martes, 23 de mayo de 2023

 


     GUERRA DE UCRANIA: ES HORA DE CONTAR LA VERDAD

                                                (Segunda parte)



Por previsible, la guerra en Ucrania ha sido la más anunciada desde, al menos, el conflicto de Irak. Desde el viejo George F. Kenan, al conocido especialista de las relaciones internacionales John J. Mearsheimer, pasando por Stephen F. Cohen, Gilbert Doctorow, Kissinger…, ya lo anticiparon. La más clara formulación doctrinal de la importancia geoestratégica de Ucrania y la necesidad de conseguir su incorporación a la OTAN aparece en el libro del más influyente teórico de la estrategia globalista estadounidense, Zbigniew Brzezinski: se trata de “El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos” (8), cuya primera edición americana es del año 1997 y la española un año posterior. Para Brzezinski el campo de juego más importante del planeta es Eurasia, donde, en un momento dado, podría surgir un rival potencial de los Estados Unidos. “Por lo tanto, el punto de partida para la formulación de la geoestrategia estadounidense para la gestión a largo plazo de sus intereses geopolíticos debe centrarse en los jugadores clave y en una adecuada evaluación del terreno (…) Para usar una terminología propia de la era más brutal de los antiguos imperios, los tres grandes imperativos de la geoestrategia imperial son los de impedir choques entre los vasallos y mantener su dependencia en términos de seguridad, mantener a los tributarios obedientes y protegidos e impedir la unión de los bárbaros” (p. 48). Por todo ello, “si Moscú vuelve a hacerse con el control de Ucrania, con sus 52 millones de habitantes y sus importantes recursos, además del acceso al mar Negro, Rusia volvería a contar automáticamente con los suficientes recursos como para convertirse en un poderoso Estado imperial, por encima de Europa y Asia. La pérdida de la independencia de Ucrania tendría consecuencias inmediatas para Europa Central, al transformar a Polonia en el pivote geopolítico de la frontera oriental de Europa” (p.54). Asombra comprobar cómo este análisis publicado en 1997 se ajusta de forma profética a la situación actual, en la que, como consecuencia de la guerra provocada en Ucrania, Polonia está reemplazando a Alemania como eje del juego geoestratégico de Washington frente a Rusia.


                   Zelenski con el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki

Resulta iluminadora la perspectiva que aparece en un artículo de Foreign Policy (9), en  que, tras destacar las dificultades de Ucrania para entrar en la OTAN y en la UE, explica: «Imaginemos en cambio que, al final de la guerra, Polonia y Ucrania forman un Estado federal o confederal común, fusionando sus respectivas políticas exterior y de defensa e incorporando a Ucrania a la UE y a la OTAN casi instantáneamente. La Unión Polaco-Ucraniana se convertiría en el segundo país más grande de la UE y probablemente resultaría ser la mayor potencia militar del continente, garantizando un contrapeso más que adecuado al tándem franco-alemán, algo de lo que carece la UE tras el Brexit».  Desde luego, no es discutible que para los internacionalistas del realismo político y para los estrategas de la Guerra Fría, Henry Kissinger es una figura de influencia máxima. De tal modo que su voz y su experiencia en crisis como la de Ucrania exhalan una sabiduría, una neutralidad y una sensatez que ya quisiera para sí la mayor parte de los dirigentes actuales y sus flamígeros voceros. En apenas 24 horas del inicio del Euromaidán y la huida del presidente Yanukóvich en febrero de 2014, Kissinger advirtió en el Washington Post que Occidente debe comprender que “para Rusia, Ucrania nunca puede ser un país extranjero. La historia rusa empezó en Kiev...”, concluyendo con la petición de que la diplomacia occidental deje de tratar a Rusia como «una aberración a la que hay enseñar con paciencia las normas de conducta de Washington» y todos se esfuercen por comprender un poco la historia y la psicología de los rusos (10). 




La lista se podría ampliar. William Burns, actual jefe de la CIA, en su época de embajador en Rusia advirtió que la dirección moscovita no aceptaría la ampliación de la OTAN a Ucrania y Georgia; que sería una línea roja inaceptable bajo cualquier punto de vista. Para finalizar, más recientemente el gran historiador Benjamin Abelow, profesor de la Universidad de Pensilvania,  en un libro, que lleva el significativo título de “Cómo Occidente ha provocado la guerra en Ucrania. Comprender cómo las políticas de EE. UU. y la OTAN llevaron a la crisis, la guerra y el riesgo de catástrofe nuclear” (11), argumenta que la estrategia norteamericana consistió en algo más que ampliar las fronteras de la OTAN 1.600 kilómetros hacia el este. Elementos clave fueron: a) la retirada unilateral del tratado IBM y la instalación de misiles en los países del Este europeo capaces de golpear centros estratégicos de Rusia; b) el rearme de las fuerzas armadas ucranianas, la entrega de armas letales, el apoyo sistemático en formación e inteligencia, la presencia nada disimulada de personal y voluntarios de los países de la OTAN con el objetivo explícito de aumentar la interoperatividad con las fuerzas de la alianza; c) el retiro unilateral del tratado de fuerzas nucleares intermedias (INT) incrementando la vulnerabilidad de Rusia a un primer ataque estadounidense; d) la insistencia por parte de la OTAN de que seguía vigente el Memorandum de Bucarest de 2008 en el que se afirmaba que Ucrania formaría parte de la Alianza, a lo que habría que añadir la firma de un conjunto de acuerdos bilaterales USA/Ucrania para profundizar en sus relaciones político-militares que culminarán en la realización de maniobras conjuntas en el Mar Negro.

La resultante de esta estrategia bien pensada y calculada ha sido la guerra en Ucrania, una guerra de la OTAN contra Rusia por delegación. EEUU siempre ha buscado un hecho desencadenante que los medios de comunicación puedan publicitar masivamente y que le permita justificar y legitimar su intervención armada: ha necesitado un “Maine”, un “Lusitania”, un “Pearl Harbour”, “armas de destrucción masiva” y tutti quanti... Jordis von Lohausen distinguió con finura entre el agresor estratégico y el agresor operativo. Para el conocido militar y geopolítico austriaco “la agresión significa cualquier forma de amenaza, de intimidación y de chantaje al adversario; cualquier intento de su debilitamiento económico, de su ablandamiento moral, de su socavamiento ideológico. La ofensiva militar es solo una forma posible de agresión entre muchas”. La Administración Biden ha tenido la capacidad de situar entre la espada y la pared, de acorralar al gobierno ruso de tal forma que no le quedaba otra alternativa que la respuesta militar o la derrota estratégica. La condición previa de todo esto es la desigualdad de fuerzas. EE.UU. lo puede hacer porque tiene poder para ello, poder económico, militar, comunicacional y una red de alianzas en todo el globo. Las piezas clave –como siempre– son sus dos protectorados político-militares: Europa y Japón. El equipo en torno a Biden vive como si el tiempo se le agotara. La derrota de Donald Trump fue percibida como una victoria, sobre todo en el plano externo, en la política internacional de EEUU. Era el momento de pasar al ataque antes de que fuese demasiado tarde. Demasiado tarde ¿para qué? Para impedir que China y Rusia fortalezcan sus relaciones económicas, tecnológicas y militares, y, sobre todo, que ampliaran su marco geográfico  hasta convertirse en un polo alternativo para el grupo de economías emergentes, conformado por estas dos superpotencias, más Brasil, India y Sudáfrica (BRICS), capaz de disputar a Washington la hegemonía unipolar ejercida por el dólar. 




Desde finales del pasado mes de marzo, el impulso de la desdolarización mundial ha alcanzado su punto máximo en la medida en que varios países se han venido rebelando contra el dólar. Por un lado, China y Rusia firmaron un acuerdo comercial que se desmarca del dólar y se centra en el yuan chino como la principal moneda para el comercio de distintas actividades económicas. A partir de ese momento, desde América Latina hasta África, Medio Oriente, Europa, Asia, y cada vez más países, se embarcan en planes o implementan programas para alcanzar su desdolarización. En ese sentido, los BRICS, captaron la atención del mundo cuando a finales de marzo anunciaron la creación de un sistema económico alternativo que incluye una nueva moneda de reserva. La atención se volcó sobre este anuncio porque se trata de los países más grandes del mundo, tanto en superficie como en población. Y, además, en conjunto, representan un 32% del PIB mundial. Se estima que alcanzarán alrededor del 50% para 2030. Además, el PIB de las naciones BRICS y sus monedas potenciales representan la mayor amenaza, hasta el momento, para el dominio del dólar estadounidense.    

En consonancia con esta perspectiva, la guerra en Ucrania es el primer acto de un conflicto global que va a cambiar necesariamente el mundo tal y como lo conocemos hoy. Lo viejo no acaba de morir, pero lo nuevo ha avanzado demasiado para los intereses estratégicos de EE.UU. y había que frenarlo costase lo que constase. ¿Nos llevará esto a una III Guerra Mundial? Esa es la gran cuestión. A que ese peligro existe me referí hace casi nueve años en el artículo “Aumenta la amenaza de guerra nuclear”. Entonces escribí: “Para entender la actual peligrosidad de la escalada del conflicto que enfrenta a EE.UU. y a sus aliados de la OTAN en el conflicto de Ucrania no basta con detenerse a mirar el panorama de hoy, sino que hay que ver la película al completo, en la que resulta fundamental la secuencia de la expansión de la OTAN hacia el Este. En diez años (de 1999 a 2009), la OTAN abarcó a todos los países del antiguo Pacto de Varsovia, anteriormente aliados de la URSS: tres repúblicas ex-soviéticas y dos de la ex-Yugoslavia, y desplazó sus bases y fuerzas militares, incluyendo las que tenían capacidad nuclear, acercándolas cada vez más a Rusia, y armándolas con el llamado “Escudo Antimisiles”, que no constituye un elemento defensivo sino ofensivo. De hecho, EE.UU. y sus aliados de la OTAN también tienen barcos de guerra en el Mar Báltico, próximo a Rusia, y fuerzas militares en Polonia, Letonia, Estonia y Lituania, país donde también poseen una importante base aérea. Para más inri, Polonia, República Checa, Rumanía, Bulgaria y Turquía cuentan con instalaciones del Escudo Antimisiles, que según el análisis de muchos especialistas en estrategia, dejaría a Rusia en una hipotética situación de inferioridad en caso de una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia. Esta escalada armamentista se ha materializado a pesar de las repetidas advertencias de Moscú, ignoradas o ridiculizadas por los medios informativos de Occidente, como “estereotipos obsoletos de la Guerra Fría” o demostraciones de la delirante voluntad del presidente Putin de reconstruir el antiguo bloque soviético, una declaración con la que se sigue machacando a la opinión pública como si se tratara de un dogma de fe indiscutido e indiscutible” (12).  



El debate lo abrió el historiador francés Emmanuel Todd en una entrevista que el pasado enero publicó el diario parisino Le Figaro (13), cuyo titular es impresionante: “La tercera guerra mundial ya ha comenzado”. Desde luego su brillante ensayo (el título lo explica casi todo) “Después del imperio. Ensayo sobre la descomposición del sistema norteamericano” es de obligada lectura para los analistas de la historia contemporánea. Empezaba así: “Los Estados Unidos se están convirtiendo en un problema para el mundo”. Decir esto en el 2003, primera edición del libro, tiene mérito. Cuando se lee con atención nos damos cuenta que apunta a la tendencia básica, a saber, el declive de los EE.UU. y sus consecuencias geopolíticas, la más importante de las cuales (al día de hoy) es la guerra de Ucrania. Una cuestión paralela es que esta se generalice en un conflicto mundial armado que puede derivar en guerra nuclear. Yo mismo advertí hace nueve años que semejante horror resulta posible y que el peligro aumenta conforme Washington y sus vasallos de la OTAN intentan encerrar a Rusia en un callejón sin salida. Así lo han puesto de manifiesto analistas como David Goldman, Brandon J. Weichert, Pepe Escobar, Scott Ritter… ¿Dónde está el problema? En eso que Roberto Buffagni ha llamado la doble trampa estratégica para Rusia y para la OTAN / EEUU. A la primera ya me he referido. Rusia tenía que elegir entre la derrota estratégica o el enfrentamiento militar con la OTAN. La segunda tiene que ver con la doble alternativa que se le ofrece a EE.UU.: reducir daños y buscar una vía de acuerdo con Rusia o persistir en una huida hacia adelante. A esto se le llama escalada. 

¿Por qué este dilema se plantea ahora con toda claridad? Porque Rusia está saliendo relativamente bien librada de la enorme batería de sanciones económicas y financieras impuestas por EE.UU. y la Unión Europea y, sobre todo, se está consolidando la reorganización de Eurasia en torno a los BRICS. Dicho de otra forma, el miedo a la escalada es hoy mucho más grave que ayer. La Administración Biden ya está tomando nota de que el mundo ha cambiado mucho, que la multipolaridad está más avanzada de lo que se creía y que solo 39 países –y con trampas– están siguiendo las severísimas y sistemáticas políticas de sanciones. Una cosa es votar, y señalarse, en la Asamblea de las Naciones Unidas, y otras alinearse con EE.UU. y con la Unión Europea. No hay dos sin tres. Cuando aparece una bipolarización siempre emerge una tercera vía; es decir, países que no pueden definirse abiertamente contra el bloque de poder dirigido por la Administración norteamericana, pero que aprovechan la situación para ganar autonomía estratégica, sacar beneficios económicos y financieros y apostar por un nuevo orden internacional en que el poder hegemónico mundial sea exclusivamente estadounidense.


Emmanuel Todd señala dos cosas interesantes. Primera, que Rusia, en muchos sentidos, está saliendo fortalecida económicamente del conflicto; y segunda, que su capacidad militar convencional no ha sido tan resolutiva como se esperaba. A esta segunda cuestión no me referiré: el tiempo lo acabará registrando. Sí me parece obligado insistir en que la posibilidad de una tercera guerra mundial flota sobre el horizonte. Sigue siendo necesaria una movilización de la ciudadanía contra la guerra, por un armisticio o alto el fuego en Ucrania que permita poner fin a un enfrentamiento extremadamente cruento y que amenaza con convertirse en global. Por eso causa pavor que buena parte de la opinión pública española (la políticamente correcta) dé la razón a Zelensky y se muestre partidaria de proseguir la guerra hasta que Rusia sea totalmente derrotada. El núcleo dirigente de la OTAN está, desde el principio, en un peligroso juego que consiste en acercarse hasta el límite pensando que el adversario no recurrirá al uso del armamento nuclear. Hace falta mucha ceguera para no ver que el conflicto en Ucrania es existencial para Rusia, aunque no sea así para la UE o para EE.UU. Por mucho que se ignore, es evidente que para evitar la guerra habría bastado solo con asegurar la neutralidad de Ucrania, garantizar su existencia como Estado y no seguir hostigando a la minoría rusa; es decir, cumplir los acuerdos de Minsk. Es lo mismo que yo advertí en el comentario siguiente, que puse en mi muro de Facebook el jueves 12 de febrero de 2015...¡¡¡Hace más de ocho años!!!: “Lo que haga, diga o firme Putin en las negociaciones carece de importancia: su obligación de cara al mundo es estar presente en Minsk. Pero estoy convencido de que la decisión de Washington respecto a Ucrania está tomada hace tiempo y no es previsible que cambie. Merkel y Hollande han organizado el circo de Minsk de cara a sus propios electores, para hacer ver a la opinión pública que apuestan por la paz y, desde luego, porque tampoco desean una guerra en Europa. Pero eso no está en los planes del Pentágono, se acuerde lo que se acuerde en Minsk. Me reitero en mi pronóstico de que la guerra en Ucrania se incrementará, porque la apuesta de los halcones de Washington es utilizar a Ucrania para enfrentar a Rusia con la OTAN.

No se necesitó mucho tiempo para constatar que Minks fue una trampa que Putin no pudo evitar, tal como reconocieron con cínico descaro la canciller Angela Merkel y el presidente francés François Hollande, garantes ambos del cumplimiento de los acuerdos: «Nuestro objetivo era, en primer lugar, detener la amenaza o al menos retrasar la guerra: asegurar ocho años para restaurar el crecimiento económico y crear unas fuerzas armadas poderosas. (Declaraciones de Merkel a la televisión alemana Deutsche Welle y a la unidad ucraniana de Radio Free Europe). Por su parte, en una entrevista de Diez Zeit, en diciembre de 2022, Hollande reconoció que el acuerdo de Minsk de septiembre de 2014 fue “un intento de ganar tiempo”: “Ucrania usó ese tiempo para hacerse mas fuerte, como puede verse hoy. La Ucrania de 2014 / 2015 no es la Ucrania de hoy. En la batalla de Debaltsevo de principios de 2015, Putin podía haberlos arrollado fácilmente y dudo que los países de la OTAN pudieran hacer entonces lo que ahora están haciendo para ayudar a Ucrania”.“Para todos nosotros estaba claro que el conflicto estaba congelado y que el problema no se había resuelto, pero concedió a Ucrania un tiempo muy valioso”. 

Montaje del gasoducto Nord Stream 2





El definitivo golpe de Washington ha sido la voladura de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que ya anunció Joe Biden el lunes 7 de febrero de 2022 en el marco del Consejo Bilateral de Energía en Washington, durante una rueda de prensa conjunta con el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, quien evitó aclarar si estaba dispuesto a suspender los permisos para ese gasoducto (14). Para cualquiera que estuviese al tanto de los acontecimientos habría adivinado lo que vendría a continuación, tal como yo mismo lo constaté en mi muro de Facebook al día siguiente de que la amenaza de Biden apareciera en la prensa. Entonces escribí:

"Por fin alguien ha hablado claro, ¡eureka! Después de tantas semanas de ridículos paseos por los Cerros de Úbeda y de agotadoras estancias en Babia discutiendo el grado de maldad personal de Vladimir Putin y hasta donde es capaz de llegar en su enloquecido afán de invadir Ucrania y arremeter contra Europa por puro deporte, sale de pronto Joe Biden, presidente de Estados Unidos, y suelta “urbi et orbi” la verdad indecible y hasta se atreve a pronunciar en voz alta el nombre de la “bisha”, que como yo vengo diciendo desde hace semanas (sin que la “intelligentsia pensante” se dé por enterada), no es otro que “NORD STREAM 2”. En definitiva, que la esencia del problema capaz de provocar una guerra en Europa es una cuestión de tuberías. Para ser exacto, de la situación tan indeseable para Washington creada por la construcción de un gasoducto ruso-alemán capaz de enviar cada año a Europa 50 mil millones de metros cúbicos de gas natural mediante una conducción que atraviesa el fondo del Mar Báltico, cuya puesta en marcha abarataría extraordinariamente el coste de la energía y daría un gran impulso a la recuperación económica de la Unión Europea. Un “detalle” que Washington no quiere permitir: That is the question!".  

 



“Dar lecciones de ética política o de rigor intelectual, referirse a la obligación europea de defender, ¡hasta llegar a la guerra!, la archicorrupta clase política ucraniana y aferrarse al  mismísimo “sursum corda” para no aceptar la maldita y bien visible realidad se revela, después del pronunciamiento de Biden, como lo que evidentemente es, una miserable falacia sostenida por la ignorancia de una opinión pública tan manipulada como amaestrada y de la acrítica subordinación al establishment de determinados colectivos de intereses gremiales y jerárquicos (esencialmente periodísticos y académicos), capaces de hacer juegos malabares para ocultar sus dependencias sectarias. Pero la confesión de Biden va mucho más allá de mostrar la voluntad norteamericana, reiterada brutalmente a lo largo de los últimos años, de que el gasoducto Nord Stream 2 llegue a funcionar. Después de afirmado este principio fundamental, Biden ha postulado, además (¿será una indiscreción derivada de su senilidad') para que Estados Unidos (¡¡con objeto de ayudar a la Unión Europea!!) sustituya el suministro del gas ruso a Europa por su propia producción de gas natural licuado (GNL), que cruza el Atlántico en buques cisternas, con lo que el negocio es más que redondo para maltrecha economía estadounidense. En resumen, pase lo que pase, Washington impondrá a Rusia un sistema de bloqueo económico que impida  la venta de gas natural a los países de la Unión Europea, al tiempo que presiona para que los gobiernos europeos incrementen sus compras de gas licuado a Estados Unidos, que pretende convertirse en el primer exportador mundial en este año de 2022. Ya en mayo de 2019,  el secretario de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, subrayó sin que se le cayera la cara de vergüenza que "asegurar una Europa libre y soberana es crucial para EEUU", para después remarcar que importar gas natural licuado estadounidense "no significa sólo otra fuente energética para Europa, sino una mayor seguridad regional, autonomía y prosperidad económica”. El colmo. Pero ya anuncia el refrán que “sarna con gusto no pica”.


Seymour Hersh, el famoso periodista de investigación y Premio Pulitzer, describió con todo lujo de detalles en su página web personal la compleja operación militar llevada a cabo unos meses más tarde en su artículo “Así eliminó Estados Unidos los gasoductos Nord Stream”, que ya forma parte de la Historia. Hersh escribió: “La Administración Biden cumplió sus amenazas: un grupo de buzos de la Marina aprovechó unas maniobras de la OTAN en el Báltico para colocar explosivos en los oleoductos y la Armada noruega los hizo detonar tres meses después lanzando una boya sonar. Como describe Hersh: “El 7 de febrero (de 2021), menos de tres semanas antes de la aparentemente inevitable invasión rusa de Ucrania, Biden se reunió en su despacho de la Casa Blanca con el canciller alemán Olaf Scholz, quien, tras algunos titubeos, militaba ahora firmemente en el equipo estadounidense. En la rueda de prensa posterior, Biden afirmó desafiante: “Si Rusia invade... ya no habrá Nord Stream 2. Le pondremos fin”. Y cuando un periodista le preguntó cómo pensaba hacerlo exactamente, dado que el proyecto estaba bajo el control de Alemania, Biden se limitó a decir: «Prometo que podremos hacerlo». Su subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, que estuvo muy implicada en lo que llaman la Revolución de Maidan en 2014, utilizó un lenguaje similar un par de semanas antes. La indiscreción de Biden hizo que “varios de los que participaron en la planificación de la misión del oleoducto estaban consternados por lo que consideraban referencias indirectas al ataque: “Era como poner una bomba atómica sobre el terreno en Tokio y decir a los japoneses ‘vamos a detonarla’”, dijo la fuente. “El plan era que las opciones se ejecutaran después de la invasión y no se anunciaran públicamente. Biden simplemente no lo entendió o lo ignoró” (15).


                                               Seymour Hersh en su oficina
  
    

El 26 de septiembre de 2022, un avión de vigilancia P8 de la Marina noruega realizó un vuelo aparentemente rutinario y lanzó una boya de sonar. La señal se propagó bajo el agua, inicialmente al Nord Stream 2 y luego al Nord Stream 1. Pocas horas después, se activaron los explosivos C4 de alta potencia y tres de las cuatro tuberías quedaron fuera de servicio. A los pocos minutos, los charcos de gas metano que quedaban en los gasoductos destruidos podían verse esparciéndose por la superficie del agua, y el mundo se enteró de que había ocurrido algo irreversible. El economista Jeffrey Sachs, considerado uno de los más influyentes a nivel mundial, director del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, compareció ante el Consejo de Seguridad de la ONU en representación propia y declaró que «una acción de este tipo solo puede haber sido llevada a cabo por un agente estatal». Enumeró a los Estados Unidos, Reino Unido, Polonia, Noruega, Alemania, Dinamarca y Suecia «ya sea de forma individual o coordinada» y señaló también que las investigaciones llevadas a cabo por los diversos organismos de inteligencia de los distintos Estados que están investigando el atentado, han confirmado que Rusia no aparece implicada (16).

A pesar de la evidencia y de la desmesura del ataque, los principales comentaristas de las emisoras de radio españolas, desde Carlos Herrera a Federico Jiménez Losantos, pasando por Carlos Alsina, Marc Sala o Carlos Franganillo, tuvieron las suficientes dosis de cinismo y desvergüenza para señalar inmediatamente a Putin como primer sospechoso de la voladura de sus propios gasoductos, silenciando prensa, radio y televisión cualquier referencia a la investigación de Hersh. Según la imagen que llevan meses dibujando, parece que la locura megalomaniaca de Putin sirve para explicar de manera retrospectiva hasta el asesinato en Dallas de John F. Kennedy. El clamoroso silencio respecto a que la voladura de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 por parte de EE.UU. ha sido un flagrante acto de guerra contra Europa, centrado en Alemania, retrata la sumisión europea ante el amo americano. Al contrario, ni la mente más calenturienta sería capaz de imaginar que Rusia podría atreverse a dinamitar un gasoducto americano que existiera entre Estados Unidos y Canadá. Si para salvar su culo (y la inmensa fortuna que han acumulado él y su banda), Zelenski consiguiera su propósito de arrastrar la Unión Europea a una guerra total, buena parte de la ciudadanía europea será corresponsable del desastre que sobrevendrá. Pero, aún entonces, esta gente se negará a reconocer que estuvo equivocada. Frente a la estulticia y a la ignorancia prgramadas, la Historia no puede servir como maestra de nada. No es cierto que la Historia se repita, lo que sí se repite, porque es una constante, es la torpe ceguera de la caterva humana. 


          Escape de metano tras las explosiones de los gasoductos  

Como denuncia una editorial de la revista CTXT, “la renuncia de los países de la UE y de sus grandes medios no ya a investigar sino siquiera a hablar del sabotaje confirma la capacidad de Washington para imponer su ley y su relato (...). El inexistente tratamiento informativo sobre la voladura del Nord Stream es un síntoma de que algo va realmente mal en las democracias occidentales. La actitud de los medios y los periodistas plantea también preguntas sobre el estado de la libertad de prensa y de expresión en Occidente. ¿Podrá la prensa soportar las presiones del líder del mundo libre y abandonar la autocensura y la comodidad del relato único? ¿Se llevará esta guerra por delante lo que queda de la libertad de prensa en Europa? ¿Quedan ahí fuera medios y periodistas que todavía piensen que nuestro deber ético y profesional consiste en cuestionar las versiones oficiales —siempre, pero más todavía en tiempos de guerra— en vez de en acatar los deseos / órdenes del poder y tratar de acallar a los pocos periodistas que todavía intentan contar lo que los dueños de la imprenta no quieren que se cuente? (17). 

A modo de síntesis final, quiero rematar mi artículo con la transcripción de las brillantes reflexiones del periodista y académico estadounidense Stephen Kinzer, publicadas en Responsible Statecraft, la revista on line del prestigioso Instituto Quincy (18), ubicado en Washington, una institución académica conservadora poco sospechosa de profesar simpatías pro-rusas:

"Mientras la guerra continúa en Ucrania, todo es pacífica felicidad en el frente interno. Los estadounidenses han adoptado la narrativa oficial. Ninguna película del oeste trazó la línea entre el bien y el mal de manera tan clara o cruda. La Casa Blanca, el Congreso y la prensa insisten en que Ucrania es la víctima inocente de una agresión no provocada, que las fuerzas rusas amenazarán a toda Europa si no se les detiene y que Estados Unidos debe apoyar a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario para asegurar la victoria”. Disentir de este consenso es casi imposible. Incluso en el período previo a nuestra invasión de Irak en 2003, algunas voces solitarias clamaron por moderación. Desde que nos sumergimos en la Guerra de Ucrania, esas voces son aún más difíciles de encontrar.

"Hoy se considera herético, si no una traición, sugerir que todas las partes en el conflicto de Ucrania tienen algo de culpa, argumentar que Estados Unidos no debería verter armas sofisticadas en una zona de guerra activa o cuestionar si tenemos algún interés vital en el resultado de este conflicto. Una zona intelectual de exclusión aérea estrictamente aplicada prácticamente ha sofocado el debate racional sobre Ucrania. En los pasillos del poder político en Washington, Ucrania se ha convertido en una idea casi mística. Es menos un lugar geográfico que un plano cósmico donde se desarrolla una batalla decisiva por el futuro de la humanidad. La guerra se ve como una gloriosa oportunidad para que Estados Unidos desangre a Rusia para demostrar que todavía gobernamos, aunque el equilibrio del poder mundial pueda estar cambiando.

"La explosión de amor apasionado de Estados Unidos por el presidente Volodymyr Zelensky de Ucrania representa el triunfo de una campaña mediática irresistible: fue presentado como el nuevo héroe global de la libertad. De la noche a la mañana, su imagen apareció en los escaparates de las tiendas y en los sitios de Internet. En la esquina opuesta hay otra caricatura, el presidente Vladimir Putin de Rusia, retratado como el epítome de todas las cualidades viles y degeneradas. Satisface nuestra necesidad de concentrar el odio no en un país, un movimiento o una idea, eso es demasiado difuso, sino en un individuo (…) Tener un enemigo tan caricaturescamente malvado es casi tan reconfortante como tener al santo Zelensky como aliado (...).

“Casi todos los informes del frente de batalla provienen de "nuestro" lado. Leemos un sinfín de historias sobre las atrocidades rusas y otros ultrajes. Sin duda, muchos son precisos, pero el desequilibrio en los informes nos lleva a suponer que el ejército ucraniano no comete crímenes de guerra. Un informe de Amnistía Internacional sobre el uso de escudos humanos en la batalla por parte de los ucranianos fue recibido con indignación y condena. El mensaje es claro: la justicia está de un lado, por lo que los informes sobre el terreno deben de reflejar eso. Muchos de los que escriben sobre este conflicto parecen creer, como lo hicieron sus predecesores durante la Guerra Fría, que el gobierno de los Estados Unidos es un equipo y que la prensa tiene asignado su papel para asegurar la victoria de nuestro equipo. Esta visión es la muerte para el periodismo. La prensa no debe estar en el equipo de nadie. Nuestro trabajo es desafiar las narrativas oficiales, no amplificarlas sin pensar. Esa es la diferencia entre el periodismo y las relaciones públicas (...). Nos alimentan con una narrativa infantil en la que toda la virtud está de un lado y todo el mal del otro. La falta de voluntad de la mayoría de los corresponsales de guerra para cubrir la Guerra de Ucrania desde ambos lados se refleja en las páginas editoriales y de opinión. Ningún periódico importante parece plantear preguntas fundamentales sobre esta guerra.


              Zelenski con Biden en el despacho Oval de la Casa Blanca  

“¿Está justificado que Putin no quiera bases enemigas en su frontera? ¿Debemos contribuir a la muerte de miles de personas para cumplir un programa político? ¿Ayudamos a provocar la guerra? ¿Qué parte del ejército de Ucrania es pro-nazi? ¿Por qué le importa a Estados Unidos dónde se dibuje la frontera de Donbas? ¿Antes de enviarle A Ucrania enormes cantidades de ayuda, deberíamos considerar su reputación de ser uno de los países más corruptos del mundo? ¿Es este conflicto realmente un enfrentamiento titánico entre la democracia y la autocracia o es simplemente otro incendio forestal europeo?

“A pesar de que Estados Unidos se hunde cada vez más en la Guerra de Ucrania, hacer estas preguntas se considera de mala educación. El asfixiante consenso que une a nuestros partidos políticos y medios de comunicación impide un debate reflexivo. Uno de los peores resultados de la Guerra de Ucrania ya está claro. Ha conducido a un nuevo cierre de la mente estadounidense” (19). 


NOTAS

8. Zbigniew Brzezinski: El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Ed. Paidós, Barcelona, 2016.

9. Dalibor Rohac: It’s Time to Bring Back the Polish-Lithuanian Union, Foreign Policy, 66 marzo 2023.

https://foreignpolicy.com/2023/03/26/its-time-to-bring-back-the-polish-lithuanian-union/

10. Felipe Sahagún: Entre Kissinger y Karaganov, diario El Mundo, 12 de marzo 2014

https://www.elmundo.es/opinion/2014/03/11/531f5e8fca474170118b4599.html

11. Benjamin Abelow: How the West Brought War to Ukraine, Understanding How U.S. and NATO Policies Led to Crisis, War, and the Risk of Nuclear Catastrophe, Siland Press, Septiembre 2022.

https://www.realchangenews.org/news/2023/01/04/path-peace-author-benjamin-abelow-ending-war-ukraine

12. José Baena: Aumenta la amenaza de guerra nuclear, Blog El Saco del Ogro, 28 de julio de 2014

http://elsacodelogro.blogspot.com.es/2014/07/laamenaza-de-guerra-nuclear.html

13. Emmanuel Todd es antropólogo, historiador y ensayista; varios de sus libros, como "La caída final", "La ilusión económica" o "Después del imperio", se han convertido en clásicos de las ciencias sociales. Su último libro, "La Tercera Guerra Mundial ha comenzado", se publicó en 2022 en Japón y ha vendido más de 100.000 ejemplares.

https://unherd.com/thepost/emmanuel-todd-world-war-iii-has-already-begun/

14. RTVE.es / AGENCIAS, Biden advierte que "no habrá Nord Stream 2" si Rusia invade Ucrania, 8 de febrero de 2022

https://www.rtve.es/noticias/20220208/biden-advierte-si-rusia-invade-ucrania-no-habre-nord-stream-2/2284620.shtml

15. Seymour Hersh: Así eliminó Estados Unidos los gasoductos Nord Stream, Ctxt, 8 de febrero de 2023

https://ctxt.es/es/20230201/Politica/42111/Seymour-Hersh-Estados-Unidos-explosion-nord-stream-guerra-Rusia-energia-Alemania-Biden.htm

16. Beatriz Talegón: Jeffrey Sachs, ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre el Sabotaje al NordStream, Diario 16, 23 de febrero de 2023.

https://diario16.com/jeffrey-sachs-ante-el-consejo-de-seguridad-de-naciones-unidas-sobre-el-sabotaje-al-nordstream-solo-puede-haber-sido-llevada-a-cabo-por-un-agente-estatal/

17. Editorial revista CTXT, 16 de febrero de 202

https://ctxt.es/es/20230201/Firmas/42160/editorial-Nord-Stream-destruccion-Seymour-Hersh-Estados-Unidos-Biden-Alemania-energia-guerra-Rusia.htm

18. Instituto Quincy for Responsible Statecraft, Washington, D.C.

https://responsiblestatecraft.org/about/

19. Stephen Kinzer: Putin & Zelensky: Sinners and saints who fit our historic narrative, Responsible Statecraft, 21 de febrero de 2023.

https://responsiblestatecraft.org/2023/02/21/we-made-putin-our-hitler-zelensky-our-churchill-and-the-media-fell-in-line/



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