DOMINGO,
MALDITO DOMINGO
A
pesar de que el domingo ha amanecido luminoso en mi pedazo de playa,
me siento cansado y triste. Pero sobre todo, humillado por el
Gobierno de mi propia Nación. Parodiando a Churchill, en España
nunca tantos recibieron tanto daño de tan pocos. En mi ámbito próximo y en
otros más lejanos he escuchado hasta la saciedad acusar a la Generalidad catalana de deslealtad, como si su comportamiento no fuera el consentido y previsible. Por eso, la única deslealtad que yo veo es la
de un Gobierno que miente a los españoles haciéndoles creer que el
espectáculo catalán no es real. Que la consulta no existe, que las
votaciones y las urnas son ilusorias y que mañana todo se arreglará
porque a Mas y a sus secuaces les sobrevendrá un súbito ataque de
sentido común.
A
pesar de que la consulta de hoy no es consulta y de que las
votaciones no son votaciones, a estos hechos fantasmales concede
Radio Nacional de España una atención inusitada: hasta los fantasmas se materializan a fuerza de tanto convocarlos. Me he desayunado
con conexiones a los colegios electorales catalanes que no existen, con
porcentajes de votantes que en realidad no lo son y hasta con los
comentarios favorables a la libertad de los catalanes para decidir su
futuro sin contar con el resto de los españoles por boca de un
parlamentario escocés, que ha acudido a Barcelona con la misma
glotonería con la que acuden las moscas a la miel, o a la mismísima
mierda.
Después
del 23-F y del golpe de sangre del 11-M, la consulta que hoy domingo
tiene lugar en Cataluña es el peor atentado contra el Estado
democrático que España recibe desde la muerte de Franco, porque
viene propiciado y dado por instituciones del propio Estado. ¿Dónde
queda la Constitución? ¿Dónde el Estado de Derecho? ¿Dónde la
igualdad de todos los españoles para decidir su futuro? La respuesta
es bien sencilla: en la basura.
La
postura de Rajoy ante la desaparición del Estado democrático parece
sacada de aquella canción de los Chichos que estuvo tan de moda hace
años: “Cojo la cachimba y me pongo ciego”. Contra la capacidad
de ver está el recurso de mirar hacia otra parte. De negar la
realidad, de mentirnos a todos los que creemos en la existencia de
una vieja nación que se llama España, no ese “Estado Español”
al que se refieren los independentistas y sus palmeros del PSOE y de
Izquierda Plural.
“Después
del 11-M, todo es 11-M", escribió lúcidamente alguien a propósito
de los atentados en los trenes de cercanías de Madrid, que a estas
alturas todavía carecen de autoría probada, porque ninguno de los
dos grandes partidos que se turnan en el Gobierno han querido
revelárnoslo. De igual forma, a partir de hoy domingo, en nuestra
realidad nacional ya no habrá días históricos: solo días
histéricos. Al menos, hoy estoy de acuerdo con la viñeta que Forges
publica en el diario El
País.
Bajaré
a mi playa para dejar vagar la mirada por el horizonte del mar, tan
azul como siempre que sopla la brisa de Poniente. Aunque durante todo
el día me perseguirán los versos tristes de Quevedo:
Miré
los muros de la patria mía,
si
un tiempo fuertes ya desmoronados
de
la carrera de la edad cansados
por
quien caduca ya su valentía.
Salime
al campo: vi que el sol bebía
los
arroyos del hielo desatados,
y
del monte quejosos los ganados
que
con sombras hurtó su luz al día.
Entré
en mi casa: vi que amancillada
de
anciana habitación era despojos,
mi
báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida
de la edad sentí mi espada,
y
no hallé cosa en que poner los ojos
que
no fuese recuerdo de la muerte.
"El sueño de la razón produce monstruos" |
Comentario
publicado en Facebook el lunes 10 de noviembre
CELTIBERIA
SHOW
Como
era de esperar, todos los medios informativos españoles dedican sus
espacios a analizar las esperpénticas votaciones de ayer en
Pujolandia, más propias del paisanaje retratado por Berlanga en “La
escopeta nacional” que el que debería ofrecer una nación europea
seria y solvente en el primer tercio del siglo XXI. Lo peor de todo
es que la función apenas si ha comenzado: la Generalidad catalana,
que lleva años justificando su desgobierno bajo el lema de “Espanya
ens roba” a través de una campaña indigna sufragada por todos los
españoles, ya ha anunciado su voluntad de mantener la programación.
No sé lo que vendrá a continuación. En realidad nadie lo sabe. Pero no creo equivocarme si digo que una aplastante mayoría de españoles, en la que incluyo a los catalanes, está harta de la comedia bárbara que ofrecemos al mundo, magnificada por una parafernalia mediática absolutamente infumable. Porque no es verdad que el descrédito de este celtiberia show interminable recaiga sobre Cataluña: es la imagen de España la que aparece retratada con unos tintes burlescos que los españoles, y no solo por contribuyentes, no estamos dispuestos a seguir consintiendo. La pugna entre realidad y ficción ha tocado fondo y es al Gobierno de la Nación al que corresponde echar el telón, y hasta bajar el cortafuegos si es preciso, a un espectáculo que apesta a nazifascismo desde hace demasiado tiempo. Estamos hartos. Que cambien la programación o que cierren el teatro y despidan a tan atrabiliaria compañía. Con la Ley en la mano. Porque el tiempo apremia y mañana será tarde.
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