Roma, peligro para
caminantes
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Ante el cartel de la exposición de Rodin en el Museo Nazionale Romano Terme di Diocleziano |
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En la terraza con mis sobrinos y Stella, la perrita |
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Via del Corso a primeras horas de la mañana |
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Transeúntes madrugadores |
Antes que nada quiero
enviar un afectuoso saludo a todos los amigos de Facebook y a los
seguidores de mi blog. Ya estoy instalado nuevamente en mi casa de
Torremolinos, casi preparado para disfrutar del verano, que por aquí
abajo ya ha llegado, aunque sin sus rigores. Pero antes de su inicio
estacional me espera otra gran ciudad que todavía no conozco:
Londres, hacia donde partiré en unos pocos días.
Ahora es tiempo de
remansar los recuerdos de los recientes días vividos y para ello no
hay nada mejor que repasar las fotos, todavía calentitas y pasarlas al
ordenador en la misma secuencia de mi deambular por el reciente periplo
italiano, centrado nuevamente en Roma, la ciudad que más me apasiona
conforme mejor la conozco, que es, lo tengo sobradamente comprobado, bastante más
que la mayoría de los propios romanos.
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Iglesia de San Giacomo in Augusta |
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Italianísimo: Fiat 500 en Largo dei Lombardi, junto al Corso |
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Esquina del Palacio de la Militar y Soberana Orden de Malta, en Via Condotti |
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Asador de castañas en la elegante Via Condotti, un contraste muy romano |
Cuando ahora mismo escribo,
siento por dentro la presencia innumerable del espacio siempre
pre-sentido, con-sentido, deseado, soñado, polo de atracción de la
humana belleza, porque es síntesis de cultura, filosofía, vida
humana civilizada legislada por el Derecho y sede de los esplendores
del Arte en esa soberbia ubicuidad que confiere a Roma su condición
especial: la de ser el modelo original. Tanto es así que convierte en
copias a las otras ciudades que hoy son también capitales nacionales de
los Estados europeos. Para que nos demos una idea de la
desproporción, bastará considerar que el centro histórico de Roma
es cinco veces mayor que el de París y diez veces el de Viena.
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Octavio Augusto, fundador del Imperio Romano como Pontífice Máximo. Escultura encontrada en Via Labicana y expuesta en el Museo Nazionale Romano - Palazzo Massimo alle Terme |
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En la mejor compañía. Junto a Octavio Augusto del Palazzo Massimo |
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La sobria y serena nobleza del Príncipe o Primero en el Senado, título concedido al Augusto |
La celebración en este
año 2014 del bimilenario de la muerte de Octavio Augusto también
nos sirve para comprender la distancia a la que me refiero. Roma es
el lugar donde se cruzan o convergen los caminos, puesto que todos
conducen a la Ciudad que después de convertir al Mediterráneo en un lago interior, Mare Nostrum, se entronizó como centro visible de la Iglesia Católica ¡y Romana, no lo olvidemos!, urbe del mundo y capital de la Historia del del Arte por antonomasia,
aunque también sea cittá aperta, ciudad jamás ensimismada en su
propia contemplación narcisista, la única que es "urbi et
orbi", esa Roma amada, tan pagana como cristiana, a la que
siempre regreso desde que su ámbito me enamoró completamente hace casi treinta
años.
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Escalinata de la Trinità dei Monti con los primeros visitantes |
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Inicio de la escalinata en Piazza di Spagna |
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Vista de las terrazas romanas desde Viale Trinità dei Monti |
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Basilica di San Ignazio |
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Capilla de la Anunciación de María |
Las fotos de esta
entrada, así como las que incluya en las tres que seguirán, son frutos del recorrido
hecho en un solo día: el lunes 12 mayo. Me ha movido la voluntad de
testificar gráficamente el festival inabarcable que el caleidoscopio
romano supone para el ojo, sin que el visitante deba esforzarse lo
más mínimo, siempre, claro está, que sepa organizar adecuadamente
sus pasos.
Es cierto que a las
siete de la mañana (en Roma amanece una hora y cuarto antes que en
Málaga), ya estaba yo cámara en ristre deambulando por el Corso y
sus aledaños para sorprender algunos rincones en soledad, antes de
que el tránsito de los turistas entorpeciera mi propósito de no ser
estorbado por la presencia de la gente. Porque, sí, Roma está
siempre rebosante de gente, avalanchas de turismo que se mueven por
la ciudad al paso marcial que les marcan los guías, algo que va
contra la naturaleza misma de como debe visitarse una ciudad con
tanta belleza para el disfrute sosegado, que les lleva a mirar, pero
sin ver, porque la cantidad siempre irá en menoscabo de la calidad.
Menos mal que, como los rebaños, los turistas siguen siempre los
mismos itinerarios previsibles, mientras que la mayor parte de la
ciudad sigue estando despejada para el uso y disfrute de quien sepa
abordarla con sabiduría.
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Hornacina con Madonna en Vicolo della Spada di Orlando |
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Fuente pública en Vicolo della Spada di Orlando |
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Frente al espejo, en Via degli Orfani |
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Panteón y Piazza della Rotonda |
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Santa Maria Maddalena dei Camillani |
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Decoración de la bóveda |
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Apoteosis barroca |
Para no equivocarse en Roma, lo mejor es seguir los consejos del gran
Rafael Alberti, quien con su inimitable gracia gaditana dejó en su
poemario “Roma, peligro para caminantes” los consejos siguientes:
Trata de no mirar sus
monumentos,
caminante, si a Roma te
encaminas.
Clava cien ojos, clava
cien retinas,
esclavo siempre de los
pavimentos.
Trata de no mirar tantos
portentos,
fuentes, palacios,
cúpulas, ruinas,
pues hallarás mil
muertes repentinas
―si vienes a mirar―,
sin miramientos.
Mira a diestra, a
siniestra, al vigilante,
párate al ¡alto!,
avanza al ¡adelante!,
marcha en un hilo, el
ánimo suspenso.
Si vivir quieres,
vuélvete paloma;
si perecer, ven,
caminante, a Roma,
alma garaje, alma garaje
inmenso.
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Piazza San Bernardo, junto a Santa Maria della Vittoria |
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Paloma en la Plaza de San Pedro |
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Tienda de reproducciones artísticas y souvenirs en Via Torino 92 |
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En Roma es aconsejable caer en todas las tentaciones. En Paticceria Dagnino, por ejemplo, en Galleria Esedra, entre via Torino y Via Vittorio Emanuele Orlando |
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