domingo, 8 de febrero de 2015

         
               CRISIS GRIEGA: LA MIRADA DEL OGRO 

                                                        
                                                          El señor don Juan de Robres,
                                                                con caridad sin igual,
                                                                hizo este santo hospital...
                                                                y también hizo los pobres.

                                                                         Juan de Iriarte, siglo XVIII 




En agosto de 2012, en pleno diluvio que entonces arrasaba Grecia y que hacía presagiar el tornado que ahora se abate sobre la nación helena, escribí en este Blog un artículo que titulé "Yo tambien soy griego”, cuyo primer párrafo transcribo: 

“¿Cuántas veces en los últimos dos años hemos escuchado por boca de los políticos españoles la estúpida afirmación, por geográficamente obvia, de que España no es Grecia? Con tales palabras, repetidas hasta la saciedad como si tratara de un mantra religioso, hemos pretendido interponer una barrera conceptual que apartara nuestras conciencias de las privaciones que en nuestros días afligen al pueblo griego, como si con torpes palabras, fabricadas por el egoísmo y la cobardía, pudiéramos camuflar la tremenda realidad de que la raíz de los males que hoy asolan Grecia sea muy semejante a la de los problemas que hoy soportamos los españoles a causa de la crisis.

“Una realidad, cualquier realidad, no se desvanece con exorcismos, ni acogiéndonos por interés a las mentirosas palabras que en apestoso diluvio pronuncian solemnemente nuestra vergonzante clase política, sino con actos firmes de buen gobierno. Si Grecia es excluida de Europa, algo que parece muy probable, debemos ser conscientes de que serán España y Portugal las naciones que ocupen, por méritos propios, su papel de apestados en el escenario de la farsa que hoy representa la Unión Europea. Un espectáculo que, si bien presenta tintes de comedia burlesca para la clase política en su conjunto, es un terrible drama para todos los que sufren en sus carnes las peores consecuencias de los desvaríos de Europa y la desvergüenza voraz de nuestros propios gobernantes carpetovetónicos, los que hoy ocupan el poder y los que les precedieron: léase PP y PSOE, más ese corifeo de bergantes neonacionalistas instalados en el despilfarro glotón representado por el potaje de siglas que puebla el mapa de lo que alguna vez fue España".




En los últimos días basta atender a las declaraciones de nuestros políticos, examinar la mayor parte de los artículos aparecidos en la prensa o escuchar los comentarios de los tertulianos que cada día pontifican en las televisiones sobre todo lo divino y humano desde su sectarismo o su ignorancia, por no hablar de esa neurastenia zafia que vomita en las redes sociales, para ver que, los mismos que antes pregonaban como verdad incontrovertible que España no es Grecia, son los que hoy vociferan la letanía contraria, esto es, que España puede convertirse en otra Grecia si no tomamos buena nota del abismo que amenaza con tragarse a los griegos desde que alcanzó la mayoría necesaria para gobernar la nueva izquierda representada por Syriza. Hace falta mucha desvergüenza para aceptar lo que hace bien poco negaban y, sobre todo, poseer una gran dosis de ignorancia para comparar Syriza con esa troupe tan casposamente española llamada Podemos, a Pablo Iglesias con Alexis Tsipras o a Monedero con Yanis-Varoufakis, el nuevo ministro griego de Finanzas.                      




Cuando en 1981 Grecia entró en la Unión Europea por voluntad de Alemania, todos los gobiernos de los Estados miembros sabían que la economía griega no reunía las condiciones mínimas de convergencia. No obstante, los rectores económicos europeos (léase Alemania) dejaron caer sobre Grecia una lluvia de dinero barato que los griegos aprovecharon en gran parte para malgastarlo, al igual que ha venido haciendo España con el abubante maná de los fondos estructurales europeos. Alemania les vendió a los griegos tanques, fragatas, bienes de equipo y todo lo que pudo, especialmente automóviles, con lo que la deuda griega, creció y creció sin que los organismos rectores de la economía europea hicieran nada para que Grecia enderezara su desbarajuste económico.

Un dato muy importante no suele tenerse en cuenta a la hora de juzgar la crisis actual provocada por la elección del Gobierno de Alexis Tsipras: Que Grecia es el miembro de la UE que más presupuesto ha venido dedicando a gastos militares, llegando a desembolsar en los últimos años hasta el 5,6% de su PIB en equipamiento militar, unos 13.400 millones de euros. Aunque en febrero de 2010, con los primeros recortes gubernamentales, fue aprobada una reducción de 547 millones de euros en tales gastos, el Ministerio de Defensa acordó la compra de seis fragatas a Francia y treinta aviones Eurofighter a Alemania, dándose la paradoja de que los países que mas recortes drásticos exigieron, Alemania y Francia, cerraron tratos millonarios para armar al país heleno. El entonces presidente de Grecia Yorgos Papandreu, según el periódico Ekathimerini, declaró a su homólogo turco: "Nos sentimos presionados para llevar a cabo transacciones que no deseamos. Grecia no necesita armas nuevas". Otro alto funcionario griego declaró que nadie les obligaba a comprar armas, pero que con su compra las ayudas eran más favorables”. En román paladino, estas declaraciones equivalen a confesar que Alemania, Francia y Estados Unidos, es decir, el núcleo fuerte de la OTAN en Europa, presionó para que Grecia incrementara su arsenal militar a costa de incrementar la deuda. Durante todo el mes de agosto del año 2010, dos veces por semana se reunían unas veinte personas en el Ministerio de Defensa griego. Altos cargos de la Marina griega, juristas, asesores económicos y funcionarios del Estado, se sentaban junto a directivos de la constructora de submarinos alemana Thyssenkrupp Marine Systems (TKMS) y sus socios de Abu Dhabi Mar (ADM). Las negociaciones tenían por objeto establecer cuándo y cómo pagaría Grecia los millones de euros adeudados por la compra de submarinos alemanes, además de decidir el futuro del astillero griego de Skaramanga, amenazado por la quiebra. Paradójicamente, las negociaciones debían asegurar que el gobierno griego firmara un nuevo contrato para la compra de nuevos submarinos. Todo esto en medio de la peor crisis económica de la historia del país.



Submarino alemán U-31, durante unos ejercicios en el Báltico

Los detalles de un negocio que duraba ya varios años, la venta de armas de Alemania a Grecia, llegó a la opinión pública alemana en los primeros meses de 2010. Mientras el Gobierno de Angela Merkel aprobaba ayudas de 22.400 millones para contribuir al rescate de Grecia, los fiscales de Múnich comenzaban a investigar a intermediarios alemanes que habrían pagado millones de euros a políticos griegos para asegurarse la venta de submarinos. La investigación, que comenzó en mayo, estaba centrada en un contrato entre Berlín y Atenas del año 2000 por la compra de seis submarinos. A pesar del escándalo, Grecia siguió comprando armamento, aunque retrasó los pagos. A finales de septiembre de 2009, TKMS anuló todos los contratos con Grecia y declaró que ya no sería responsable del astillero helénico. El 5 de noviembre de 2010,  la empresa filial de Tyssenkrupp intentó demandar a Grecia ante la Cámara de Comercio Internacional de París.

Mientras en diciembre de ese mismo año Grecia caminaba hacia la quiebra, empezaron a circular especulaciones sobre un plan de rescate del país por parte del Fondo Monetario Internacional o de la Unión Europea. Pero lo más llamativo del caso era que, a fin de cuentas, como los que tendrían que aportar más por el rescate eran Alemania y Francia, los gobiernos de estos países exigieron que los negocios de armas debían mantenerse sin detrimento.

El plan de rescate entrañaba una curiosa paradoja: obligaba a Grecia a ahorrar en Defensa, pero al mismo tiempo le exigía respetar los contratos con las empresas de armas. Este acuerdo fue denunciado en el año 2010 por Daniel Cohn Bendit, diputado de los Verdes en el Parlamento Europeo, en un discurso en Bruselas. "La culpa de la corrupción política en Grecia es de todos", dijo Cohn Bendit a gritos. "Tenemos que tomar una iniciativa para el desarme de Grecia y Turquía (...) Somos unos hipócritas. En los últimos meses, Francia ha vendido seis fragatas a Grecia por 2.500 millones de euros, y helicópteros por 400 millones; Alemania vendió a Grecia seis submarinos por un total de 1.000 millones de euros. Le prestamos dinero para que nos compre armas", martilleó.

Pero la historia siguió marchando por el mismo rumbo. A pesar de la situación desoladora en la que se hallaba Grecia, Alemania (y en parte Francia) apostaron por mantener sus negocios armamentísticos. Y Grecia, colocada entre la espada y la pared, fue dócil a las presiones francoalemanas y se mostró dispuesta a seguir gastando en armamento. El problema, sin embargo, no era solo que un país tan endeudado siguiera firmando contratos tan enormes con los mismos países que lo estaban rescatando: el asunto es que contratos de esta naturaleza y magnitud dejan amplio margen a la corrupción. Precisamente, esto es lo que, según dijeron los fiscales de Múnich, había ocurrido con la venta de los submarinos alemanes. "El mercado de armas es por sí mismo una incubadora de corrupción, con enormes cantidades de dinero moviéndose y la necesidad de mantener todo en secreto", explicó Nick Witney, experto de Defensa en el Consejo Europeo para las relaciones internacionales.



Crisis griega: exhortación a los cocodrilos 

En diciembre de 2011, pocos días después de celebrarse la séptima huelga general del año y primera a la que se enfrentaba el gobierno de unidad de Lukás Papadimos, ante la insostenibilidad de la situación social y política, el ministro de Finanzas y dirigente del Pasok, Evangelos Venizelos, anunció la convocatoria de elecciones anticipadas para abril del año siguiente. Como dato gráfico del terrible impacto de la política de recortes impuesta por Bruselas es recomendable examinar el informe elaborado por la federación de comercio minorista de Grecia, donde se revelaba que el pueblo heleno redujo en un 30% sus gastos navideños, muestra más que evidente de que las medidas que venían siendo aplicadas contraían la economía real por reducción de la demanda interna y el consiguiente incremento de la tasa de paro.

El año 2012 comenzó con la petición por parte del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo de que Grecia rebajara el salario mínimo por debajo de los 600 euros en los que estaba, mientras que el primer ministro griego, Lukás Papadimos, preveía una quiebra descontrolada en marzo si no se llegaba a un acuerdo con la Troika y con la banca acreedora, aunque Europa rechazó la idea alemana de controlar las cuentas helenas mediante un comisario nombrado por el Eurogrupo con poder para vetar las decisiones gubernamentales. Tras la celebración del Consejo Europeo, Bruselas siguió aumentando su presión sobre el Gobierno heleno para que cerrara el acuerdo con los acreedores privados y cumpliera las medidas de ajuste y reformas acordadas con sus socios a cambio del rescate. A todo esto, el nivel de empobrecimiento era tal que el Gobierno de no tuvo más remedio que aprobar el reparto de vales de comida entre los escolares de la región del Ática (donde se encuentra Atenas) para combatir la desnutrición que sufrían muchos niños. Bruselas aceptó, pero siguió demandado nuevos recortes.

El 10 de febrero, tras una noche de arduas negociaciones en la que el recorte de las pensiones estuvo a punto de dinamitar el acuerdo, los líderes griegos aceptaron in extremis las medidas de austeridad exigidas por Bruselas, mientras que el Eurogrupo, reunido de urgencia, seguía exigiendo más recortes y garantías a Atenas para desbloquear la ayuda financiera del segundo rescate.





Como era de esperar, las elecciones legislativas celebradas en mayo dejaron un Parlamento fragmentado en el que los grupos políticos partidarios del plan de austeridad necesario para el rescate carecían de mayoría suficiente para formar gobierno, mientras que la la tasa de paro marcaba un récord en febrero del 21,7% según los datos publicados por la oficina de estadísticas griega Elstat, en los que el, desempleo juvenil alcanzaba el 53,8%. Esta situación fue reconocida por Bruselas cuando en sus previsiones de primavera señaló que la economía helena seguiría en recesión durante todo el año 2012 al caer su PIB un 4,7% y que en 2013 habría crecimiento nulo (0,0%). Para echar más leña al fuego, el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, declaró que la salida del euro por parte de Grecia "no supondrá un problema para el sector financiero francés", con la consiguiente alarma de los mercados. Una muestra más de la falta de cohesión interna existente en ese costoso y mastodóntico artificio en el que la Unión Europea se ha convertido. En abierta sintonía con su compatriota, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, avivó los temores al sugerir la necesidad de estar preparados para que Grecia saliera ordenadamente de la eurozona. 



Ante la falta de expectativas a corto y medio plazo, el descontento popular fue recogido por Alexis Tsipras, líder de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) de Grecia, quien en su campaña electoral para las elecciones del 17 de junio prometió la abolición del memorandum de austeridad pactado con la UE y el FMI. En el resultado de los comicios se impuso el voto del miedo, que dio el triunfo a los conservadores de Nueva Democracia, quienes podrían formar un gobierno pro-rescate aliados con los socialistas del Pasok. La quiebra en la sociedad griega era tan evidente como el empobrecimiento acelerado de las economías familiares que reflejaban las encuestas: el 73,9 % de los griegos era partidario de suavizar las condiciones del rescate, aunque eso supusiera la salida de la zona euro. Tal sentimiento resulta normal cuando, a pesar de los recortes, el abismo que amenazaba tragarse la nación era cada vez más insalvable. Las estadísticas muestran que la tasa de paro seguía creciendo, situándose en el mes de noviembre en el 25,4%, lo que suponía siete puntos más que en el mismo mes del año anterior, mientras que el paro juvenil alcanzaba el 58%. Aunque el Ministerio de Finanzas señaló que entre enero y septiembre se había producido una reducción del déficit presupuestario en un 37% más de lo previsto, no es menos cierto que al mismo tiempo cayeron también los ingresos fiscales debido al descenso de la actividad económica, con lo que los sacrificios derivados de los continuos recortes parecían inútiles. Esta era la situación en Grecia cuando yo redacté la entrada de mi Blog "Yo tambien soy griego", a la que me referido al comienzo del presente análisis recapitulador. 

La huelga general de cuarenta y ocho celebrada los días 7 y 8 de noviembre sirvió de marco a la aprobación por una ajustada mayoría de los Presupuestos de 2014 por el Parlamento, en los que se anunciaban nuevos recortes por valor de 9.500 millones de euros y la aprobación de medidas que incluían desde bajadas salariales y recortes de pensiones al despido de veinticinco mil funcionarios, mientras que la Plaza Syntagma se congrgaban decenas de miles de personas para protestar por la política impuesta por Bruselas, produciéndose graves enfrentamientos en los que rersultaron ocho policías heridos y setenta manifestantes detenidos. 


Manifestantes ante el Parlamento griego el 6 de noviembre de 2012





Las tensiones sociales encuentran su correspondencia en los datos oficiales publicados por el Ministerio de Orden Público, según los cuales el número de suicidios e intentos de suicidio en Grecia aumentó un 37% entre los años 2009 y 2011. A final de este año la contracción interanual de la economía helena era de un impresionante 6,9%, con lo que el PIB acumulaba diecisiete trimestres consecutivos de caída.

Siguiendo con los "ajustes", en mayo de 2013 el Gobierno griego vendió el 33% de su participación en la Lotería Nacional: "Hoy hemos completado la primera gran privatización que ha tenido lugar en nuestro país", declaró el ministro de Finanzas, Yannis Sturnaras, quien aseguró que la venta aportaría al endeudado Estado heleno nuevos ingresos para proseguir el hipotético saneamiento de su economía. Que el camino emprendido no resolvía la situación fue reconocido por el FMI cuando en el mes de junio reconoció "notables fallos" en el rescate de Grecia, porque se había subestimado "el efecto de la austeridad en el crecimiento económico". Y es que las estadísticas no dejan lugar a dudas: El desempleo alcanzó en febrero al 27% de la población activa, lo que supuso un aumento de algo más del 5% respecto al mismo mes del año anterior, cuando fue del 21,9%. En cuanto al paro juvenil entre los menores de veinticinco años, la nueva cifra del 64,2% estableció un nuevo récord histórico, diez por encima de la febrero de 2012 (54,1%). En este escenario desolador, el país vivió su tercera huelga general del año, convocada por el cierre de la radio-televisión pública, medida que fue ilegalizada por la Justicia griega, que ordenó restablecer la señal y que la ERT permaneciera operativa hasta que se creeara una nueva televisión pública.

Ante la evidencia del insostenible marasmo económico griego, el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, admitió en el mes de agosto que Grecia necesitaría un tercer rescate cuando concluyera el vigente y la adopción de nuevas medidas para aligerar su deuda, como una reducción de los tipos de interés de los préstamos concedidos por la eurozona, previsión que fue confirmada por el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, y por la canciller Angela Merkel. No obstante, el presidente de la patronal industrial de Alemania, Ullrich Grillo, propuso a Grecia que -en lugar de realizar una nueva quita a su deuda- transfiriera su patrimonio nacional al Fondo de Rescate Europeo (MEDE), para que éste organismo pudiera venderlo a su antojo y saldar la deuda de Grecia por este procedimiento. No hace falta ser experto en economía para ver que la adopción de tal medida suponía, lisa y llanamente, el desmantelamiento total del Estado y la pérdida de la soberanía nacional griega. Bajo las indicaciones del Gobierno alemán, Bruselas autorizó al segundo intento la compra de Olympic Air por parte de Aegean Airlines, al tiempo que el ejecutivo griego completaba la venta de su participación del 33% en la organización helena de apuestas deportivas OPAP al fondo de inversión Emma Delta por 652 millones de euros. No obstante, pese a los interminables recortes, las estadísticas referidas al año anterior mostraban que uno de cada cinco griegos tuvo dificultades para acceder a los productos básicos, mientras que el 30% de la población carecía de acceso a la sanidad pública.




En el expolio griego, ¿quienes son los extremistas?

TAIPED es el acrónimo en griego de lo que en español sería “Fondo de la República Helénica de Desarrollo de Activos”, organismo encargado de privatizar las empresas públicas griegas. La página web del TAIPED tiene un formato de tan fácil navegación que hace pensar en una tienda en línea. Solo que en esta tienda en lugar de comprar libros o cápsulas para la cafetera se pueden rastrear y examinar activos del Gobierno griego para pujar por ellos: desde puertos a instalaciones de los Juegos Olímpicos de 2004; desde empresas públicas a playas paradisíacas en las que construir complejos turísticos. Una pléyade de propiedades que desde 2011 estaban a la venta del mejor postor tras un acuerdo adoptado por la Troika para capitalizar fondos a las arcas helenas de una manera rápida, que fue calculado a razón de 1.000 millones de euros al año. Para que el inversor pueda ir directamente al grano, los bienes en venta aparecen clasificados en tres categorías: suelo a desarrollar, infraestructuras y compañías.

Fuentes cercanas al Gobierno germano aseguraron haber pedido a Grecia que consiguiera 2.200 millones en 2015 vía privatizaciones si quería seguir manteniendo la asistencia financiera de la Troika. El problema estaba en que esa cifra suponía el doble del ritmo al que el fondo había venido obteniendo capital en los cuatro años que llevaba operando. El desencuentro entre Bruselas y los partidos opositores griegos era ya isalvable: Mientra el gobierno de Ángela Merkel exigía que se aumentara la velocidad de las privatizaciones, Syriza apostaba por frenar la maquinaria que estaba liquidando a precios de saldo el patrimonio nacional griego.

Ante esta situación de desgarro social, político y económico cabe preguntarse, como hace Vicenç Navarro, catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra en un magnífico análisis, ¿quienes son los extremistas?. Como he dejado dicho al comienzo de esta entrada, la imagen mediática que se ha estado proyectando de lo que pasa y podría pasar en Grecia es que un partido de la extrema izquierda ha sido elegido en ese país, que llevará a cabo políticas extremistas que abocarán al desastre económico y financiero, forzando la expulsión griega de la eurozona. Casi todos los artículos de nuestros medios de "información" presentan esta visión sesgada de lo que viene ocurriendo en Grecia. Pero lo cierto es que esta interpretación de la realidad griega, así como de los términos que utilizados (como definir a Syriza como un partido extremista), proceden de un establishment político-mediático, tanto europeo como español, que ha venido aplicando políticas de recortes del gasto público y reformas laborales encaminadas a reducir los salarios, generadoras del empobrecimiento de amplios sectores de las clases medias y dando lugar a una de las recesiones económicas más profundas que Europa haya conocido desde principios del siglo XX. En realidad, más que recesión, en Grecia ha habido una Gran Depresión, todavía peor que la que sufrió EE.UU. a principios del mismo siglo. Su PIB ha descendido nada menos que un 25%, y sus indicadores económicos y sociales (desde su elevadísimo paro hasta el aumento de los suicidios) han sido desastrosos, sin que haya forma más suave de definirlo. A las similitudes existentes entre la Gran Depresión del 29 y la Gran Recesión actual me referí hace casi tres años en este Blog: "Una leccion no aprendida la crisis del 29 y la solución alemana".


Un análisis detallado de las propuestas económicas del partido Syriza muestra claramente que lo que está sugiriendo es el desarrollo de políticas redistributivas mediante un aumento del gasto público (enfatizando la inversión social) y con un incremento de los salarios a fin de estimular la demanda doméstica paralizada por las políticas de austeridad, semejantes al New Deal adoptado por el presidente Roosevelt tras el crak del año 1929. Todo ello financiado con medidas fiscales que sirvieran par incrementar  la progresividad fiscal y corregir el abusivo nivel de fraude, para luego, como parece lógico, renegociar una deuda mantenida artificalmente elevada a cusa del sistema financiero desarrollado en la Eurozona, centrado en el Banco Central Europeo, que en lugar de ser un banco central (que proteja a los Estados frente a la especulación financiera internacional), opera en la realidad como un lobby de la gran banca. 

No cabe duda que este sistema es profundamente injusto y debería ser cambiado. Cualquier analista de la realidad económica griega, que no esté imbuido por los dogmas neoliberales interpretados "a la manera prusiana", puede ver que estas políticas son las intervenciones que Grecia necesita y que que son las propugnadas por Syriza. A este tipo de soluciones –de claro corte socialdemócrata- el establishment económico, financiero, político y mediático europeo las llama políticas “extremistas”, lo que demuestra el grado de oportunismo sectario existente en las culturas políticas y mediáticas dominantes en la eurozona y, por descontado, en la España oficial representada por el Gobierno de Mariano Rajoy. Resulta curioso que la políticas de recortes que afectan a las clases sociales menos favorecidas, piadosamente llamadas "reformas", no sean políticas extremistas.




Final de trayecto: crónica de una muerte anunciada

El año 2014 se inicia con la aprobación por el Parlamento griego de una de las reformas exigidas por la Troika, la reforma sanitaria, que contemplaba sustituir el sistema de policlínicas especializadas por una red de atención primaria cuyo pilar sería el médico de familia, dejaba sin amparo a los más de tres millones de ciudadanos (en torno al 30% de la población) que se habían quedado sin cobertura médica por encontrarse en el paro o estar en situación de mora ante la Seguridad Social durante más de un año. Como medida de protesta, los médicos y el personal sanitario celebraron una huelga de veinticuatro horas en previsión de que fuera el principio de la privatización total de la salud pública. En mayo de este año 2014 el nuevo ente público griego Nerit comenzó a funcionar después del cierre fulminante de la radio-televisión pública griega once meses atrás, haciéndolo en las mismas instalaciones que su predecesora, pero con un tercio de la plantilla original, al tiempo que el Tribunal Supremo declaraba inconstitucional la privatización de las aguas de la ciudad de Atenas.

La aplicación de la estricta política de recortes comenzó a verse reflejada en las estadísticas. Según los datos del mes de julio, se redujo el déficit general del Estado griego durante el primer semestre a casi la mitad del nivel alcanzado en el mismo período de 2013, al pasar de 4.991 millones de euros a 2.415 millones (el 1,3% del PIB), según los datos publicados por el Ministerio de Finanzas, explicando la reducción por el drástico recorte de los gastos primarios, que sumaron 20.057 millones de euros, 943 millones menos de lo previsto en los presupuestos del Estado y 1.350 millones menos que en el mismo periodo del año anterior. Los ingresos de Estado ascendieron a 23.620 millones de euros, 246 millones más de lo previsto y 1.048 millones más que en el mismo período del año pasado. El informe también destacaba que en los primeros seis meses de 2014 se logró un superávit primario, ¡exluyendo el pago de intereses de la deuda!, de 712 millones de euros, frente al déficit primario de 1.511 millones euros acumulado entre enero y junio de 2013.

La lógica contrapartida a la reducción deficitaria se manifestó en que la economía griega se contrajo un 0,3% en el segundo trimestre en comparación con el mismo periodo de 2013, lo que suponía encadenar veinticuatro trimestres consecutivos de recesión. Para paliar la desesperada situación de las familias, el Gobierno griego, despues de forcejear con la Troika, decidió ofrecer a partir de noviembre un plan de ayudas ayudas sociales, por una cuantía mínima de 200 euros mensuales, para los parados de larga duración o personas sin ingresos. La ayuda mensual para los beneficiarios sería de 450 euros mensuales para una familia con tres hijos. Para completar el panorama anual, Grecia fue denunciada en el mes de noviembre por la OIT de haber destruido el 25% del empleo perdido en Europa desde 2008, criticando que las medidas adoptadas por el Gobierno no habían servido para impulsar la recuperación y el empleo. Pese a todo lo expuesto, las negociaciones entre Grecia y la Ttroika en París concluyeron sin acuerdo: los fiscalizadores vieron insuficientes las medidas propuestas por Atenas para hacer frente a la brecha financiera de 2015, estimada entre 2.600 y 3.600 millones de euros, aunque el Ministerio de Finanzas adujo que no existiría tal brecha, ya que los ingresos adicionales del Estado generados por las nuevas medidas previstas bastarían para equilibrar las cuentas.




Así las cosas, en la reunión celebrada el 8 de diciembre, los ministros de Economía de la eurozona acordaron prorrogar por dos meses el rescate griego, que expiraba el 31 de diciembre, con el objetivo declarado de dar más tiempo a la Troika y al Gobierno de Atenas para pactar los ajustes exigidos para el desembolso del último tramo de 1.800 millones del vigente segundo programa de asistencia financiera. La situación al acabar el año no invitaba al optimismo. Después del largo calvario que llevaba soportando, a finales del año la oficina estadística griega informó que el país terminaba 2014 en deflación, el IPC cayó un 2,6% respecto a un año antes y un 0,5% en comparación al mes previo. Además, entre enero y diciembre, los precios se abarataron en un promedio del 1,3%. Para colmo, el 9 de diciembre la Bolsa de Atenas se desplomó un 12,78% ante el anuncio de elecciones presidenciales anticipadas, convocadas en medio del clima de descontento popular e inestabilidad política existentes en el país. Al fracasar la elección de su candidato en la tercera votación, el primer ministro Samaras no vio otra solución que adelantar las elecciones generales al 25 de enero, lo que provocó la inmediata reacción del FMI para decidir que las conversaciones con las autoridades griegas respecto a la aprobación del programa de rescate no serían reanudadas hasta después de la formación del nuevo Gobierno. La guinda vino de la mano del diario Der Spigel cuando el 4 de enero de este año de 2015 publicó que Alemania se planteaba la salida de Grecia de la moneda única, lo que provocó el hundimiento de las Bolsas europeas, perdiendo la de Atenas un 5,63% en una sola jornada.




Después de lo expuesto hasta aquí, nadie que no sea ignorante o mentiroso puede decir que Grecia no ha hecho recortes y, en el colmo de la osadía, afirmar que el pueblo griego merece la humillante situación en la que se encuentra y, lo que es mucho peor, la absoluta falta de perspectivas viables para salir de una crisis tan prolongada como insoportable para un amplísimo sector de la ciudadanía. Ni más ni menos, esta es la abracadabrante situación que el nuevo y ya anatematizado Gobierno de Alexis Tsipras ha encontrado al inicio de su mandato, a quien los miserables voceros de siempre no han vacilado en achacar todos los males que puedan sobrevenir a Grecia, sin querer ver que la política de recortes impuesta a Grecia no ha servido más que para estancar su economía y condenar al país heleno a permanecer en la leprosería internacional creada por los mecanismos financieros globales.


Paul Krugman

Como ha señalado Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, en su reciente artículo “Grecia pone a prueba a Europa”, mucha gente parece creer que los préstamos que Atenas ha recibido desde que estalló la crisis han servido para financiar el gasto griego. Pero “la realidad, sin embargo, es que la inmensa mayoría del dinero prestado a Grecia se ha utilizado simplemente para pagar los intereses y el principal de la deuda. De hecho, a lo largo de los dos últimos años, una cantidad superior al total enviado a Grecia se ha reciclado de esta manera: el Gobierno griego obtiene más ingresos que lo que gasta en cosas que no son intereses, y entrega los fondos adicionales a sus acreedores” o, por simplificar las cosas un poco más de la cuenta, “se podría pensar que la política europea supone un rescate económico no para Grecia, sino para los bancos de los países acreedores, y que el Gobierno griego simplemente actúa como intermediario (mientras que a los ciudadanos griegos, que han visto caer en picado su nivel de vida, se les exige que hagan aún más sacrificios para que ellos también puedan aportar fondos a ese rescate)”. Dicho en plata, que la mayor parte de las "ayudas" a Grecia han servido para financiar la compra de bonos griegos en manos de la banca alemana (y en menor medida, francesa) por los Bancos nacionales europeos, conforme Alemania se deshacía de los bonos griegos que iba comprando el Banco Central Europeo.

Como explica Paul Krugman, “es cierto que Grecia (o, para ser más exacto, el Gobierno de centro-derecha que gobernó el país entre 2004 y 2009) tomó prestadas de manera voluntaria unas sumas enormes de dinero. Sin embargo, también es verdad que los bancos de Alemania y del resto del mundo le prestaron a Grecia todo ese dinero de manera voluntaria. En condiciones normales, sería de esperar que las dos partes responsables de ese error de juicio pagasen por él. Pero las entidades crediticias privadas han sido, en gran medida, rescatadas (a pesar del “recorte” de sus demandas en 2012). Mientras tanto, se espera que Grecia siga pagando.


Manifestantes en la Plaza Syntagma de Atenas contra la política de recortes





Ahora bien, la verdad es que nadie cree que Grecia pueda pagar todo lo que debe. De modo que ¿por qué no admitir esa realidad y reducir los pagos hasta un nivel que no imponga a los ciudadanos un sufrimiento eterno? ¿Acaso el objetivo es que Grecia sirva de ejemplo para otros prestatarios? Si es así, ¿cómo se compatibiliza eso con los valores de la que, supuestamente, es una comunidad de países democráticos y soberanos?

Desde un punto de vista objetivo, resolver esta situación no debería ser difícil. Aunque nadie lo sepa, el hecho es que Grecia ha avanzado mucho en la recuperación de su competitividad; los sueldos y los costes han caído en picado, de modo que, en estos momentos, la austeridad es el principal lastre que tiene la economía. Así que lo que hace falta es sencillo: dejar que Grecia tenga unos superávits más pequeños, pero aun así positivos, lo cual mitigaría el sufrimiento griego y permitiría al nuevo Gobierno proclamar su éxito, con lo que se aplacarían las fuerzas antidemocráticas que aguardan entre bastidores. Entretanto, el coste para los contribuyentes de los países acreedores —que nunca van a recuperar el importe total de la deuda— sería mínimo”.


El problema de Europa es Alemania no Grecia

Otro Premio Nobel de Economía, el estadounidense Joseph Stiglitz, ha llegado todavía más lejos que Paul Krugman cuando afirma sin titubear que “el problema de Europa es Alemania no Grecia”, señalando que las crisis que sufren actualmente algunos países europeos son las consecuencias de unas políticas erróneas de la Unión Europea que benefician solo a un miembro: Alemania. Por ello, añadió en una entrevista concedida a la cadena CNBC, "la mayoría de los economistas dicen que la mejor solución para Europa, si se va a romper, es que Alemania salga de la eurozona".


Joseph Stiglitz



Como ocurrió frecuentemente en la época de la antigua Inquisición, cuando denunciar a sus vecinos por herejes o judaizantes hizo alimentar a muchos una esperanza de salvación, también hoy veo a muchos que señalan a Grecia como nación apestada y desean su expulsión de la Unión Europea, creyendo que con eso se alejará de España el fantasma de una crisis a la que, pese a lo que diga el Gobierno (¡qué otra cosa podría decir!), no se le todavía la salida. El pueblo griego es tan culpable de lo que han venido haciendo sus Gobiernos como los españoles de lo que hizo ZP, o de lo que ahora decide el Gobierno de Rajoy, es decir, nada. La gente común y corriente no tiene por qué saber cómo funciona la economía internacional. A este respecto, en su incisivo artículo “El juego del gallina”, Antón Costas, que es catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, escribe:

¿Por qué Grecia, que representa sólo el 2 % del PIB de la eurozona, tiene capacidad de amenazar a Alemania? Porque la permanencia del euro depende de que los mercados lo vean como algo irreversible. Si alguien sale, aunque sea un país pequeño como Grecia, los mercados tendrán la mosca detrás de la oreja y pensarán que otro país también puede tener que abandonar y lanzarán nuevos ataques especulativos contra la deuda de ese otro país. Esa es la carta de amenaza que tiene Alexis Tsipras: Id con cuidado con lo que hacéis conmigo, ¡porque podéis tirar piedras sobre vuestro propio tejado!

¿Puede sostenerse el euro en un escenario europeo de estancamiento prolongado, elevado paro y deflación? No. El consenso entre economistas es bastante general. Tarde o temprano, algo haría descarrilar el euro. A pesar de la decisión de Mario Draghi de hacer todo lo necesario (“whatever it takes”) para salvar el euro, incluyendo las operaciones de transfusión masiva de sangre a la economía, un escenario de desempleo y deflación prolongado haría insostenible el euro.

¿Por qué Alemania no es consciente de este riesgo y flexibiliza su postura respecto de la política monetaria, la austeridad y la política fiscal? Es difícil responder a esta cuestión. El pensamiento macroeconómico alemán es muy nacionalista. Está dominado por las ideas ordoliberales. En el manual de esa filosofía no existe ningún capítulo dedicado a las recesiones y como hacerles frente. De forma irónica, Wolfgang Münchau, columnista del Financial Times, decía hace unos meses que a los economistas y responsables económicos alemanes se les podía clasificar en dos grupos: los que no habían leído a Keynes, y los que no lo habían entendido. Realmente es difícil comprender la pobreza de su pensamiento macroeconómico. Quizá tenga que ver con su historia”.




Como explica el periodista Max Keiser con una claridad que hasta hace que se le entienda todo, los euopeos en general y los alemanes en particular deberían saber una gran verdad: que los préstamos concedidos a Grecia lo han sido en su inmensa mayoría para rescatar no a Grecia sino a sus acreedores, ¡especialmente los bancos alemanes! Pulsen aquí para ver la entrevista a Max Keiser. 

Pese a todo, la economía griega comporta la décima parte del PIB español, y apenas un 2% de toda la UE. La deuda total, tras el chequeo, ascendía al 150% del PIB, aproximadamente 150.000 millones de euros. La terapia de castigo impuesto por la Alemania de Merkel y el posterior rigor mortis del cruel austericidio no sólo no lo han disminuido -después de 6 años de recesión, reducción drástica del PIB de casi un 50%, del empobrecimiento dramático de clases medias y la inhumana trituración de los trabajadores, con el desmantelamiento de los últimos vestigios del Estado social en Grecia-, sino que lo han aumentado ¡hasta casi el 200% del PIB! Y ello a pesar de que Grecia ha impuesto una reducción de su "déficit primario" y el de su gasto público como ningún otro país en toda la historia de la UE. El problema de Grecia no ha sido ni es cuantitativo. 

Haber liquidado una deuda de 150.000 millones no hubiera sido difícil para una Unión Europea que movilizó 800.000 millones de euros en el rescate de la banca el mismo año que sometía a los griegos a torturas sociales carentes de precedentes e incompatibles con la idea de una Europa cohesiva, solidaria e integradora, que nada tiene ahora que ver con la percepción de la UE -identificada con la Troika, los castigos y sanciones- ha expresado las urnas. Como con toda razón ha declarado Varoufakis ante la cadena pública alemana ARD, “especialmente los alemanes pueden comprender que a una nación orgullosa no se la puede humillar tanto tiempo sin dejarle ver la luz al final del túnel”. También podía haber dicho que la estrategia de bloqueo a Rusia impuesta a Europa por EE.UU. empeora notablemente las expectativas inmediatas del comercio europeo y cuesta mucho más de lo que costaría salvar a Grecia de forma no sacrificial para sus ciudadanos, pero de esto no se habla, ¿para qué? Quien manda, manda...





En la noche del miércoles, día 28 de enero, el Banco Central Europeo emitió un comunicado de 252 palabras con el que pretende neutralizar los 2.246.064 votos obtenidos por Syriza en las últimas elecciones griegas. Viene a decir que no es culpa del BCE si los votantes eligieron al partido equivocado. Como es habitual, a decisión aparece disfrazada con la terminología habitual que hace referencia a las normas de la institución. Que el BCE haya decidido dejar de admitir deuda griega y deuda avalada por el Gobierno de Grecia como garantía en sus operaciones ordinarias, con las que la banca griega obtiene la liquidez necesaria para mantenerse en pie y financiar a corto plazo a su Gobierno mediante la compra de Letras del Tesoro es una mala señal. El BCE termina el comunicado asegurando que las necesidades que a partir de ahora tengan los bancos griegos "puede ser satisfecha por el banco central nacional relevante mediante la asistencia de liquidez de emergencia, teniendo en cuenta las reglas del eurosistema".

Estas reglas indican que aunque el Banco Central de Grecia podrá administrar esas líneas de emergencia, una decisión por mayoría de dos tercios del Consejo de Gobierno del BCE puede cerrarla en cualquier momento. Esta decisión abocaría al sistema bancario griego a la quiebra y a una salida de facto de Grecia de la zona euro. Se levanta una excepción que hacía posible algo anteriormente imposible: reconocer que el estatus crediticio ofrecido a los bancos griegos no estaba a la altura de los mínimos necesarios, pero que se les había concedido ese derecho como parte del programa de rescate del país. Pero dado que el nuevo Gobierno ha anunciado que el mantenimiento de ese sistema condena la nación a la pobreza y quiere cambiar las condiciones, el BCE dice que la excepcionalidad toca a su fin: "Actualmente no es posible asumir una conclusión exitosa de la evaluación del programa", dice el comunicado en ese lenguaje frío que intenta hacer ver que se trata de una decisión forzada por las circunstancias, casi un fenómeno natural inevitable, como la crecida de los ríos que sucede a una fuerte tormenta o deshielo. El BCE ha recordado a los griegos que están internados en una prisión de la que no pueden escapar fácilmente. Y Mario Draghi, el alcaide del centro penitenciario, también llamado eurozona, no sólo tiene las llaves, sino la firme voluntad de que nadie pueda saltar los muros. Ni tampoco mejorar las condiciones de vida en las celdas. Por eso ningún gobierno de la Eurozona se atreve a levantar la vista ante Draghi. Su simple mirada es tan petrificante como la de Medusa. 


Mario Draghi

Medusa

Lo que ha pedido el nuevo Gobierno griego de Alexis Tsipras es tiempo para negociar, para lo cual necesita que el BCE mantenga asegurada la liquidez de los bancos griegos durante los meses comprendidos entre el abandono del programa de rescate vigente y un nuevo acuerdo que se podría firmar en junio. Italianos y franceses no dieron muchas esperanzas, pero, al menos, acogieron sin hostilidad las ideas que escucharon del primer ministro griego y de su ministro de Finanzas. Antes de la reunión de este último jueves en Berlín entre Schäuble y Yanis Varufakis, los alemanes ya mostraron signos de que no estaban dispuestos a moverse ni un centímetro. También, según vamos viendo, el Gobierno de Mariano Rajoy es el que con mayor incondicionalidad apoya la postura inflexible de la señora Merkel.

Rajoy y De Guindos, su arrogante ministro de Econmía, han apostado por colocar el sambenito al gobierno de Tsipras con la torpe y evidente voluntad de alejar los focos de la realidad económica española, urgidos por la inminencia de unas convocatorias electorales para las que han optado, como mejor elemento de propaganda, agitar el fantasma de Podemos, identificando esta nueva opción emergente con la coalición Syriza que ahora gobierna en Grecia. En lugar de afrontar el desbocado déficit y endeudamiento público únicamente por la vía de la reducción del gasto público -tal y como hubiera sido previsible en quien se había opuesto a las subidas de impuestos como forma de atajar déficits aún superiores que los que había registrado España en 2011- Rajoy prefirió, nada más llegar al gobierno, incrementar la presión fiscal y el nivel de endeudamiento dejado por Zapatero, dejando prácticamente intacto el gasto público. En lugar de llevar a cabo un drástico programa de adelgazamiento del sector público, Rajoy y De Guindos han preferido mantener –tal y como ya hizo el Zapatero de los últimos años- una impostada "política de austeridad" que, en realidad, ha elevado el peso del sector público del 38% del PIB en 2007 al 42% a finales de 2014. Un desastre sin paliativos que más temprano que tarde terminará por pasar factura a la economía española. Lo que urge es ganar tiempo y, de cara al futuro, esperar que acuda al quite la Divina Providencia. Como otras tantas veces anteriores.




  
Estas son las reglas de la eurozona. Los gobiernos no pueden influir en las decisiones del BCE, porque es una institución independiente. Pero el BCE sí puede influir en las decisiones de los gobiernos, porque estos sólo cuentan con la legitimidad democrática que confieren los votos, y esa es una divisa que cotiza muy bajo en las todas instituciones europeas, absolutamente alejadas de cualquier verdadero control democrático. Desde luego, cabe preguntarse qué clase de legitimidad tiene el presidente del BCE para tomar decisiones en nombre de todos los ciudadanos europeos. Parece obvio que mientras el BCE intenta salvar artificialmente las economías de aquellos países que cumplen sin rechistar las órdenes del BCE, también procura torpedear la acción de nuevos gobiernos que, como el de Tsipras, desean proteger de la miseria a su pueblo al cuestionar la deleznable política económica del BCE. Si esto es propio de un sistema medianamente integrador o democrático que venga Dios y lo vea.







Resulta llamativo recordar que Mario Draghi, ex-alto cargo de la consultora Goldman Sachs international, compañía que asesoró a Kostas Karamanlis en las argucias contables para ocultar la verdadera magnitud del déficit griego, sea el mimo Draghi que ahora como presidente del BCE parece apostar por estrangular la economía griega. Lo que ahora pase dependerá más de lo que decida Europa (Alemania, obviamente) que de lo que haga el nuevo Gobierno de Alexis Tsipras, quien desde antes de ganar las elecciones se ha mostrado dispuesto a negociar la deuda griega en condiciones viables, es decir, compatibles con el mantenimiento del Estado. Pero claro, habrá que recordar aquello de que "cuando uno no quiere, dos no pueden". En cualquier caso, estoy convencido de que las decisiones últimas serán, como siempre pasa, políticas, no económicas. Como ya señaló el padre de la Economía, John Stuart Mill, “la Economía es una ciencia de medios para fines”. Los economistas proponen, pero los políticos disponen. Después de la entrevista emitida por la BBC el pasado 30 de enero al nuevo ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, los comentaristas creen que lo peor está por venir. Si el nuevo gobierno presidido por Tsipras fuese capaz de mantener su firmeza para evitar que continúe el expolio al pueblo griego no ven imposible que sea sometido a presiones que provoquen disturbios y su caída. Piensan que Estados Unidos no permitirá la existencia en la Unión Europea de un gobierno que desafíe las reglas establecidas, ya que, de triunfar con sus propuestas, el ejemplo griego podría extenderse a Italia, España, Portugal, Irlanda y hasta a los países del Este europeo que giran en la órbita americana, con la consiguiente dislocación del control que ejerce Washington en Europa.


El primer ministro griego y líder de Syriza, Alexis Tsipras

Yanis Varofakis, ministro griego de Finanzas



¿Cómo acabará este juego entre el gato y el ratón? Desde luego, lo que no cabe minusvalorar es la capacidad del Gobierno alemán para equivocarse. Lo ha demostrado con creces en los últimos años; los rescates griegos, el chipriota, la situación en Ucrania… El riesgo de una ruptura no intencionada del euro es más elevado hoy que ayer. Según Barclays, "ahora la probabilidad de Grexit es ahora mayor que en ningún momento de 2012".


Lo más razonable sería que se pactara una prórroga del rescate (quizás con otro nombre, para que Atenas salve la cara) y a partir de ahí se renegociase la deuda y el déficit. Hasta ahora esa parece ser, más o menos, la posición de Bruselas. En este sentido abunda una última consideración derivada de la geopolítica: Grecia tiene una importancia geoestratégica fundamental para la OTAN (es decir, EE.UU.) y aún en el supuesto de que los organismos rectores de la política económica europea (es decir, Alemania) le forzaran a abandonar la eurozona, su salida de la Alianza Atlántica no resulta ni siquiera imaginable. Cualquier amago en este sentido sería contrarrestado con una desestabilización “a la ucraniana” del Gobierno de Alexis Tsipras, una alternativa que la CIA ya habrá contemplado, aunque prefiero pensar que una intervención de este calibre sería la carta última con la que el presidente Obama jugaría en estos momentos. Su Administración ya viene haciendo todo lo puede para encender las hogueras de la guerra en Ucrania y en Siria



En una entrevista con el periodista Fareed Zakaria emitida el pasado domingo, día 1º de febrero, en la cadena CNN, el presidente de Estados Unidos opinó abiertamente sobre la victoria de Syriza e insistió en que Brusleas necesita políticas económicas que permitan el crecimiento porque es “la mejor manera de reducir el déficit”. Obama cree que la Unión Europea está empeorando la crisis al "estrujar” con políticas de austeridad a países que, como Grecia, se encuentran atrapados en una espiral de deuda y bajo o nulo crecimiento: “Lo que es cierto es que no puedes continuar estrujando a los países que están en medio de una recesión”, dijo cuando el entrevistador le preguntó su opinión sobre los planes económicos del nuevo gobierno griego de Alexis Tsipras. “Llega un momento en el que tiene que haber una estrategia de crecimiento que permita (que estos países) puedan pagar sus deudas y limar parte de su déficit”, dijo quien ha mantenido durante años ese mismo debate en su país con la oposición republicana.

Aunque no existan muchos precedentes, esperemos que la influencia de la Casa Blanca sea benéfica y sirva para moderar el rigor prusiano impuesto a Europa por la Canciller de Hierro. Aunque por estos pagos arrecie la orquestación a favor de poner a Grecia fuera de la eurozona para que sirva de escarmiento a la ascendente tentación de apostar por nuestro particular populismo carpetovetónico, que nada tiene que ver con Grecia ni con el Gobierno de Alexis Tsipras, la expulsión de Grecia del euro sería un terremoto que probablemente acercase a Grecia al ámbito de influencia ruso en un momento de renovada Guerra Fría. En este sentido, Alemania y Bruselas probablemente hayan recibido desde Washington alguna llamada de atención.

No sobra decir que mi idea personal de Europa es impensable sin Grecia. Sin esa Grecia hoy saqueada, humillada y marginada por mercaderes advenedizos y bárbaros. Sin la Grecia que produjo el primer Humanismo que alumbró la Cultura Occidental, la excelencia en las Artes, la Historia, la Filosofía y todas las Ciencias. A una Europa sin Grecia yo puedo ni quiero pertenecer, por fidelidad a mis sueños y a mi concepto de lo que significa la palabra “libertad”. Por eso, quiero rematar esta entrada con un poema mío que quiero dedicar a Grecia dedico y al pueblo griego.




                 Busquemos refugio en los antiguos pórticos


                                                        Primor in orbe deus fecit timor.
                                                                                             Petronio

    El tiempo saquea las palabras y su expolio
    oscurece claves que ensamblan la arquitectura.
    Por eso habitamos desiertos donde se extravía
    la mirada y la pasión no ayuda a comprender
    la realidad que falta, acaso premonición o sueño
    de una doblez arcana que manifiesta su plan
    en la ebriedad dichosa del vuelo de las aves
    y codifica por misteriosas reglas la estructura
    de las gemas o el roce voluptuoso del pájaro
    en el aire. Todo es caudal de una misma energía
    innumerable que llegado el momento se desborda
    en fervores para alumbrar la Historia.


    Pero nuestra heredad es hoy un paisaje de ruinas
    donde los sueños mueren cada noche
    apuntalando el alba: tras las puertas cerradas
    espera la plenitud ofrecida y se adivinan voces
    que nos reclaman, porque en lo conocido el amor
    no encuentra su latido ni tampoco aparece
    en las sagas de los antiguos dioses
    que marcaron en el mármol de los templos
    sus columnatas de cuerpos perfectísimos.
    Cada bronce fundido al calor de las llamas,
    cada piedra tallada, cada fuente o presagio
    iluminó rincones del misterio antes que el hierro
    asediara el disfrute de semejantes goces
    y habitáramos su clamorosa ausencia, rotas las alas
    para no insistir nuevamente en los milagros.


    Escuchad, el reloj no se agota y cuenta cada hora
    para que otra vez los labios proclamen nuevos salmos
    y renovadas músicas aplacen las guerras declaradas.
    Cediendo a lo oportuno, cuando se agote el tiempo
    será perentorio buscar refugio en los antiguos pórticos
    antes de que la muerte avance por calles y avenidas
    donde la peste acecha la sangre de los niños,
    vientres de mujeres estériles anuncian los miedos
    de la noche que viene, mientras feroces turbas
    asaltan la memoria de los nobles legados
    y dejan en manos de ladrones
                                                        su miserable tráfico.