martes, 14 de marzo de 2017

 

    MUSEO RUSO DE SAN PETERSBURGO EN MÁLAGA

                      LA DINASTÍA ROMÁNOV. PARTE I




Si todas las exposiciones que han pasado por las salas del Museo Ruso de San Petersburgo en su sede de Málaga han sido magníficas, las dos muestras que ahora mismo pueden verse exceden todo lo hasta ahora visto, porque no cabe mejor ni más variado conjunto de obras de arte en un mismo recinto. Para pasmarse, vamos. Si la muestra “La dinastía Románov” cabe adjetivarla como suntuosa, la dedicada a “Kandinsky y Rusia” es tan original como inimaginable para cualquiera que no esté bien informado acerca de la obra de este pintor, que por ser el primer representante de la pintura abstracta revolucionó la Historia del Arte desde sus mismos cimientos. Como prueba gráfica de lo dicho, conviene añadir que todas las fotos que aparecen en esta entrada, así como en las siguientes que dedicaré a este singular acontecimiento, están tomadas directamente de la gran muestra malagueña.

En esta exposición que el Museo Ruso presenta en Málaga se incluyen más de doscientas obras de un periodo que abarca desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX, ejecutadas con diversas técnicas, de diferentes formatos y géneros. Retratos solemnes, pinturas históricas y de batallas, vistas de Moscú y de San Petersburgo, mobiliario palaciego y servicios de porcelana, iconos y relojes, estudios de monumentos y trajes de época reconstruyen la imagen de los tres siglos de la era Románov (1613–1917), presentada en secuencia cronológica: desde los acontecimientos que destronaron a la dinastía Ruríkida, que llevaba gobernando desde el siglo IX —el reinado de Iván el Terrible y los Tiempos Tumultuosos— hasta el último emperador, Nicolás II, cuya abdicación en 1917 puso punto fìnal a la monarquía rusa debido a la presión de los acontecimientos revolucionarios.





La colección que actualmente ofrece el Museo Ruso San Petersburgo en Málaga constituye una exposición tan exhaustiva como única, ya que nunca hasta ahora se había podido reunir en Europa Occidental una muestra tan completa sobre este largo periodo de la historia rusa. La muestra está articulada en torno a un discurso expositivo sólido, bien argumentado y articulado de manera sencilla gracias a los numerosos paneles explicativos dispuestos a lo largo de un itinerario museístico verdaderamente suntuoso, que permite a los visitantes revivir con detalle los principales hitos de aquellos tres siglos, conocer la evolución de la última dinastía rusa, la autopercepción de la misma a través del arte palaciego y los hechos históricos que jalonaron los trescientos años de reinado de los Románov.


Ante un enorme lienzo de 282x478

Asedio al Monasterio de la Trinidad y San Sergio (1891). Vasili Vereschaguin.

Detalle

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Detalle

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Descendientes del boyardo moscovita, del siglo XIV, Andrei Ivanovich Kobyla, la familia Románov tomó su apellido de Roman Yurev, cuya hija, Anastasia Románova, se convirtió en la primera esposa de Iván el Terrible. Serán los hijos del hermano de Anastasia, Nikita, quienes convertirán Románov en su apellido para perpetuar el orgullo por su abuelo Roman, padre de la zarina.


Iván el Terrible, de Alexander Alexandrov



Tras la muerte de Feodor I, último zar de la dinastía Rurik, se inició la llamada época de las turbulencias, que llevó al caos a Rusia durante quince años hasta que una asamblea de notables eligió al nieto de Nikita, Mijail Románov, como nuevo zar. El trono fue pasando de la forma habitual seguida por la dinastía anterior, la de los Rurik, de primogénito en primogénito o, en su defecto, yendo la corona al pariente varón más cercano.


Elección de Mijaíl Fiódorovich Románov como zar, de Nikolai Shustov

Detalle del cuadro anterior

Iván el Terrible muestra su cámara del tesoro al embajador inglés Horsey,
de Alexander Litovchenko


La consagración religiosa de Iván el Terrible, de Pyotr Gellerir leyenda

La niñera de Iván el Terrible, de Konstantin Makosvky
Esta dinámica tradicional se rompió a la muerte de Feodor III, cuando los hermanastros Pedro e Iván aspiraron a la vez al trono. Los derechos de ambos, el de Pedro sostenido por una asamblea de notables y el de Iván por una revuelta palaciega, se mantuvieron, con una monarquía dual. A la muerte de Iván, Pedro cambió las normas, estableciendo que cada monarca elegiría sucesor. Así hizo él, eligiendo como sucesora a su esposa Catalina I, que sólo por matrimonio era una Románov.

Aunque la corona pasara a su hijo Pedro II, verdadero Románov por sangre, la línea masculina del apellido se extinguió en 1762, pasando el cetro a la casa de Holstein-Gottorp tras la muerte de Isabel I, pese a lo cual se optó por mantener el nombre de la dinastía a fin de mantener la continuidad histórica y asegurar la unidad del Imperio.

Un intento de cambiar nuevamente las normas de sucesión por parte de Pablo I condujo a su asesinato. Otro crimen político, fruto de las tensiones sociales de la época, terminó con la vida de Alejandro II en 1881, veinte años después de que dictara la emancipación de los siervos. Su nieto Nicolás II se convertirá en el último zar tras abdicar a consecuencia de la revolución rusa de febrero de 1917, siendo asesinado con su esposa e hijos en julio de 1918.


Retrato de Alejandro III, de Iván Kramskoi
A la vez que se sucedían los zares y emperadores Románov, los grandes hitos de la historia rusa bajo su dominio serán la incorporación de Ucrania en 1654, la expansión territorial hacia el este con la ocupación de Siberia occidental a finales de siglo, las insurrecciones periódicas de cosacos, la modernización del país bajo Pedro I el Grande y su esposa Catalina la Grande, firmes partidarios de la occidentalización, siendo la fundación de San Petersburgo en el siglo XVIII su señal más notoria.

Las guerras contra Suecia y Polonia sirvieron para ampliar los territorios, a la vez que la derrota definitiva de los tártaros en 1783 abrió para Rusia la puerta de su extensión más radical. A la vez que se dinamizaba el comercio, se iniciaba una paulatina industrialización de Rusia que en el siglo XIX, tras el renacer nacional que supuso la victoria sobre la invasión napoleónica, vivió en un anhelo constante de reformas continuamente aplazadas a la vez que el naciente movimiento obrero optaba por la ruptura violenta con todo lo anterior.
Defensa del Monasterio de la Trinidad y San Sergio, de Sergei Miloradowicz
La hazaña del granadero Leónti Korennói de la Guardia Imperial en la Batalla de Leipzig de 1813, de Polidor Babayev (172x215 cm)

Detalle

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La abolición de la servidumbre en 1861 no fue suficiente. La derrota en la guerra contra Japón en 1905 puso de manifiesto que el dominio de los Románov llegaba a sus años finales, pero fue la desastrosa gestión de la Primera Guerra Mundial la que terminó por desencadenar la Revolución de Octubre y el fin inexorable de una etapa histórica que duró tres siglos.

La exposición que ofrece al visitante el Museo de San Petersburgo en Málaga está dividida en once secciones. La primera de ellas constituye el prólogo a la historia de la dinastía de los Románov y se centra en la figura de Iván el Terrible, que entre sus esposas tuvo a una Románov, para dar paso al inicio de la dinastía propiamente dicha, desde el zar Miguel I hasta Nicolás II, último emperador ruso, decimoctavo de su dinastía, que fue brutalmente asesinado junto a su familia en 1918. En esta última sección se encuentra una de las obras más emblemáticas de la exposición, un icónico retrato de Nicolás II, obra de Ilya Repin, artista más conocido de la muestra, del que también destaca un óleo que recoge la boda de Nicolás II con Alejandra Fiódorovna.


La boda de Nicolás II con la Gran Duquesa Alejandra Fiódorovna,
óleo de Ilya Repin (1894) 

Detalle

Retrato del heredero Alekséi Nikoláievich (1911),
 de Sergéi Yegórnov 

Retrato de Nicolás II (1892), de Ilya Repin

Nicolás y Alejandra, los últimos zares

Retrato de la emperatriz Alejandra Fiódorovna


Retrato de la emperatriz María Fiódorovna (1882),
de Ivan Kramskoi


Detalle


Icono de San Romano el Mélodo (1903)
Fábrica de Nikolái Nemirov-Kolovkin, Moscú




Salón Rojo del Palacio de Invierno

Guardia Roja en el Palacio de Invierno
(1927), de Alexander Ormeskin