuloso plan de apropiación de los yacimientos de crudo, oleoductos, gasoductos y saqueo general organizado muy similar al que fue instaurado en Iraq tras la toma de Bagdad por las tropas estadounidenses y repetido en Libia, tras el derrocamiento del régimen de Muammar El-Gadafi .



Como expuso Chalmers Johnson, prestigioso ensayista estadounidense, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de California (Berkeley) y profesor emérito de la Universidad de San Diego, en su ensayo “Las amenazas del imperio. Militarismo, secretismo y el fin de la república” (Ed. Crítica, Barcelona, 2004), “la prueba más significativa de que el petróleo constituía una motivación fundamental fue el comportamiento que tuvieron las tropas norteamericanas en Bagdad después de entrar en la ciudad, el 9 de abril de 2003. Protegieron con gran eficacia la sede del Ministerio del Petróleo iraquí, al tiempo que se mostraron indiferentes hacia los saqueadores que quemaron los Archivos Nacionales y la famosa Biblioteca Coránica de la ciudad y durante dos días desvalijaron el Museo Nacional, despojándolo de unas antigüedades de valor incalculable. Lo mismo sucedió con el Museo Nacional de Mosul. Mientras, los infantes de marina hacían pintadas en algunas de las murallas más antiguas del mundo, en el lugar donde se alzaba la ciudad sumeria de Ur, cerca de Nasiriya, el ejército ya estaba construyendo una guarnición permanente junto a la base aérea de Tallil, para proteger los yacimientos de petróleo del sur del país”. Comportamientos que poco tienen que envidiar a los de los denostados talibanes afganos o a la barbarie extrema exhibida cada día en Siria por los milicianos del Estado Islámico. Nelson Mandela resumió la cuestión en una sencilla frase: "Todo lo que él (Bush) quiere es el petróleo iraquí".  

Soldados del Ejército sirio son exhibidos en Palmira antes de ser ejecutados



Para acelerar el momento del ataque a Siria y justificarlo ante la opinión pública mundial, a finales de agosto de 2013, Barack Obama, Francois Hollande y David Cameron acusaron a las tropas del gobierno de Bashar Al-Assad de haber utilizado armas químicas cerca de Damasco el día 21 de ese mismo mes, causando más de quinientos muertos y unos dos mil heridos. Con esta excusa, calco exacto de la empleada para atacar a Iraq, después de afirmar que Siria había violado “la línea roja” que poco tiempo antes Obama había establecido, la Casa Blanca decidió que había llegado el momento de emplearse a fondo para intervenir militarmente y derrocar de una vez a Bashar Al-Assad empleando, a falta de un mandato expreso de las Naciones Unidas, una coalición militar ad hoc en la que sus comparsas europeos preferentes, Gran Bretaña y Francia, desempeñarían un papel fundamental, tal como hicieron en Libia. Pero estos planes se torcieron cuando el primer ministro británico, David Cameron, temeroso de que le ocurriese como a su predecesor, Tony Blair, por la guerra de Iraq, se vio forzado a abandonar el deseado proyecto después de que una abultada derrota en el Parlamento hiciera tambalear a su Gobierno.

A pesar del descuelgue británico, François Hollande mantuvo que Francia seguía dispuesta a atacar a Siria: "Cada país es soberano para participar o no en una operación. Eso vale tanto para Reino Unido como para Francia", indicó en una entrevista concedida al diario "Le Monde", en la que destacó que "la masacre química de Damasco no puede ni debe quedar impune". Hollande añadió que "si el Consejo de Seguridad se ve impedido para actuar, se formará una coalición, que deberá ser lo más amplia posible. Se apoyará sobre la Liga Árabe, que ha condenado el crimen y ha alertado a la comunidad internacional", añadió Hollande. El incondicional apoyo francés no bastó para que Obama se decidiera a invadir Siria. Mientras que el Presidente llevaba a cabo su promesa de retirar las tropas de Iraq, y presionado por una opinión pública que mayoritariamente condenaba el inicio de nuevas y costosas aventuras militares, Washington se limitó a seguir facilitando ayuda a los “islamistas moderados”, estableciendo un plan con el rey Abdalá bin Abdelaziz, en virtud del cual Arabia Saudí se haría cargo del entrenamiento de estos mercenarios en su propio territorio, desde donde serían enviados a Siria por la frontera turca. Es de destacar que, al día de hoy, nadie haya sido capaz de identificar con criterios objetivos a estos “islamistas moderados”, ni de señalar en qué se diferencian de los yihadistas del Estado Islámico.


Al analizar la acusación hecha al Gobierno sirio de haber utilizado armas químicas contra su propia población civil, Seymur M. Hersh, el periodista de investigación más reputado de los Estados Unidos, demostró que el presidente Obama no sabía lo que había pasado en la periferia de Damasco y que mintió cuando dijo tener pruebas de la culpabilidad del Gobierno sirio, al igual que hizo el presidente George W. Bush sobre la presencia de “armas de destrucción masiva” en Iraq. En su artículo, publicado el 19 de diciembre en "London Review of Books", Seymour M. Hersh escribe: 

"En la alocución televisiva sobre Siria que dirigió a la nación el 10 de septiembre de 2013, Obama culpó firmemente al gobierno de Assad por el ataque con gas neurotóxico en el vecindario de Ghouta controlado por los rebeldes, y dejó en claro que estaba dispuesto a respaldar sus advertencias públicas hechas con anterioridad de que cualquier uso de armas químicas cruzaría una “línea roja” y que el gobierno de Assad habia matado con gases a más de mil personas: "Sabemos que el régimen de Assad es responsable (…) es por eso que, luego de una cuidadosa reflexión, he decidido que es interés de la seguridad nacional de Estados Unidos responder al uso de armas químicas con un ataque militar selectivo.” 

"Obama iba a la guerra para concretar una amenaza hecha en público, pero lo hacía sin saber a ciencia cierta quién hizo qué en la madrugada del 21 de agosto. La administración Obama había deformado la información disponible, el presidente citó una lista de lo que parecían ser pruebas arduamente obtenidas de la culpabilidad de Assad: “Sabemos que en los días previos al 21 de agosto, el personal de armas químicas de Assad se preparó para un ataque cerca de una zona donde mezclan el gas sarín. Distribuyeron máscaras antigases a sus tropas, luego dispararon cohetes desde una zona controlada por el régimen a once vecindarios que el régimen ha estado tratando de limpiar de fuerzas de oposición”. 




"La convicción de Obama fue confirmada en aquel momento por el jefe de su equipo, Denis McDonough, quien declaró al New York Times: “Nadie con quien he hablado duda de los datos de inteligencia” que conectan directamente a Assad y a su régimen con los ataques con gas sarín. Pero en recientes entrevistas con oficiales de inteligencia y militares activos o ya retirados, comprobé la existencia de una fuerte preocupación, y a veces de cólera, sobre lo que percibieron en varias ocasiones como una manipulación deliberada de la información. 

"Un oficial de inteligencia de alto nivel, en un correo electrónico enviado a un colega, calificó las aseveraciones de la administración sobre la responsabilidad de Assad de “ardid”. El ataque, escribe, “no fue obra del régimen actual”. Un ex alto funcionario de inteligencia me dijo que la administración Obama había alterado la información disponible -en términos de momento y secuencia- para que el presidente y sus asesores hicieran parecer la inteligencia recuperada después del ataque como si hubiese sido recogida y analizada en tiempo real, en el momento que el ataque estaba ocurriendo. La distorsión, dijo el oficial, le recordaba el incidente del Golfo de Tonkín en 1964, cuando el gobierno de Johnson invirtió la secuencia de las interceptaciones de la NSA para justificar uno de los primeros bombardeos contra Vietnam del Norte. El mismo funcionario dijo que había una inmensa frustración dentro de la burocracia militar y de inteligencia: “Los muchachos levantan los brazos al cielo diciendo: “¿Cómo podemos ayudar a este tipo -Obama- si él y sus socios de la Casa Blanca van inventando la información sobre la marcha?".


   
En la reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU solicitada por las naciones occidentales, los embajadores quedaron sorprendidos cuando su colega ruso les presentó fotos captadas por los satélites de su país en las que pueden verse los disparos de dos obuses –a las 01:35 de la mañana– realizados desde la zona de los rebeldes en Duma hacia las zonas, también rebeldes, que resultaron afectadas por los gases –en Jobar y entre Arbin y Zamalka– en horarios que coincidían con los incidentes señalados. Las fotos de los satélites rusos no permiten determinar si se trataba de obuses químicos pero parecían indicar que la "Brigada del Islam" que ocupaba la localidad de Duma quiso matar tres pájaros de un tiro: eliminar a sus rivales en el seno mismo de la oposición antigubernamental, lograr que se acusara al Gobierno sirio de usar armas químicas y contrarrestar al mismo tiempo la ofensiva de las Fuerzas Armadas sirias contra las posiciones de los grupos armados que hostigaban desde la periferia la ciudad de Damasco. 

En una comparecencia ante la prensa extranjera, el presidente sirio Bashar Al-Assad señaló: "Las declaraciones de los políticos estadounidenses, occidentales y de otros países constituyen un insulto al sentido común y una expresión de desprecio por la opinión pública de sus pueblos. Es algo que no tiene sentido: se acusa primero y después se reúnen las pruebas. Eso lo está haciendo un país poderoso, Estados Unidos (…) Son acusaciones exclusivamente políticas, responden a la serie de victorias registradas por las fuerzas gubernamentales sobre los terroristas." 


El presidente Bashar Al-Assad

En Rusia, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento ruso, el periodista y especialista en geopolítica Alexei Pushkov comentó a través de su cuenta de Twitter: "Washington y Londres han declarado a Al-Assad culpable antes de las conclusiones de los inspectores de la ONU. Sólo aceptarán un veredicto de culpabilidad. Cualquier otro veredicto será rechazado." Pero, en unas sonadas declaraciones realizadas a finales de ese mismo mes de agosto, en plena ofensiva propagandística estadounidense, Hans Blix, inspector jefe de armamento de Naciones Unidas para Iraq de 2000 a 2003, director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) de 1981 a 1997 y ministro de Asuntos Exteriores de Suecia entre 1978 y 1979, declaró indignado que “si el único objetivo de la intervención militar era "castigar" a Al-Assad para complacer a la opinión pública y a los medios de comunicación sin siquiera oír los informes de los inspectores de la ONU, será un día triste para la legalidad internacional”, añadiendo que "tanto si se trata de Obama en Siria como de Bush en Iraq, Estados Unidos  no es la policía del mundo". El escándalo de las supuestas armas químicas en Iraq demostró, sin embargo, que los gobiernos de Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN pueden darse el lujo de mentir a la comunidad internacional y reconocerlo ulteriormente –sin mayores consecuencias– luego de haber cometido la fechoría que buscaban justificar.

Una serie de ataques con armas químicas cometidos en marzo y abril de 2013 fue investigado en los meses siguientes por una misión especial de la ONU en Siria. Una persona con conocimiento cercano a la actividad de la ONU en Siria compartió con el anteriormente citado Seymour M. Hersh la información que evidenciaba la autoría de la oposición siria respecto al primer ataque con gas sarín, registrado el 19 de marzo en Khan Al-Assal, un pueblo cerca de Alepo. En su informe final, en diciembre, la misión de la ONU dijo que hubo decenas de personas afectadas y que al menos diecinueve civiles y un soldado sirio se encontraban entre las víctimas mortales. La misión no tenía ningún mandato para asignar responsabilidad por el ataque. Pero la persona con conocimiento de las actividades de la ONU, dijo: "Los investigadores entrevistaron a las personas que estaban allí, incluyendo a los médicos que atendieron a las víctimas. Estaba claro que fueron los rebeldes quienes utilizaron el gas sarín. Si eso no fue de conocimiento público es porque nadie quería saberlo."


La imposibilidad de demostrar el uso de las armas químicas por parte de las fuerzas gubernamentales sirias, no ha evitado que los dirigentes occidentales y sus medios de comunicación sigan dándolo como hecho probado, pero el hecho de que el ataque final proyectado por Washington fuese pospuesto y cancelado cuando Obama aceptó la oferta de Al-Assad, sugerida por Rusia de renunciar a su arsenal químico, se debió al choque entre los miembros de la administración Obama partidarios de emprenderla y altos jefes militares convencidos de que ir a la guerra era no solamente injustificado sino potencialmente desastroso. En el cambio de opinión de Obama tuvo mucho que ver Porton Down, el laboratorio del Ministerio de Defensa británico, en Wiltshire. La inteligencia británica disponía de una muestra del gas sarín utilizado en el ataque del 21 de agosto en las afueras de Damasco, muestra que al ser analizada permitió comprobar que el gas utilizado no coincidía con los lotes que se sabían existentes en el arsenal de armas químicas del ejército sirio. El mensaje de que el ataque a Siria carecía de base fue transmitido rápidamente a los jefes del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, quienes ya habían decidido advertir a Obama de que sus planes de bombardeos masivos y ataques con misiles de largo alcance contra la infraestructura de Siria podrían desencadenar una guerra de grandes proporciones en el Oriente Medio. 

A la cancelación de los planes de Obama contribuyó de manera notable la brillante ofensiva diplomática realizado por Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, secundado por el representante ruso en la ONU, Vitali Churkin, en defensa de una solución negociada del conflicto sirio, que una vez lograda permitió que las Fuerzas Armadas leales a Bashar Al-Assad comenzaron a llevar la iniciativa en su lucha contra las milicias yihadistas del Frente Al-Nusra, vinculado a Al-Qaeda, con una serie de exitosas operaciones a finales de 2013 y en los primeros meses de 2014 que empezaron a inclinar la balanza de la guerra desencadenada a favor del Gobierno de Damasco. Ante el giro desfavorable que tomaban los acontecimientos para llevar a cabo sus planes bélicos, Washington decidió repetir la misma estrategia que utilizó para intervenir en Afganistán: recurrir al yihadismo islamista. Como Al-Qaeda había quedado obsoleta y por razones de prudencia era mejor no remover el pasado, decidieron escenificar la teatral aparición del "Estado Islámico de Iraq y el Levante”, abreviado con el acrónimo EIIL, también conocido por las siglas ISIS, que proceden del nombre en árabe “Islamic State of Iraq and al-Sham”, donde Sham hace referencia al Levante o a la Gran Siria. En su rápida expansión, mientras fue conquistando buena parte de Iraq y Siria a lo largo de 2013 y durante la primera mitad de 2014, ambas palabras (“Irak” y “Sham”) desaparecieron del nombre oficial del grupo, que a partir del 29 de Junio de 2014 pasó a llamarse simplemente Estado Islámico (EI).

Yihadistas del ISIS en Raqqa, declarada capital del Estado Islámico

La aparición del Estado Islámico introduce una nueva dimensión en la conflictiva escena del Oriente Medio, ya que sus pretensiones son de una ambición sin precedentes: liquidar las consecuencias derivadas de la aplicación de los Acuerdos Sykes-Picot, firmados secretamente por Gran Bretaña y Francia en 1916, de los que deriva la actual división territorial de la zona. Por el rechazo a Occidente y por el deseo de unir a todo el mundo musulmán en un mismo califato, el Estado Islámico quiere borrar las fronteras entre los países y rediseñar un nuevo mapa del Oriente Medio, que, ¡oh, coincidencia!, es exactamente lo que pretende Estados Unidos desde el 11-S, bajo la falsa excusa de su proclamada Guerra contra el Terror, en virtud de la cual, el presidente Barack Obama se concede a sí mismo licencia para actuar como policía global, sin control de las Naciones Unidas y con la sola complicidad de los países aliados de Estados Unidos, verdaderos protectorados del Imperio Americano y, como tal, sometidos a la estrategia de los halcones de Washington, materializada por su poderío militar y vertebrada a través de la CIA, la NSA, la DEA y los centenares de nuevas agencias secretas creadas por Washington en la última década.



La existencia de tantas milicias islamistas operando en Iraq y Siria, con el común denominador de estar armadas, financiadas y dirigidas desde el exterior, constituyó una fuente de rivalidades y enfrentamientos, marcados la mayor parte de las veces por ambiciones de poder encontradas y rivalidades personales. Bajo esta perspectiva, el líder de Al-Qaeda, Ayman Al-Zawahiri, ordenó en febrero de 2014 la disolución del Ejército Islámico de Iraq y el Levante (o ISIL, como se le ha conocido internacionalmente), y negado toda relación de este grupo con la organización terrorista fundada por Osama Bin Laden: "Al-Qaeda anuncia que no está relacionada con el Estado Islámico de Iraq y el Levante, y que no se le informó de su creación y no la ha aceptado", dijo Al-Zawahiri en un comunicado reproducido en las webs yihadistas. El ISIL "no es una rama de Al-Qaeda, no tiene vínculos con ella, y nuestro grupo no es responsable de sus actos", aseguró. Al-Zawahiri confirmó, además, que Al-Qaeda consideraba al Frente Al-Nusra como su "rama autorizada" en Siria, pero la realidad es mucho más compleja, ya que los adversarios del ISIL se agrupaban en el llamado Ejército de los Muyahidines, en la que también aparecía integrado el Frente Al-Nusra. Ante semejante panorama, que obstaculizaba muy seriamente el objetivo común de derrocar al Gobierno de Damasco, los norteamericanos decidieron corregir su estrategia e intervenir para poner orden en el tablero del complicado juego del Oriente Medio, un juego que desde la crisis del Canal de Suez (1956), vienen considerando exclusivamente suyo y en el que, por tal motivo, no cabe una Siria independiente que mantenga relaciones privilegiadas con Rusia.


Fue entonces cuando apareció en el escenario un personaje de turbia trayectoria: el senador John McCain, el verdadero artífice de la oleada revolucionaria que, en una genial operación de intoxicación propagandística, fue apresuradamente llamada “primavera árabe”, aunque muy pronto fue reconocida como “la primavera otánica”, el marco buscado por los estrategas del Nuevo Orden Mundial para poner en práctica su plan de organizar a su conveniencia los países del Oriente Medio, con especial atención a Iraq, convertido desde la guerra contra Sadam Hussein en un caos (“estado fallido”, según los medios de comunicación occidentales) y a Siria, en donde tenían programado actuar siguiendo la misma receta que aplicaron a Libia: lograr lo que podríamos llamar una “guerra civil por encargo”, armando a grupos mercenarios llevados y dirigidos por la CIA, para hacerlos pasar ante el mundo como “rebeldes por la libertad” y luego, una vez conseguido el adecuado grado de enfrentamiento interno, actuar militarmente para imponer la paz “por motivos humanitarios”, valiéndose para ello de la colaboración incondicional de la OTAN, encabezada por sus protectorados europeos favoritos: Gran Bretaña y, sobre todo, Francia, que de no tener su arsenal atómico integrado en la Alianza Atlántica, pasó a desempeñar el papel de brazo ejecutor favorito de la política norteamericana después de los atentados perpetrados el 11 de marzo de 2004 en los trenes de cercanías de Madrid. 

Conviene saber que John McCain, líder de los republicanos estadounidenses, es el presidente del International Republican Institute (IRI), la rama republicana de la NED (National Endowment for Democracy), una agencia gubernamental creada en 1993 por Ronald Reagan, cuyo presupuesto depende del Departamento de Estado, para llevar a cabo la parte legal de las operaciones ilegales de la CIA y extender ciertas actividades en coordinación con los servicios secretos británicos, franceses, canadienses y australianos.

El presidente Obama y el senador McCain



En mayo de 2013, el senador McCain estuvo ilegalmente cerca de Idleb, en territorio sirio, donde llegó a través de Turquía para reunirse con líderes de la llamada “oposición moderada”, viaje que sólo se hizo público cuando regresó Washington. La estancia de McCain en Siria fue organizada por la Syrian Emergency Task Force, que, contrariamente a lo que su nombre sugiere, es una organización sionista encabezada por un palestino asalariado del AIPAC, el grupo de presión pro-israelí en Estados Unidos. El objetivo de su estancia ilegal en territorio sirio era reunirse con el estado mayor del Ejército Sirio Libre [ESL]. Según McCain, el ESL se componía "exclusivamente de sirios" que luchan por "su libertad" contra la "dictadura alauita". Como prueba del encuentro, los organizadores del viaje publicaron la siguiente foto:





En la siniestra reunión aparece el senador junto a Ibrahim Al-Badri (alias Abu Du’a), quien figuraba desde el 4 de octubre de 2011 en la lista de los cinco terroristas más buscados por la justicia estadounidense (Rewards for Justice), con una recompensa de hasta 10 millones de dólares para quien contribuyese a su captura e incluido desde el 5 de octubre en la lista del Comité de Sanciones de la ONU como miembro activo de Al-Qaeda.

Pero eso no es todo. Un mes antes de su encuentro con el senador estadounidense, Ibrahim Al-Badri, bajo el nombre de guerra de Abu Bakr Al-Bagdadi, había creado el Estado Islámico de Iraq y el Levante (EIIL), siendo todavía miembro del estado mayor del "moderado" Ejército Sirio Libre. Bajo ese nombre reclamó la autoría del ataque contra las cárceles de Taj y Abu Garib, en Iraq, ataque que hizo posible la fuga de entre quinientos y mil yihadistas que, como es natural, se unieron a su organización. Aquel ataque estuvo coordinado con otras operaciones casi simultáneas en ocho países diferentes en las que los yihadistas liberados en cada una de ellas se unieron a las organizaciones terroristas que operaban en Siria. Aquello resultaba tan extraño que Interpol emitió una nota solicitando la cooperación de sus ciento noventa países miembros, aunque la cosa terminó en nada.

Abu Bakr Al-Bagdali

Al-Bagdali, después de proclamado "califa"

Como resulta bien visible, sobre el terreno no existen diferencias apreciables entre el Ejército Sirio Libre, el Frente Al-Nusra, el Emirato Islámico, Ahrar al-Sham, etc. Todas esas organizaciones se componen de los mismos individuos y estos cambian constantemente de signos de identificación y hasta de bandera. Cuando dicen ser miembros del Ejército Sirio Libre agitan la bandera de la colonización francesa y sólo hablan de derrocar al "perro Bashar". Cuando dicen ser miembros de Al-Nusra, agitan la bandera de Al-Qaeda y dicen querer imponer el islam –el de ellos– en todo el mundo. Y cuando se declaran miembros del Estado Islámico, hacen ondear la bandera del Califato y anuncian que expulsarán de la región a todos los infieles. Pero, sea cual sea su etiqueta, cometen las mismas barbaridades: violaciones, torturas, decapitaciones, crucifixiones y esa larga serie de atrocidades que cada día ofrecen los medios informativos para, acto seguido, culpar al Gobierno de Damasco de todos los horrores que Siria viene padeciendo desde marzo de 2011.



Por mi parte, no he tenido que esperar a ver el curso posterior de los acontecimientos para denunciar en este Blog la feroz campaña propagandística que cada nos ofrecen las agencias de comunicación occidentales para mantener en el limbo a la opinión pública y derivar su indignación hacia Bashar Al-Assad, presentándolo como uno de los peores tiranos de la Historia, capaz de masacrar a su propio pueblo con tal de mantenerse en el poder. Reducir el holocausto sirio a una mera guerra civil entre la tiranía y los defensores de la libertad no es solamente una colosal falsificación histórica sino un ultraje a la memoria de los centenares de miles de muertos, heridos y desaparecidos, así como a los millones de desplazados y refugiados que el decretado holocausto sirio proyecta sobre nuestras conciencias. Que la verdad se sepa es a lo menos que deberíamos aspirar.

©  Copyright José Baena Reigal