domingo, 28 de diciembre de 2014

  
           CUBA, PATIO TRASERO DE WASHINGTON


La negociación entre los gobiernos de Cuba y EE.UU. ha sido llevada tan en secreto durante dieciocho meses que ni una sola filtración ha trascendido de lo que venía fraguándose. Ni desde la Administración Obama, ni desde Canadá, que fue el país anfitrión de al menos nueve reuniones, ni desde el Vaticano, cuyo papel parece que fue decisivo en permitir entre dos países largo tiempo enfrentados durante más de medio siglo. No obstante, en cuanto el pasado miércoles fue anunciado el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba, realizado simultáneamente desde Washington y La Habana, los medios informativos de todo el planeta se lanzaron a una loca carrera para destacar la excepcionalidad de la noticia, como si tal cosa fuera decisiva para la paz del mundo. Sin embargo, a efectos prácticos, el único cambio visible será que la actual Oficina Comercial de EE.UU. en La Habana pasará a llamarse Embajada. Para levantar un embargo que dura más de cincuenta años, Obama necesita la aprobación del Congreso y tal cosa está lejos de suceder. Así que, de momento, pese al desenfrenado júbilo internacional, se trata de más ruido que nueces. Desde la extrañeza y hasta desde el escepticismo, cabe preguntarse a qué viene tanta alharaca.

Siguiendo la corriente de exaltación general, la portavoz de Exteriores del PSOE en el Congreso, Trinidad Jiménez, que fue titular del Ministerio de Asuntos Exteriores cuando España era todavía el Reino de Camelot, dijo ayer que el inicio del diálogo entre EE.UU. y Cuba representa "un momento histórico" que "pone fin a uno de los últimos vestigios de la Guerra Fría", una declaración casi comparable a la que hizo Viviana Aido cuando llamó “acontecimiento cósmico” a la simultaneidad en el poder de dos figuras tan estelares como Zapatero y Obama.



Por lo que se ve, ni esta señora ni la mayor parte de los comentaristas se han enterado de que la Guerra Fría hace referencia a la situación de enfrentamiento que se mantuvo entre los dos grandes bloques en que el mundo estuvo dividido, el Occidental y el Socialista, que entre ambos alineaban un gran conjunto de naciones que sumaban más de mil millones de personas, ni se han parado a pensar que una islita caribeña, que no llega a los doce millones de habitantes y en la que el reloj se paró hace más de cincuenta años, es absolutamente irrelevante en el plano internacional como para relacionarla con el fin de guerra alguna, tanto que sea fría como caliente o mediopensionista, máxime si tenemos en cuenta que el otro oponente es la gran superpotencia estadounidense. Tampoco han caído en que, precisamente, acabamos de entrar en la Guerra Fría del siglo XXI, que es la iniciada por Obama para cercar militarmente y económicamente a Rusia, separarla de Europa y acorralarla en sus confines asiáticos, aún a costa de provocar un conflicto nuclear de consecuencias devastadoras.



Mi intención al recordar aquí la acelerada y peligrosa escalada en la tensión internacional que orienta la política exterior de la Administración estadounidense no es otra que remachar una obviedad: que Washington no da puntada sin hilo. Y en el caso de Cuba, muchísismo menos. Tras la campaña de propaganda tendente a presentar a Obama como un Presidente moderado y hasta dialogante, existen otras interpretaciones de la realidad mucho más mezquinas y peligrosas. La primera que se le ocurre a cualquiera es el temor de Estados Unidos a ver descolgadas sus grandes empresas en el caso de una hipotética liberalización de la economía cubana, algo que acabará siendo inevitable cuando los hermanos Castro, que no son eternos, desaparezcan de este mundo como les terminó pasando a los dinosaurios. Mientras tanto, Washington asegura al régimen cubano su perduración hasta que tal momento llegue, pero sin renunciar a su invariable objetivo, que no es otro que controlar su más doméstico patio trasero hasta convertir la isla en un nuevo Estado vasallo, aunque a través de de una estrategia más acorde con los vientos que soplan en el área latinoamericana.


Según reconoce Obama en su discurso oficial: “Décadas de aislamiento de Cuba por Estados Unidos no han logrado concretar nuestro objetivo. Hoy Cuba aún está gobernada por los Castro y el Partido Comunista.” Y agrega que, al restablecer las relaciones diplomáticas, los Estados Unidos pueden “defender nuestros valores y ayudar al pueblo cubano a que se ayude a sí mismo”. Lo cual significa que la Administración Obama no renuncia a la estrategia que apunta a la asimilación de Cuba por el “american way of life”, sólo que modifica la manera de lograrlo. No habrá un nuevo desembarco como el de Bahía de Cochinos, efectuado en 1961 bajo los auspicios de la CIA a espaldas del Presidente Kennedy. Lo que habrá bajo la administración Obama será un desembarco de organizaciones “no gubernamentales”, fabricadas por la CIA y el Departamento de Estado, enviadas por Washington con “proyectos humanitarios de ayuda al pueblo cubano”. El Congreso de Estados Unidos –subraya el documento oficial de la Casa Blanca– ha atribuido “importantes fondos para la programación de la democracia en Cuba, asignados para prestar asistencia humanitaria, promover los derechos humanos y las libertados fundamentales, apoyar el libre flujo de información, estimular las reformas a través de nuestros contactos de alto nivel con funcionarios cubanos”. Serán financiadas especialmente “las actividades de fundaciones privados e institutos de investigación e instrucción”.

El presidente Obama saludando Raúl Castro en los funerales de Nelson Mandela,
celebrado en el mes de diciembre de 2013

Con las organizaciones “no gubernamentales” que llegarán con los bolsillos llenos de dólares, desembarcarán también las transnacionales estadounidenses que, según escribe el New York Times, están preparando una “cabeza de playa” para penetrar con sus capitales en la economía cubana, apuntando al sector de la biotecnología –muy desarrollado en Cuba–, las minas –sobre todo el níquel, del que Cuba posee una de las reservas más importantes del mundo– así como el sector hotelero y turístico, donde existe un gran potencial expansivo en cuanto el turismo estadounidense pueda viajar a Cuba sin las actuales restricciones”. El eufemismo usado por la prensa, “tender la mano a Cuba”, sería exacto si a continuación se aclarase que esa mano va dirigida al cuello mismo del futuro cubano, que según todas las evidencias, estará programado y controlado por Washington.



Y mientras el mundo sigue celebrando el evento como un logro para la paz mundial, ha pasado casi desapercibido el hecho de que, por las mismas fechas, el presidente Obama ha dado una nueva vuelta de tuerca a su política de enfrentamiento con Rusia, aprobando el bloqueo económico a Crimea, así como otra noticia mucho más alarmante: que la semana anterior el Congreso aprobó, por cuatrocientos once votos contra diez, la propuesta presentada por el republicano Adam Kizinger que instaba al presidente Obama a realizar una revisión de la "postura de fuerza, la disposición y las responsabilidades" de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para asegurar que fuesen suficientes para satisfacer la “creciente amenaza” de Rusia. La escasa cobertura de los medios informativos ha impedido ver que el proyecto de ley aprobado describe gran parte de la legislación que condena a la Rusia de Vladimir Putin, al tiempo que la revisión del texto, después de enumerar una larga serie de acusaciones al presidente ruso, resuelve que EE.UU. debe adoptar nuevas acciones con implicaciones militares en contra de Rusia. Como ya he dejado escrito a propósito de Siria en otra entrada anterior, la estrategia belicista adoptada por Washington concede de facto al presidente Obama y a quien le suceda en la Casa Blanca, la licencia para actuar como policía global.




La soberbia humillante con que trata el poder norteamericano a sus aliados se muestra en el hecho de que la legislación aprobada exija a Obama revisar las fuerzas militares de los otros miembros de la OTAN para determinar "si las contribuciones y las acciones de cada uno son suficientes para cumplir las obligaciones de la legítima defensa colectiva en virtud del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte y para especificar las medidas necesarias para remediar las deficiencias". La referencia al artículo 5 del tratado no es baladí, toda vez que a comienzos de este año Philip Breedlove, el Comandante Supremo Aliado, advirtió durante una entrevista en el diario alemán Die Welt que la infiltración encubierta por parte de Rusia en los Estados bálticos de Lituania, Letonia y Estonia, miembros de la Alianza, podría dibujar una respuesta militar en virtud del citado artículo 5 del tratado fundacional de la OTAN. "Si estas acciones tienen lugar en un país de la OTAN, y somos capaces de atribuirlos a una nación agresora, es pertinente invocar el artículo 5. Ahora, se trata de una respuesta militar", señaló Breedlove.

¿Quién manda realmente en Estados Unidos...?

La legislación estadounidense pide, además, que EE.UU. proporcione a Ucrania recursos de defensa "letales y no letales", al tiempo que hace un llamamiento a los socios europeos de la OTAN y a otros países de todo el mundo para que suspendan toda cooperación militar con Rusia, incluyendo el cese en la venta de cualquier tipo de material militar al gobierno de Putin, orden que el gobierno de Francia ha cumplido sumisamente ¡con carácter retroactivo!, anulando la entrega a Rusia de los dos navíos portahelicópteros tipo Mistral, cuya venta fue acordada en un contrato firmado en 2011 por importe de 1.200 millones de euros: ¡Ah, si DeGaulle levantara la cabeza...! Para Ron Paul, político y ex-candidato a la presidencia de EE.UU. este conjunto de medidas representa un paso peligrosísimo por un camino que solo puede conducir a la guerra contra Rusia.

Ron Paul lo expresa de manera harto elocuente en el artículo titulado “El Congreso de Estados Unidos «declara la guerra» a Rusia.”, cuyo texto completo habría que conocer, porque supone una descalificación total y admirablemente razonada a la política deriva bélica de la Admistración Obama y del cual entresaco algunos párrafos:

La Hig Resolution 758 ha sido presentada como una resolución que “condena firmemente las acciones de la Federación Rusa, bajo la presidencia de Vladimir Putin, que ha aplicado una política de agresión contra países vecinos con fines de dominación política y económica”.

La realidad es que ese proyecto de ley se compone de 16 páginas de una propaganda de guerra que haría sonrojarse a los neoconservadores, si estos fuesen capaces de tal cosa.

Este es el tipo de resoluciones que siempre he observado de cerca en el Congreso, presentadas como declaraciones de opiniones “sin peligro” pero que a menudo conducen a la adopción de sanciones y a la guerra. Recuerdo que en 1998 argumenté fuertemente contra la Ley sobre la Liberación de Irak porque, como dije en aquel momento, sabía que nos llevaría a la guerra.

Ron Paul

Yo no me oponía a aquella ley porque fuese un admirador de Sadam Husein –como tampoco soy ahora un admirador de Vladimir Putin ni de cualquier otro dirigente político extranjero– sino más bien porque sabía que otra guerra en Irak no resolvería los problemas y probablemente no haría más que empeorar las cosas. Y ya sabemos lo que sucedió después.

Es por eso que me cuesta creer que logren salir indemnes con esta nueva ley, sobre todo teniendo en cuenta que lo que está en juego esta vez es mucho más importante: ¡provocar una guerra con Rusia podría significar la destrucción total!

(…) Fríamente, la resolución apunta contra los medios de prensa financiados por el Estado ruso y los ataca afirmando que “falsean la opinión pública”. Pero al gobierno de Estados Unidos le parece normal dedicar miles de millones de dólares al financiamiento y apadrinamiento de medios, como la Voz de la Américas (VOA) y Radio Free Europe/Radio Liberty, y a subvencionar medios “independientes” en innumerables países. ¿Cuánto falta para que fuentes de información alternativas como [el canal de televisión satelital] Russia Today acaben siendo prohibidos en Estados Unidos? Este proyecto de ley nos acerca al día infausto en que será el gobierno quien decida qué tipo de programas podemos ver o no y además hable de tal violación de la “libertad”.



(…) La parte más perturbadora de la presente resolución es probablemente la declaración que menciona una “intervención militar” de la Federación Rusa en Ucrania que “constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales”. No es casual el uso de esa terminología: esa frase es la semilla envenenada introducida en ese proyecto de ley para justificar futuras resoluciones aún más agresivas. Después de todo, si aceptamos que Rusia representa una “amenaza” para la paz internacional. ¿cómo podemos ignorar algo así? Esas son las pendientes resbalosas que conducen a la guerra.”

Las alarmantes conclusiones de Mr. Ron Paul son compartidas por Paul Craig Roberts, ex-subsecretario norteamericano del Tesoro, quien denuncia a los neo-conservadores de estar convencidos de que EE.UU. es el país elegido para ejercer la hegemonía mundial y, en consecuencia, de haber sentado las bases para la Tercera Guerra Mundial. El economista y escritor apunta que los neo-conservadores le "dieron" a EE.UU. el 11-S y su encubrimiento, las invasiones de Afganistán e Irak, el comienzo de la desestabilización de Pakistán y Yemen, el denominado Mando África de EE.UU., la invasión de Osetia del Sur por parte de Georgia, el espionaje planetario, la pérdida de las garantías constitucionales y la tortura. "En resumen, los neoconservadores han sentado las bases de la dictadura y la Tercera Guerra Mundial", destaca en un artículo titulado Al borde de la guerra y el colapso económico , publicado el pasado 12 de diciembre en su sitio web.


Paul Craig Roberts

Junto a la más que preocupante situación descrita por estos dos ilustres políticos y comentaristas norteamericanos, no es difícil darse cuenta de que, si junto a un reconocimiento diplomático que poca cosa representa, consideramos la agresiva política del Pentágono y de la OTAN en Europa (Ucrania) y en el Oriente Medio (Siria), podremos llegar sin demasiado esfuerzo a la conclusión final de que, en todos los casos, la razón final de toda la política exterior estadounidense está en la guerra no declarada que ha emprendido contra la Rusia de Vladimir Putin, en la que la OTAN ha pasado de ser una reliquia de la posguerra aparentemente diseñada para proteger a Europa, a convertirse en una alianza beligerante contra la Federación Rusa y el aparente deshielo con La Habana forma parte, aunque sea un capítulo menor, de la actual estrategia vinculada a la doctrina de “guerra preventiva” seguida por el Pentágono y el Departamento de Estado norteamericano para imponer su Orden Mundial Unipolar, en el que cercar a Rusia es su principal objetivo.  

Y es que hay un trasfondo menos conocido todavía que tal vez nos haga ver que las cosas no son lo que parecen. El acercamiento entre Cuba y EE.UU. puede tener mucho que ver con el conflicto entre Washington y Moscú que se está gestando en la actualidad y que responde a los intereses directos del “complejo militar-industrial”, que el 17 de enero de 1961, ya al final de su segundo mandato, Dwigth David Eisenhower, presidente número treinta y cuatro de los Estados Unidos, denunció inopinadamente cuando dirigió en su último discurso al pueblo norteamericano la siguiente advertencia:

En las asambleas parlamentarias hemos de guardarnos del crecimiento de influencia, tanto patente como oculta, del complejo militar-industrial. El riesgo de que un poder en manos de personas equivocadas crezca desastrosamente existe, y seguirá existiendo también en el futuro. No hemos de permitir nunca que el peso de esta mezcla de poderes ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos. Y tampoco hemos de dar nada por descontado: solo los ciudadanos vigilantes y bien informados pueden imponer la equidistancia entre la enorme máquina militar-industrial y nuestros métodos y objetivos pacíficos, para que la seguridad y la libertad puedan prosperar juntos”.

Presidente Dwight D. Eisenhower

Fue la primera vez que se empleó la expresión "complejo militar-industrial" para indicar un conglomerado de intereses en condiciones de influir en la política interna e internacional de los Estados Unidos de América y es interesante resaltar que lo hiciera un presidente que fue también uno de los militares más destacados de la Historia norteamericana y mundial. Desde entonces acá las intervenciones bélicas estadounidenses se cuentan por centenares de tal modo que no resulta exagerado afirmar que los gobernantes de Estados Unidos buscan y siempre encuentran la prueba que ellos mismos han puesto para atacar a quien les convenga. El procedimiento lo tienen patentado desde que en 1898 el magnate de la prensa sensacionalista William Randolph Hearst, uno de los principales imperios mediáticos del mundo, convenció a la mayoría de los estadounidenses, con la complicidad del ya entonces influyente Secretario de Marina, Theodore Roosevelt, de la culpabilidad de España respecto a la voladura del acorazado USS Maine fondeado en el puerto de La Habana. De este modo comenzó una escandalosa y agresiva campaña orientada a que el pueblo norteamericano presionara a su Gobierno para que declarase la guerra a España, que terminó decretando el presidente William MacKinley.

La voladura del acorado Maine

Cuando MacKinley fue asesinado en septiembre de 1901, Theodore Roosevelt ocupó la presidencia durante dos mandatos consecutivos (septiembre de 1901 a marzo de 1909), en los cuales llevó hasta sus últimas consecuencias la que pasó a la Historia como "doctrina o política del Gran Garrote o Big Stick". Aplicada a la política de Estados Unidos en América Latina, la frase resumía la idea de que el Gobierno estadounidense tenía la potestad de presionar a los países latinoamericanos, particularmente los ribereños del Mar Caribe, con una intervención armada.

La política de Gran Garrote señala el inicio del imperialismo estadounidense y de su actuación como potencia mundial. En América Latina comenzaría una ola de dominio político y económico estadounidense (a principios del siglo XX) justificada en la marcada extensión del "derecho" de Estados Unidos a intervenir en asuntos de otros países en defensa de los intereses de ciudadanos estadounidenses, encontrada en el "Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe" emitido por Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904 como consecuencia de la intervención de las potencias europeas en el Bloqueo Naval a Venezuela de 1902-1903.

Theodore Roosevelt y la política del "Gran Garrote" aplicada en la América Latina,
según una caricatura de la época 

La frase también se refiere a las intervenciones estadounidenses ocasionadas por la "discapacidad" de los gobiernos locales de resolver asuntos internos desde el punto de vista del gobierno de Estados Unidos y protegiendo los intereses de ciudadanos y entidades estadounidenses. En tal sentido, Roosevelt postulaba que los desórdenes internos de las repúblicas latinoamericanas constituían un problema para el funcionamiento de las compañías comerciales estadounidenses establecidas en dichos países, y que en consecuencia los Estados Unidos debían atribuirse la potestad de "restablecer el orden", primero presionando a los caudillos locales con las ventajas que representaba gozar del apoyo político y económico de Washington ("hablar de manera suave"), y finalmente recurriendo a la intervención armada (el "Gran Garrote") en caso de no obtener resultados favorables a sus intereses militares.

Apropiación de Cuba por EE.UU. después de la guerra
 de 1898 contra España

En otras entradas de este blog me he referido largamente a la imparable estrategia de tensión que viene desarrollando Washington en las guerras de diseño abiertas en nuestros días, que encuentran su máxima expresión en los conflictos actualmente generados en Iraq, LibiaSiria y Ucrania, así como en la política de acoso a la Rusia de Putin, que viene a ser el común denominador que se trasluce en las actuaciones encaminadas a contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en el mundo siguiendo estrategias mucho más agresivas que las que fueron utilizadas cuando la Guerra Fría estaba en todo su apogeo y el espacio euroasiático dividido en zonas de influencia.
 



A través de la política adoptada por Washington, con unos gastos del Pentágono totalmente fuera de control, que en primera instancia recaen sobre las espaldas del pueblo americano, se empuja a Rusia, como se hizo en el pasado con la URSS, hacia una carrera armamentística cada vez más costosa para tratar de desgastarla financieramente, acentuando las dificultades económicas internas que afectan a la mayoría de su población, tratando de arrinconar a Rusia para llevarla a reaccionar en el plano militar y aislarla cada vez más de las “grandes democracias occidentales”, lo cual explica la peligrosa decisión que impuso Obama a sus vasallos de la OTAN de excluir a Rusia del G-8, de imponerle sanciones económicas que los gobiernos europeos vienen aceptando, aunque supongan un duro golpe a sus propios intereses económicos y acentúen las tendencias recesionistas de las economías nacionales europeas, que sacrifican el potencial representado por un mercado ruso en continua expansión al apoyo a las ambiciones geopolíticas de EE.UU. Como afirma el periodista estadounidense Patrick Smith en The Fiscal Times, los líderes europeos cada vez se quejan más de que las sanciones no solo son perjudiciales para la propia Europa, sino también contraproducentes, porque no apuntan a la desescalada de la tensión, sino en contra de la economía rusa.
 
A este panorama ya de por sí inquietante hay que añadir los devastadores efectos para Rusia de la guerra económica declarada con la bajada de los precios del petróleo, que ha puesto al rublo contra las cuerdas y que no cabe explicar con la simple negativa por parte de Arabia Saudita de negarse a disminuir su producción de crudo, como si el el régimen feudal de los Al-Saud fuese independiente para adoptar de manera autónoma tan vitales decisiones y su mantenimiento no dependiese por completo del ejército estadounidense.



En este peligroso contexto internacional que acabo de esbozar es donde, según yo veo, debe situarse el anunciado restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Para ello, nada mejor que buscar los antecedentes de esta inesperada decisión en una noticia publicada el 27 de julio de 2012 por el diario Pravda en su versión en lengua inglesa, que anunciaba, por boca del Vice-Almirante Víctor Chirkov, Comandante de la Marina Rusa, la intención de restablecer el apoyo técnico-militar de sus navíos en la antigua base militar de Cam Ranh (Vietnam), en las instalaciones del Servicio de Inteligencia Exterior de Lourdes (Cuba) y en las Islas Seychelles, lo que no presuponía, al menos por el momento, un plan para establecer una presencia militar, sino que se trataba de conseguir apoyos logísticos para las tripulaciones de sus barcos.

Las instalaciones de Lourdes, las más grandes fuera de territorio ruso, sirvieron durante cuatro décadas como base operativa para más de mil quinientos agentes de la KGB y de la Inteligencia Militar Rusa; su función principal era servir como base de vigilancia electrónica antes de su cierre funcional en el año 2001, tras una serie de negociaciones y acuerdos entre EE.UU. y Rusia. Pero la agresiva política declarada por Obama contra la Rusia de Putin ha cambiado el panorama y Rusia quiso volver a utilizar el centro de radar instalado en Cuba. El pasado mes de julio, durante la visita de Putin a Cuba, el mandatario ruso llegó a un acuerdo con Raúl Castro sobre la reapertura de las instalaciones de Lourdes. El diario "El País" publicó esta noticia el día 16 del pasado mes de julio en los siguiente términos:

Rusia quiere volver a utilizar el centro de radar de la URSS en Lourdes, en Cuba, y ha llegado a un acuerdo con La Habana sobre la reapertura de aquellas instalaciones, clausuradas en otoño de 2001, según informó el martes el diario Kommersant citando “fuentes en las estructuras de poder de la Federación Rusa”. En octubre de 2001, el presidente Vladímir Putin anunció la clausura del radar y la base de submarinos de Cam Ranh, en Vietnam, por motivos económicos. La decisión sobre la base de Lourdes fue unilateral y contra el deseo de las autoridades cubanas.

El radar de Lourdes, que se empezó a construir en 1962 y se inauguró en 1967, está situado a 250 kilómetros del litoral de EE UU y era usado por la URSS para controlar las comunicaciones telefónicas y de radio en parte del territorio de EE UU. Hoy Rusia dispone de satélites y otros medios de espionaje sobre EE UU y, según manifestaron a esta corresponsal fuentes próximas a la Administración rusa, uno de los motivos de la reapertura del radar es demostrar de forma simbólica a Washington que Rusia sigue siendo una potencia global con presencia en el Caribe y capaz de responder con medidas simétricas a cualquier instalación de espionaje que EE UU y sus aliados de la OTAN puedan mantener en su flanco sur, en la zona del mar Negro y sus países ribereños.

Base rusa de Lourdes, en la isla de Cuba

Vladimir Putin y Raúl Castro durante la visita del presidente ruso
 a La Habana en septiembre de 2013

Según el diario Kommersant, Moscú comenzó negociaciones con Cuba hace algunos años, pero las activó a principios de este año cuando se celebraron algunas reuniones entre militares rusos y cubanos. El acuerdo quedó listo durante la visita del presidente ruso Vladímir Putin a La Habana el pasado viernes. El radar de Lourdes dejó de funcionar a principios de 2002 por la falta de recursos para el mantenimiento del centro y por las exigencias de EE.UU. La reapertura responde a una mejora de las posibilidades financieras y también al enfriamiento de las relaciones con Washington, señala el periódico. Las relaciones ruso-norteamericanas hoy difieren de forma sustancial de las que existían entre los dos países en el otoño de 2001. En aquel entonces, bajo el impacto del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, Putin apoyó la coalición antiterrorista liderada por EE UU para combatir a Osama bin Laden en Afganistán, lo que permitió a Washington desplegar sus militares y equipo logístico en el territorio de Asia Central. Fue por aquella época cuando el presidente ruso tanteó a los dirigentes de la OTAN sobre un eventual ingreso de Rusia en la Alianza Atlántica. Pero aquel breve “deshielo” fue reemplazado por una desconfianza que ha ido en aumento. La crisis de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia han acelerado el deterioro de las relaciones entre Washington y Moscú, que siguen colaborando en algunos temas estratégicos, pese a las sanciones impuestas por la Administración norteamericana.

En 1990 Rusia se comprometió a apagar un arrendamiento
 anual por usar la base cubana de Lourdes

Según Kommersant, el radar de Lourdes fue el centro de espionaje radioelectrónico más importantes de la URSS fuera de su territorio nacional y fue usado también por la marina rusa para sus comunicaciones. El periódico afirma que Rusia no volverá a restablecer plenamente su plantilla en Lourdes, que llegó a ser de 3.000 especialistas en época soviética y de 1.500 en la década de los noventa. Los costes de mantenimiento de las instalaciones están siendo calculados en la actualidad, afirma el diario. Hasta noviembre de 1992 Moscú utilizó el radar de forma gratuita, para después pasar a pagar un alquiler, que en 1992 fue de 90 millones de dólares; en 1993-1995, de 160 millones de dólares, y en 1996-2000, de 200 millones.

Rusia entregaba el grueso de estas sumas en especies, mediante el suministro de combustibles, productos petroleros y forestales, así como equipo militar y piezas de repuesto. En julio de 2000 la Cámara de Representantes del Congreso de EE.UU. aprobó un acta de “confianza y colaboración” con Rusia que prohibía a la Casa Blanca reestructurar la deuda de Rusia hasta que no se cerrara el radar, afirma Kommersant. Según el periódico, los últimos especialistas rusos abandonaron Lourdes en febrero de 2002.
Pulso Khruschev-Kennedy en la Crisis de los Misiles de octubre de 1962



Es de todos conocido el papel que tuvo Cuba durante la guerra fría y especialmente durante la crisis de los misiles, que casi provoca una Tercera Guerra Mundial. Y más allá de la guerra fría, durante las últimas décadas, Cuba ha ejercido como agitadora y ejemplo de resistencia contra el poder imperial norteamericano en toda América Latina.

En consecuencia, resulta especialmente sorprendente el giro imprevisto en las relaciones entre EE.UU. y Cuba, un hecho que se ha producido justamente en el momento de mayor tensión entre Rusia y EE.UU. y en el que la OTAN realiza los movimientos estratégicos más ofensivos de toda su historia respecto a Rusia, así como iniciativas de carácter económico en forma de sanciones y manipulación de los precios del petróleo, cuyo objetivo bien podría definirse como la intención de llevar a Vladimir Putin a un callejón sin salida. Parece como si el gobierno de Obama quisiera reconciliarse con Cuba en el momento adecuado, previo a un gran conflicto, con el fin de impedir que el enemigo con el que va a terminar combatiendo, disponga de bases y recursos justo en su patio trasero.

Mientras que los comentaristas perderán el tiempo hablando de los presos cubanos, del reencuentro de las familias de la Isla y de los pelos de la barba de Fidel Castro (o su posible muerte), esta maniobra geopolítica, estratégica y militar de gran calado les pasará inadvertida, al tiempo que ensalzan el papel desempeñado por el papa Francisco y el gobierno de Canadá, la nación de la OTAN que más se ha destacado en seguir fielmente la política de cerco a Cuba decretada por Washington.

Como muestra de lo que vengo diciendo no me resisto a transcribir un más que curioso párrafo tomado del artículo “Cuba-EE.UU.: Más de dos años de negociación secreta”, publicado el pasado domingo 21 de diciembre en el diario ABC, en el que, junto a la consabida referencia a “la superación del último vestigio de la Guerra Fría, puede leerse: “El Papa Francisco puede hacer milagros con una hoja de papel. Su carta a Vladimir Putin unos días antes de la reunión del G-20 en San Petesburgo en septiembre de 2013 logró frenar los bombardeos masivos contra Siria cuando los aviones norteamericanos estaban a punto de despegar. Las cartas a Obama y Castro el pasado verano han obrado otro milagro”.

El Papa Francisco con el presidente Barak Obama

Si dejamos aparte los presuntos milagros del Papa Francisco y nos adentramos en cuestiones más terrenales, podremos ver cómo todo parece indicar que, con el señuelo de pasar como paladín universal de la paz, el papa Francisco ha caído en la trampa de echarle un cable a la dictadura de los Castro, en el preciso momento en que la economía cubana resulta insostenible a causa de que con los actuales precios del petroleo, la financiación que recibe de Venezuela tiene los días tan contados como el tiempo que le queda en el poder a Maduro, ese chusco personaje que sucedió a Hugo Chávez. En suma, que Obama ha negociado con los Castro su supervivencia política hasta que la naturaleza resuelva ese problema, apostando para Cuba una transición “a la española”, es decir, que las jerarquías del régimen cubano puedan volverse de la noche a la mañana tan demócratas como la nomenclatura política española cuando murió Franco.

Pero, desconfiado que es uno, en los grandes asuntos que determinan la política internacional nada es lo que parece y las buenas noticias suelen ocultar una realidades mucho más peligrosas. Puede que el patio trasero cubano se haya convertido en parte del tablero en el que Washington juega todas sus bazas para posicionarse en las condiciones más favorables para iniciar sin rusos a la vista de su costa caribeña la última parte de su gran ofensiva contra la Rusia de Vladimir Putin. Aunque sea harina de otro costal, en cualquier caso, tal vez no resulte del todo obvio apuntar que en el futuro que llama a la puerta, el papel que adopte China en el conflicto ruso-norteamericano será relevante.

Fuentes informativas respecto a la base de Lourdes:












No hay comentarios:

Publicar un comentario