PRESENTACIÓN
Nunca escribo sobre mí mismo porque no me veo con importancia para hacerlo, porque a nadie le interesaría y, sobre todo, porque el testimonio que uno pueda dar de sí mismo siempre será equívoco: los humanos solemos ver nuestras virtudes mejor que nuestros defectos. Por eso sería mejor preguntar a los que me conocen. No obstante, por honradez hacia quien en mi blog entrare, considero indispensable una presentación para que sepa con quién se anda los cuartos. Vaya de entrada mi creencia de ser buen conversador, sobre todo acompañado de buen vino tinto riojano o, casi mejor, de la Ribera del Duero, acaso porque me siento tocado por el alma fuerte de Castilla, a la que profeso el mismo amor que le dedicaron Unamuno, Machado o Delibes.
Mi país favorito es Italia y aunque adore la Toscana, mi ciudad predilecta y mi lugar en el mundo es Roma, a cuya cita acudo cada año como un ritual ineludible cuando el otoño asoma. Soy absolutamente mediterraneocéntrico y romanocéntrico, quizá porque, como a nuestro mar le canta Serrat, también mi niñez sigue jugando en su playa. Quizá por ello, todas las tierras situadas fuera de la frontera marcada por el cultivo del fruto de Dionisos me parecen dominios bárbaros: por mucho que puedan impresionarme sus paisajes, gustarme sus monumentos o respetar su cultura, sé que, inevitablemente, no me apasionan.
Desde que me recuerdo, he sido lector incansable, tanto que no me atrevo a citar autores o títulos, ¡serían tantísimos y de tan variados registros! Por eso siento pasión por los buenos libros, sean estos de poesía, de novela o ensayísticos. Mi vida laboral ha abarcado el mundo de las cajas de ahorros, el turismo y la enseñanza universitaria, ocupaciones que nada tuvieron que ver con mi vocación literaria, a la que puede dedicar mayor atención cuando dejé de trabajar. Junto a ensayos históricos y varios libros de poemas, tengo publicadas dos novelas, “El fuego de San Telmo” y “El octavo pilar. Historia secreta de Lawrence de Arabia”. Con la primera gané el V Premio de Novela Ciudad de Salamanca y con la segunda el Premio Extraordinario de Novela IV Centenario del Quijote.
Estas pinceladas sobre mi persona serían incompletas y mi vida resultaría incomprensible, hasta para mí mismo, si no mencionara el compromiso sindical que tanto ha ocupado mi tiempo, para bien y para mal, desde hace casi treinta años. No es, pues, de extrañar, que mi cita favorita sea una frase de Chesterton: “El pensamiento que no se convierte en palabra es un mal pensamiento y la palabra que no se convierte en obras es una mala palabra”. Inicialmente y durante largos años estuve en la U.G.T., hasta que esta central sometió su discurso al oscuro y remunerado yugo del Partido Socialista. Posteriormente empecé a colaborar con un sindicato independiente, el S.E.C.A.R., en donde volví a reencontrar entre mis compañeros la misma vocación de libertad, justicia y amistad que antaño sirvió para afiliarme a la central ugetista. Al fin y al cabo, puede que sea cierto que, como dice el refrán, “bien está lo que bien acaba”.
A pesar de mi años, en los que, afortunadamente, estoy alcanzando una serenidad que nunca antes había tenido, los amigos todavía me consideran estimulante como un whisky de malta o, acaso, como un buen cava del Penedés, por eso de las burbujas.
Como buen mediterráneo, soy un poco la mar y un poco la arena, creyente y escéptico al mismo tiempo, así como todo lo contrario. Y aunque fervoroso admirador del Panteón de los dioses olímpicos, cultural y sociológicamente hablando me declaro formalmente católico, aspostólico y, sobre todo, romano. Como Antonio Machado, desdeño las romanzas de los tenores huecos y confieso ser, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Soberbio Pepe. Estoy contigo en cada una de las líneas que has plasmado en la mismísima frente de estos desvergonzados. Y si, puedo dar fe, amigo mío que compartir contigo un rato de tertulia es tan estimulante como saborear un preciado whisky de Malta.
ResponderEliminarNo caigo en quién eres, pero tu comentario es de los que estimulan el alma. Que Dios te lo pague.
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