lunes, 17 de septiembre de 2012



                     Hasta pronto. Arrivederci!




Quienes cruzan el mar cambian de cielo, pero no de alma”, escribió nuestro maestro común Horacio. Por eso cambiar de cielo es aconsejable para verificar que no  nos hemos vuelto desalmados. Y es que la información banal,  inmunda en demasiadas ocasiones, vertida cada día desde los medios informativos, llega a calar el alma con su lluvia apestosa. Por otra parte, la constatación acelerada de la deriva española hacia ninguna parte y el no menos convulso panorama internacional, ahondan en nuestro ser íntimo sentimientos de impotente desagrado ante este mal tiempo que nos ha tocado vivir, invitándonos a buscar refugio en la insensibilidad, en el cinismo o incluso en la misantropía, para no resultar demasiado afectados por las heridas que nos inflige este mundo de los medios perfectos y de los objetivos confundidos, como dijera Einstein.


Albert Einstein

Yo, por el momento, necesito un respiro urgente para sosegar mi mirada en los reflejos de los canales de Venecia, buscar protección de tanto inútil calentamiento de mollera a la sombra de Andrea Palladio y purificar mi tiempo en la búsqueda del rosa Tiépolo, en compañía del maestro Roberto Calasso, para acabar mi periplo en Roma, a la que reconozco como mi lugar en el mundo, mi ciudad elegida, porque, como escribió Tito Livio (Ab Urbe condita libri, I, 16 ): “Abi, nuntia [...] Romanis, caelestes ita velle ut mea Roma caput orbis terrarum sit”.




Tito Livio

Sólo es posible amar lo que se conoce, y conforme más profundamente conozco Roma, más me atrae su dimensón insondable. Muchas veces en el regreso a los sitios donde hemos sido felices se sucumbe a la melancolía de los viejos recuerdos. Mas en lo que a Roma respecta, no es, desde luego, mi caso. Al contrario de aquellos que permanecen fijados a las primeras impresiones, yo creo que regresar a los lugares que ocupan un lugar privilegiado en la memoria, vuelve nuestra mirada más reflexiva, más sabia, por cuanto más sosegada e intensa respecto a las visiones fugaces de los que se encuentran por vez primera ante el bullicio fastuoso y la apabullante belleza del otoño romano. En fin, esa es mi opinión, absolutamente en consonancia con las muchas experiencias acumuladas… Sé que en Roma volveré a experimentar la pequeñez de lo individual, lo efímero de cada vida, mientras percibo que cualquier atisbo de mi importancia personal se diluye en sus claridades abiertas a la inmanencia fastuosa de tantos siglos inscritos en las piedras, en las fuentes, en las terrazas sombreadas de las trattorias, en las solitarias calles que trepan por el Aventino o discurren serpenteantes entre Via Teatro di Marcello y Campo di'Fiori, donde cada mañana eclosiona pletórica la algarabía del mercado que amanece a la sombra de la estatua de Giordano Bruno.
































En las dos últimas semanas este blog ha alcanzado cotas de interés a las que nunca supuse que llegaría: más de dos mil visitas. Eso me anima a seguir escribiendo en él tan libre y anárquicamente como lo vengo haciendo, sencillamente porque estoy convencido de que, como escribiera Chesterton: “El pensamiento que no se convierte en palabra, es un mal pensamiento, y la palabra que no se convierte en obra, es una mala palabra”.




Gracias a todos mis amigos. Recibid un cordial abrazo, que hago extensivo a todos los visitantes de “El Saco del Ogro”.

Hasta pronto. Arrivederci!












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