sábado, 31 de agosto de 2013

El hundimiento del acorazado USS Maine: si la Historia se repite es a causa de nuestra ignorancia

Explosión del USS Maine

El USS Maine, orgullo de la Marina norteamericana

Los gobernantes de Estados Unidos buscan y siempre encuentran la prueba que ellos mismos han fabricado para atacar a quien les convenga. En 1898, el magnate de la prensa sensacionalista William Randolph Hearst, uno de los principales imperios mediáticos del mundo, convenció a la mayoría de los estadounidenses, con la complicidad del ya entonces influyente Secretario de Marina, Theodore Roosevelt, de la culpabilidad de España respecto a la voladura del acorazado Maine, fondeado en el puerto de La Habana, sin esperar el resultado de las investigaciones en curso. De los 355 tripulantes, murieron 254 marineros y 2 oficiales.



El USS Maine a su llegada al puerto de la Habana

Restos del acorazado Maine tras su hundimiento

Aunque el capitán del buque, Charles Sigsbee, exhortó a la opinión publica acerca de que se “debía suspender todo juicio hasta conocer los detalles de lo ocurrido”, tan pronto se supo la noticia, la feroz campaña periodística desatada acusó inmediatamente a los militares españoles de haber colocado un artefacto explosivo en el Maine: era el pretexto que necesitaba el naciente imperio estadounidense para apoderarse de los últimos territorios ultramarinos de la Corona Española. De este modo comenzó una escandalosa y agresiva campaña orientada a que el pueblo norteamericano presionara a su Gobierno para que declarase la guerra a España, que terminó decretando el presidente William MacKinley. 

De cara al mundo, la principal razón de los americanos para comenzar esta guerra era la de "liberar" la isla de Cuba del poder español, pero Theodore Roosevelt tenía su mente hecha ya a la guerra con España y decía sin ambages: "Yo doy la bienvenida a cualquier guerra y creo que los EEUU necesitan una", idea compartida por los dos dos periódicos más importantes de la época pertenecientes a William Randolf Hearst y Joseph Pulitzer. Ambos habían aprendido la lección de que las guerras hacen que se dispare la venta de periódicos y, como es natural, las ganancias. 

En estos periódicos se ofrecían noticias de las supuestas atrocidades cometidas por los españoles contra los cubanos, insidias que terminaron por inclinar la balanza a favor de la guerra. Los periódicos de Hearst enviaron a Cuba a un gran fotógrafo, Federico Remington, quien apenas llegar comunicó a sus jefes que no había encontrado ninguna guerra en Cuba, a lo que el Hearst le respondió: "Envíame las fotos y yo produciré la guerra".

William MacKinley, presidente de Estados Unidos
(4 de marzo de 1897 – 14 de septiembre de 1901)


Aunque ignorante, España estaba acorralada y sin posible escapatoria. El Secretario de Guerra, John Hay, llamó a esta guerra "una pequeña guerra que durará muy poco", frase parecida a la expresada por Obama respecto a "su" guerra siria. Casi sobra decir que la similitud de esta siniestra saga con los hechos actuales referentes a Siria es más que aterradora.


  

Cronología de la guerra hispano-estadounidense: 

25 ENERO: el acorazado Maine llega a La Habana para "proteger a los intereses americanos", que eran "brutalmente" atacados, de acuerdo con la falsa información publicada en la prensa estadounidense.

15 FEBRERO: El Maine explotó "misteriosamente" en la bahía de la Habana causando la muerte a 260 hombres tripulantes del barco. De allí salieron los gritos de guerra "Recuerden el Maine" y "Al infierno con España". Los americanos dijeron que la explosión fue por medio de un torpedo enviado del exterior del barco pero las autoridades españolas luego de una investigación, encontraron que la explosión había ocurrido en la santabárbara del navío. 

9 MARZO: por votación unánime, el Congreso de EE.UU. asignó la cantidad, enorme para la época, de cincuenta millones de dólares para la "defensa nacional", movilizando la nación para la guerra.

27 MARZO: el presidente MacKinley declaró un mensaje de guerra a la nación, para evitar que su partido pudiera dividirse, ya que las voces de los periódicos y sus dueños, así como los voces del senador Henry Cabot Lodge y del Secretario de Guerra de la Marina, Theodore Roosevelt, frenaban los deseos de paz de España. El presidente McKinley había pedido varias concesiones para los EEUU de manera que se evitase la guerra, que los españoles aceptaron en su totalidad, pero los magnates americanos querían la guerra.

19 ABRIL: el Congreso adopta una resolución pidiendo la independencia para Cuba. El mensaje decía que los EEUU no tenían interés alguno en ocupar o controlar la isla de Cuba y la guerra, que se suponía inminente, solamente sería para liberar a Cuba del poder europeo, permitiendo a los cubanos elegir su destino.

21 ABRIL: España rompe relaciones con los EEUU.

22 ABRIL: el Congreso estudia la "Ley del Ejército Voluntario" para poder organizar el Primer Regimiento de Voluntarios, los llamados "vaqueros voluntarios". Después de haber instigado la guerra, Theodore Roosevelt renuncia a su puesto en el Gobierno y es nombrado como teniente coronel de la recién formada brigada voluntaria, también llamada de los "Jinetes Rudos", pensando ya en la Presidencia de los Estados Unidos. El Gobierno bloquea los puertos cubanos y su Marina captura el primer buque español de la contienda. 

23 ABRIL: el presidente MacKinley pide 125.000 reclutas para la guerra.

24 ABRIL: presionado por la opinión pública, tan ignorante como indignada, el Gobierno de España declara la guerra a los Estados Unidos.

25 ABRIL: el Gobiemo americano declara que desde el día en que España rompió relaciones con los EEUU, abril 21, existe el estado de guerra entre las dos naciones.

1 MAYO: mientras se planea la invasión de Cuba, Estados Unidos lanza un ataque sorpresa a las Islas Filipinas, bajo el mando de Comodoro Dewey (más tarde, Almirante). Después de siete horas en la bahía de Manila, donde los navíos españoles habían maniobrado para evitar daños a la población civil, los barcos americanos hundieron todos los buques españoles, matando a más de trescientos marinos y sin una sola pérdida del lado americano.

12 MAYO: la Marina estadounidense bombardea el puerto de San Juan de Puerto Rico.

19 MAYO: Con la ayuda de los americanos, el líder de la guerrilla Filipina, Aguinaldo, llega a Manila. En ese mismo tiempo, los barcos americanos se desplazan a la bahía de Santiago de Cuba.

25 MAYO: una flota llena de tropas americanas sale para Manila. El presidente MacKinley pide 75.000 voluntarios adicionales para la guerra.

29 MAYO: los navíos de guerra norteamericanos bloquean la bahía de Santiago para intentar acorralar a la flota española.

10 JUNIO: una fuerza de marinos americanos ocupa la bahía de Guantánamo, comenzando así la invasión de Cuba

22 JUNIO: Cerca de 20.000 soldados americanos llegan a la bahía pesquera de Daiquirí, a unas 18 millas de Santiago.

24 JUNIO: mil soldados regulares y de los "Jinetes Rudos", acompañados por varios corresponsales de guerra al servicio de Theodore Roosevelt, ganan la primera batalla en la Guasimas de Cuba, donde Roosevelt es aclamado como héroe por los corresponsales de guerra de las cadenas de Hearst y Pulitzer. 

3 JULIO: combate naval de Santiago de Cuba. La escuadra del almirante Pascual Cervera es destruída por la de Sampson. Bajas españolas: 223 muertos y 151 heridos. Bajas americanas: 1 muerto y 1 herido a bordo del Brooklyn.

16 JULIO: capitulación de las tropas españolas, sitiadas en Santiago de Cuba, después de la batalla de la Colinas de San Juan. 

EN 1898: Portada del New York Journal acusando a España de haber
colocado una mina para volar el USS Maine


La investigación histórica posterior demostró sin lugar a dudas que España fue completamente ajena a la voladura del Maine, pero eso ya carecía de importancia: como consecuencia de la Guerra Hispano-Estadounidense, España perdió Cuba, Puerto Rico, las Islas Filipinas y la isla de Guam, que fueron anexionadas por Estados Unidos. Muchos intelectuales, como el filósofo William James y el presidente de la Universidad Harvard, Charles Eliot, denunciaron estas acciones como traición de los valores estadounidenses, aunque de nada sirvió. Simplemente no fueron escuchados y se les calificó de “antipatriotas”.


Cuando el presidente MacKinley fue asesinado en septiembre de 1901, Theodore Roosevelt ocupó la presidencia durante dos mandatos consecutivos (septiembre de 1901 a marzo de 1909), en los cuales llevó hasta sus últimas consecuencias la que pasó a la Historia como "doctrina o política del Gran Garrote o Big Stick". La expresión se origina en una frase de Roosevelt en la que manifestaba su agrado porque el comité del Partido Republicano de Nueva York había expulsado a un corrupto consejero. La frase, tomada de un proverbio del África occidental era: "habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos" (speak softly and carry a big stick, you will go far)Aplicada a la política de Estados Unidos en América Latina, la frase resumía la idea de que el Gobierno estadounidense tenía la potestad de presionar a los países latinoamericanos, particularmente los ribereños del Mar Caribe, con una intervención armada.

Viñeta de Thomas Nast (1904) recreando un episodio de "Los viajes de Gulliver",
representado por Theodore Roosevelt

La política de Gran Garrote señala el inicio del imperialismo estadounidense y de su actuación como potencia mundial. En América Latina comenzaría una ola de dominio político y económico estadounidense (a principios del siglo XX) justificada en la marcada extensión del "derecho" de Estados Unidos a intervenir en asuntos de otros países en defensa de los intereses de ciudadanos estadounidenses, encontrada en el "Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe" emitido por Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904 como consecuencia de la intervención de las potencias europeas en el Bloqueo Naval a Venezuela de 1902-1903.

La frase también se refiere a las intervenciones estadounidenses ocasionadas por la "discapacidad" de los gobiernos locales de resolver asuntos internos desde el punto de vista del gobierno de Estados Unidos y protegiendo los intereses de ciudadanos y entidades estadounidenses. En tal sentido, Roosevelt postulaba que los desórdenes internos de las repúblicas latinoamericanas constituían un problema para el funcionamiento de las compañías comerciales estadounidenses establecidas en dichos países, y que en consecuencia los Estados Unidos debían atribuirse la potestad de "restablecer el orden", primero presionando a los caudillos locales con las ventajas que representaba gozar del apoyo político y económico de Washington ("hablar de manera suave"), y finalmente recurriendo a la intervención armada (el "Gran Garrote") en caso de no obtener resultados favorables a sus intereses militares.

El presidente Theodore Roosevelt


Aquel negro episodio de infamante recuerdo se conoce en la Historia de España como “el Desastre de 1898”. Ayer mismo, el Secretario de Estado John Kerrry fue suficientemente explícito en sus declaraciones a la prensa respecto a las intenciones del Gobierno estadounidense con relación a Siria: "Estados Unidos tomará sus propias decisiones según su propia agenda y según sus propios valores e intereses", la misma política de Gran Garrote que inició el gobierno estadounidense cuando la voladura del acorazado Maine en 1898. Más claro, agua.




Volviendo a la actualidad siria, Dale Gavlak, corresponsal de la agencia norteamericana Associated Press en Damasco (1), de sus múltiples entrevistas de estos días pasados con residentes y rebeldes en el barrio de Ghouta y en otras zonas de Damasco, se desprende una conclusión escandalosa: las armas químicas que explosionaron hace diez días, matando a centenares de personas -entre ellos muchos niños- estaban en manos de los llamados "rebeldes moderados" por los medios de comunicación occidentales y procedían de Arabia Saudí (2). Las fuentes utilizadas por Gavlak afirman que se produjo “un accidente” cuando fueron erróneamente manipuladas, pero lo cierto es que en ningún caso cabe culpabilizar al Gobierno sirio, como automática hicieron las naciones occidentales siguiendo las directrices de Washington.

viernes, 30 de agosto de 2013

El mundo al revés: el Papa Francisco
se inclina ante Rania de Jordania


Juan Pablo II condenó enérgicamente la Guerra de Irak, lo que le valió críticas en España, ya que nuestro Gobierno había decidido apoyar la iniciativa bélica de Bush, adoptada sin permiso de la Naciones Unidas.



Blair, Bush y Aznar en las Azores

En concordancia con esta postura de firmeza, en la última semana de febrero de este mismo año de 2013, en los momentos últimos y difíciles de su pontificado, también el Papa Benedicto XVI tuvo suficientes arrestos para negarse a recibir en el Vaticano a los representantes de la oposición siria, pese a la fuerte insistencia del embajador de Francia ante la Santa Sede, Bruno Jouber, porque en esta oposición estaban integrados grupos yihadistas responsables de los ataques contra los cristianos de Siria. 


Cabe recordar que Siria ha sido tradicionalmente el único país del Próximo Oriente, junto con Israel, en el que los cristianos han venido manteniendo los mismos derechos e idéntica protección que las demás comunidades religiosas hasta que la situación cambió radicalmente en cuanto los yihadistas sunitas, que por aquí se prefiere llamar “rebeldes”, convirtieron a los barrios cristianos de Damasco y Alepo en el centro de sus ataques con coches-bombas y terroristas suicidas y que en las zonas ocupadas por ellos vienen aterrorizando a los cristianos con sus permanentes atrocidades, desde quemas de iglesias y secuestros masivos a degollaciones, como la del padre François Murad, franciscano perteneciente a la Custodia de Tierra Santa.

El Papa Francisco, que conoce perfectamente la situación de exterminio en la que viven los cristianos sirios, se ha limitado a hablar vagamente de “diálogo” y de “negociación” en vísperas del ataque militar ordenado por Obama sin esperar los informes de los investigadores de la ONU y sin el consentimiento del Consejo de Seguridad de este organismo internacional.


Pedir paz cuando la guerra haya comenzado es muy distinto de exigir justicia internacional y contención de la inminente agresión estadounidense ahora, cuando todavía es tiempo. Con tono radicalmente diferente, el Patriarcado de Moscú se ha expresado de muy diferente manera:

"...Otra vez, como en el caso de Irak, los EEUU se comportan como justicieros internacionales (...)De forma absolutamente unilateral, sin ningún aval de la ONU, quieren decidir el destino de un país con millones de habitantes (...) Otra vez millares de víctimas serán sacrificadas sobre el altar de una imaginaria democracia (...) los cristianos, de cuya suerte nadie se preocupa, corren el riesgo de convertirse en rehenes de la situación y ser las víctimas de las fuerzas radicales extremistas, que con la ayuda de los Estados Unidos llegarán al poder (...) La comunidad internacional debe hacer todo lo posible para evitar que los acontecimientos puedan llegar a eso".


Kiril I, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa
Quien esto dice es el metropolita Hilarión Alfeyev, como jefe del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú (ver noticia en VaticanInsider y en  Asia News ). Cabe decir que la jerarquía de la Iglesia Rusa habla influida por el poder de Putin y de los intereses que defiende, algo que no negaré en la medida que así sea, pero sería absurdo condenar sus palabras, porque corresponden a la verdad, dígala Agamenón o su porquero, y, en este caso, Hilarión de Volokolamsk dice lo que todo el mundo bien informado piensa. Sinceramente, me gustaría oír que el Papa Francisco dijera algo como lo de Alfeyev. Si no con la sabiduría de su predecesor, Benedicto XVI, al menos con ese estilo suyo de párroco de pueblo que tantos entusiasmos suscita, aunque no en mí.


Para mayor vergüenza, Francisco ha recibido hoy al rey Abdalá de Jordania, desde cuyo país, así como desde Turquía, han entrado en Siria los yihadistas y en cuyo territorio han instalado los americanos las plataformas desde donde lanzar sus proyectiles Patriot contra los objetivos sirios. No hace falta ser muy listo para pensar que la visita del rey jordano, aliado de EE.UU. y parte implicada en el conflicto sirio, ha visitado el Vaticano precisamente hoy para cerciorarse de que el Papa mantendrá el mismo silencio ominoso que ha mantenido hasta ahora sobre el holocausto sirio.

El Papa Francisco en la audiencia privada de hoy a los reyes de Jordania

Para colmo, como puede verse en una de las fotos distribuidas a la prensa, el Papa se inclina con una profunda reverencia ante Rania, la mujer del rey de Jordania, cuando debiera de haber sido al revés. La humildad es una virtud privada, que jamás debe contraponerse a la dignidad con la que ha debe comportarse un Pontífice en cualquier acto público u oficial. El gesto de Francisco no revela humildad, sino sumisión o ignorancia, algo inadmisible en un Papa, que es también Jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano. ¿No ha pensado que con este gesto humilla a la Iglesia entera y a todos los católicos del mundo? Vergüenza siento ante semejante despropósito.

El Papa Francisco saluda con una reverencia a Rania de Jordania


Finalmente, y para decirlo todo, mucho me temo que, por lo que llevamos visto, poco o demasiado según quien lo observe, el Papa Bergoglio lo veo más próximo a la insensata Alianza de Civilizaciones de Rodríguez Zapatero que dispuesto a salir en defensa de los cristianos masacrados por el yihadismo islamista con condenas claras y terminantes. Nunca Juan Pablo II o Benedicto XI habrían actuado de esta incalificable manera. Lamento tener que decir que este Papa argentino está empezando a no gustarme nada.

Y es que, como escribió Antonio Machado: Qué difícil es / cuando todo baja / no bajar también.


jueves, 29 de agosto de 2013

Islam e islamismo a debate






Por ser un asunto que suscita en la actualidad una gran controversia, derivada de los acontecimientos encadenados que a velocidad desbocada marcan el escenario del Oriente Próximo, acaparando portadas y titulares de la prensa internacional (escrita o digital), he creído pertinente reunir en esta entrada de mi Blog una serie de comentarios que tienen en común su procedencia, determinada por sendos artículos escritos por D. Luis del Pino.

La primavera árabe y la ignorante hipocresía occidental, por Luis del Pino

Publicado en su Blog de Libertad Digital



Hasta el año 1964, la mayoría de los libros de cómics que se vendían en los países árabes, estaban escritos en francés o inglés. Y a un avispado editor libanés se le ocurrió que aquellos cómics occidentales se venderían mucho más si se publicaban en árabe.

Así que la empresa Illustrated Publications sacó al mercado la versión en árabe de Supermán. Las viñetas eran exactamente las mismas, pero el protagonista no se llamaba Clark Kent, sino Nabil Fawzi, y no trabajaba para el periódico Daily Planet, sino para el Al-Kawkab Al Yawmi. El resto de los personajes estaban, igualmente, arabizados. De la misma manera, Illustrated Publications sacó al mercado sendas versiones de Batman (que se llamaba Sobhi en árabe), de Tarzán y de otros cómics famosos.

El comienzo, por supuesto, no fue sencillo. Traducir los textos de los viñetas al árabe resultó al principio muy complicado, porque el árabe es mucho menos conciso que el inglés, así que hubo que formar a traductores que actuaban con bastante libertad a la hora de modificar los textos, de modo que cupieran en el espacio disponible.

También hubo, por supuesto, que tener en cuenta que los árabes escriben y leen al revés. Eso no solo significa que las palabras se escriben de derecha a izquierda, sino también que las propias viñetas de cada historia tienen que estar dispuestas de derecha a izquierda. Y los propios cómics tienen que leerse empezando por lo que para nosotros, los occidentales, sería la última página.

Lo ideal hubiera sido volver a componer cada página viñeta a viñeta, para tener esto en cuenta. Pero como eso hubiera elevado mucho los costes de edición de los cómics, la empresa optó por otra solución más imaginativa: se limitó a invertir el fotolito de cada página (es decir, a dar la vuelta a cada página completa) y a ordenar los fotolitos de atrás hacia delante. De ese modo, la primera viñeta de cada historia quedaba en la parte superior derecha de la página que para nosotros los occidentales sería la última.

Sin embargo, lo que se conseguía con eso era que los niños árabes leyeran las historias de Supermán como si cada viñeta estuviera reflejada en un espejo. Así que pronto, la empresa comenzó a recibir cartas de extrañados niños que preguntaban por qué en las viñetas la S del traje de Supermán aparecía al revés.

Sea como sea, la experiencia fue todo un éxito y en poco más de seis años estaban ya vendiendo más de dos millones y medio de cómics anuales en 17 países árabes distintos. Según los cálculos de la propia empresa, 260.000 niños árabes consumían de modo habitual aquellas historietas occidentales arabizadas, lo que demuestra, al final, que los niños son niños en todas partes del mundo, sea cual sea su cultura.

Igual que las personas son personas en todas partes del mundo.

Hace ya casi tres años que asistimos en el Norte de África y Oriente Medio a las convulsiones derivadas de lo que se dio en llamar la primavera árabe. Y si algo ha quedado claro en todo este tiempo es que Occidente no sabe cómo demonios encarar el problema. Parecemos debatirnos entre el deseo de exportar la democracia a esos países y el deseo de mantenerlos convenientemente sojuzgados por dictadores amigos de las grandes potencias. Decimos que queremos que esos países tengan libertad y al mismo tiempo nos escandalizamos cuando votan libremente y no eligen lo que nos apetecería a nosotros. Afirmamos muy solemnemente que venimos a salvarlos de la dictadura teocrática y la solución que proponemos para ello es la dictadura militar.

Ni siquiera nos atrevemos a expresar abiertamente todas esas cosas, porque en el fondo lo que Occidente está diciendo es que los pobres árabes son unos incultos atrasados que no están preparados para la democracia. Y desdeñamos su religión como si no fuera otra cosa que un credo terrorista y opresor. Manifestamos de modo continuo un ignorante desprecio hacia el Islam, hacia los musulmanes y hacia lo árabe que a veces raya en el clasismo más casposo y a veces cae en el más descarnado racismo.

Y encima, ni siquiera somos coherentes en nuestra hipocresía falsamente democrática: si lo que quería Occidente, al final, es mantener a esos países bajo la bota militar, ¿para qué alentó en su momento el derrocamiento de los dictadores laicos que ya estaban asentados?

Me pregunto si hay mucha gente en Occidente que piensa en términos de seres humanos, en lugar de guiarse por prejuicios religiosos o raciales. Me pregunto si hay mucha gente consciente de que los niños árabes son iguales a cualquier otro niño, y de que los padres musulmanes quieren a sus hijos e hijas tanto como pueda quererlos cualquier padre occidental. Y de que los árabes desean, por regla general, lo que cualquier occidental desea: sacar adelante a su familia, disfrutar lo más que puedan de una vida que es siempre demasiado corta y gozar de la máxima libertad posible.

Me pregunto, en definitiva, si hay mucha gente que dedica un solo minuto a preguntarse "¿Qué pensaría yo de lo que Occidente hace y dice, si hubiera nacido en Egipto o en Marruecos?".

Pretendemos exportar nuestras soluciones políticas y nos escandalizamos cuando ellos quieren hacer las cosas a su manera, sin darnos cuenta de que les estamos exigiendo, sin ningún derecho, que renuncien a ser ellos mismos. Mal puede predicar o difundir la libertad quien no comienza por respetar al otro.

Sin quererlo, cogemos nuestra visión de la sociedad y tratamos de imponérsela a capón, sin darnos cuenta de que, en el proceso, estamos escribiendo la historia por lo que para ellos sería la última página. Y sin darnos cuenta de que estamos escribiendo la D de Democracia al revés, por no respetar la forma que los árabes tienen de interpretar su propia sociedad. Con lo que nadie entiende nada.

Pero la culpa de todo ese malentendido no es de ellos. Es nuestra.

25 de Agosto de 2013 - 08:37:21 - Luis del Pino


Comentario de José Baena



He tenido que leer varias veces su artículo y el tono de superioridad lógica y moral que emplea para convencerme de que está escrito por la misma persona que, con rigor lógico y escrupulosidad forense, investigó los hechos y circunstancias vinculadas al 11-M, para llegar a conclusiones difícilmente rebatibles. Los años dedicados a estudiar hechos, comparar testimonios, analizar pruebas y todas las demás circunstancias que una investigación de semejante envergadura comportó, no fue ni seguirá siendo óbice para que una parte importante de la población le crea un iluminado de la peor laya y le aplique, con el mismo tono altivo e irrebatible que usted ahora emplea, el calificativo descalificador de “conspiranoico”, aplicable a todos aquellos que, como yo mismo, le hemos acompañado en la dura travesía del desierto.

Responder a todos y cada uno de los tópicos en los que cae y sobre los que monta sus inapelables juicios me llevaría demasiado espacio y resumir en cuatro líneas un análisis que debería tener en cuenta muchísimos factores, algunos muy complejos, para llegar a conclusiones aceptables, lo veo tarea imposible. Sí debo manifestarle que el tiempo que usted haya dedicado para analizar todo lo concerniente al 11-M es poco comparado con el que he dedicado yo a estudiar la compleja fenomenología del islam, su actual variante islamista y la Historia Contemporánea de los países musulmanes del Oriente Próximo, por los que he viajado y no exclusivamente como turista, ni muchísimo menos. Y desde ese conocimiento, puedo decirle que su argumentación está muy próxima o es identificable con ese complejo de culpa universal y relativismo absoluto con el que la progresía casposa (calificativo que usted usa) aborda la Historia para responsabilizar de todo lo malo habido y por haber a “eso” que usted llama Occidente, como si ese concepto fuera unívoco y no cupiera más acepción que la que utiliza en su discurso, que más me parece homilía que otra cosa.

A cada juicio, a cada afirmación, a cada generalización discutible que hace para que sus afirmaciones encajen y hasta parezcan deducirse del cuentecito del Superman arabizado, ocuparía muchísimas páginas de análisis pormenorizado y riguroso, porque la mezcla que hace de hechos, juicios, valoraciones, jerarquías, afirmaciones gratuitas y descalificaciones es de tal calibre que no puedo ni entrar en ellas. Sí decirle que esa “libertad” que usted esgrime como si fuera su administrador o dueño no puede servir de justificación para el ajusticiamiento por el deguëllo o la horca, según se esté en Arabia Saudí o Irán, para sancionar al disidente religioso que, según la sharía, es considerado apóstata y merecedor de la condena a muerte.

Esa "cosa" llamada islam no ha existido ni existe, ya que está vinculada a una realidad metafísica, por eso, y para entendernos, podemos decir que islam es lo que hacen los musulmanes, cómo interpretan sus textos sagrados. Dicho esto, es preciso reconocer, y es lo primero que usted olvida, que el concepto de islam comporta inexorablemente una praxis política y jurídica que nada tiene que ver con la razón, con el Derecho Internacional o con lógica alguna, ya que la voluntad de Alá, expresada en el Corán, está por encima de todo, manifestándose desde la manera permitida de limpiarse el culo, y le juro estoy hablando muy en serio, hasta la obligatoriedad del creyente a practicar la yihad exterminadora contra los propios musulmanes considerados apóstatas (takfir) en primer lugar y, en segundo, a los no musulmanes o infieles, entre los cuales estamos usted y yo. A no ser que se encuentre entre los primeros, porquer le haya dado el arrechucho de convertirse a la fe musulmana sin que los demás nos hayamos enterado.

26 de agosto a la(s) 1:42 – José Baena


Respuesta de Luis del Pino

Pues no consigo ver, leyendo su mensaje, en qué estamos en descuerdo, don José Baena Reigal. Si pretende convencerme de que las dictaduras teocráticas musulmanas son terribles, no se esfuerce: estoy convencido de antemano. Y POR ESO considero más urgente ofrecer a los musulmanes una salida distinta del falso dilema "o dictadura teocrática, o dictadura militar". Yo lo que quiero es que los musulmanes tengan el mismo derecho a elegir democrática y libremente a sus dirigentes que yo. Y no creo que usted esté sosteniendo que los musulmanes no deban tener ese derecho. Porque si lo único que ofrecemos a los musulmanes es imponerles por la fuerza dictadores militares o sátrapas, la única salida que les dejamos es, precisamente, recurrir al uso de la fuerza para imponer la teocracia.

En mi opinión (y, como le conozco, estoy seguro de que usted la comparte) lo único que puede hacerse es tratar de impulsar una vía a la turca para implantar la democracia en los países árabes, de forma que sean los propios habitantes de cada país los que controlen su propia evolución hacia una sociedad laica.

Lo que no funciona, desde luego, es imponer dictaduras militares que lo que hacen es mantener a la sociedad en el más absoluto atraso. Y la prueba la tiene usted en Egipto: después de medio siglo de dictadura militar, los egipcios han optado en las urnas por votar islamismo, LO QUE ES LA MEJOR PRUEBA de que la dictadura militar no hizo nada por sacar a su población del atraso y del medievalismo.

Por último, me niego a mirar con tanta superioridad moral a los musulmanes. Le recuerdo a usted:

1) que la mujer no ha tenido derecho a voto en la muy occidental Suiza hasta 1971, y en muchos otros países occidentales hasta la década de 1940.

2) que los negros eran considerados ciudadanos de segunda en algunos países occidentales no hace ni 50 años.

3) que a los homosexuales se los castraba químicamente o se los podía condenar a cadena perpetua en la muy avanzada Gran Bretaña hasta finales de la década de 1950.

4) que la esterilización eugenésica se practicaba y defendía sin ningún rubor hasta la Segunda Guerra Mundial en muchos países occidentales.

5) que somos los civilizados occidentales los que pusimos en marcha la mayor red de campos de exterminio racial, en Alemania, no hace ni 70 años.

Si alguien hubiera utilizado esos hechos para afirmar "los occidentales son unos salvajes, que demuestran no tener derecho a gobernarse democráticamente", a mi me hubiera parecido una generalización injusta y ridícula. ¿A usted no?

Pues, de la misma manera, dejemos que las sociedades musulmanas recorran el mismo camino, hacia una sociedad laica y avanzada, que a nosotros tanto nos ha costado recorrer (y que solo muy recientemente hemos terminado de transitar). Y ayudémosles a recorrerlo, en lugar de pretender, con dictaduras sanguinarias, mantenerlos en el atraso y condenarles a tener que elegir entre ser oprimidos por un espadón o ser oprimidos por un imán.

26 de agosto a la(s) 8:54 – Luis del Pino
 

                       Comentario de José Baena

Es una lástima que Madrid no me coja a mano, en agosto nada lo está excepto el mar junto al que vivo, para discutir con usted sosegadamente, a ser posible con mesa y mantel de por medio, en torno a este tema apasionante, al que he dedicado muchísimas horas de análisis, tanto teórico como vinculado a mi experiencia viajera por muchos países musulmanes (Egipto, Siria y Líbano entre otros), deslumbrantes, entre otras cosas, porque la vivencia supone, en muchos aspectos, un regreso a escenarios medievales que dejaron de existir en Europa hace bastante tiempo, aunque esta afirmación mía no deje de ser simplificadora y hasta discutible en muchos aspectos. Pero, para mi equilibrio mental, nunca he confundo la arqueología, la antropología o las verdades indiscutibles, teóricas y prácticas, dictadas por el Corán, con la realidad del mundo en que nos ha tocado vivir, ni tampoco me he metido a juez para decidir acerca de la conveniencia o no de que los países musulmanes sigan nuestras pautas políticas, supuestamente democráticas. Mi juicio acerca de que estén o no preparados para la democracia es irrelevante, dada que mi capacidad de decisión al respecto es tan nula como el peso de la pulga que se apeó del camello para librarlo de su peso, en la célebre fábula de Samaniego.

Acaba de afirmar su creencia en que “los musulmanes tengan el mismo derecho a elegir democrática y libremente a sus dirigentes” que usted, con lo cual, sin que se dé cuenta, cae en el mismo pecado que denuncia en los demás. Por el contrario yo no quiero ni, pretendo nada. La tarea del historiador no es la de pronunciarse acerca de estas cuestiones, sino la de actuar como el notario que levanta acta de lo que ve y se atreve a interpretar según las reglas del método científico, como ocurre en el resto de las ciencias. Ni más ni menos.

Con los marxistas convencidos es imposible mantener un debate serio, porque en su discurso utilizan un esquema anti-empírico (la dialéctica hegeliana) en el que insertan todos los elementos de recambio empíricos que haga falta, a modo de parches, para que la “razón histórica y científica” esté siempre de su parte. Y todo porque, como inmediatamente argumentarán, el marxismo no está sólo para explicar la historia, sino para cambiarla. Y esa es, exactamente, su manera de argumentar cuando afirma que debemos ayudarles en su camino “hacia una sociedad laica y avanzada” que, a lo que se ve, es su modelo o meta inevitable de una idea de progreso, que no deja de ser, como todo lo demás, otro juicio de valor “occidental”. No sé como no se da cuenta.

Por otra parte, su esquema analítico sirve tanto para un roto como para un descosido, como sucede con el sistema de pensamiento marxista. Me explico. La misma argumentación que utiliza para pedir que Occidente se abstenga de intervenir en Egipto para exportar su concepto de democracia, le servirá, no me cabe duda, para justificar la decisión, hace años tomada por Estados Unidos, de intervenir en Siria para derrocar el régimen de Bashar El-Assad en nombre de esos presuntos “motivos humanitarios” que usted mismo se ha encargado no ya de relativizar, sino de condenar, soslayándose de camino la verdadera finalidad del único interés que guía la política de Washington respecto a Siria, formalmente explicitada en mayo de 2012, cuando la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) crearon el “Working Group on Economic Recovery and Development of the Friends of the Syrian People”, bajo la co-presidencia de Alemania y de los Emiratos Árabes Unidos, en cuyo marco el economista sirio-británico Ossam Al-Kadi elaboró un programa de reparto de las riquezas sirias entre los países miembros de la coalición que sería aplicado a partir del “día siguiente” a la caída del régimen sirio.

Dos puntualizaciones para terminar que estimo esenciales:

1ª) Una consideración teórica: Que no existe una sola materialización histórica del islam, sino fundamentalmente dos concreciones, la sunita y la chiita, con variaciones muy importantes, según los países a que nos refiramos, y que ambas concepciones están enfrentadas a muerte, por motivos religiosos de imposible conciliación, desde la muerte misma del Profeta. Así que los elementos básicos de la inevitable discordia dialéctica que surge de este maniqueísmo irreductible no es achacable Occidente, sino que se cuece a fuego lento con los jugos del propio islam. Otra cosa es que Occidente (es decir, Estados Unidos) aproveche esta circunstancia para fomentar enfrentamientos con el exclusivo fin de utilizarlos en su propio provecho, es decir, para implantar el Nuevo Orden Mundial controlado y dirigido desde Washington.

2ª) Una consideración empírica: Que esa voluntad occidental de intervenir en el mundo musulmán para defender su concepto de democracia (que es el mismo que usted aduce y aconseja) es pura falacia retórica. A Occidente le importa un pimiento la democracia (igual da que escriba la D al derecho que al revés) pues es un hecho constatable que el aliado más permanente y fundamental de EE.UU. en el mundo árabe es la petromonarquía de Arabia Saudí, exportadora del salafismo por todo el mundo y sede de la dictadura teocrática más feroz y antidemocrática existente en el planeta.

Así que sin aludir tan siquiera a la cuestión religiosa, al petróleo y la política seguida por los sucesivos gobiernos de Israel no es posible llegar a entendimiento alguno de los acontecimientos pasados, presentes y futuros que convulsionan y seguirán convulsionando a las naciones musulmanas del Oriente Próximo, en primer término, y a la paz del mundo, como consecuencia.

26 de agosto a la(s) 13:30 – Luis del Pino

El debate registró bastantes comentarios, más o menos interesantes, casi todos discrepantes con la tesis defendida por D, Luis del Pino, pero en los que se mantuvo el tono de respeto que necesariamente debe presidir este tipo de intervenciones. Entre ellas me he permitido escoger las dos que transcribo a continuación:

Comentario de Fernando de la Cigoña



Casi siempre estoy de acuerdo con el autor, por el que siento una enorme admiración. Sin embargo esta vez creo que fallan algunos puntos en su razonamiento. En primer lugar, la insistente manía de Occidente de asumir que la Democracia es un bien absoluto. La democracia es sólo una forma más de organizar los estados, en su obligación de servir a las sociedades. Creo que lo que hace Occidente es engañarse acerca de la voluntad real de la "mayoría" de la sociedad de los países musulmanes a constituirse en democracias al estilo occidental. Y un ejemplo es Mohammed Mursi. Ganó unas elecciones(concedámosle que de manera limpia aunque ni eso es seguro) y con el apoyo de la mayoría empezó a encaminar sus pasos hacia el totalitarismo teocrático. También Hitler ganó unas elecciones. ¿Es es la democracia que defendemos? ¿La simple opción de la mayoría aunque su opción sea exterminar al diferente?

En segundo lugar, puesto que la cosmovisión de los musulmanes se basa en la ley islámica en mayor o menor medida, los regímenes autoritarios se imponen como consecuencia casi inevitable. Y no se trata de denostar su religión, que supongo que tendrá algunos principios constructivos y sanos sino de constatar un hecho. Los más famosos filósofos musulmanes de la edad contemporánea desarrollan lineas de pensamiento que constituyen en realidad un programa político de panislamismo más o menos violento. Tal vez no sea casual que el que fue líder de los Hermano Musulmanes, Sayid Qutb, tuviera a un hermano, Mohammed, que fue mentor de Osama Bin Laden.

En tercer lugar, los países musulmanes han sido tanto más florecientes y más respetuosos con las libertad individual cuanto más firme era la mano del que dirigía el país. El Egipto de Mubarak era más próspero y más multicultural que el de Mursi, y me temo que también la Siria de Al Assad es mejor para la mayoría (menos aquellos que tenían prohibido predicar el exterminio de los chiíes y los cristianos) que lo que será la anarquía de los "nuevos demócratas". Y podríamos seguir con la Somalia de Siad Barre, con el Afganistán de Najibulá y muchos otros casos. Es curioso que a Saddam Hussein sí le defendiera casi toda la opinión pública. ¿Acaso no era un dictador como Al Assad? ¿Qué les diferencia? Es el ideario revolucionario y no el democrático el que se alinea con la subversión salafista disfrazada de democrática, porque sabe que es la oposición directa a la tradición occidental.

Llevo muchos años trabajando en países en conflicto. Respeto profundamente la personalidad de cada pueblo (aunque no las comparta) y he visto muchas veces que los pueblos (o gran parte de ellos, la gente humilde y trabajadora que no quiere acceder al poder para ser el nuevo tirano) quieren a sus gobernantes autoritarios mientras les garanticen la paz, el sustento y en muchos casos un ejercicio de la libertad individual que es superior a lo que solemos pensar en Europa. Los "nuevos demócratas" suelen ser lobos con piel de cordero. Conviene releer el comienzo del Manifiesto de los Persas que el autor del blog seguro que conoce mucho mejor que yo.

25 de agosto a la(s) 14:22 - Fernando de la Cigoña


                   Comentario de Álvaro Sánchez

“En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso.” Así comienza una conversación seria entre musulmanes y así entona un musulmán cuando va a comer o beber, porque comer y beber es lo más serio que se puede hacer en esta vida y hay que dar gracias a dios por ello. Da lo mismo que se sea un potentado de los emiratos del Golfo que un desgraciado porteador de Fez, hay que dar gracias a dios por ello. Ahora y hace ocho siglos. Porque para los musulmanes parece que no pasa el tiempo…

Recomiendo fervientemente a quienes pretendan entender lo que ocurre en los países musulmanes que estudien las guerras de religión en Europa. Es monstruosamente aburrido, pero merece la pena. Y, cuidado, que me refiero sólo a las que mantuvieron los cristianos entre sí, dejando de lado las cruzadas y contra el muslim en general. Por fijar unas fechas: desde 1517 hasta 1789, aunque acepto otras sin mayor problema.

Si los cristianos se han degollado entre sí a más y mejor durante tanto tiempo, es muy probable que los musulmanes precisen otro tanto (quizá menos tiempo, si tenemos en cuenta la aceleración de la Historia) para alcanzar la separación entre Iglesia y Estado, entre la religión como vivencia privada y manifestación pública; en definitiva, para que la teocracia no gobierne sus vidas, como en la actualidad no gobierna las nuestras.

En estos momentos, quizá lo más sensato que podemos hacer los occidentales es dejar que los musulmanes se hagan entre sí lo que no nos gustaría que nos hicieran a quienes no lo somos. A mí particularmente no me causa ni el más mínimo rubor que nos quedemos como espectadores. Sí, sé lo que estoy diciendo: son sus hijos, son sus mujeres, son sus maridos, son sus padres. Si no se preocupan ellos por ellos…

No nos engañemos. No existe ninguna primavera árabe y sí un otoño árabe, que amenaza un invierno inexorable: hay que elegir entre corruptos y yihadistas, musulmanes ambos, no existe ninguna otra opción. Entre malos musulmanes y buenos musulmanes. Si tenemos alguna posibilidad de entendernos, será con los malos musulmanes.

Y todo ello independientemente de ser perfectamente conscientes de lo que desde hace décadas sostienen los Estados Mayores de todos los países occidentales: hay que fijar uno o dos países musulmanes donde hacer la guerra para que todos sus yihadistas vayan a morir allí. Mejor que pongan sus bombas donde maten a su gente que las pongan donde maten a la nuestra. Como el Corán impone a los buenos musulmanes ir a liberar la tierra musulmana ocupada por el infiel o el hereje…

Esto es lo que pienso, “…pero dios es más sabio.” Así finalizan sus razonamientos los musulmanes y así les va. Porque los buenos musulmanes se lo creen a pies juntillas, y los malos, bueno, depende de lo que les pagues.

25 de agosto a la(s) 19:53 – Álvaro Sánchez

Los interesados en conocer todos los comentarios del debate pueden hacerlo pinchando en el enlace siguiente:



Las opiniones de Luis del Pino expresadas en Libertad Digital se completan con las que sostiene en otro artículo suyo publicado en una publicación distinta, esta vez en la revista de prensa digital “El Medio”, y que su autor transcribe en su su muro de Facebook.






¿Es compatible el islam con la democracia?
Por Luis del Pino

Publicado en su blog de "El Medio"


La tercera mayor democracia del mundo, con 237 millones de habitantes, es Indonesia. El 87% de la población es musulmana, a pesar de lo cual la libertad religiosa está constitucionalmente garantizada.

La indonesia no es una democracia perfecta, como tampoco lo son la española o la francesa. Pero es indudablemente una democracia, como reconoce el Democracy Index 2012 elaborado por The Economist. De hecho, analizando los distintos factores que permiten catalogar a un estado como democrático (pluralismo político, comportamiento del gobierno, cultura política de la población y libertades civiles), The Economist otorga a Indonesia un nivel de calidad democrática que supera al de Perú, El Salvador, Colombia o la República Dominicana.

La calidad de la democracia indonesia supera incluso, según The Economist, a la de dos miembros de la Unión Europea: Rumanía y Bulgaria.

No es el único caso: también Malasia (con 29 millones de habitantes, el 60% de los cuales son musulmanes) es una democracia, al mismo nivel que Perú o El Salvador, según ese mismo estudio. Malasia es un estado confesional, pero la constitución malaya reconoce, de nuevo, la libertad religiosa de ese 40% de habitantes no musulmanes.

Y lo más importante: el estudio muestra cómo tanto en Malasia como en Indonesia la calidad democrática ha aumentado de forma significativa entre 2006 y 2012; al contrario que en numerosos países miembros de la Unión Europea, en los que la calidad democrática ha descendido en esos mismos años.

Por tanto, la respuesta a la pregunta con la que encabezaba el artículo es afirmativa: por supuesto que el islam es compatible con la democracia, igual que lo es el cristianismo. Nada impide, en ninguno de los dos casos, que las sociedades evolucionen hacia una separación entre el poder político y el poder religioso, separación que resulta indispensable para poder gozar de verdadero pluralismo y de verdaderas libertades civiles. Pero mal pueden los países profundizar en la verdadera democracia cuando se les niega, para empezar, su derecho a organizarse democráticamente.

Hace ya casi tres años que asistimos en el Norte de África y Oriente Medio a las convulsiones derivadas de lo que se dio en llamar la primavera árabe. Y si algo ha quedado claro en todo este tiempo es que Occidente no sabe cómo demonios encarar el problema. Parecemos debatirnos entre el deseo de exportar la democracia a esos países y el deseo de mantenerlos convenientemente sojuzgados por dictadores amigos de las grandes potencias. Decimos que queremos que esos países tengan libertad y al mismo tiempo nos escandalizamos cuando votan libremente y no eligen lo que nos apetecería a nosotros. Afirmamos muy solemnemente que venimos a salvarlos de la dictadura teocrática y la solución que proponemos para ello es la dictadura militar.

Ni siquiera nos atrevemos a expresar abiertamente todas esas cosas, porque en el fondo lo que Occidente está diciendo es que los pobres árabes son unos incultos atrasados que no están preparados para la democracia. Y desdeñamos su religión como si no fuera otra cosa que un credo terrorista y opresor. Manifestamos de modo continuo un ignorante desprecio hacia el islam, hacia los musulmanes y hacia lo árabe, que a veces raya en el clasismo más casposo y a veces cae en el más descarnado racismo.

Esa actitud despectiva resulta tanto más sangrante si analizamos nuestra reciente historia. En lugares como Suiza, la mujer no podía votar hace escasamente 40 años. En lugares como Estados Unidos, se quemaba vivos a negros hace solo 50 años, por reclamar su derecho a votar o a ir a la universidad. En lugares como el Reino Unido, a los homosexuales se los castraba químicamente hace menos de 60 años. En lugares como Alemania, se asesinaba a millones de personas en las cámaras de gas hace solo 70 años… ¿Cómo nos atrevemos a decir que los países musulmanes están en la Edad Media? Si Occidente solo ha sido capaz de evolucionar hace escasamente medio siglo hacia la consolidación de verdaderas democracias avanzadas, ¿por qué negamos a los musulmanes la capacidad de evolucionar de la misma manera?

Cuando alguien dice que el islam es incompatible con la democracia, está directamente faltando a la verdad, como los casos de Indonesia o Malasia atestiguan. Y cuando alguien achaca los problemas de un país como Egipto al islam está no solo faltando a la verdad, sino cayendo en una contradicción lógica ciertamente llamativa:

• Como los egipcios votan a los Hermanos Musulmanes, decimos que no están preparados para la democracia.

• Entonces apoyamos un golpe de estado dado por los mismos militares que llevan gobernando Egipto 50 años, y que han conseguido en ese tiempo mantener a los egipcios tan atrasados… ¡como para que voten a los Hermanos Musulmanes!

Vaya ejercicio de cinismo, ¿no? Si los egipcios están atrasados, la responsabilidad no será del islam, sino de quienes han estado gobernando a los egipcios el último medio siglo. Que no eran precisamente los islamistas.

La transición hacia la democracia no va a ser sencilla en muchos países de mayoría islámica, por supuesto. Pero no por el islam, sino porque las grandes potencias han estado apuntalando en el poder, en muchos países de mayoría musulmana, a dictadores y sátrapas que no han tenido el menor empacho en mantener a su población en el más absoluto atraso.

No es su religión, sino nuestra hipocresía y nuestros intereses económicos, lo que les impide transitar hacia la democracia.

2013-08-28 10:32:27 – Luis del Pino



En el debate que suscita este nuevo artículo, el nivel medio de las intervenciones no alcanza la altura del habido en Libertad Digital, tal vez porque el tono del artículo de D. Luis sea provocador en demasía y, desde luego, porque todos sabemos las peculiares características de Facebook.

En cualquier caso, la mayor parte de los comentaristas, por no decir todos, disienten de las opiniones de Luis del Pino, por lo que el debate se acalora y en él aparecen descalificaciones personales que, a mi juicio, son improcedentes. Por mi parte, me limitaré a reproducir el comentario que yo escribí, al que, por cierto, D. Luis no se molestó en contestar. Con él cerraré esta entrada, con la que pondré punto final a todas las que he venido dedicando en este Blog a examinar los problemas y conflictos relacionados con el islam, el islamismo y los enfrentamientos que vienen ensangrentado las tierras del Oriente Próximo.

                        Comentario de José Baena

El debate ha descendido a un nivel penoso. De una pregunta acerca de dos conceptos teóricos, democracia es islam, se ha llegado a un batiburrillo en el que cada uno cuenta la feria según le va. Seamos serios.

En primer lugar no existe un solo islam, sino varios y con diferencias "prácticas" notorias y evidentes. En este plano, puedo decir que he conocido a muchos musulmanes fervientes partidarios de la democracia "si fuera posible que ésta se pudiera practicar en sus países", es decir, hablando en condicional. También conozco a muchos cristianos (de ellos bastantes que se consideran católicos) que practican y defienden el aborto, algo que, según el ideario cristiano no resulta compatible. Así que sin descender a lo que cada uno haga u opine, si nos atenemos al debate de ideas, me atengo a las opiniones del profesor François Bugart, investigador del Institut de Recherches sur le monde Arabe et Musulman, quien se formula la siguiente pregunta:

"¿Cómo puede encajar la soberanía de Dios, la primacía de la norma divina, en un mundo que, por el contrario, procede de la voluntad humana? Según Bugart, la falta de categorías que fundamentan la noción de oposición o instituyen el pluralismo político y la "conciencia laica" (la falta de reconocimiento de un espacio reservado exclusivamente a la política), así como la afirmación de que la ley divina prevalece sobre la voluntad popular "son los dos primeros indicios de la incompatibilidad estructural entre las referencias del islam y el pensamiento liberal".

La ley islámica (y no hablo de las interpretaciones "islamistas", más radicales todavía) es de inspiración divina y muchos países árabes que en los momentos actuales intentan recuperar la "sharía" para mantener su identidad tradicional, en la cual se prioriza la voluntad divina sobre la voluntad popular, choca frontalmente con el concepto mismo de democracia, que significa, precisamente, "la autoridad del pueblo". De ahí que, desde la teoría islámica, se anatematice la palabra "democracia" que es asimilada a la "falta de fe" de los infieles, algo impensable para un verdadero musulmán. Por eso, el profesor Bugart (y prácticamente todas las fuentes académicas que conozco), manifiestan que, si nos atenemos a la teoría política, cabe decir que democracia e islam son conceptos radicalmente incompatibles.

Otra cosa será si en el futuro el islam derivase hacia una nueva dirección que incorporara o aceptara la modernidad, pero, en los momentos actuales, no hay señal alguna de que las cosa vayan por ahí, sino todo lo contrario. En rigor, esto es lo que sostienen los especialistas, así que todo lo demás son creencias particulares con las que cada uno podrá quedarse, si eso es lo que le apetece. Porque ya sabemos que, como dijo Ortega y Gasset, "las ideas se tienen, en las creencias se está". D. Luis defiende su "creencia" de que el islam actual es compatible con la democracia: él sabrá por qué. Yo, por el contrario, me uno a las ideas de los estudiosos y especialistas que, al margen de creencias particulares, sostienen que, desde el punto de vista de las ideas, la interpretación radical que del islam defienden los países árabes que Occidente presenta como "aliados" es estructuralmente incompatible con el concepto de democracia.