SIRIA: EN EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS
El viejo sueño de siempre: dominar el mundo
Ian
Fleming, Doctor No (1958)
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Mercenarios del Estado Islámico |
Al
anuncio realizado el lunes, día 5 de noviembre, por Feridun
Sinirliorlu, ministro de Exteriores de Turquía, de que las Fuerzas
Armadas de sus país intervendrán
militarmente en Siria
“para combatir” a los yihadistas del Estado Islámico, a los que
Erdogan viene protegiendo desde su misma creación, se unió la
declaración hecha al día siguiente, en los mismos términos, por el
presidente francés, François Hollande, de enviar a este país un
fuerte contingente
militar,
que incluye al buque enseña de la flota francesa, el portaviones
Charles De Gaulle.
Hay que estar muy despistado para no ver en estas
graves decisiones la voluntad de los gobiernos de Turquía y Francia
por secundar incondicionalmente el reciente anuncio realizado por el
presidente Barack Obama de enviar a Siria “especialistas”
militares, es decir, soldados de élite pertenecientes al Comando de Operaciones Conjuntas Especiales, directamente dependiente de la Casa Blanca, para actuar sobre el terreno como quinta columna, con la más que evidente finalidad de organizar actos de sabotaje (denominación eufemística del terrorismo de Estado), eliminar pruebas materiales comprometedoras y facilitar la "desaparición" de líderes yihadistas antes de que puedan ser apresados en el transcurso de la ofensiva que las Fuerzas Armadas Sirias vienen
llevando a cabo bajo la cobertura del paraguas que le ofrecen los
implacables ataques de la aviación rusa contra las tropas y los
enclaves del Estado Islámico, Frente
al-Nusra, Ahrar al-Sham (milicia wahabita financiada por Qatar y creada por la Hermandad Musulmana con los restos de Al-Qaeda), Jaysh_al-Islam (otra milicia también wahabita que opera en los alrededores de Damasco) y demás grupos
terroristas que colaboran para borrar a Siria del actual mapa del
Oriente Medio, con intención de rehacerlo
según los planes de Washington.
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Comando de élite norteamericano |
A causa de la ofensiva rusa, los mercenarios yihadistas, muchos de los
cuales han comenzado a abandonar Siria por Turquía y Jordania (los
mismos países por donde entraron) para ser
redirigidos, en función de los planes del Pentágono, a Yemen, al Cáucaso o hacia alguna república centroasiática anteriormente incluida en la extinta Unión Soviética. En este sentido, las autoridades militares sirias revelaron a finales del pasado octubre que Arabia Saudita y la coalición contra los hutís, liderada por Riad, están evacuando a yihadistas del Estado Islámico en Siria para salvarlos de los ataques aéreos
rusos y enviarlos a la guerra en Yemen, otro sangriento escenario del actual enfrentamiento que se libra por
el control del Oriente Medio. "De
acuerdo con los datos de los Servicios de Inteligencia, el 26 de octubre cuatro
aviones llegaron desde Turquía al aeropuerto de Adén (Yemen). Dos
de ellos pertenecen a Turkish Airlines, uno a Qatar Airways y otro
avión es propiedad de la aerolínea de los Emiratos Árabes Unidos",
afirmó el portavoz de las Fuerzas Armadas sirias, Ali Mayhub, citado
por la agencia TASS. Según
sus palabras, a bordo se encontraban más de quinientos mercenarios extranjeros del
Estado Islámico, que fueron evacuados desde Siria para huir de los
ataques aéreos de Rusia realizados en el marco de la operación
antiterrorista. Tras
su llegada, los militantes fueron recibidos por los representantes de
la coalición saudita, que los trasladó desde el aeropuerto en tres
grupos: a la provincia yemení de Mandeb, a la localidad yemení de
Marib y a las provincias sauditas de Jizán y Asir.
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Otro horror silenciado por los medios de información occidentales: la guerra que se libra en Yemen |
El
círculo de este teatro criminal se completa con las reiteradas
noticias de que algunos de estos mercenarios han muerto en los combates de Yemen, confirmándose, tras ser identificados, que pertenecen a la empresa Blackwater, integrada actualmente en Monsanto, una de las
corporaciones estadounidenses de más siniestra reputación internacional.
Tras
incontables denuncias por violaciones a las leyes y convenios
internacionales y habiendo adquirido fama por sus masacres de civiles
en Iraq y otros países, Blackwater cambió su nombre en el año
2009. No obstante, continua siendo el mayor contratista privado del
Departamento de Estado de Norteamérica, como una agencia secreta de
“servicios de seguridad” que practica terrorismo de Estado, dándole al gobierno de Estados Unidos la posibilidad de negar que
sus soldados estén participando en el escenario donde estos asesinos
militarizados a sueldo intervienen, como está demostrado que viene
ocurriendo en Siria, Iraq, Libia, Afganistán o Yemen.
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Mercenarios de Blackwater en Yemen |
Como explica el Dr. Andreas von Bulow, ex
político alemán (SPD), que fue secretario en el Bundestag del Ministerio de
Defensa y ministro de Investigación y Tecnología de la República
Federal de Alemania con Helmut Schmidt, en su documentado ensayo “La
CIA y el 11 de septiembre. El terrorismo internacional y el papel de
los servicios secretos” (Ellago
Ediciones, Castellón, 2006), se silencia el hecho de que buena parte
de los yihadistas de Osama bin Laden, después de salir de Afganistán, aparecieron en los conflictos de los Balcanes, en Chechenia, en la guerra entre Georgia y Osetia o en
otros focos de disturbios, bajo el común denominador de desestabilizar a las repúblicas ex-soviéticas según los planes de los estrategas de Washington. Von Bulow añade un hecho más que probado, pero que suele ser olvidado: que “desde hace décadas la CIA se sirve en todo el mundo de terroristas para sus campañas militares
encubiertas (…) Los terroristas son instrumentos a los que hay que
observar y conducir, que hay que emplear y sólo cuando empiezan a
constituir un peligro para el servicio, hay que descartarlos. De ahí
que siga existiendo un conflicto de intereses que se oculta a la
opinión pública” (…) “La dirección geopolítica del asalto a
los países petrolíferos del mundo árabe va de la mano con el
intento de utilizar las viejas huestes de mercenarios
afgano-musulmanes no ya como héroes de un combate por la libertad,
sino como encarnación del mal para la cultura de masas teledirigida
de Estados Unidos y Europa”.
En
semejante avispero de intereses encontrados, resulta evidente que
Putin no podrá, pese a quien le pese, dar marcha atrás en Siria,
pues eso supondría una auténtica debacle: el cierre del cerco a
Rusia por el flanco Sur, amenazado ya por Turquía y las bases de la
OTAN. Aunque la Administración norteamericana haya dado muestras de un enorme
y visible desconcierto,
porque los Servicios de Inteligencia de EE.UU., así como los de la OTAN, fueron incapaces de prever a tiempo la ofensiva rusa contra el Estado Islámico en Siria, para
cualquier analista independiente resulta meridianamente claro que
los grupos vinculados al complejo económico-militar que controla el
poder americano, y de los que Obama es una simple emanación
ectoplásmica, no han abandonado su voluntad de destruir la Siria actual, tal
como fue decidido por el presidente George W. Bush cuando incluyó a
Siria, junto al Iraq de Sadam Hussein, en el Eje del Mal, una
cuestión que ya abordé con detalle en la entrada de este Blog
correspondiente al 20 de enero de 2013 y que titulé “El
holocausto sirio: Por el bien del imperio”.
Los atentados de falsa
bandera
del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center y al Pentágono
fueron la señal de salida que necesitaba el grupo de presión
integrado por las personalidades que fundaron la organización
Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), quienes, en
palabras de Rebuilding
America's Defense,
estaban a la espera de “un acontecimiento catastrófico y
catalizador, como un nuevo Pearl Harbor”, que galvanizara a la
opinión pública norteamericana y les permitiera llevar a la
práctica sus teorías y planes: la Guerra contra el Terror, una
denominación eufemística elaborada para justificar su estrategia de
intervenir militarmente a su antojo con el objetivo de rehacer a sangre y fuego
el mapa del Oriente Medio en función de sus intereses. El 11-S era,
precisamente, lo que buscaban.
A poco que nos fijemos, Estados Unidos presenta un largo historial en la comisión de atentados de balsa bandera, según el modelo establecido en 1898, cuando acusaron a España del hundimiento
del acorazado USS Maine,
fondeado en el puerto de La Habana, para forzar la declaración de
guerra. Se repitió el caso del tan citado Pearl Harbor, aludido por los halcones de Bush, cuando el
presidente Roosevelt y los Jefes del Estado Mayor estaban
perfectamente informados del inminente ataque de los japoneses
gracias a que habían descifrado los códigos utilizados en sus
mensajes radiofónicos. En esa ocasión no les importó sacrificar las vidas de dos mil soldados
estadounidenses. El torrente de indignación popular ante el asalto nipón en época de paz, que fue alimentado por los medios de comunicación,
barrió de un manotazo la oposición masiva de la ciudadanía
americana a que su país entrase en la Segunda Guerra Mundial.
Cuando
los atentados del 11-S hubo que esperar hasta el 22 de septiembre
para que Colin Powell, secretario de Estado, se comprometiera a
presentar pruebas de que Al-Qaeda y Osama bin Laden eran los
culpables de planear y ejecutar los atentados de Nueva York y
Washington, y solo después de eso, Codolezza Rice, consejera de
Seguridad Nacional, declaró a la CNN: “Es evidente que tenemos
pruebas, históricas y de otro tipo, acerca de la relación de la red
Al-Qaeda con lo que ocurrió el 11 de septiembre”. En realidad,
hasta el día de la fecha, esas pruebas no han aparecido, por lo
que cabe afirmar que nunca existieron ni existirán.
Von Bulow va mucho más allá; en su libro ya mencionado dice: “En el mes de julio antes del atentado, la C.I.A. todavía
mantenía contacto con su antiguo colaborador Osama bin Laden. Éste
se sometió a un tratamiento médico durante más de una semana en un
hospital estadounidense de Dubai a causa de una grave afección
renal. El 12 de julio de 2001 recibió en el hospital la visita del
delegado local de la C.I.A., Larry Mitchell, al parecer en compañía
del antiguo jefe de los servicios secretos saudíes, el príncipe
Turku Al-Faisal Al-Saud, quien tiempo atrás había colaborado con la
CIA pero que entretanto estaba defenestrado. Días después, Mitchell
se jactaba entre amigos y conocidos de este encuentro, por lo que
rápidamente fue llamado al orden por la central donde debía dar
parte de esta visita”.
Hay
que remontarse a unos años atrás para ver cómo, después de
acabada la Guerra Fría con la desintegración de la Unión
Soviética, el presidente Clinton aprovechó la decadencia de la
Rusia de Yelsin para ampliar la OTAN y abrir nuevas bases en muchas
de las ex-repúblicas soviéticas, tanto para mantener el control
norteamericano de Europa como para cercar a Rusia, objetivo
permanente de la política de Washington desde el mandato de Truman.
El
conficto de Ucrania,
que será reactivado cuando convenga, no es más que una consecuencia
de esta visión geoestratégica del Pentágono: de ahí su analogía
con la voluntad de desmembrar a Siria, derrocar a su Gobierno
(situado desde siempre en la esfera de influencia rusa) y dividir su
territorio siguiendo los mismos criterios étnicos y religiosos ya aplicados en Iraq, para conseguir un mosaico de micro-estados enfrentados entre sí y, en consecuencia, controlable. El nuevo mapa resultante coincidiría, en líneas generales con el proyecto de división del Medio
Oriente publicado en 2013 por Robert Wright en el New York Times y que, ¡oh, prodigio!, se adapta perfectamente a los planes del Estado Islámico, así como a los intereses de Israel.
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Nueva configuración del Oriente Medio según Robert Wright |
Estados
Unidos y sus aliados, simples provincias del Imperio en política
exterior y en cuestiones militares, saben que no pueden aplicar la
misma estrategia a Siria que a Libia valiéndose directamente de la
OTAN, mediante una extrapolación ilegal de una resolución del
Consejo de Seguridad de la ONU. De ahí que el apoyo
a las fuerzas yihadistas en Siria
y el sistema de defensa antimisiles, desplegado en la base española
de Rota, sirvan para indicarnos que el verdadero objetivo es Rusia,
considerada por Washington como el gran enemigo a combatir. Con Iraq y
Egipto bajo su tutela e Israel como aliado indiscutido, a los
estrategas de Washignton les falta Siria para completar el cerco
meridional de Rusia, eliminando a Putin del Oriente Medio y, en
definitiva, para ser dueños indiscutidos de esa parte del mundo,
vital para enlazar el Mediterráneo con las repúblicas centrales de
Asia (la antigua Ruta de la Seda), ricas en petróleo y en reservas de gas
natural, además de ser el pasillo natural de los gasoductos y oleoductos entre el
Mediterráneo y Asia. Pueden decirse más cosas, pero creo que lo ya
expuesto es bastante para hacerse una idea de la complicada situación
por la que atravesamos, en la que cualquier fallo (real o provocado)
puede desencadenar una guerra mundial, como cualificados analistas
políticos vienen señalando
con creciente preocupación.
Pese
a que los medios de comunicación occidentales se guarden muy bien de
decirlo, es un secreto a voces que, desde la creación misma del
autodenominado Estado
Islámico, la Turquía de Tayib Erdogan, junto a Jordania (naciones fronterizas con Siria), las
naciones europeas integradas en la OTAN, con Francia y Gran Bretaña
a la cabeza y las monarquías feudales de Arabia Saudí y Qatar (países a los que hay que agregar varias transnacionales como Academi, KKR y Exxon-Mobil), siguen la estrategia dictada por Washington de apoyar el terrorismo yihadista en Siria
como medio para derrocar al gobierno de Bashar Al-Assad. Constituye un absoluto escándalo el tráfico de petróleo sirio e iraquí que el
Estado Islámico exporta a través de la frontera turca para financiar
su infraestructura territorial y sus operaciones militares, un expolio a la nación siria que viene siendo realizado y comercializado por empresas turcas, que reparten las ganancias con compañías norteamericanas, francesas e israelís, siguiendo la ya acreditada pauta marcada por las ventas
clandestinas
del crudo iraquí.
En
unas extraordinarias
declaraciones
publicadas el día 3 de agosto de 2015 por “La Tribuna del País
Vasco”, el coronel del Ejército español, Diplomado de Estado
Mayor, Jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército
Europeo entre 2002 y 2005, y hasta 2010, profesor de Estrategia y
Relaciones Internacionales en la Escuela Superior de las Fuerzas
Armadas, D. Pedro Baños Bajo, se refiere a la vinculación del
Estado Islámico con Turquía en unos términos de tal contundencia,
que no dejan lugar a interpretaciones sesgadas. Entre otras cosas,
afirma:
“Los
principales analistas independientes no dudan en afirmar que en la
aparición en Siria del Estado Islámico tuvieron mucho que ver los
servicios de inteligencia turcos y los países del Golfo, encabezados
por Arabia Saudí que, por cierto, es un país que, de forma oficial,
comete actos tan execrables y horrendos como los que comete el Estado
Islámico. En 2014, Arabia Saudí ejecutó, por decapitación, a casi
un centenar de personas. En algunos casos por ser “responsables”
de “crímenes” tan abominables como ser homosexual o cometer
adulterio o brujería.
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Coronel D. Pedro Baños Bajo |
“En
este punto, y para darnos cuenta de esta influencia de Turquía y de
las monarquías del Golfo, es importante tener en cuenta dónde
surge, geográficamente, el Estado Islámico. Si nos fijamos bien, el
EI empieza sus acciones en el norte de Alepo (segunda cuidad siria)
porque es una zona muy próxima a Turquía en la que el servicio
secreto de este país, el Milli Istihbarat Teskilati (MIT), actúa
con comodidad. Por ello, la mayoría de expertos piensan que tuvieron
que ser los servicios secretos turcos los que, en un primer momento,
suministraron armas, apoyo y financiación al Estado Islámico. A
ello se une el hecho, según lo declarado oficialmente por los
principales líderes políticos europeos, de que ha sido a través de
la frontera turca como han llegado la mayoría de los combatientes
extranjeros –y muy especialmente los procedentes de la UE- que han
ido engrasando las filas del Estado Islámico. Una cosa debemos tener
clara: si el Estado Islámico no contara con apoyo externo desde su misma creación, simplemente no existiría. Esta es la auténtica y desoladora realidad.
“La
estrategia militar del Estado Islámico es magnífica, está
perfectamente diseñada y planificada. Quien está dirigiendo la
batuta de esta gente es alguien muy experto en temas militares y
estratégicos, sin olvidar los propagandísticos. Esto es importante
tenerlo en cuenta porque, en ocasiones, la imagen que llega a la
opinión pública es que el Estado Islámico solamente está formado
por un puñado de salvajes que se dedica a quemar y decapitar a
muchísimas personas. Pero esto no es solamente así, en absoluto.
Estamos hablando de la civilización más antigua del mundo. Esta
gente nos lleva una ventaja de siglos de astucia, especialmente a los
europeos, que nos creemos el centro del mundo y no lo somos en
absoluto”.
La
implicación turca en el conflicto sirio, denunciada
por representantes de la oposición en el Parlamento de Ankara,
también ha sido reconocida
por un personaje de tanta credibilidad
como es Schlomo Ben Ami, quien fuera el segundo embajador de Israel
en Madrid, ex-ministro de Asuntos Exteriores de Israel y actual
vicepresidente del Centro Internacional por la Paz, de Toledo. La
ambición de Erdogan de restablecer la primacía de Turquía en el
mundo suní es la motivación que subyace en su decisión de apoyar
al Estado Islámico, permitiendo incluso a que miembros criminales
de dicho grupo cometieran matanzas de miles de kurdos civiles y
yazidíes en la ciudad siria de Kobane, próxima a la frontera con
Turquía, algo que contradecía los planes de Estados Unidos, Israel,
Francia y Gran Bretaña de establecer una franja controlada por
los kurdos al norte de Siria e Iraq, colindante con la frontera
turca, provocando un conflicto con la Casa Blanca que merecería un análisis pormenorizado, pues resulta de vital importancia para entender la extrema complejidad que el conflicto sirio presenta en la actualidad.
Si
no cabe dudar que la comprometida estrategia turca respecto al Estado
Islámico no habría podido llevarse a cabo sin la autorización
expresa del gobierno de Estados Unidos, dueño absoluto de la OTAN,
al mismo resultado puede llevar cualquiera si se toma la molestia de
repasar las hemerotecas desde los momentos iniciales del conflicto
sirio hasta el día de la fecha. Como ejemplo, me limitaré a señalar
que en la reunión
que tuvo lugar en Seúl
el 26 de marzo de 2012 entre Obama y Erdogan, el principal asunto
tratado fue la estrategia a seguir para intervenir militarmente en
Siria bajo el consabido disfraz de “ayuda humanitaria”. Según
palabras de Obama, él y Erdogan acordaron que debe haber un proceso
hacia un "gobierno legítimo" en Siria —o sea, un cambio
de régimen— y que el plan de acción que ellos promueven consiste
en intensificar la "ayuda humanitaria" y otras formas "no
letales" de asistencia a la oposición siria. Según el asesor
adjunto de Seguridad Nacional Ben Rhodes, los dos hombres están
"totalmente de acuerdo" sobre los pasos siguientes que se
tienen que dar y la necesidad de persuadir a Bashar Al-Assad para que
deje el cargo, es decir, hacer todo lo posible por derrocarlo, dicho en lenguaje realista.
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Barak Obama y Recep Tayyip Erdoğan |
Erdogan
se encargó de detallar a qué tipo de asistencia "humanitaria"
se estaban refiriendo. Aunque hizo una vaga referencia a tener que
tomar acciones "en el marco del derecho internacional"
cuando estaba al lado de Obama, es bien sabido su deseo de crear una
zona de exclusión en la frontera turco-siria, lo que equivaldría en
la práctica a una ocupación militar con la intención de imponer un
cambio de régimen bajo la cobertura de la tan famosa ayuda
humanitaria, repitiendo el mismo proceso que se le aplicó a Libia
para derrocar a Muammar El-Gadafi, que produjo más de 160.000
víctimas, su conversión en “nación fallida”, como cínicamente
se refieren los medios de comunicación occidentales a las naciones
masacradas y saqueadas siguiendo los planes impuestos por el gobierno
de Washington.
En
el curso de dicha reunión, Moon Ha-Yong, portavoz del Gobierno
surcoreano anunció que su país contribuiría
con un millón de dólares
al fondo “de ayuda humanitaria” del grupo sarcásticamente
denominado “Los Amigos de Siria”, precisando que “la comunidad
internacional está en contra del Gobierno de Siria y nuestro
Gobierno ha creído que el ayudar a la oposición es adecuado en el
sentido humanitario”. Se supo entonces que a ese fondo para
derrocar al Gobierno de una nación miembro de las Naciones Unidas
sin que mediara declaración alguna de guerra, EE.UU. había donado
12 millones de dólares, 7,5 millones Alemania y 7 millones Kuwait,
países todos cuya política exterior viene marcada por las
directrices de Washington.
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Atentado en julio de 2012 a la sede de la Seguridad Nacional en Damasco |
A
partir de estas fechas, los atentados terroristas registraron un
imparable incremento: la terrible matanza de Houla, acaecida en el
mes de mayo de 2012; el atentado a las instalaciones de Al-Ikhbariya
TV en junio, en el que periodistas sirios y agentes de la policía
fueron asesinados en un ataque coincidente en el tiempo con la
decisión de la Unión Europea de imponer sanciones para silenciar la difusión
de noticias por parte del Organismo de la Radio-Televisón Siria; la
“Operación Volcán de Damasco”, donde se enmarca el gran atentado
perpetrado en julio contra la sede central de la Seguridad Nacional,
que provocó la muerte de altos dirigentes del Gobierno sirio,
entre ellos el ministro de Defensa, Daud Abdalláh Rayija y el
Vice-Jefe del Estado Mayor, general Aseef Shawkat, cuñado del
presidente Bashar Al-Assad; el salvaje atentado perpetrado en la Universidad e
Alepo, que tuvo lugar en enero de 2013; los atentados con coche-bomba
cometidos en barrios de mayoría cristiana; las ejecuciones masivas
de poblaciones no sometidas y el apresamiento de sus mujeres para ser
vendidas como esclavas sexuales, el secuestro y ejecución de
periodistas; las violaciones de mujeres y niñas son algunos de las
monstruosidades de una interminable cadena de horrores que no minaron
la voluntad de resistir a las Fuerzas Armadas Sirias, formadas, que
no se olvide, por voluntarios y soldados de reemplazo, al contrario
de las fuerzas yihadistas, integradas en su inmensa mayoría por
mercenarios extranjeros
procedentes de medio mundo, tal como puede verse en el documental
titulado “Lo que no te han contado sobre los rebeldes en Siria”,
para cuya visión debe pulsar
aquí.
Creyendo
próxima la caída del Gobierno de Bashar Al-Assad, en mayo de 2012,
la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) crearon el
“Working Group on Economic Recovery and Development of the Friends
of the Syrian People”, bajo la co-presidencia de Alemania y de los
Emiratos Árabes Unidos, en cuyo seno el economista sirio-británico
Ossam Al-Kadi elaboró un programa de reparto de las riquezas sirias
entre los países miembros de la coalición que sería aplicado a
partir del “día siguiente” a la caída del gobierno de Al-Assad.
Un meticuloso plan de apropiación de los yacimientos de crudo, oleoductos, gasoductos y saqueo general organizado muy similar al que fue instaurado en Iraq tras
la toma de Bagdad por las tropas estadounidenses y repetido en Libia, tras el derrocamiento del régimen de Muammar El-Gadafi .
Como
expuso Chalmers Johnson, prestigioso ensayista estadounidense, doctor
en Ciencias Políticas por la Universidad de California (Berkeley) y
profesor emérito de la Universidad de San Diego, en su ensayo “Las
amenazas del imperio. Militarismo, secretismo y el fin de la
república” (Ed. Crítica, Barcelona, 2004), “la prueba más
significativa de que el petróleo constituía una motivación
fundamental fue el comportamiento que tuvieron las tropas
norteamericanas en Bagdad después de entrar en la ciudad, el 9 de
abril de 2003. Protegieron con gran eficacia la sede del Ministerio
del Petróleo iraquí, al tiempo que se mostraron indiferentes hacia
los saqueadores que quemaron los Archivos Nacionales y la famosa
Biblioteca Coránica de la ciudad y durante dos días desvalijaron el
Museo Nacional, despojándolo de unas antigüedades de valor
incalculable. Lo mismo sucedió con el Museo Nacional de Mosul.
Mientras, los infantes de marina hacían pintadas en algunas de las
murallas más antiguas del mundo, en el lugar donde se alzaba la
ciudad sumeria de Ur, cerca de Nasiriya, el ejército ya estaba
construyendo una guarnición permanente junto a la base aérea de
Tallil, para proteger los yacimientos de petróleo del sur del país”.
Comportamientos que poco tienen que envidiar a los de los denostados
talibanes afganos o a la barbarie extrema exhibida cada día en Siria por los
milicianos del Estado Islámico. Nelson Mandela resumió la cuestión en una sencilla frase: "Todo lo que él (Bush) quiere es el petróleo iraquí".
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Soldados del Ejército sirio son exhibidos en Palmira antes de ser ejecutados |
Para
acelerar el momento del ataque a Siria y justificarlo ante la opinión
pública mundial, a finales de agosto de 2013, Barack Obama, Francois
Hollande y David Cameron acusaron a las tropas del gobierno de Bashar
Al-Assad de haber utilizado armas químicas cerca de Damasco el día
21 de ese mismo mes, causando más de quinientos muertos y unos dos
mil heridos. Con esta excusa, calco exacto de la empleada para atacar
a Iraq, después de afirmar que Siria había violado “la línea
roja” que poco tiempo antes Obama había establecido, la Casa
Blanca decidió que había llegado el momento de emplearse a fondo
para intervenir militarmente y derrocar de una vez a Bashar Al-Assad
empleando, a falta de un mandato expreso de las Naciones Unidas, una
coalición militar ad hoc en la que sus comparsas europeos
preferentes, Gran Bretaña y Francia, desempeñarían un papel
fundamental, tal como hicieron en Libia. Pero estos planes se
torcieron cuando el primer ministro británico, David Cameron,
temeroso de que le ocurriese como a su predecesor, Tony Blair, por la
guerra de Iraq, se vio forzado a abandonar el deseado proyecto
después de que una abultada
derrota en el Parlamento
hiciera tambalear a su Gobierno.
A
pesar del descuelgue británico, François Hollande mantuvo que
Francia seguía dispuesta
a atacar a Siria:
"Cada país es soberano para participar o no en una operación.
Eso vale tanto para Reino Unido como para Francia", indicó en
una entrevista concedida al diario "Le Monde", en la que
destacó que "la masacre química de Damasco no puede ni debe
quedar impune". Hollande añadió que "si el Consejo de
Seguridad se ve impedido para actuar, se formará una coalición, que
deberá ser lo más amplia posible. Se apoyará sobre la Liga Árabe,
que ha condenado el crimen y ha alertado a la comunidad
internacional", añadió Hollande. El incondicional apoyo
francés no bastó para que Obama se decidiera a invadir Siria. Mientras que el Presidente llevaba a cabo su promesa de retirar las tropas de Iraq, y
presionado por una opinión pública que mayoritariamente condenaba
el inicio
de nuevas y costosas aventuras militares, Washington se limitó a seguir
facilitando ayuda
a los “islamistas moderados”, estableciendo un
plan con el rey Abdalá bin Abdelaziz,
en virtud del cual Arabia Saudí se haría cargo del entrenamiento de
estos mercenarios en su propio territorio, desde donde serían
enviados a Siria por la frontera turca. Es de destacar que, al día
de hoy, nadie haya sido capaz de identificar con criterios objetivos a estos “islamistas
moderados”, ni de señalar en qué se diferencian de los yihadistas del Estado Islámico.
Al analizar la acusación hecha al Gobierno sirio de haber utilizado armas químicas contra su propia población civil, Seymur M. Hersh, el periodista de investigación más reputado de los Estados Unidos, demostró que el presidente Obama no sabía lo que había pasado en la periferia de Damasco y que mintió cuando dijo tener pruebas de la culpabilidad del Gobierno sirio, al igual que hizo el presidente George W. Bush sobre la presencia de “armas de destrucción masiva” en Iraq. En su artículo, publicado el 19 de diciembre en "London Review of Books", Seymour M. Hersh escribe:
"En la alocución televisiva sobre Siria que dirigió a la nación el 10 de septiembre de 2013, Obama culpó firmemente al gobierno de Assad por el ataque con gas neurotóxico en el vecindario de Ghouta controlado por los rebeldes, y dejó en claro que estaba dispuesto a respaldar sus advertencias públicas hechas con anterioridad de que cualquier uso de armas químicas cruzaría una “línea roja” y que el gobierno de Assad habia matado con gases a más de mil personas: "Sabemos que el régimen de Assad es responsable (…) es por eso que, luego de una cuidadosa reflexión, he decidido que es interés de la seguridad nacional de Estados Unidos responder al uso de armas químicas con un ataque militar selectivo.”
"Obama iba a la guerra para concretar una amenaza hecha en público, pero lo hacía sin saber a ciencia cierta quién hizo qué en la madrugada del 21 de agosto. La administración Obama había deformado la información disponible, el presidente citó una lista de lo que parecían ser pruebas arduamente obtenidas de la culpabilidad de Assad: “Sabemos que en los días previos al 21 de agosto, el personal de armas químicas de Assad se preparó para un ataque cerca de una zona donde mezclan el gas sarín. Distribuyeron máscaras antigases a sus tropas, luego dispararon cohetes desde una zona controlada por el régimen a once vecindarios que el régimen ha estado tratando de limpiar de fuerzas de oposición”.
"La convicción de Obama fue confirmada en aquel momento por el jefe de su equipo, Denis McDonough, quien declaró al New York Times: “Nadie con quien he hablado duda de los datos de inteligencia” que conectan directamente a Assad y a su régimen con los ataques con gas sarín. Pero en recientes entrevistas con oficiales de inteligencia y militares activos o ya retirados, comprobé la existencia de una fuerte preocupación, y a veces de cólera, sobre lo que percibieron en varias ocasiones como una manipulación deliberada de la información.
"Un oficial de inteligencia de alto nivel, en un correo electrónico enviado a un colega, calificó las aseveraciones de la administración sobre la responsabilidad de Assad de “ardid”. El ataque, escribe, “no fue obra del régimen actual”. Un ex alto funcionario de inteligencia me dijo que la administración Obama había alterado la información disponible -en términos de momento y secuencia- para que el presidente y sus asesores hicieran parecer la inteligencia recuperada después del ataque como si hubiese sido recogida y analizada en tiempo real, en el momento que el ataque estaba ocurriendo. La distorsión, dijo el oficial, le recordaba el incidente del Golfo de Tonkín en 1964, cuando el gobierno de Johnson invirtió la secuencia de las interceptaciones de la NSA para justificar uno de los primeros bombardeos contra Vietnam del Norte. El mismo funcionario dijo que había una inmensa frustración dentro de la burocracia militar y de inteligencia: “Los muchachos levantan los brazos al cielo diciendo: “¿Cómo podemos ayudar a este tipo -Obama- si él y sus socios de la Casa Blanca van inventando la información sobre la marcha?".
En la reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU solicitada por las naciones occidentales, los embajadores quedaron sorprendidos cuando su colega ruso les presentó fotos captadas por los satélites de su país en las que pueden verse los disparos de dos obuses –a las 01:35 de la mañana– realizados desde la zona de los rebeldes en Duma hacia las zonas, también rebeldes, que resultaron afectadas por los gases –en Jobar y entre Arbin y Zamalka– en horarios que coincidían con los incidentes señalados. Las fotos de los satélites rusos no permiten determinar si se trataba de obuses químicos pero parecían indicar que la "Brigada del Islam" que ocupaba la localidad de Duma quiso matar tres pájaros de un tiro: eliminar a sus rivales en el seno mismo de la oposición antigubernamental, lograr que se acusara al Gobierno sirio de usar armas químicas y contrarrestar al mismo tiempo la ofensiva de las Fuerzas Armadas sirias contra las posiciones de los grupos armados que hostigaban desde la periferia la ciudad de Damasco.
En una comparecencia ante la prensa extranjera, el presidente sirio Bashar Al-Assad señaló: "Las declaraciones de los políticos estadounidenses, occidentales y de otros países constituyen un insulto al sentido común y una expresión de desprecio por la opinión pública de sus pueblos. Es algo que no tiene sentido: se acusa primero y después se reúnen las pruebas. Eso lo está haciendo un país poderoso, Estados Unidos (…) Son acusaciones exclusivamente políticas, responden a la serie de victorias registradas por las fuerzas gubernamentales sobre los terroristas."
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El presidente Bashar Al-Assad |
En Rusia, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento ruso, el periodista y especialista en geopolítica Alexei Pushkov comentó a través de su cuenta de Twitter: "Washington y Londres han declarado a Al-Assad culpable antes de las conclusiones de los inspectores de la ONU. Sólo aceptarán un veredicto de culpabilidad. Cualquier otro veredicto será rechazado." Pero, en unas sonadas
declaraciones realizadas a finales de ese mismo mes de agosto, en
plena ofensiva propagandística estadounidense, Hans Blix, inspector
jefe de armamento de Naciones Unidas para Iraq de 2000 a 2003,
director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica
(OIEA) de 1981 a 1997 y ministro de Asuntos Exteriores de Suecia
entre 1978 y 1979, declaró
indignado
que “si el único objetivo de la intervención militar era "castigar" a Al-Assad para complacer a la opinión pública
y a los medios de comunicación sin siquiera oír los informes de los
inspectores de la ONU, será un día triste para la legalidad
internacional”, añadiendo que "tanto si se trata de Obama en
Siria como de Bush en Iraq, Estados Unidos no es la policía del mundo". El escándalo de las supuestas armas químicas en Iraq demostró, sin embargo, que los gobiernos de Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN pueden darse el lujo de mentir a la comunidad internacional y reconocerlo ulteriormente –sin mayores consecuencias– luego de haber cometido la fechoría que buscaban justificar.
Una serie de ataques con armas químicas cometidos en marzo y abril de 2013 fue investigado en los meses siguientes por una misión especial de la ONU en Siria. Una persona con conocimiento cercano a la actividad de la ONU en Siria compartió con el anteriormente citado Seymour M. Hersh la información que evidenciaba la autoría de la oposición siria respecto al primer ataque con gas sarín, registrado el 19 de marzo en Khan Al-Assal, un pueblo cerca de Alepo. En su informe final, en diciembre, la misión de la ONU dijo que hubo decenas de personas afectadas y que al menos diecinueve civiles y un soldado sirio se encontraban entre las víctimas mortales. La misión no tenía ningún mandato para asignar responsabilidad por el ataque. Pero la persona con conocimiento de las actividades de la ONU, dijo: "Los investigadores entrevistaron a las personas que estaban allí, incluyendo a los médicos que atendieron a las víctimas. Estaba claro que fueron los rebeldes quienes utilizaron el gas sarín. Si eso no fue de conocimiento público es porque nadie quería saberlo."
La imposibilidad
de demostrar
el uso de las armas químicas por parte de las fuerzas
gubernamentales sirias, no ha evitado que los dirigentes occidentales y sus medios de comunicación sigan dándolo como hecho probado, pero el hecho de que el ataque final proyectado por Washington fuese pospuesto y cancelado cuando Obama aceptó la oferta de Al-Assad, sugerida por Rusia de renunciar a su arsenal químico, se debió al choque entre los miembros de la administración Obama partidarios de emprenderla y altos jefes militares convencidos de que ir a la guerra era no solamente injustificado sino potencialmente desastroso. En el cambio de opinión de Obama tuvo mucho que ver Porton Down, el laboratorio del Ministerio de Defensa británico, en Wiltshire. La inteligencia británica disponía de una muestra del gas sarín utilizado en el ataque del 21 de agosto en las afueras de Damasco, muestra que al ser analizada permitió comprobar que el gas utilizado no coincidía con los lotes que se sabían existentes en el arsenal de armas químicas del ejército sirio. El mensaje de que el ataque a Siria carecía de base fue transmitido rápidamente a los jefes del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, quienes ya habían decidido advertir a Obama de que sus planes de bombardeos masivos y ataques con misiles de largo alcance contra la infraestructura de Siria podrían desencadenar una guerra de grandes proporciones en el Oriente Medio.
A la cancelación de los planes de Obama contribuyó de manera notable la brillante ofensiva diplomática realizado por Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos
Exteriores ruso, secundado por el representante ruso en la ONU, Vitali Churkin,
en defensa de una solución negociada del conflicto sirio, que una vez lograda permitió que las Fuerzas Armadas leales a Bashar Al-Assad comenzaron a llevar la
iniciativa en su lucha contra las milicias yihadistas del Frente
Al-Nusra, vinculado a Al-Qaeda, con una serie de exitosas
operaciones a finales de 2013 y en los primeros meses de 2014
que empezaron a inclinar la balanza de la guerra desencadenada a
favor del Gobierno de Damasco. Ante el giro desfavorable que tomaban los acontecimientos para llevar a cabo sus planes bélicos, Washington decidió repetir la misma estrategia que utilizó para intervenir en Afganistán: recurrir al yihadismo islamista. Como Al-Qaeda había quedado obsoleta y por razones de prudencia era mejor no remover el pasado, decidieron escenificar la teatral aparición del "Estado
Islámico de Iraq y el Levante”, abreviado con el acrónimo EIIL, también conocido por las siglas ISIS, que proceden del nombre en
árabe “Islamic State of Iraq and al-Sham”, donde Sham hace
referencia al Levante o a la Gran Siria. En su rápida expansión,
mientras fue conquistando buena parte de Iraq y Siria a lo largo de
2013 y durante la primera mitad de 2014, ambas palabras (“Irak” y
“Sham”) desaparecieron del nombre oficial del grupo, que a partir
del 29 de Junio de 2014 pasó a llamarse simplemente Estado Islámico
(EI).
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Yihadistas del ISIS en Raqqa, declarada capital del Estado Islámico |
La aparición del Estado
Islámico introduce una nueva dimensión en la conflictiva escena del
Oriente Medio, ya que sus pretensiones son de una ambición sin
precedentes: liquidar las consecuencias derivadas de la aplicación
de los Acuerdos Sykes-Picot, firmados secretamente por Gran Bretaña
y Francia en 1916, de los que deriva la actual división territorial
de la zona. Por el rechazo a Occidente y por el deseo de unir a todo
el mundo musulmán en un mismo califato, el Estado Islámico quiere
borrar las fronteras entre los países y rediseñar un nuevo mapa del
Oriente Medio, que, ¡oh, coincidencia!, es exactamente lo que
pretende Estados Unidos desde el 11-S, bajo la falsa excusa de su
proclamada Guerra contra el Terror, en virtud de la cual, el
presidente Barack Obama se concede a sí mismo licencia
para actuar como policía global, sin control de las Naciones Unidas y con la sola complicidad de los países aliados de Estados Unidos, verdaderos protectorados del Imperio
Americano y, como tal, sometidos a la estrategia de los halcones de Washington, materializada por su poderío militar y vertebrada a través de la CIA, la NSA, la DEA y los centenares de nuevas agencias secretas creadas por Washington en la última década.
La
existencia de tantas milicias islamistas operando en Iraq y Siria,
con el común denominador de estar armadas, financiadas y dirigidas
desde el exterior, constituyó una fuente de rivalidades
y enfrentamientos,
marcados la mayor parte de las veces por ambiciones de poder
encontradas y rivalidades personales. Bajo esta perspectiva, el líder
de Al-Qaeda, Ayman Al-Zawahiri, ordenó en febrero de 2014 la
disolución del Ejército Islámico de Iraq y el Levante (o ISIL,
como se le ha conocido internacionalmente), y negado toda relación
de este grupo con la organización terrorista fundada por Osama Bin
Laden: "Al-Qaeda anuncia que no está relacionada con el Estado
Islámico de Iraq y el Levante, y que no se le informó de su
creación y no la ha aceptado", dijo Al-Zawahiri en un
comunicado reproducido en las webs yihadistas. El ISIL "no es
una rama de Al-Qaeda, no tiene vínculos con ella, y nuestro grupo no
es responsable de sus actos", aseguró. Al-Zawahiri confirmó,
además, que Al-Qaeda consideraba al Frente Al-Nusra como su "rama
autorizada" en Siria, pero la realidad es mucho más compleja,
ya que los adversarios del ISIL se agrupaban en el llamado Ejército
de los Muyahidines, en la que también aparecía integrado el Frente
Al-Nusra. Ante semejante panorama, que obstaculizaba muy seriamente
el objetivo común de derrocar al Gobierno de Damasco, los
norteamericanos decidieron corregir su estrategia e intervenir para
poner orden en el tablero del complicado juego del Oriente Medio, un
juego que desde la crisis del Canal de Suez (1956), vienen
considerando exclusivamente suyo y en el que, por tal motivo, no cabe
una Siria independiente que mantenga relaciones privilegiadas con Rusia.
Fue
entonces cuando apareció en el escenario un personaje de turbia
trayectoria: el senador John McCain, el verdadero artífice de la
oleada revolucionaria que, en una genial operación de intoxicación
propagandística, fue apresuradamente llamada “primavera árabe”,
aunque muy pronto fue reconocida como “la primavera otánica”, el
marco buscado por los estrategas del Nuevo Orden Mundial para poner en
práctica su plan de organizar a su conveniencia los países del Oriente Medio, con especial atención a Iraq,
convertido desde la guerra contra Sadam Hussein en un caos (“estado
fallido”, según los medios de comunicación occidentales) y a
Siria, en donde tenían programado actuar siguiendo la misma receta
que aplicaron a Libia: lograr lo que podríamos llamar una “guerra
civil por encargo”, armando a grupos mercenarios llevados y
dirigidos por la CIA, para hacerlos pasar ante el mundo como
“rebeldes por la libertad” y luego, una vez conseguido el
adecuado grado de enfrentamiento interno, actuar militarmente para
imponer la paz “por motivos humanitarios”, valiéndose para ello
de la colaboración incondicional de la OTAN, encabezada por sus
protectorados europeos favoritos: Gran Bretaña y, sobre todo,
Francia, que de no tener su arsenal atómico integrado en la Alianza Atlántica, pasó a desempeñar el papel de brazo ejecutor favorito de la política norteamericana después de los atentados perpetrados el 11 de marzo de 2004 en los trenes de cercanías de Madrid.
Conviene
saber que John McCain, líder de los republicanos estadounidenses, es
el presidente del International Republican Institute (IRI), la rama
republicana de la NED (National
Endowment for Democracy),
una agencia gubernamental creada en 1993 por Ronald Reagan, cuyo
presupuesto depende del Departamento de Estado, para llevar a cabo la
parte legal de las operaciones ilegales de la CIA y extender ciertas
actividades en coordinación con los servicios secretos británicos, franceses, canadienses y australianos.
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El presidente Obama y el senador McCain |
En
mayo de 2013, el senador McCain estuvo ilegalmente cerca de Idleb, en
territorio sirio, donde llegó a través de Turquía para reunirse
con
líderes de la llamada “oposición moderada”,
viaje que sólo se hizo público cuando regresó Washington. La
estancia de McCain en Siria fue organizada por la Syrian
Emergency Task Force,
que, contrariamente a lo que su nombre sugiere, es una organización
sionista encabezada por un palestino asalariado del AIPAC, el grupo
de presión pro-israelí en Estados Unidos. El objetivo de su
estancia ilegal en territorio sirio era reunirse con el estado mayor
del Ejército Sirio Libre [ESL]. Según McCain, el ESL se componía "exclusivamente de sirios" que luchan por "su libertad" contra la "dictadura alauita". Como prueba del encuentro, los organizadores
del viaje publicaron la siguiente foto:
En
la siniestra reunión aparece el senador junto a Ibrahim Al-Badri (alias
Abu Du’a), quien figuraba desde el 4 de octubre de 2011 en la lista
de los cinco terroristas más buscados por la justicia estadounidense
(Rewards for Justice), con una recompensa de hasta 10 millones de
dólares para quien contribuyese a su captura e incluido desde el 5 de
octubre en la lista del Comité de Sanciones de la ONU como miembro activo de
Al-Qaeda.
Pero
eso no es todo. Un mes antes de su encuentro con el senador
estadounidense, Ibrahim Al-Badri, bajo el nombre de guerra de Abu
Bakr Al-Bagdadi, había creado el Estado Islámico de Iraq y el
Levante (EIIL), siendo todavía miembro del estado mayor del "moderado" Ejército Sirio Libre. Bajo ese nombre reclamó la
autoría del ataque contra las cárceles de Taj y Abu Garib, en Iraq,
ataque que hizo posible la fuga de entre quinientos y mil yihadistas
que, como es natural, se unieron a su organización. Aquel ataque estuvo coordinado con
otras operaciones casi simultáneas en ocho países diferentes en las que los yihadistas liberados en cada una de ellas se unieron a las organizaciones terroristas que operaban en Siria. Aquello resultaba tan
extraño que Interpol emitió una nota solicitando la cooperación de
sus ciento noventa países miembros, aunque la cosa terminó en nada.
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Abu Bakr Al-Bagdali |
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Al-Bagdali, después de proclamado "califa" |
Como
resulta bien visible, sobre el terreno no existen diferencias apreciables entre el Ejército Sirio Libre, el Frente Al-Nusra, el Emirato
Islámico, Ahrar al-Sham, etc. Todas esas organizaciones se componen de los mismos
individuos y estos cambian constantemente de signos de identificación y hasta de bandera. Cuando dicen
ser miembros del Ejército Sirio Libre agitan la bandera de la
colonización francesa y sólo hablan de derrocar al "perro Bashar".
Cuando dicen ser miembros de Al-Nusra, agitan la bandera de Al-Qaeda
y dicen querer imponer el islam –el de ellos– en todo el mundo. Y
cuando se declaran miembros del Estado Islámico, hacen ondear la
bandera del Califato y anuncian que expulsarán de la región a todos
los infieles. Pero, sea cual sea su etiqueta, cometen las mismas barbaridades: violaciones, torturas, decapitaciones, crucifixiones y
esa larga serie de atrocidades que cada día ofrecen los medios
informativos para, acto seguido, culpar al Gobierno de Damasco de
todos los horrores que Siria viene padeciendo desde marzo de 2011.
Por
mi parte, no he tenido que esperar a ver el curso posterior de los
acontecimientos para denunciar
en este Blog
la feroz campaña propagandística que cada nos ofrecen las agencias
de comunicación occidentales para mantener
en el limbo a la opinión pública
y derivar su indignación hacia Bashar Al-Assad, presentándolo como
uno de los peores tiranos de la Historia, capaz de masacrar a su
propio pueblo con tal de mantenerse en el poder. Reducir el
holocausto sirio a una mera guerra civil entre la tiranía y los
defensores de la libertad no es solamente una colosal falsificación
histórica sino un ultraje a la memoria de los centenares de miles de
muertos, heridos y desaparecidos, así como a los millones de desplazados y refugiados que
el decretado holocausto sirio proyecta sobre nuestras conciencias.
Que la verdad se sepa es a lo menos que deberíamos aspirar.
© Copyright José Baena Reigal