CUBA,
PATIO TRASERO DE WASHINGTON
La
negociación entre los gobiernos de Cuba y EE.UU. ha sido llevada tan
en secreto durante dieciocho meses que ni una sola filtración ha
trascendido de lo que venía fraguándose. Ni desde la Administración
Obama, ni desde Canadá, que fue el país anfitrión de al menos
nueve reuniones, ni desde el Vaticano, cuyo papel parece que fue
decisivo en permitir entre dos países largo tiempo enfrentados
durante más de medio siglo. No obstante, en cuanto el pasado
miércoles fue anunciado el restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre EE.UU. y Cuba, realizado simultáneamente desde
Washington y La Habana, los medios informativos de todo el planeta se
lanzaron a una loca carrera para destacar la excepcionalidad de la
noticia, como si tal cosa fuera decisiva para la paz del mundo. Sin
embargo, a efectos prácticos, el único cambio visible será que la
actual Oficina Comercial de EE.UU. en La Habana pasará a llamarse
Embajada. Para levantar un embargo que dura más de cincuenta años,
Obama necesita la aprobación del Congreso y tal cosa está
lejos de suceder. Así que, de momento, pese al desenfrenado júbilo
internacional, se trata de más ruido que nueces. Desde la extrañeza
y hasta desde el escepticismo, cabe preguntarse a qué viene tanta
alharaca.
Siguiendo
la corriente de exaltación general, la portavoz de Exteriores del
PSOE en el Congreso, Trinidad Jiménez, que fue titular del
Ministerio de Asuntos Exteriores cuando España era todavía el Reino
de Camelot, dijo ayer que el inicio del diálogo entre EE.UU. y Cuba
representa "un momento histórico" que "pone fin a uno
de los últimos vestigios de la Guerra Fría", una declaración
casi comparable a la que hizo Viviana Aido cuando llamó
“acontecimiento cósmico” a la simultaneidad en el poder de dos
figuras tan estelares como Zapatero y Obama.
Por
lo que se ve, ni esta señora ni la mayor parte de los comentaristas
se han enterado de que la Guerra Fría hace referencia a la situación
de enfrentamiento que se mantuvo entre los dos grandes bloques en que
el mundo estuvo dividido, el Occidental y el Socialista, que entre
ambos alineaban un gran conjunto de naciones que sumaban más de mil
millones de personas, ni se han parado a pensar que una islita
caribeña, que no llega a los doce millones de habitantes y en la que
el reloj se paró hace más de cincuenta años, es absolutamente
irrelevante en el plano internacional como para relacionarla con el
fin de guerra alguna, tanto que sea fría como caliente o
mediopensionista, máxime si tenemos en cuenta que el otro oponente
es la gran superpotencia estadounidense. Tampoco han caído en que,
precisamente, acabamos de entrar en la Guerra Fría del siglo XXI,
que es la iniciada por Obama para cercar militarmente y
económicamente a Rusia, separarla de Europa y acorralarla en sus
confines asiáticos, aún a costa de provocar
un conflicto nuclear
de consecuencias devastadoras.
Mi
intención al recordar aquí la acelerada y peligrosa escalada en la
tensión internacional que orienta la política exterior de la
Administración estadounidense no es otra que remachar una obviedad:
que Washington no da puntada sin hilo. Y en el caso de Cuba,
muchísismo menos. Tras la campaña de propaganda tendente a
presentar a Obama como un Presidente moderado y hasta dialogante,
existen otras interpretaciones de la realidad mucho más mezquinas y
peligrosas. La primera que se le ocurre a cualquiera es el temor de
Estados Unidos a ver descolgadas sus grandes empresas en el caso de
una hipotética liberalización de la economía cubana, algo que
acabará siendo inevitable cuando los hermanos Castro, que no son eternos,
desaparezcan de este mundo como les terminó pasando a los
dinosaurios. Mientras tanto, Washington asegura al régimen cubano su
perduración hasta que tal momento llegue, pero sin renunciar a su
invariable objetivo, que no es otro que controlar su más doméstico
patio trasero hasta convertir la isla en un nuevo Estado vasallo, aunque a través de de una estrategia más acorde con los vientos que
soplan en el área latinoamericana.
Según
reconoce Obama en su discurso oficial: “Décadas de aislamiento de
Cuba por Estados Unidos no han logrado concretar nuestro objetivo.
Hoy Cuba aún está gobernada por los Castro y el Partido Comunista.”
Y agrega que, al restablecer las relaciones diplomáticas, los
Estados Unidos pueden “defender nuestros valores y ayudar al pueblo
cubano a que se ayude a sí mismo”. Lo cual significa que la
Administración Obama no renuncia a la estrategia que apunta a la
asimilación de Cuba por el “american way of life”, sólo que
modifica la manera de lograrlo. No habrá un nuevo desembarco como el
de Bahía de Cochinos, efectuado en 1961 bajo los auspicios de la CIA
a espaldas del Presidente Kennedy. Lo que habrá bajo la
administración Obama será un desembarco de organizaciones “no
gubernamentales”, fabricadas por la CIA y el Departamento de
Estado, enviadas por Washington con “proyectos humanitarios de
ayuda al pueblo cubano”. El Congreso de Estados Unidos –subraya
el documento oficial de la Casa Blanca– ha atribuido “importantes
fondos para la programación de la democracia en Cuba, asignados para
prestar asistencia humanitaria, promover los derechos humanos y las
libertados fundamentales, apoyar el libre flujo de información,
estimular las reformas a través de nuestros contactos de alto nivel
con funcionarios cubanos”. Serán financiadas especialmente “las
actividades de fundaciones privados e institutos de investigación e
instrucción”.
El presidente Obama saludando Raúl Castro en los funerales de Nelson Mandela, celebrado en el mes de diciembre de 2013 |
Con
las organizaciones “no gubernamentales” que llegarán con los
bolsillos llenos de dólares, desembarcarán también las
transnacionales estadounidenses que, según escribe el New
York Times,
están preparando una “cabeza de playa” para penetrar con sus
capitales en la economía cubana, apuntando al sector de la
biotecnología –muy desarrollado en Cuba–, las minas –sobre
todo el níquel, del que Cuba posee una de las reservas más
importantes del mundo– así como el sector hotelero y turístico,
donde existe un gran potencial expansivo en cuanto el turismo
estadounidense pueda viajar a Cuba sin las actuales restricciones”.
El eufemismo usado por la prensa, “tender la mano a Cuba”, sería
exacto si a continuación se aclarase que esa mano va dirigida al
cuello mismo del futuro cubano, que según todas las evidencias,
estará programado y controlado por Washington.
Y
mientras el mundo sigue celebrando el evento como un logro para la
paz mundial, ha pasado casi desapercibido el hecho de que, por las
mismas fechas, el presidente Obama ha dado una nueva vuelta de tuerca
a su política de enfrentamiento con Rusia, aprobando el bloqueo
económico a Crimea, así como otra noticia mucho más alarmante: que la semana
anterior el Congreso aprobó, por cuatrocientos once votos contra
diez, la propuesta presentada por el republicano Adam Kizinger que instaba al presidente Obama a realizar una revisión de la
"postura de fuerza, la disposición y las responsabilidades"
de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para asegurar que fuesen suficientes para satisfacer la “creciente amenaza” de Rusia. La
escasa cobertura de los medios informativos ha impedido ver que el
proyecto de ley aprobado describe gran parte de la legislación que
condena a la Rusia de Vladimir Putin, al tiempo que la revisión del texto,
después de enumerar una larga serie de acusaciones al presidente
ruso, resuelve que EE.UU. debe adoptar nuevas acciones con
implicaciones militares en contra de Rusia. Como ya he dejado escrito
a propósito de Siria en otra entrada anterior, la estrategia
belicista adoptada por Washington concede de facto al presidente Obama y a quien le suceda en la Casa Blanca, la
licencia para actuar como policía global.
La soberbia humillante con que trata el poder norteamericano a sus aliados se muestra en el hecho de que la legislación aprobada exija a Obama revisar las
fuerzas militares de los otros miembros de la OTAN para determinar "si
las contribuciones y las acciones de cada uno son suficientes para
cumplir las obligaciones de la legítima defensa colectiva en virtud
del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte y para especificar
las medidas necesarias para remediar las deficiencias". La
referencia al artículo 5 del tratado no es baladí, toda vez que a
comienzos de este año Philip Breedlove, el Comandante Supremo
Aliado, advirtió durante una entrevista en el diario alemán Die
Welt
que la infiltración encubierta por parte de Rusia en los Estados
bálticos de Lituania, Letonia y Estonia, miembros de la Alianza,
podría dibujar una respuesta militar en virtud del citado artículo
5 del tratado fundacional de la OTAN. "Si estas acciones tienen
lugar en un país de la OTAN, y somos capaces de atribuirlos a una
nación agresora, es pertinente invocar el artículo 5. Ahora, se
trata de una respuesta militar", señaló Breedlove.
¿Quién manda realmente en Estados Unidos...? |
La legislación estadounidense pide, además, que EE.UU. proporcione a
Ucrania recursos de defensa "letales y no letales", al
tiempo que hace un llamamiento a los socios europeos de la OTAN y a
otros países de todo el mundo para que suspendan toda cooperación
militar con Rusia, incluyendo el cese en la venta de cualquier tipo
de material militar al gobierno de Putin, orden que el gobierno de Francia ha cumplido sumisamente ¡con carácter retroactivo!, anulando la entrega a Rusia de los dos navíos portahelicópteros tipo Mistral, cuya venta fue acordada en un contrato firmado en 2011 por importe de 1.200 millones de euros: ¡Ah, si DeGaulle levantara la cabeza...! Para Ron Paul, político y ex-candidato a la presidencia de EE.UU. este conjunto de medidas representa un paso peligrosísimo por un camino que solo puede conducir a la guerra contra Rusia.
Ron
Paul lo expresa de manera harto elocuente en el artículo titulado
“El
Congreso de Estados Unidos «declara la guerra» a Rusia.”,
cuyo texto completo habría que conocer, porque supone una
descalificación total y admirablemente razonada a la política deriva bélica de la Admistración Obama y del cual entresaco algunos
párrafos:
“La
Hig Resolution 758 ha sido presentada como una resolución que
“condena
firmemente las acciones de la Federación Rusa, bajo la presidencia
de Vladimir Putin, que ha aplicado una política de agresión contra
países vecinos con fines de dominación política y económica”.
“La
realidad es que ese proyecto de ley se compone de 16 páginas de una
propaganda de guerra que haría sonrojarse a los neoconservadores, si
estos fuesen capaces de tal cosa.
“Este
es el tipo de resoluciones que siempre he observado de cerca en el
Congreso, presentadas como declaraciones de opiniones “sin peligro”
pero que a menudo conducen a la adopción de sanciones y a la guerra.
Recuerdo que en 1998 argumenté fuertemente contra la Ley sobre la
Liberación de Irak porque, como dije en aquel momento, sabía que
nos llevaría a la guerra.
Ron Paul |
“Yo
no me oponía a aquella ley porque fuese un admirador de Sadam Husein
–como tampoco soy ahora un admirador de Vladimir Putin ni de
cualquier otro dirigente político extranjero– sino más bien
porque sabía que otra guerra en Irak no resolvería los problemas y
probablemente no haría más que empeorar las cosas. Y ya sabemos lo
que sucedió después.
“Es
por eso que me cuesta creer que logren salir indemnes con esta nueva
ley, sobre todo teniendo en cuenta que lo que está en juego esta vez
es mucho más importante: ¡provocar una guerra con Rusia podría
significar la destrucción total!
(…)
Fríamente, la resolución apunta contra los medios de prensa
financiados por el Estado ruso y los ataca afirmando que “falsean
la opinión pública”. Pero al gobierno de Estados Unidos le parece
normal dedicar miles de millones de dólares al financiamiento y
apadrinamiento de medios, como la Voz de la Américas (VOA) y Radio
Free Europe/Radio Liberty, y a subvencionar medios “independientes”
en innumerables países. ¿Cuánto falta para que fuentes de
información alternativas como [el canal de televisión satelital]
Russia Today acaben siendo prohibidos en Estados Unidos? Este
proyecto de ley nos acerca al día infausto en que será el gobierno
quien decida qué tipo de programas podemos ver o no y además hable
de tal violación de la “libertad”.
(…)
La parte más perturbadora de la presente resolución es
probablemente la declaración que menciona una “intervención
militar” de la Federación Rusa en Ucrania que “constituye una
amenaza para la paz y la seguridad internacionales”. No es casual
el uso de esa terminología: esa frase es la semilla envenenada
introducida en ese proyecto de ley para justificar futuras
resoluciones aún más agresivas. Después de todo, si aceptamos que
Rusia representa una “amenaza” para la paz internacional. ¿cómo
podemos ignorar algo así? Esas son las pendientes resbalosas que
conducen a la guerra.”
Las
alarmantes conclusiones de Mr. Ron Paul son compartidas por Paul Craig
Roberts, ex-subsecretario norteamericano del Tesoro, quien denuncia a
los neo-conservadores de estar convencidos de que EE.UU. es el país
elegido para ejercer la hegemonía mundial y, en consecuencia, de
haber sentado las bases para la Tercera Guerra Mundial. El economista
y escritor apunta que los neo-conservadores le "dieron" a
EE.UU. el 11-S y su
encubrimiento, las invasiones de Afganistán e Irak, el comienzo de
la desestabilización de Pakistán y Yemen, el denominado Mando
África de EE.UU., la invasión de Osetia del Sur por parte de
Georgia, el espionaje planetario, la pérdida de las garantías
constitucionales y la tortura. "En resumen, los neoconservadores
han sentado las bases de la dictadura y la Tercera Guerra Mundial",
destaca en un artículo titulado Al
borde de la guerra y el colapso económico , publicado
el pasado 12 de diciembre en su sitio web.
Junto
a la más que preocupante situación descrita por estos dos ilustres políticos y comentaristas norteamericanos, no es difícil darse cuenta de que, si junto a un
reconocimiento diplomático que poca cosa representa, consideramos la
agresiva política del Pentágono y de la OTAN en Europa (Ucrania) y
en el Oriente Medio (Siria), podremos llegar sin demasiado esfuerzo a
la conclusión final de que, en todos los casos, la razón final de
toda la política exterior estadounidense está en la guerra no
declarada que ha emprendido contra la Rusia de Vladimir Putin, en la
que la OTAN ha pasado de ser una reliquia de la posguerra
aparentemente diseñada para proteger a Europa, a convertirse en una
alianza beligerante contra la Federación Rusa y el aparente deshielo
con La Habana forma parte, aunque sea un capítulo menor, de la actual estrategia vinculada a la doctrina de “guerra preventiva” seguida por el Pentágono y el Departamento de Estado norteamericano para imponer su Orden Mundial Unipolar, en el que cercar a Rusia es su principal objetivo.
Paul Craig Roberts |
Y
es que hay un trasfondo menos conocido todavía que tal vez nos haga
ver que las cosas no son lo que parecen. El acercamiento entre Cuba y
EE.UU. puede tener mucho que ver con el conflicto entre Washington y
Moscú que se está gestando en la actualidad y que responde a los
intereses directos del “complejo militar-industrial”, que el 17
de enero de 1961, ya al final de su segundo mandato, Dwigth David
Eisenhower, presidente número treinta y cuatro de los Estados
Unidos, denunció inopinadamente cuando dirigió en su último
discurso al pueblo norteamericano la siguiente advertencia:
“En
las asambleas parlamentarias hemos de guardarnos del crecimiento de
influencia, tanto patente como oculta, del complejo
militar-industrial. El riesgo de que un poder en manos de personas
equivocadas crezca desastrosamente existe, y seguirá existiendo
también en el futuro. No hemos de permitir nunca que el peso de esta
mezcla de poderes ponga en peligro nuestras libertades o los procesos
democráticos. Y tampoco hemos de dar nada por descontado: solo los
ciudadanos vigilantes y bien informados pueden imponer la
equidistancia entre la enorme máquina militar-industrial y nuestros
métodos y objetivos pacíficos, para que la seguridad y la libertad
puedan prosperar juntos”.
Presidente Dwight D. Eisenhower |
Fue
la primera vez que se empleó la expresión "complejo
militar-industrial" para indicar un conglomerado de intereses en
condiciones de influir en la política interna e internacional de los
Estados Unidos de América y es interesante resaltar que lo hiciera
un presidente que fue también uno de los militares más destacados
de la Historia norteamericana y mundial. Desde entonces acá las
intervenciones bélicas estadounidenses se cuentan por centenares de
tal modo que no resulta exagerado afirmar que los gobernantes de
Estados Unidos buscan y siempre encuentran la prueba que ellos mismos
han puesto para atacar a quien les convenga. El procedimiento lo
tienen patentado desde que en 1898 el magnate de la prensa
sensacionalista William Randolph Hearst, uno de los principales
imperios mediáticos del mundo, convenció a la mayoría de los
estadounidenses, con la complicidad del ya entonces influyente
Secretario de Marina, Theodore Roosevelt, de la culpabilidad de
España respecto a la voladura del acorazado USS Maine fondeado en el
puerto de La Habana. De este modo comenzó una escandalosa y agresiva
campaña orientada a que el pueblo norteamericano presionara a su
Gobierno para
que declarase la guerra a España,
que terminó decretando el presidente William MacKinley.
La voladura del acorado Maine |
Cuando
MacKinley fue asesinado en septiembre de 1901, Theodore Roosevelt
ocupó la presidencia durante dos mandatos consecutivos (septiembre
de 1901 a marzo de 1909), en los cuales llevó hasta sus últimas
consecuencias la que pasó a la Historia como "doctrina o
política del Gran Garrote o Big Stick". Aplicada a la política
de Estados Unidos en América Latina, la frase resumía la idea de
que el Gobierno estadounidense tenía la potestad de presionar a los
países latinoamericanos, particularmente los ribereños del Mar
Caribe, con una intervención armada.
La
política de Gran Garrote señala el inicio del imperialismo
estadounidense y de su actuación como potencia mundial. En América
Latina comenzaría una ola de dominio político y económico
estadounidense (a principios del siglo XX) justificada en la marcada
extensión del "derecho" de Estados Unidos a intervenir en
asuntos de otros países en defensa de los intereses de ciudadanos
estadounidenses, encontrada en el "Corolario Roosevelt a la
Doctrina Monroe" emitido por Theodore Roosevelt en su mensaje
anual de 1904 como consecuencia de la intervención de las potencias
europeas en el Bloqueo Naval a Venezuela de 1902-1903.
Theodore Roosevelt y la política del "Gran Garrote" aplicada en la América Latina, según una caricatura de la época |
La
frase también se refiere a las intervenciones estadounidenses
ocasionadas por la "discapacidad" de los gobiernos locales
de resolver asuntos internos desde el punto de vista del gobierno de
Estados Unidos y protegiendo los intereses de ciudadanos y entidades
estadounidenses. En tal sentido, Roosevelt postulaba que los
desórdenes internos de las repúblicas latinoamericanas constituían
un problema para el funcionamiento de las compañías comerciales
estadounidenses establecidas en dichos países, y que en consecuencia
los Estados Unidos debían atribuirse la potestad de "restablecer
el orden", primero presionando a los caudillos locales con las
ventajas que representaba gozar del apoyo político y económico de
Washington ("hablar de manera suave"), y finalmente
recurriendo a la intervención armada (el "Gran Garrote")
en caso de no obtener resultados favorables a sus intereses
militares.
Apropiación de Cuba por EE.UU. después de la guerra de 1898 contra España |
En
otras entradas de este blog me he referido largamente a la imparable
estrategia de tensión que viene desarrollando Washington en las
guerras de diseño abiertas en nuestros días, que encuentran su
máxima expresión en los conflictos actualmente generados en Iraq, Libia, Siria
y Ucrania,
así como en la política de acoso a la Rusia de Putin, que viene a
ser el común denominador que se trasluce en las actuaciones
encaminadas a contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en
el mundo siguiendo estrategias mucho más agresivas que las que
fueron utilizadas cuando la Guerra Fría estaba en todo su apogeo y
el espacio euroasiático dividido en zonas de influencia.
A
través de la política adoptada por Washington, con unos gastos del
Pentágono
totalmente fuera de control, que en primera instancia recaen sobre las espaldas del pueblo americano, se empuja a Rusia, como se hizo en
el pasado con la URSS, hacia una carrera armamentística cada vez más
costosa para tratar de desgastarla financieramente, acentuando las
dificultades económicas internas que afectan a la mayoría de su
población, tratando de arrinconar a Rusia para llevarla a reaccionar
en el plano militar y aislarla cada vez más de las “grandes
democracias occidentales”, lo cual explica la peligrosa decisión
que impuso Obama a sus vasallos de la OTAN de excluir a Rusia del
G-8, de imponerle sanciones económicas que los gobiernos europeos
vienen aceptando, aunque supongan un duro golpe a sus propios
intereses económicos y acentúen las tendencias recesionistas de las
economías nacionales europeas, que
sacrifican el potencial representado por un mercado ruso en continua
expansión al apoyo a las ambiciones geopolíticas de EE.UU. Como
afirma el periodista estadounidense Patrick Smith en The
Fiscal Times, los líderes europeos cada vez se quejan más de
que las sanciones no solo son perjudiciales para la propia Europa,
sino también contraproducentes, porque no apuntan a la desescalada
de la tensión, sino en contra de la economía rusa.
A este panorama ya de por sí
inquietante hay que añadir los devastadores efectos para Rusia de la
guerra económica declarada con la bajada de los precios del
petróleo, que ha puesto al rublo contra las cuerdas y que no cabe
explicar con la simple negativa por parte de Arabia Saudita de
negarse a disminuir su producción de crudo, como si el el régimen
feudal de los Al-Saud fuese independiente para adoptar de manera
autónoma tan vitales decisiones y su mantenimiento no dependiese por
completo del ejército estadounidense.
En
este peligroso contexto internacional que acabo de esbozar es donde,
según yo veo, debe situarse el anunciado restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Para ello, nada
mejor que buscar los antecedentes de esta inesperada decisión en una
noticia publicada el 27 de julio de 2012 por el diario Pravda
en su versión en lengua inglesa, que anunciaba, por boca del
Vice-Almirante Víctor Chirkov, Comandante de la Marina Rusa, la
intención de restablecer el apoyo técnico-militar de sus navíos en
la antigua base militar de Cam Ranh (Vietnam), en las instalaciones
del Servicio de Inteligencia Exterior de Lourdes (Cuba) y en las
Islas Seychelles, lo que no presuponía, al menos por el momento, un
plan para establecer una presencia militar, sino que se trataba de
conseguir apoyos logísticos para las tripulaciones de sus barcos.
Las
instalaciones de Lourdes, las más grandes fuera de territorio ruso,
sirvieron durante cuatro décadas como base operativa para más de
mil quinientos agentes de la KGB y de la Inteligencia Militar Rusa;
su función principal era servir como base de vigilancia electrónica
antes de su cierre funcional en el año 2001, tras una serie de
negociaciones y acuerdos entre EE.UU. y Rusia. Pero la agresiva
política declarada por Obama contra la Rusia de Putin ha cambiado el
panorama y Rusia quiso volver a utilizar el centro de radar instalado
en Cuba. El pasado mes de julio, durante la visita de Putin a Cuba,
el mandatario ruso llegó a un acuerdo con Raúl Castro sobre la
reapertura de las instalaciones de Lourdes. El diario "El
País" publicó esta noticia el día 16 del pasado mes de julio
en los siguiente términos:
“Rusia
quiere volver a utilizar el centro de radar de la URSS en Lourdes, en
Cuba, y ha llegado a un acuerdo con La Habana sobre la reapertura de
aquellas instalaciones, clausuradas en otoño de 2001, según informó
el martes el diario Kommersant citando “fuentes en las estructuras
de poder de la Federación Rusa”. En octubre de 2001, el presidente
Vladímir Putin anunció la clausura del radar y la base de
submarinos de Cam Ranh, en Vietnam, por motivos económicos. La
decisión sobre la base de Lourdes fue unilateral y contra el deseo
de las autoridades cubanas.
“El
radar de Lourdes, que se empezó a construir en 1962 y se inauguró
en 1967, está situado a 250 kilómetros del litoral de EE UU y era
usado por la URSS para controlar las comunicaciones telefónicas y de
radio en parte del territorio de EE UU. Hoy Rusia dispone de
satélites y otros medios de espionaje sobre EE UU y, según
manifestaron a esta corresponsal fuentes próximas a la
Administración rusa, uno de los motivos de la reapertura del radar
es demostrar de forma simbólica a Washington que Rusia sigue siendo
una potencia global con presencia en el Caribe y capaz de responder
con medidas simétricas a cualquier instalación de espionaje que EE
UU y sus aliados de la OTAN puedan mantener en su flanco sur, en la
zona del mar Negro y sus países ribereños.
Base rusa de Lourdes, en la isla de Cuba |
Vladimir Putin y Raúl Castro durante la visita del presidente ruso a La Habana en septiembre de 2013 |
“Según
el diario Kommersant, Moscú comenzó negociaciones con Cuba hace
algunos años, pero las activó a principios de este año cuando se
celebraron algunas reuniones entre militares rusos y cubanos. El
acuerdo quedó listo durante la visita del presidente ruso Vladímir
Putin a La Habana el pasado viernes. El radar de Lourdes dejó de
funcionar a principios de 2002 por la falta de recursos para el
mantenimiento del centro y por las exigencias de EE.UU. La reapertura
responde a una mejora de las posibilidades financieras y también al
enfriamiento de las relaciones con Washington, señala el periódico.
Las relaciones ruso-norteamericanas hoy difieren de forma sustancial
de las que existían entre los dos países en el otoño de 2001. En
aquel entonces, bajo el impacto del atentado contra las Torres
Gemelas en Nueva York, Putin apoyó la coalición antiterrorista
liderada por EE UU para combatir a Osama bin Laden en Afganistán, lo
que permitió a Washington desplegar sus militares y equipo logístico
en el territorio de Asia Central. Fue por aquella época cuando el
presidente ruso tanteó a los dirigentes de la OTAN sobre un eventual
ingreso de Rusia en la Alianza Atlántica. Pero aquel breve
“deshielo” fue reemplazado por una desconfianza que ha ido en
aumento. La crisis de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de
Rusia han acelerado el deterioro de las relaciones entre Washington y
Moscú, que siguen colaborando en algunos temas estratégicos, pese a
las sanciones impuestas por la Administración norteamericana.
En 1990 Rusia se comprometió a apagar un arrendamiento anual por usar la base cubana de Lourdes |
Según
Kommersant, el radar de Lourdes fue el centro de espionaje
radioelectrónico más importantes de la URSS fuera de su territorio
nacional y fue usado también por la marina rusa para sus
comunicaciones. El periódico afirma que Rusia no volverá a
restablecer plenamente su plantilla en Lourdes, que llegó a ser de
3.000 especialistas en época soviética y de 1.500 en la década de
los noventa. Los costes de mantenimiento de las instalaciones están
siendo calculados en la actualidad, afirma el diario. Hasta noviembre
de 1992 Moscú utilizó el radar de forma gratuita, para después
pasar a pagar un alquiler, que en 1992 fue de 90 millones de dólares;
en 1993-1995, de 160 millones de dólares, y en 1996-2000, de 200
millones.
Rusia
entregaba el grueso de estas sumas en especies, mediante el
suministro de combustibles, productos petroleros y forestales, así
como equipo militar y piezas de repuesto. En julio de 2000 la Cámara
de Representantes del Congreso de EE.UU. aprobó un acta de
“confianza y colaboración” con Rusia que prohibía a la Casa
Blanca reestructurar la deuda de Rusia hasta que no se cerrara el
radar, afirma Kommersant. Según el periódico, los últimos
especialistas rusos abandonaron Lourdes en febrero de 2002.
Pulso Khruschev-Kennedy en la Crisis de los Misiles de octubre de 1962 |
Es
de todos conocido el papel que tuvo Cuba durante la guerra fría y
especialmente durante la crisis de los misiles, que casi provoca una
Tercera Guerra Mundial. Y más allá de la guerra fría, durante las
últimas décadas, Cuba ha ejercido como agitadora y ejemplo de
resistencia contra el poder imperial norteamericano en toda América
Latina.
En
consecuencia, resulta especialmente sorprendente el giro imprevisto
en las relaciones entre EE.UU. y Cuba, un hecho que se ha producido
justamente en el momento de mayor tensión entre Rusia y EE.UU. y en
el que la OTAN realiza los movimientos estratégicos más ofensivos
de toda su historia respecto a Rusia, así como iniciativas de
carácter económico en forma de sanciones y manipulación de los
precios del petróleo, cuyo objetivo bien podría definirse como la
intención de llevar a Vladimir Putin a un callejón sin salida.
Parece como si el gobierno de Obama quisiera reconciliarse con Cuba
en el momento adecuado, previo a un gran conflicto, con el fin de
impedir que el enemigo con el que va a terminar combatiendo, disponga
de bases y recursos justo en su patio trasero.
Mientras
que los comentaristas perderán el tiempo hablando de los presos
cubanos, del reencuentro de las familias de la Isla y de los pelos de
la barba de Fidel Castro (o su posible muerte), esta maniobra
geopolítica, estratégica y militar de gran calado les pasará
inadvertida, al tiempo que ensalzan el papel desempeñado por el papa
Francisco y el gobierno de Canadá, la nación de la OTAN que más se
ha destacado en seguir fielmente la política de cerco a Cuba
decretada por Washington.
Como
muestra de lo que vengo diciendo no me resisto a transcribir un más
que curioso párrafo tomado del artículo “Cuba-EE.UU.:
Más de dos años de negociación secreta”,
publicado el pasado domingo 21 de diciembre en el diario ABC, en
el que, junto a la consabida referencia a “la superación del
último vestigio de la Guerra Fría, puede leerse: “El Papa
Francisco puede hacer milagros con una hoja de papel. Su carta a
Vladimir Putin unos días antes de la reunión del G-20 en San
Petesburgo en septiembre de 2013 logró frenar los bombardeos masivos
contra Siria cuando los aviones norteamericanos estaban a punto de
despegar. Las cartas a Obama y Castro el pasado verano han obrado
otro milagro”.
El Papa Francisco con el presidente Barak Obama |
Si
dejamos aparte los presuntos milagros del Papa Francisco y nos
adentramos en cuestiones más terrenales, podremos ver cómo todo
parece indicar que, con el señuelo de pasar como paladín universal
de la paz, el papa Francisco ha caído en la trampa de echarle un
cable a la dictadura de los Castro, en el preciso momento en que la
economía cubana resulta insostenible a causa de que con los actuales
precios del petroleo, la financiación que recibe de Venezuela tiene
los días tan contados como el tiempo que le queda en el poder a
Maduro, ese chusco personaje que sucedió a Hugo Chávez. En suma,
que Obama ha negociado con los Castro su supervivencia política
hasta que la naturaleza resuelva ese problema, apostando para Cuba
una transición “a la española”, es decir, que las jerarquías
del régimen cubano puedan volverse de la noche a la mañana tan
demócratas como la nomenclatura política española cuando murió
Franco.
Pero,
desconfiado que es uno, en los grandes asuntos que determinan la
política internacional nada es lo que parece y las buenas noticias
suelen ocultar una realidades mucho más peligrosas. Puede que el
patio trasero cubano se haya convertido en parte del tablero en el
que Washington juega todas sus bazas para posicionarse en las
condiciones más favorables para iniciar sin rusos a la vista de su
costa caribeña la última parte de su gran ofensiva contra la Rusia
de Vladimir Putin. Aunque sea harina de otro costal, en cualquier
caso, tal vez no resulte del todo obvio apuntar que en el futuro que
llama a la puerta, el papel que adopte China en el conflicto
ruso-norteamericano será relevante.
Fuentes
informativas respecto a la base de Lourdes:
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