A
MARÍA VICTORIA ATENCIA,
APRESURADO HOMENAJE
La poeta malagueña
María Victoria Atencia gana el Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana. La escritora se convierte en la primera española en
ganar este importante galardón y la cuarta mujer en sus veintitrés
ediciones.
Cada época mira el arte
de forma distinta y pide de él cosas distintas. Esto es verdadero no
solo cuando observamos que escritores venerados por una generación
caen en un total olvido por la generación siguiente, sino también
cuando nos preocupamos por analizar la diversidad de exigencias que
en un breve lapso de tiempo han podido satisfacer los mismos
escritores. Por otra parte, sabemos que un poeta que perdura no habla
(tampoco calla) siempre de idéntica manera, pero la única manera
que el poeta tiene de servir a la verdad es intentando expresar su
propia verdad, la verdad de una época, lo que no excluye que también
sea la verdad de otras épocas, en caso de que se trate de un gran
poeta. Este es el caso de María Victoria Atencia. Actual y siempre
en la mejor tradición, original y universal, sus libros, sus poemas
son su propio mundo interior, al mismo tiempo que abarca todo el
mundo, que no podía estar completo hasta que es recreado por la
mirada tan femenina, tan especial, tan serenísima de María
Victoria.
Como no podía dejar de
ser en una poeta de Málaga, el malagueño mar cotidiano aporta materialidad plástica a su visión para ofrecer
los frutos del erotismo de todos los sentidos. El calor del sol y el
tacto del agua recuerdan la existencia del cuerpo. Y el cuerpo,
asiento de belleza y recuerdo de fugacidad, será siempre presencia
inmediata en la poesía de María Victoria Atencia frente a los
perfiles terrenales.
El tráfago del muelle
a una luz se despierta.
Retornan los pesqueros
desde sus marcaciones
y los remolcadores
taimadamente escoltan
a un carguero rojizo
de hierro y maquinaria.
Las seis y media en
punto:
mi noche ya no cuenta.
María Victoria Atencia
pertenece a la generación del 50. Con dos notables particularidades:
en primer lugar, la de su aislamiento malagueño y su identificación
con el grupo Cántico, marginado por la dominante poesía
social y recuperado en la década de los setenta por los novísmos y
más concretamente por Guillermo Carnero. Como en la mayor parte de
los poetas de la generación de los 50, en la poesía de María
Victoria Atencia apenas si hay alguna esporádica referencia a la
guerra. Ella se alimenta de la realidad que vive y sueña cada día,
una realidad percibida autográficamente, pero percibida con una
sensibilidad femenina, nunca feminista. La otra peculiaridad es que
su poesía no solamente no es un rechazo de tradiciones anteriores,
sino que las abarca a todas, así como su decidida y ya mencionada
identificación con el grupo Cántico. Todo lo más que puede
decirse es que su poesía se produce como resultado de una
experiencia interior, de una estilización hacia la plenitud, de la
utilización de un lenguaje que la constituye en un clásico
contemporáneo.
La aventura literaria de
María Victoria Atencia comienza cuando inicia su singladura la
revista de poesía Caracola y ella conoce a Alfonso Canales, quien
durante años orientará sus lecturas y leerá sus borradores, y a
Bernabé Fernández-Canivell, que le abre su biblioteca, la acoge en
las páginas de Caracola, la va poniendo en contacto con las personas
o las obras que podían constituir un estímulo para ella y la inicia
en la formación de su propio juicio crítico. “Por Bernabé –dice
María Victoria- conocí la obra de Hopkins y la de Eliot. Por él
tuve correo de Cernuda y de Juan Ramón. [...] Le debo mi personal
conocimiento de Dámaso Alonso, de Vicente [Aleixandre] y de don
Jorge [Guillén]”.
Por su parte Bernabé,
mi entrañable Bernabé de imborrable recuerdo, diría muchos años
después: “Conocí a María Victoria Atencia allá por el 53, a sus
veintidós años. Comenzaba ella a escribir y había publicado ya un
breve cuadernos de poemas en prosa. Una tarde, en el intermedio de un
concierto en la Sociedad Filarmónica, me dio a leer un soneto suyo,
el primero que escribía y que despertó mi interés por su
intensidad y perfección formal. Era María Victoria una muchacha
guapísima y aún recuerdo aquel momento y el comienzo del soneto
aquél”.
Vicente Aleixandre la
describe con palabras bellísimas: “Siempre recuerdo aquellas
espumas blancas de las que parecía ella surgir en el primer día de
nuestro conocimiento. Una adolescente delicada pero irradiante que
parecía sonreír desde un futuro prometido. Es que algo se le
anunciaba: el nacimiento de un resplandor y de una oscuridad al mismo
tiempo, entre los que ella encerraría y revelaría la significación
de la vida, con una palabra inconfundible”. Y Dámaso Alonso: “Me
produce una intensísima emoción”. Y Jorge Guillén: “¡Ah,
María Victoria Serenísima!”. Y María Zambrano: “La perfección,
sin historia, sin angustia, sin sombra de duda, es el ámbito –no
ya el signo sino el ámbito- de toda la poesía que yo conozco de
María Victoria Atencia".
Los conocí a todos y
los respeté a todos como se respeta a los maestros. Forman parte de
mi. Queda ella. Solamente espero y deseo que María Victoria Atencia
nos dure y siga alumbrándonos con su serenidad de diosa, con su
presencia amable. Y con el regalo de sus versos radiantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario