UN BORRÓN EN TOLEDO, O
EL ARTE DE SOSTENELLA Y NO ENMENDALLA.
Durante la visita que
realicé a Toledo hace unas semanas para ver las maravillosas
exposiciones con las que se conmemora el cuarto centenario de la
muerte de El Greco, incluí en mi programa, ¿cómo no?, la visita a
la Sinagoga del Tránsito y a su Museo Sefardí, que realicé el día
28 de marzo.
Nada más acceder a la
gran sala de oración de la Sinagoga me llevé la desagradable
sorpresa de encontrar un mural de gusto más que dudoso que atravesaba la nave de lado a lado, impidiendo la visión del espacio frontal, donde tres preciosos arcos lobulados abren el hueco que sirve para guardar los royos de la Torah. Se trata del muro que contiene las más bellas yeserías mudéjares que sirven de ornato al singular
conjunto. No hace falta más que ver las fotos que adjunto para darse
cuenta del desaguisado estético que supone la colocación del enorme mural en
semejante entorno.
Sin reponerme del asombro
por la mala disposición de la obra, que adosada a la pared no
provocaría a la mirada tan impactante sensación de rechazo, me
acerqué para ver de qué trataba aquella burda imitación del
Guernica de Picasso, pero con colorines. Mi mi sorpresa se trocó en
indignación cuando reparé en el título del engendro: “SOAH (GRAN
DESGRACIA) 1492-1945. EN MEMORIA DE LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS
ESPAÑOLES Y DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO”.
¿Por qué 1492? ¿Es que
los judíos no fueron perseguidos en Europa antes de ese año? ¿Acaso
cabe comparar el exterminio masivo de los judíos realizado por el
III Reich hitleriano, hace apenas unas décadas, con la expulsión llevada a
cabo en España quinientos cincuenta y tres años antes? ¿Cómo era
posible que el Ministerio de Cultura fuese el responsable último de
semejante barbaridad?
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El mural "Soah" de Wolf Vostell en la Sinagoga del Tránsito |
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1492.1945. EN MEMORIA DE LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS ESPAÑOLES Y DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO |
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La foto viene delimitada en su parte inferior por el mural, que impide la visión del conjunto |
Cuanto más miraba el
mural de marras, más crecía mi malestar. Si para cualquiera resulta
evidente que la visión de la sala principal del monumento no será
posible hasta que retiren semejante anomalía, tampoco ofrece dudas
que la categoría artística del mural ni su autor merecen ocupar ese
espacio museístico y mucho menos con ese alarde, entre cateto y
sectario, de tratar a una obra menor como si fuera la mismísima
Rendición de Breda y a su autor, Wolf Vostell, como si fuese
Velázquez.
Posteriormente he podido
saber que Vostell tiene un museo en Malpartida, provincia de Cáceres,
donde se guarda, según dice el folleto informativo, “un abundante
número de cuadros-objetos, dibujos, proyectos escultóricos y
fotografías de documentales y partituras de la actividad
happenística vostelliana durante los años sesenta, que permiten
acercarse a las grandes líneas de trabajo que guiaron la producción
creativa de este artista”. Sobra decir que no tengo la más mínima
intención de visitar semejante museo, ya que con la visión
fotográfica de las obras que aparecen en el folleto y el, panel de
marras de la Sinagoga tengo más que bastante para enjuiciar la obra
de Wolf Vostell, al que considero más experto en las prácticas de
marketing que en las puramente artísticas.
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Wolf Vostell (1932-1998) |
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Mueso Vostell, en Malpartida, provincia de Cáceres |
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"Mural" de Vostell, en su Museo de Malpartida |
Como el tinglado toledano
está instalado en un espacio museístico perteneciente al Estado y
su montaje ha sido costeado con dinero público, quise manifestar mi
desagrado por el lastimoso espectáculo ofrecido en la hoja de
reclamaciones preceptiva, voluntad que fue amablemente atendida por
los funcionarios, quienes, ante mi requerimiento, me ofrecieron el
formulario de quejas del Ministerio de Cultura, en el que escribí:
“Llama
la atención inmediatamente la aberración que supone colocar el
mural de Vostell tapando la visión del muro principal de la
Sinagoga, donde está ubicada la Torah. Por otra parte, resulta
impresentable que en un espacio perteneciente al Ministerio de
Cultura de España, se compare un hecho reprobable desde nuestra
perspectiva histórica actual, como fue la expulsión de los judíos,
con el Holocausto, algo sencillamente monstruoso. Equivale comparar
a los Reyes Católicos con Adolfo Hitler”.
Antes de que se cumpliera
el vencimiento de los veinte días hábiles que la unidad de gestión
correspondiente disponía, según lo establecido, para responder a mi
queja, recibí un escrito con membrete del Ministerio de Cultura,
Dirección de Bellas Artes y Bienes Culturales, en el cual D.
Santiago Palomero Plaza, Director de los Museos Sefardí y Greco, se
dirigía a mi en los siguientes términos:
“Toledo,
31 de marzo de 2014
Estimado Sr.:
Le agradecemos que se
haya puesto en contacto con nosotros para expresarnos su opinión
sobre el cuadro del artista alemán Wolf Vostell que se expone en la
Sala de Oración.
Sobre su meja,
deseamos indicarle que, aunque desde el fondo dela Gran Sala no es
posible disfrutar del conjunto, al hejal se accede sin problemas, por
los dos huecos laterales y una vez que el visitante se sitúa a uno u
otro lado del cuadro, el frontal aparece en todo su esplendor.
Además, la situación
de la obra Soah no es inocente, sino que pretendemos que los
visitantes comparta con nosotros esta pregunta: ¿Puede haber arte,
después del Holocausto? Y buscar respuesta juntos.
Por lo que respecta al
título del cuadro, y que da nombre a la exposición, fue elegido por
el autor y nosotros lo hemos respetado.
Muchas gracias y un
cordial saludo”.
No hace falta releer el
texto que acabo de transcribir para darse cuenta de que la actitud
del Sr. Palomero Plaza es la previsible en un burócrata de la
administración pública española: “sostenella y no enmendalla”,
ya que deja sin respuesta mi queja y justifica la tropelía con
argumentaciones más propias de Pero Grullo que de un alto cargo del
Ministerio de Cultura.
Por muy pocas neuronas
que se tenga, resulta evidente para cualquiera que si se coloca un
obstáculo delante de cualquier objeto, bastará situarse al otro
lado de ese objeto para acceder a la visión del mismo, aunque, como
es el caso, no sea posible contemplar, ni fotografiar siquiera, la
totalidad del hejal a causa de la proximidad del dichoso
panel, que impide a la mirada la percepción del conjunto porque el
ángulo de visión queda muy reducido.
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Detalles de las yeserías mudéjares tapadas por el mural de Vostell |
Nada dice de por qué una obra de Vostell ha merecido el honor de ser expuesta en semejante
ámbito, pero el remate del despropósito está cuando hace suya la retórica y disparatada pregunta, que he visto formulada en otros contextos, de
si puede haber arte después del Holocausto.
No hace falta ser historiador, licenciado en Bellas Artes ni especialista en nada para responder con la
obviedad de que basta mirar las obras de los artistas posteriores a
1945 para saber que los pintores siguen pintando, los escultores realizando sus obras y los arquitectos ejecutando sus proyectos. Afortunadamente, ha habido arte después de cualquier guerra o catástrofe, lo hubo después
de Hiroshima y Nadasaki y lo seguirá habiendo, mejor o peor,
mientras los seres humanos no hayan sucumbido completamente a la
animalidad. El mero hecho de formular esta pregunta, tan retórica
como idiota, elevándola a la categoría de duda existencial o
metafísica, como si estuviésemos ante el “to be or no to be”
hammletiano, da idea de la vaciedad argumental de quien ha tomado
la decisión de colocar el artefacto de Vostell en medio de la sala
de oración de la Sinagoga del Tránsito.
Dice también que la idea
de situar esa muestra “de la actividad happenística vostelliana”
en medio de la nave “no es inocente”. Pues claro que no lo es.
Todavía peor que eso, resulta demagógica y tendenciosa. Emparejar
los años 1492 y 1945 como hitos comparables de un mismo expolio al
pueblo judío resulta aberrante desde cualquier perspectiva histórica
que elijamos, porque supone una ucronía rampante homologar de manera
caprichosa dos hechos separados entre sí por casi seiscientos años.
Los judíos fueron discriminados en Europa desde los primeros tiempos
de la Diáspora, por lo que señalar a España como primer eslabón
de la “Soah” es una falacia inexacta y tergiversadora, que las
autoridades culturales españolas no debieron de tolerar, ya que,
como manifiesto en mi escrito de queja, supone emparejar a los Reyes
Católicos con Hitler. Nada más y nada menos.
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Escudo de la Corona Castellano-leonesa en tiempos de Pedro I |
Aceptar como argumento
que el título del cuadro y su correspondiente leyenda fueron elegidos por
Vostell raya con la lógica del esperpento, que para nuestra
desgracia, campea por sus respetos gracias a la Ley de la Memoria
Histórica, por la que impunemente se falsean los hechos históricos
por razones de oportunismo político, como siempre ha
ocurrido en los regímenes totalitarios.
Por eso, ante las
decisiones atrabiliarias tomadas desde las instancias públicas, en
cualquier país democrático cabe exigir responsabilidades y decirle
al Sr. Palomero Plaza que en su casa y con su patrimonio haga lo que
le venga en gana, pero no con el dinero de los contribuyentes.
¡Faltaría más!
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Escudo de España en tiempos de los Reyes Católicos, en la iglesia toledana de San Juan de los Reyes |