JERUSALÉN, UNA CIUDAD Y TRES RELIGIONES
5. El barrio árabe de la Ciudad Antigua
La Ciudad Antigua es el corazón dividido y subdividido de Jerusalén, el epicentro de un conflicto que surgió hace milenios y que no morirá hasta el final de los siglos. La ciudad considerada tres veces santa por judíos, cristianos y musulmanes es eterna, pero pequeña. Se extiende por una superficie de poco menos de tres kilómetros cuadrados. También es densa. Una especie de agujero negro que atrae, retiene y produce la sensación de que el Apocalipsis puede estar esperando a la vuelta de la esquina: "Matadero de religiones" es como Aldous Huxley se refirió a Jerusalén.
Desde las alturas de las colinas que vigilan su parte oriental, el recinto amurallado de la Ciudad Antigua es un abigarrado mar de tejados, cúpulas, minaretes y campanarios encerrados dentro de su bien delimitado perímetro, del que sobresale la enorme cúpula dorada del Duomo de la Roca, asentada en el Harán o Explanada de las Mezquitas, lugar donde estuvo asentado el SegundoTemplo, construido por Herodes el Grande, contemporáneo de Jesús, el Mesías reconocido por las múltiples ramificaciones del cristianismo. En las sinagogas, mezquitas e iglesias, todos gritan la santidad de Dios, llámese Yhavé, Jesucristo o Alá, y claman por su protección, mientras el sol castiga sin piedad a las piedras de la ciudad varias veces milenaria y evapora en el aire la algarabía de miles de voces, y los ángeles, cansados de tantas guerras inacabables, baten sus alas en retirada. Y los sueños...,¡ay, los sueños! Millones de sueños flotan sobre la ciudad y amenazan la paz de los que en ella duermen, viven y mueren. Aunque a veces los sueños pueden ser pesadillas. Por eso el viajero hará bien en mirar las cosas desde una prudente distancia y hasta diría que sin renunciar a una cierta dosis de ironía, porque Jerusalén viene a ser, entre otras muchas cosas, un parque temático de las religiones. Y en ella, nada es inocente, nunca.
Todos aman la ciudad, pero en exclusiva, sin deseo de compartirla. Dios no tiene suficientes ángeles para atender todas las peticiones que se le hacen desde Jerusalén. Además, ¿cómo atender sueños tan contrapuestos? Tres veces santa, sí, ¿pero tres veces condenada por eso a no conocer la paz?
La Ciudad Antigua desde el Monte de los Olivos |
Desde el Monte de los Olivos, a mis pies la ciudad de Jerusalén reza, sueña, vive, ama y odia. Vibra. Desciendo, dejando a mi izquierda el cementerio judío con sus losas geométricas que reverberan al sol y cruzo el Valle de Josafat o del Cedrón, porque todo en Jerusalén es doble, o triple..., para bordear la muralla oriental y acceder a la Ciudad Antigua por la Puerta de Damasco, la más hermosa, que sirve de entrada principal al barrio árabe. Desde lo alto de la escalinata que sirve de mirador a la explanada que le sirve de antesala, observo el gentío que entra y sale a cualquier hora del día por la puerta que mandó construir el sultán otomano Suleimán el Magnífico, acceso privilegiado al microcosmos que se materializa y define en los cuatro barrios en los que se divide el recinto amurallado, árabe, cristiano, judío y armenio, correspondientes a las cuatro comunidades religiosas que se reparten la Ciudad Antigua, aunque los límites de los dos primeros son confusos, porque muchos de los principales enclaves cristianos están en pleno barrio árabe, en mayor y más densamente poblado, como sucede con la Vía Dolorosa, la arteria más bulliciosa, por ser destino común de los peregrinos y turistas de todas las iglesias cristianas del mundo, muchos de los cuales recorren las estaciones del Vía Crucis, que termina en el interior de la Basílica del Santo Sepulcro, situada entre los barrios árabe y cristiano.