jueves, 11 de mayo de 2017



      
        SIRIA: EL NIÑO DE LA MANZANA





Lo vi cuando regresaba al autobús aparcado a escasos metros, después de haber visitado las impresionantes ruinas de Sergiopolis, situadas en las inmediaciones de un villorrio de adobe llamado Resafa, perdido en las tierras desérticas que están al sur del lago Assad, donde las aguas del río Eúfrates se remansan en una inmensa presa que casi parece un pedazo de mar incrustado en el corazón pedregoso de Siria. Corría el mes de octubre de 2010 y nada hacía presagiar que pocos meses después Siria se convertiría en una sucursal del infierno en cuyo centro estábamos, ya que Resafa está a menos de sesenta kilómetros de Raqqa, la capital del autotitulado Estado Islámico.  

Me llamó la atención que, tal vez por ser el más pequeño, no participaba en el juego de las tres niñas y otro niño que estaban con él. Todos pararon cuando nos vieron llegar para mirarnos con una expectación entre curiosa y tímida, poco acostumbrados a ver de cerca gente extranjera de aspecto tan distinto al que estaban acostumbrados a ver en su mundo sin apenas horizonte. No nos pidieron nada, manteniéndose a cierta distancia de nuestro pequeño grupo de españoles, pero sus miradas eran tan cálidas como el sol que mordía el pedregal arenoso de aquella tierra de nadie.

Ruinas de Sergiopolis





Reunimos algunas frutas y otras vituallas que les ofrecimos junto a unas monedas, que ellos aceptaron con familiar naturalidad, aunque el pequeño miró la manzana con extrañeza antes de cogerla, como si nunca hubiera visto ninguna.  Quise fotografiar aquel momento para que su recuerdo se mantuviera vivo en mi memoria. Hoy me pregunto qué habrá sido de aquellas criaturitas cuyo único pecado consiste en haber venido al mundo en un lugar que hoy forma parte del corazón de las tinieblas, gobernado a sangre y fuego por los matarifes del Estado Islámico gracias al apoyo de Estados Unidos y de sus naciones vasallas del Oriente Medio y de la OTAN.






Con estas fotos de un tiempo cuyas huellas están siendo destruidas para desposeer al pueblo sirio de su propio pasado, cobra existencia hoy el niño de la manzana. Su mirada me anima a proseguir y acabar el trabajo de investigación acerca del holocausto sirio que comencé hace cerca de cinco años. Para que la realidad de Siria sea mejor conocida y el sacrificio de tantas vidas inocentes adquiera su acusador significado ante la Historia, antes de que sea completamente expoliado por los que fabrican falsas justificaciones humanitarias para las guerras que ellos mismos deciden y llevan a cabo por razones inconfesables, ante la ignorancia, la indiferencia o el silencio culpable de la opinión pública mundial.