sábado, 3 de mayo de 2014


UN BORRÓN EN TOLEDO, O EL ARTE DE SOSTENELLA Y NO ENMENDALLA.






Durante la visita que realicé a Toledo hace unas semanas para ver las maravillosas exposiciones con las que se conmemora el cuarto centenario de la muerte de El Greco, incluí en mi programa, ¿cómo no?, la visita a la Sinagoga del Tránsito y a su Museo Sefardí, que realicé el día 28 de marzo.

Nada más acceder a la gran sala de oración de la Sinagoga me llevé la desagradable sorpresa de encontrar un mural de gusto más que dudoso que atravesaba la nave de lado a lado, impidiendo la visión del espacio frontal, donde tres preciosos arcos lobulados abren el hueco que sirve para guardar los royos de la Torah. Se trata del muro que contiene las más bellas yeserías mudéjares que sirven de ornato al singular conjunto. No hace falta más que ver las fotos que adjunto para darse cuenta del desaguisado estético que supone la colocación del enorme mural en semejante entorno.







Sin reponerme del asombro por la mala disposición de la obra, que adosada a la pared no provocaría a la mirada tan impactante sensación de rechazo, me acerqué para ver de qué trataba aquella burda imitación del Guernica de Picasso, pero con colorines. Mi mi sorpresa se trocó en indignación cuando reparé en el título del engendro: “SOAH (GRAN DESGRACIA) 1492-1945. EN MEMORIA DE LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS ESPAÑOLES Y DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO”.

¿Por qué 1492? ¿Es que los judíos no fueron perseguidos en Europa antes de ese año? ¿Acaso cabe comparar el exterminio masivo de los judíos realizado por el III Reich hitleriano, hace apenas unas décadas, con la expulsión llevada a cabo en España quinientos cincuenta y tres años antes? ¿Cómo era posible que el Ministerio de Cultura fuese el responsable último de semejante barbaridad?

El mural "Soah" de Wolf Vostell en la Sinagoga del Tránsito

1492.1945. EN MEMORIA DE LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS ESPAÑOLES
 Y DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO



La foto viene delimitada en su parte inferior por el mural,
que impide la visión del conjunto

Cuanto más miraba el mural de marras, más crecía mi malestar. Si para cualquiera resulta evidente que la visión de la sala principal del monumento no será posible hasta que retiren semejante anomalía, tampoco ofrece dudas que la categoría artística del mural ni su autor merecen ocupar ese espacio museístico y mucho menos con ese alarde, entre cateto y sectario, de tratar a una obra menor como si fuera la mismísima Rendición de Breda y a su autor, Wolf Vostell, como si fuese Velázquez.

Posteriormente he podido saber que Vostell tiene un museo en Malpartida, provincia de Cáceres, donde se guarda, según dice el folleto informativo, “un abundante número de cuadros-objetos, dibujos, proyectos escultóricos y fotografías de documentales y partituras de la actividad happenística vostelliana durante los años sesenta, que permiten acercarse a las grandes líneas de trabajo que guiaron la producción creativa de este artista”. Sobra decir que no tengo la más mínima intención de visitar semejante museo, ya que con la visión fotográfica de las obras que aparecen en el folleto y el, panel de marras de la Sinagoga tengo más que bastante para enjuiciar la obra de Wolf Vostell, al que considero más experto en las prácticas de marketing que en las puramente artísticas.

Wolf Vostell (1932-1998)

Mueso Vostell, en Malpartida, provincia de Cáceres



"Mural" de Vostell, en su Museo de Malpartida

Como el tinglado toledano está instalado en un espacio museístico perteneciente al Estado y su montaje ha sido costeado con dinero público, quise manifestar mi desagrado por el lastimoso espectáculo ofrecido en la hoja de reclamaciones preceptiva, voluntad que fue amablemente atendida por los funcionarios, quienes, ante mi requerimiento, me ofrecieron el formulario de quejas del Ministerio de Cultura, en el que escribí:

Llama la atención inmediatamente la aberración que supone colocar el mural de Vostell tapando la visión del muro principal de la Sinagoga, donde está ubicada la Torah. Por otra parte, resulta impresentable que en un espacio perteneciente al Ministerio de Cultura de España, se compare un hecho reprobable desde nuestra perspectiva histórica actual, como fue la expulsión de los judíos, con el Holocausto, algo sencillamente monstruoso. Equivale comparar a los Reyes Católicos con Adolfo Hitler”.

Antes de que se cumpliera el vencimiento de los veinte días hábiles que la unidad de gestión correspondiente disponía, según lo establecido, para responder a mi queja, recibí un escrito con membrete del Ministerio de Cultura, Dirección de Bellas Artes y Bienes Culturales, en el cual D. Santiago Palomero Plaza, Director de los Museos Sefardí y Greco, se dirigía a mi en los siguientes términos:

Toledo, 31 de marzo de 2014

Estimado Sr.:

Le agradecemos que se haya puesto en contacto con nosotros para expresarnos su opinión sobre el cuadro del artista alemán Wolf Vostell que se expone en la Sala de Oración.

Sobre su meja, deseamos indicarle que, aunque desde el fondo dela Gran Sala no es posible disfrutar del conjunto, al hejal se accede sin problemas, por los dos huecos laterales y una vez que el visitante se sitúa a uno u otro lado del cuadro, el frontal aparece en todo su esplendor.

Además, la situación de la obra Soah no es inocente, sino que pretendemos que los visitantes comparta con nosotros esta pregunta: ¿Puede haber arte, después del Holocausto? Y buscar respuesta juntos.

Por lo que respecta al título del cuadro, y que da nombre a la exposición, fue elegido por el autor y nosotros lo hemos respetado.

Muchas gracias y un cordial saludo”.




No hace falta releer el texto que acabo de transcribir para darse cuenta de que la actitud del Sr. Palomero Plaza es la previsible en un burócrata de la administración pública española: “sostenella y no enmendalla”, ya que deja sin respuesta mi queja y justifica la tropelía con argumentaciones más propias de Pero Grullo que de un alto cargo del Ministerio de Cultura.

Por muy pocas neuronas que se tenga, resulta evidente para cualquiera que si se coloca un obstáculo delante de cualquier objeto, bastará situarse al otro lado de ese objeto para acceder a la visión del mismo, aunque, como es el caso, no sea posible contemplar, ni fotografiar siquiera, la totalidad del hejal a causa de la proximidad del dichoso panel, que impide a la mirada la percepción del conjunto porque el ángulo de visión queda muy reducido.



Detalles de las yeserías mudéjares tapadas por el mural de Vostell

Nada dice de por qué una obra de Vostell ha merecido el honor de ser expuesta en semejante ámbito, pero el remate del despropósito está cuando hace suya la retórica y disparatada pregunta, que he visto formulada en otros contextos, de si puede haber arte después del Holocausto.

No hace falta ser historiador, licenciado en Bellas Artes ni especialista en nada para responder con la obviedad de que basta mirar las obras de los artistas posteriores a 1945 para saber que los pintores siguen pintando, los escultores realizando sus obras y los arquitectos ejecutando sus proyectos. Afortunadamente, ha habido arte después de cualquier guerra o catástrofe, lo hubo después de Hiroshima y Nadasaki y lo seguirá habiendo, mejor o peor, mientras los seres humanos no hayan sucumbido completamente a la animalidad. El mero hecho de formular esta pregunta, tan retórica como idiota, elevándola a la categoría de duda existencial o metafísica, como si estuviésemos ante el “to be or no to be” hammletiano, da idea de la vaciedad argumental de quien ha tomado la decisión de colocar el artefacto de Vostell en medio de la sala de oración de la Sinagoga del Tránsito.

Dice también que la idea de situar esa muestra “de la actividad happenística vostelliana” en medio de la nave “no es inocente”. Pues claro que no lo es. Todavía peor que eso, resulta demagógica y tendenciosa. Emparejar los años 1492 y 1945 como hitos comparables de un mismo expolio al pueblo judío resulta aberrante desde cualquier perspectiva histórica que elijamos, porque supone una ucronía rampante homologar de manera caprichosa dos hechos separados entre sí por casi seiscientos años. Los judíos fueron discriminados en Europa desde los primeros tiempos de la Diáspora, por lo que señalar a España como primer eslabón de la “Soah” es una falacia inexacta y tergiversadora, que las autoridades culturales españolas no debieron de tolerar, ya que, como manifiesto en mi escrito de queja, supone emparejar a los Reyes Católicos con Hitler. Nada más y nada menos.



Escudo de la Corona Castellano-leonesa en tiempos de Pedro I

Aceptar como argumento que el título del cuadro y su correspondiente leyenda fueron elegidos por Vostell raya con la lógica del esperpento, que para nuestra desgracia, campea por sus respetos gracias a la Ley de la Memoria Histórica, por la que impunemente se falsean los hechos históricos por razones de oportunismo político, como siempre ha ocurrido en los regímenes totalitarios.

Por eso, ante las decisiones atrabiliarias tomadas desde las instancias públicas, en cualquier país democrático cabe exigir responsabilidades y decirle al Sr. Palomero Plaza que en su casa y con su patrimonio haga lo que le venga en gana, pero no con el dinero de los contribuyentes. ¡Faltaría más!

Escudo de España en tiempos de los Reyes Católicos,
en la iglesia toledana de San Juan de los Reyes





1 comentario:

  1. No sé de qué se extraña ya que únicamente hay que girar un poco la cabeza para mirar (con verdadero horror) la catadura intelectual, cultural y moral de la casta política que nos desgobierna.
    Además, en el escrito de respuesta a su queja, da toda la sensación de que quien lo escribe se siente imbuido de toda la razón del mundo y contesta lo que la demagogia y los sectarios que lo mantienen en el puesto le han enseñado a decir. Podemos decir ¡pobre hombre!, pero la triste realidad es que no hemos podido ver el mural en todo su esplendor.

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