Islam
e islamismo a debate
Por
ser un asunto que suscita en la actualidad una gran controversia,
derivada de los acontecimientos encadenados que a velocidad desbocada
marcan el escenario del Oriente Próximo, acaparando portadas y
titulares de la prensa internacional (escrita o digital), he creído
pertinente reunir en esta entrada de mi Blog una serie de comentarios
que tienen en común su procedencia, determinada por sendos artículos
escritos por D. Luis del Pino.
La
primavera árabe y la ignorante hipocresía occidental, por
Luis del Pino
Publicado
en su Blog de Libertad Digital
Hasta
el año 1964, la mayoría de los libros de cómics que se vendían en
los países árabes, estaban escritos en francés o inglés. Y a un
avispado editor libanés se le ocurrió que aquellos cómics
occidentales se venderían mucho más si se publicaban en árabe.
Así
que la empresa Illustrated Publications sacó al mercado la versión
en árabe de Supermán. Las viñetas eran exactamente las mismas,
pero el protagonista no se llamaba Clark Kent, sino Nabil Fawzi, y no
trabajaba para el periódico Daily Planet, sino para el Al-Kawkab Al
Yawmi. El resto de los personajes estaban, igualmente, arabizados. De
la misma manera, Illustrated Publications sacó al mercado sendas
versiones de Batman (que se llamaba Sobhi en árabe), de Tarzán y de
otros cómics famosos.
El
comienzo, por supuesto, no fue sencillo. Traducir los textos de los
viñetas al árabe resultó al principio muy complicado, porque el
árabe es mucho menos conciso que el inglés, así que hubo que
formar a traductores que actuaban con bastante libertad a la hora de
modificar los textos, de modo que cupieran en el espacio disponible.
También
hubo, por supuesto, que tener en cuenta que los árabes escriben y
leen al revés. Eso no solo significa que las palabras se escriben de
derecha a izquierda, sino también que las propias viñetas de cada
historia tienen que estar dispuestas de derecha a izquierda. Y los
propios cómics tienen que leerse empezando por lo que para nosotros,
los occidentales, sería la última página.
Lo
ideal hubiera sido volver a componer cada página viñeta a viñeta,
para tener esto en cuenta. Pero como eso hubiera elevado mucho los
costes de edición de los cómics, la empresa optó por otra solución
más imaginativa: se limitó a invertir el fotolito de cada página
(es decir, a dar la vuelta a cada página completa) y a ordenar los
fotolitos de atrás hacia delante. De ese modo, la primera viñeta de
cada historia quedaba en la parte superior derecha de la página que
para nosotros los occidentales sería la última.
Sin
embargo, lo que se conseguía con eso era que los niños árabes
leyeran las historias de Supermán como si cada viñeta estuviera
reflejada en un espejo. Así que pronto, la empresa comenzó a
recibir cartas de extrañados niños que preguntaban por qué en las
viñetas la S del traje de Supermán aparecía al revés.
Sea
como sea, la experiencia fue todo un éxito y en poco más de seis
años estaban ya vendiendo más de dos millones y medio de cómics
anuales en 17 países árabes distintos. Según los cálculos de la
propia empresa, 260.000 niños árabes consumían de modo habitual
aquellas historietas occidentales arabizadas, lo que demuestra, al
final, que los niños son niños en todas partes del mundo, sea cual
sea su cultura.
Igual
que las personas son personas en todas partes del mundo.
Hace
ya casi tres años que asistimos en el Norte de África y Oriente
Medio a las convulsiones derivadas de lo que se dio en llamar la
primavera árabe. Y si algo ha quedado claro en todo este tiempo es
que Occidente no sabe cómo demonios encarar el problema. Parecemos
debatirnos entre el deseo de exportar la democracia a esos países y
el deseo de mantenerlos convenientemente sojuzgados por dictadores
amigos de las grandes potencias. Decimos que queremos que esos países
tengan libertad y al mismo tiempo nos escandalizamos cuando votan
libremente y no eligen lo que nos apetecería a nosotros. Afirmamos
muy solemnemente que venimos a salvarlos de la dictadura teocrática
y la solución que proponemos para ello es la dictadura militar.
Ni
siquiera nos atrevemos a expresar abiertamente todas esas cosas,
porque en el fondo lo que Occidente está diciendo es que los pobres
árabes son unos incultos atrasados que no están preparados para la
democracia. Y desdeñamos su religión como si no fuera otra cosa que
un credo terrorista y opresor. Manifestamos de modo continuo un
ignorante desprecio hacia el Islam, hacia los musulmanes y hacia lo
árabe que a veces raya en el clasismo más casposo y a veces cae en
el más descarnado racismo.
Y
encima, ni siquiera somos coherentes en nuestra hipocresía
falsamente democrática: si lo que quería Occidente, al final, es
mantener a esos países bajo la bota militar, ¿para qué alentó en
su momento el derrocamiento de los dictadores laicos que ya estaban
asentados?
Me
pregunto si hay mucha gente en Occidente que piensa en términos de
seres humanos, en lugar de guiarse por prejuicios religiosos o
raciales. Me pregunto si hay mucha gente consciente de que los niños
árabes son iguales a cualquier otro niño, y de que los padres
musulmanes quieren a sus hijos e hijas tanto como pueda quererlos
cualquier padre occidental. Y de que los árabes desean, por regla
general, lo que cualquier occidental desea: sacar adelante a su
familia, disfrutar lo más que puedan de una vida que es siempre
demasiado corta y gozar de la máxima libertad posible.
Me
pregunto, en definitiva, si hay mucha gente que dedica un solo minuto
a preguntarse "¿Qué pensaría yo de lo que Occidente hace y
dice, si hubiera nacido en Egipto o en Marruecos?".
Pretendemos
exportar nuestras soluciones políticas y nos escandalizamos cuando
ellos quieren hacer las cosas a su manera, sin darnos cuenta de que
les estamos exigiendo, sin ningún derecho, que renuncien a ser ellos
mismos. Mal puede predicar o difundir la libertad quien no comienza
por respetar al otro.
Sin
quererlo, cogemos nuestra visión de la sociedad y tratamos de
imponérsela a capón, sin darnos cuenta de que, en el proceso,
estamos escribiendo la historia por lo que para ellos sería la
última página. Y sin darnos cuenta de que estamos escribiendo la D
de Democracia al revés, por no respetar la forma que los árabes
tienen de interpretar su propia sociedad. Con lo que nadie entiende
nada.
Pero
la culpa de todo ese malentendido no es de ellos. Es nuestra.
25
de Agosto de 2013 - 08:37:21 - Luis del Pino
Comentario
de José Baena
He
tenido que leer varias veces su artículo y el tono de superioridad
lógica y moral que emplea para convencerme de que está escrito por la
misma persona que, con rigor lógico y escrupulosidad forense,
investigó los hechos y circunstancias vinculadas al 11-M, para
llegar a conclusiones difícilmente rebatibles. Los años dedicados a
estudiar hechos, comparar testimonios, analizar pruebas y todas las
demás circunstancias que una investigación de semejante envergadura
comportó, no fue ni seguirá siendo óbice para que una parte
importante de la población le crea un iluminado de la peor laya y le
aplique, con el mismo tono altivo e irrebatible que usted ahora
emplea, el calificativo descalificador de “conspiranoico”,
aplicable a todos aquellos que, como yo mismo, le hemos acompañado
en la dura travesía del desierto.
Responder
a todos y cada uno de los tópicos en los que cae y sobre los que
monta sus inapelables juicios me llevaría demasiado espacio y
resumir en cuatro líneas un análisis que debería tener en cuenta
muchísimos factores, algunos muy complejos, para llegar a
conclusiones aceptables, lo veo tarea imposible. Sí debo
manifestarle que el tiempo que usted haya dedicado para analizar todo
lo concerniente al 11-M es poco comparado con el que he dedicado yo a
estudiar la compleja fenomenología del islam, su actual variante
islamista y la Historia Contemporánea de los países musulmanes del
Oriente Próximo, por los que he viajado y no exclusivamente como
turista, ni muchísimo menos. Y desde ese conocimiento, puedo decirle
que su argumentación está muy próxima o es identificable con ese
complejo de culpa universal y relativismo absoluto con el que la
progresía casposa (calificativo que usted usa) aborda la Historia
para responsabilizar de todo lo malo habido y por haber a “eso”
que usted llama Occidente, como si ese concepto fuera unívoco y no
cupiera más acepción que la que utiliza en su discurso, que más me
parece homilía que otra cosa.
A
cada juicio, a cada afirmación, a cada generalización discutible
que hace para que sus afirmaciones encajen y hasta parezcan deducirse
del cuentecito del Superman arabizado, ocuparía muchísimas páginas
de análisis pormenorizado y riguroso, porque la mezcla que hace de
hechos, juicios, valoraciones, jerarquías, afirmaciones gratuitas y
descalificaciones es de tal calibre que no puedo ni entrar en ellas.
Sí decirle que esa “libertad” que usted esgrime como si fuera su
administrador o dueño no puede servir de justificación para el
ajusticiamiento por el deguëllo o la horca, según se esté en
Arabia Saudí o Irán, para sancionar al disidente religioso que,
según la sharía, es considerado apóstata y merecedor de la condena
a muerte.
Esa "cosa" llamada islam no ha existido ni existe, ya que está vinculada a una realidad metafísica, por eso, y para entendernos, podemos decir que islam es lo que hacen los musulmanes, cómo interpretan sus textos sagrados. Dicho esto, es preciso reconocer, y es lo primero que usted olvida, que el concepto de islam comporta inexorablemente una
praxis política y jurídica que nada tiene que ver con la razón,
con el Derecho Internacional o con lógica alguna, ya que la voluntad
de Alá, expresada en el Corán, está por encima de todo,
manifestándose desde la manera permitida de limpiarse el culo, y le
juro estoy hablando muy en serio, hasta la obligatoriedad del
creyente a practicar la yihad exterminadora contra los propios musulmanes considerados apóstatas (takfir) en primer lugar y, en segundo, a los no musulmanes
o infieles, entre los cuales estamos usted y yo. A no ser que se encuentre entre los primeros, porquer le haya
dado el arrechucho de convertirse a la fe musulmana sin que los demás
nos hayamos enterado.
26
de agosto a la(s) 1:42 – José Baena
Respuesta
de Luis del Pino
Pues
no consigo ver, leyendo su mensaje, en qué estamos en descuerdo, don
José Baena Reigal. Si pretende convencerme de que las dictaduras
teocráticas musulmanas son terribles, no se esfuerce: estoy
convencido de antemano. Y POR ESO considero más urgente ofrecer a
los musulmanes una salida distinta del falso dilema "o dictadura
teocrática, o dictadura militar". Yo lo que quiero es que los
musulmanes tengan el mismo derecho a elegir democrática y libremente
a sus dirigentes que yo. Y no creo que usted esté sosteniendo que
los musulmanes no deban tener ese derecho. Porque si lo único que
ofrecemos a los musulmanes es imponerles por la fuerza dictadores
militares o sátrapas, la única salida que les dejamos es,
precisamente, recurrir al uso de la fuerza para imponer la teocracia.
En
mi opinión (y, como le conozco, estoy seguro de que usted la
comparte) lo único que puede hacerse es tratar de impulsar una vía
a la turca para implantar la democracia en los países árabes, de
forma que sean los propios habitantes de cada país los que controlen
su propia evolución hacia una sociedad laica.
Lo
que no funciona, desde luego, es imponer dictaduras militares que lo
que hacen es mantener a la sociedad en el más absoluto atraso. Y la
prueba la tiene usted en Egipto: después de medio siglo de dictadura
militar, los egipcios han optado en las urnas por votar islamismo, LO
QUE ES LA MEJOR PRUEBA de que la dictadura militar no hizo nada por
sacar a su población del atraso y del medievalismo.
Por
último, me niego a mirar con tanta superioridad moral a los
musulmanes. Le recuerdo a usted:
1)
que la mujer no ha tenido derecho a voto en la muy occidental Suiza
hasta 1971, y en muchos otros países occidentales hasta la década
de 1940.
2)
que los negros eran considerados ciudadanos de segunda en algunos
países occidentales no hace ni 50 años.
3)
que a los homosexuales se los castraba químicamente o se los podía
condenar a cadena perpetua en la muy avanzada Gran Bretaña hasta
finales de la década de 1950.
4)
que la esterilización eugenésica se practicaba y defendía sin
ningún rubor hasta la Segunda Guerra Mundial en muchos países
occidentales.
5)
que somos los civilizados occidentales los que pusimos en marcha la
mayor red de campos de exterminio racial, en Alemania, no hace ni 70
años.
Si
alguien hubiera utilizado esos hechos para afirmar "los
occidentales son unos salvajes, que demuestran no tener derecho a
gobernarse democráticamente", a mi me hubiera parecido una
generalización injusta y ridícula. ¿A usted no?
Pues,
de la misma manera, dejemos que las sociedades musulmanas recorran el
mismo camino, hacia una sociedad laica y avanzada, que a nosotros
tanto nos ha costado recorrer (y que solo muy recientemente hemos
terminado de transitar). Y ayudémosles a recorrerlo, en lugar de
pretender, con dictaduras sanguinarias, mantenerlos en el atraso y
condenarles a tener que elegir entre ser oprimidos por un espadón o
ser oprimidos por un imán.
26
de agosto a la(s) 8:54 – Luis del Pino
Comentario
de José Baena
Es una lástima que
Madrid no me coja a mano, en agosto nada lo está excepto el mar
junto al que vivo, para discutir con usted sosegadamente, a ser
posible con mesa y mantel de por medio, en torno a este tema
apasionante, al que he dedicado muchísimas horas de análisis, tanto
teórico como vinculado a mi experiencia viajera por muchos países
musulmanes (Egipto, Siria y Líbano entre otros), deslumbrantes,
entre otras cosas, porque la vivencia supone, en muchos aspectos, un
regreso a escenarios medievales que dejaron de existir en Europa hace
bastante tiempo, aunque esta afirmación mía no deje de ser
simplificadora y hasta discutible en muchos aspectos. Pero, para mi
equilibrio mental, nunca he confundo la arqueología, la antropología
o las verdades indiscutibles, teóricas y prácticas, dictadas por el
Corán, con la realidad del mundo en que nos ha tocado vivir, ni
tampoco me he metido a juez para decidir acerca de la conveniencia o
no de que los países musulmanes sigan nuestras pautas políticas,
supuestamente democráticas. Mi juicio acerca de que estén o no
preparados para la democracia es irrelevante, dada que mi capacidad
de decisión al respecto es tan nula como el peso de la pulga que se
apeó del camello para librarlo de su peso, en la célebre fábula de Samaniego.
Acaba de afirmar su creencia en que “los musulmanes tengan el mismo derecho a elegir
democrática y libremente a sus dirigentes” que usted, con lo cual,
sin que se dé cuenta, cae en el mismo pecado que denuncia en los
demás. Por el contrario yo no quiero ni, pretendo nada. La tarea del
historiador no es la de pronunciarse acerca de estas cuestiones, sino
la de actuar como el notario que levanta acta de lo que ve y se atreve a interpretar según las reglas del método científico, como ocurre en el resto de las ciencias. Ni más
ni menos.
Con los marxistas
convencidos es imposible mantener un debate serio, porque en su
discurso utilizan un esquema anti-empírico (la dialéctica
hegeliana) en el que insertan todos los elementos de recambio
empíricos que haga falta, a modo de parches, para que la “razón
histórica y científica” esté siempre de su parte. Y todo porque,
como inmediatamente argumentarán, el marxismo no está sólo para
explicar la historia, sino para cambiarla. Y esa es, exactamente, su
manera de argumentar cuando afirma que debemos ayudarles en su camino
“hacia una sociedad laica y avanzada” que, a lo que se ve, es su
modelo o meta inevitable de una idea de progreso, que no deja de ser,
como todo lo demás, otro juicio de valor “occidental”. No sé
como no se da cuenta.
Por otra parte, su
esquema analítico sirve tanto para un roto como para un descosido,
como sucede con el sistema de pensamiento marxista. Me explico. La
misma argumentación que utiliza para pedir que Occidente se abstenga
de intervenir en Egipto para exportar su concepto de democracia, le
servirá, no me cabe duda, para justificar la decisión, hace años
tomada por Estados Unidos, de intervenir en Siria para derrocar el
régimen de Bashar El-Assad en nombre de esos presuntos “motivos
humanitarios” que usted mismo se ha encargado no ya de relativizar,
sino de condenar, soslayándose de camino la verdadera finalidad del
único interés que guía la política de Washington respecto a
Siria, formalmente explicitada en mayo de 2012, cuando la OTAN y el
Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) crearon el “Working Group
on Economic Recovery and Development of the Friends of the Syrian
People”, bajo la co-presidencia de Alemania y de los Emiratos
Árabes Unidos, en cuyo marco el economista sirio-británico Ossam
Al-Kadi elaboró un programa de reparto de las riquezas sirias entre
los países miembros de la coalición que sería aplicado a partir
del “día siguiente” a la caída del régimen sirio.
Dos puntualizaciones
para terminar que estimo esenciales:
1ª) Una consideración
teórica: Que no existe una sola materialización histórica del islam, sino fundamentalmente dos concreciones, la sunita y la chiita, con variaciones muy importantes, según los países a que nos refiramos, y que ambas concepciones están enfrentadas a muerte, por motivos
religiosos de imposible conciliación, desde la muerte misma del
Profeta. Así que los elementos básicos de la inevitable discordia dialéctica que surge de este maniqueísmo irreductible no es achacable
Occidente, sino que se cuece a fuego lento con los jugos del propio
islam. Otra cosa es que Occidente (es decir, Estados Unidos)
aproveche esta circunstancia para fomentar enfrentamientos con el
exclusivo fin de utilizarlos en su propio provecho, es decir, para implantar el Nuevo Orden Mundial controlado y dirigido desde Washington.
2ª) Una consideración
empírica: Que esa voluntad occidental de intervenir en el mundo
musulmán para defender su concepto de democracia (que es el mismo
que usted aduce y aconseja) es pura falacia retórica. A Occidente le
importa un pimiento la democracia (igual da que escriba la D al
derecho que al revés) pues es un hecho constatable que el aliado más
permanente y fundamental de EE.UU. en el mundo árabe es la
petromonarquía de Arabia Saudí, exportadora del salafismo por todo
el mundo y sede de la dictadura teocrática más feroz y antidemocrática existente en el
planeta.
Así que sin aludir tan
siquiera a la cuestión religiosa, al petróleo y la política seguida por los sucesivos gobiernos de Israel no es posible llegar
a entendimiento alguno de los acontecimientos pasados, presentes y
futuros que convulsionan y seguirán convulsionando a las naciones musulmanas del Oriente Próximo, en primer término, y a la paz del mundo, como
consecuencia.
26
de agosto a la(s) 13:30 – Luis del Pino
El debate registró bastantes comentarios, más o menos interesantes, casi todos
discrepantes con la tesis defendida por D, Luis del Pino, pero en los
que se mantuvo el tono de respeto que necesariamente debe presidir
este tipo de intervenciones. Entre ellas me he permitido escoger las
dos que transcribo a continuación:
Comentario
de Fernando de la Cigoña
Casi siempre estoy de
acuerdo con el autor, por el que siento una enorme admiración. Sin
embargo esta vez creo que fallan algunos puntos en su razonamiento.
En primer lugar, la insistente manía de Occidente de asumir que la
Democracia es un bien absoluto. La democracia es sólo una forma más
de organizar los estados, en su obligación de servir a las
sociedades. Creo que lo que hace Occidente es engañarse acerca de la
voluntad real de la "mayoría" de la sociedad de los países
musulmanes a constituirse en democracias al estilo occidental. Y un
ejemplo es Mohammed Mursi. Ganó unas elecciones(concedámosle que de
manera limpia aunque ni eso es seguro) y con el apoyo de la mayoría
empezó a encaminar sus pasos hacia el totalitarismo teocrático.
También Hitler ganó unas elecciones. ¿Es es la democracia que
defendemos? ¿La simple opción de la mayoría aunque su opción sea
exterminar al diferente?
En segundo lugar, puesto
que la cosmovisión de los musulmanes se basa en la ley islámica en
mayor o menor medida, los regímenes autoritarios se imponen como
consecuencia casi inevitable. Y no se trata de denostar su religión,
que supongo que tendrá algunos principios constructivos y sanos sino
de constatar un hecho. Los más famosos filósofos musulmanes de la
edad contemporánea desarrollan lineas de pensamiento que constituyen
en realidad un programa político de panislamismo más o menos
violento. Tal vez no sea casual que el que fue líder de los Hermano
Musulmanes, Sayid Qutb, tuviera a un hermano, Mohammed, que fue
mentor de Osama Bin Laden.
En tercer lugar, los
países musulmanes han sido tanto más florecientes y más
respetuosos con las libertad individual cuanto más firme era la mano
del que dirigía el país. El Egipto de Mubarak era más próspero y
más multicultural que el de Mursi, y me temo que también la Siria
de Al Assad es mejor para la mayoría (menos aquellos que tenían
prohibido predicar el exterminio de los chiíes y los cristianos) que
lo que será la anarquía de los "nuevos demócratas". Y
podríamos seguir con la Somalia de Siad Barre, con el Afganistán de
Najibulá y muchos otros casos. Es curioso que a Saddam Hussein sí
le defendiera casi toda la opinión pública. ¿Acaso no era un
dictador como Al Assad? ¿Qué les diferencia? Es el ideario
revolucionario y no el democrático el que se alinea con la
subversión salafista disfrazada de democrática, porque sabe que es
la oposición directa a la tradición occidental.
Llevo muchos años
trabajando en países en conflicto. Respeto profundamente la
personalidad de cada pueblo (aunque no las comparta) y he visto
muchas veces que los pueblos (o gran parte de ellos, la gente humilde
y trabajadora que no quiere acceder al poder para ser el nuevo
tirano) quieren a sus gobernantes autoritarios mientras les
garanticen la paz, el sustento y en muchos casos un ejercicio de la
libertad individual que es superior a lo que solemos pensar en
Europa. Los "nuevos demócratas" suelen ser lobos con piel
de cordero. Conviene releer el comienzo del Manifiesto de los Persas
que el autor del blog seguro que conoce mucho mejor que yo.
25
de agosto a la(s) 14:22 - Fernando de la Cigoña
Comentario
de Álvaro Sánchez
“En el nombre de Dios,
el clemente, el misericordioso.” Así comienza una conversación
seria entre musulmanes y así entona un musulmán cuando va a comer o
beber, porque comer y beber es lo más serio que se puede hacer en
esta vida y hay que dar gracias a dios por ello. Da lo mismo que se
sea un potentado de los emiratos del Golfo que un desgraciado
porteador de Fez, hay que dar gracias a dios por ello. Ahora y hace
ocho siglos. Porque para los musulmanes parece que no pasa el tiempo…
Recomiendo
fervientemente a quienes pretendan entender lo que ocurre en los
países musulmanes que estudien las guerras de religión en Europa.
Es monstruosamente aburrido, pero merece la pena. Y, cuidado, que me
refiero sólo a las que mantuvieron los cristianos entre sí, dejando
de lado las cruzadas y contra el muslim en general. Por fijar unas
fechas: desde 1517 hasta 1789, aunque acepto otras sin mayor
problema.
Si los cristianos se han
degollado entre sí a más y mejor durante tanto tiempo, es muy
probable que los musulmanes precisen otro tanto (quizá menos tiempo,
si tenemos en cuenta la aceleración de la Historia) para alcanzar la
separación entre Iglesia y Estado, entre la religión como vivencia
privada y manifestación pública; en definitiva, para que la
teocracia no gobierne sus vidas, como en la actualidad no gobierna
las nuestras.
En estos momentos, quizá
lo más sensato que podemos hacer los occidentales es dejar que los
musulmanes se hagan entre sí lo que no nos gustaría que nos
hicieran a quienes no lo somos. A mí particularmente no me causa ni
el más mínimo rubor que nos quedemos como espectadores. Sí, sé lo
que estoy diciendo: son sus hijos, son sus mujeres, son sus maridos,
son sus padres. Si no se preocupan ellos por ellos…
No nos engañemos. No
existe ninguna primavera árabe y sí un otoño árabe, que amenaza
un invierno inexorable: hay que elegir entre corruptos y yihadistas,
musulmanes ambos, no existe ninguna otra opción. Entre malos
musulmanes y buenos musulmanes. Si tenemos alguna posibilidad de
entendernos, será con los malos musulmanes.
Y todo ello
independientemente de ser perfectamente conscientes de lo que desde
hace décadas sostienen los Estados Mayores de todos los países
occidentales: hay que fijar uno o dos países musulmanes donde hacer
la guerra para que todos sus yihadistas vayan a morir allí. Mejor
que pongan sus bombas donde maten a su gente que las pongan donde
maten a la nuestra. Como el Corán impone a los buenos musulmanes ir
a liberar la tierra musulmana ocupada por el infiel o el hereje…
Esto es lo que pienso,
“…pero dios es más sabio.” Así finalizan sus razonamientos
los musulmanes y así les va. Porque los buenos musulmanes se lo
creen a pies juntillas, y los malos, bueno, depende de lo que les
pagues.
25
de agosto a la(s) 19:53 – Álvaro Sánchez
Los interesados en
conocer todos los comentarios del debate pueden hacerlo pinchando en
el enlace siguiente:
Las opiniones de Luis
del Pino expresadas en Libertad Digital se completan con las que
sostiene en otro artículo suyo publicado en una publicación
distinta, esta vez en la revista de prensa digital “El Medio”, y
que su autor transcribe en su su muro de Facebook.
¿Es
compatible el islam con la democracia?
Por
Luis del Pino
Publicado
en su blog de "El Medio"
La tercera
mayor democracia del mundo, con 237 millones de habitantes, es
Indonesia. El 87% de la población es musulmana, a pesar de lo cual
la libertad religiosa está constitucionalmente garantizada.
La
indonesia no es una democracia perfecta, como tampoco lo son la
española o la francesa. Pero es indudablemente una democracia, como
reconoce el Democracy Index 2012 elaborado por The Economist. De
hecho, analizando los distintos factores que permiten catalogar a un
estado como democrático (pluralismo político, comportamiento del
gobierno, cultura política de la población y libertades civiles),
The Economist otorga a Indonesia un nivel de calidad democrática que
supera al de Perú, El Salvador, Colombia o la República Dominicana.
La calidad
de la democracia indonesia supera incluso, según The Economist, a la
de dos miembros de la Unión Europea: Rumanía y Bulgaria.
No es el
único caso: también Malasia (con 29 millones de habitantes, el 60%
de los cuales son musulmanes) es una democracia, al mismo nivel que
Perú o El Salvador, según ese mismo estudio. Malasia es un estado
confesional, pero la constitución malaya reconoce, de nuevo, la
libertad religiosa de ese 40% de habitantes no musulmanes.
Y lo más
importante: el estudio muestra cómo tanto en Malasia como en
Indonesia la calidad democrática ha aumentado de forma significativa
entre 2006 y 2012; al contrario que en numerosos países miembros de
la Unión Europea, en los que la calidad democrática ha descendido
en esos mismos años.
Por tanto,
la respuesta a la pregunta con la que encabezaba el artículo es
afirmativa: por supuesto que el islam es compatible con la
democracia, igual que lo es el cristianismo. Nada impide, en ninguno
de los dos casos, que las sociedades evolucionen hacia una separación
entre el poder político y el poder religioso, separación que
resulta indispensable para poder gozar de verdadero pluralismo y de
verdaderas libertades civiles. Pero mal pueden los países
profundizar en la verdadera democracia cuando se les niega, para
empezar, su derecho a organizarse democráticamente.
Hace ya
casi tres años que asistimos en el Norte de África y Oriente Medio
a las convulsiones derivadas de lo que se dio en llamar la primavera
árabe. Y si algo ha quedado claro en todo este tiempo es que
Occidente no sabe cómo demonios encarar el problema. Parecemos
debatirnos entre el deseo de exportar la democracia a esos países y
el deseo de mantenerlos convenientemente sojuzgados por dictadores
amigos de las grandes potencias. Decimos que queremos que esos países
tengan libertad y al mismo tiempo nos escandalizamos cuando votan
libremente y no eligen lo que nos apetecería a nosotros. Afirmamos
muy solemnemente que venimos a salvarlos de la dictadura teocrática
y la solución que proponemos para ello es la dictadura militar.
Ni siquiera
nos atrevemos a expresar abiertamente todas esas cosas, porque en el
fondo lo que Occidente está diciendo es que los pobres árabes son
unos incultos atrasados que no están preparados para la democracia.
Y desdeñamos su religión como si no fuera otra cosa que un credo
terrorista y opresor. Manifestamos de modo continuo un ignorante
desprecio hacia el islam, hacia los musulmanes y hacia lo árabe, que
a veces raya en el clasismo más casposo y a veces cae en el más
descarnado racismo.
Esa actitud
despectiva resulta tanto más sangrante si analizamos nuestra
reciente historia. En lugares como Suiza, la mujer no podía votar
hace escasamente 40 años. En lugares como Estados Unidos, se quemaba
vivos a negros hace solo 50 años, por reclamar su derecho a votar o
a ir a la universidad. En lugares como el Reino Unido, a los
homosexuales se los castraba químicamente hace menos de 60 años. En
lugares como Alemania, se asesinaba a millones de personas en las
cámaras de gas hace solo 70 años… ¿Cómo nos atrevemos a decir
que los países musulmanes están en la Edad Media? Si Occidente solo
ha sido capaz de evolucionar hace escasamente medio siglo hacia la
consolidación de verdaderas democracias avanzadas, ¿por qué
negamos a los musulmanes la capacidad de evolucionar de la misma
manera?
Cuando
alguien dice que el islam es incompatible con la democracia, está
directamente faltando a la verdad, como los casos de Indonesia o
Malasia atestiguan. Y cuando alguien achaca los problemas de un país
como Egipto al islam está no solo faltando a la verdad, sino cayendo
en una contradicción lógica ciertamente llamativa:
• Como
los egipcios votan a los Hermanos Musulmanes, decimos que no están
preparados para la democracia.
• Entonces
apoyamos un golpe de estado dado por los mismos militares que llevan
gobernando Egipto 50 años, y que han conseguido en ese tiempo
mantener a los egipcios tan atrasados… ¡como para que voten a los
Hermanos Musulmanes!
Vaya
ejercicio de cinismo, ¿no? Si los egipcios están atrasados, la
responsabilidad no será del islam, sino de quienes han estado
gobernando a los egipcios el último medio siglo. Que no eran
precisamente los islamistas.
La
transición hacia la democracia no va a ser sencilla en muchos países
de mayoría islámica, por supuesto. Pero no por el islam, sino
porque las grandes potencias han estado apuntalando en el poder, en
muchos países de mayoría musulmana, a dictadores y sátrapas que no
han tenido el menor empacho en mantener a su población en el más
absoluto atraso.
No es su
religión, sino nuestra hipocresía y nuestros intereses económicos,
lo que les impide transitar hacia la democracia.
2013-08-28
10:32:27 – Luis del Pino
En el
debate que suscita este nuevo artículo, el nivel medio de las
intervenciones no alcanza la altura del habido en Libertad Digital,
tal vez porque el tono del artículo de D. Luis sea provocador en
demasía y, desde luego, porque todos sabemos las peculiares
características de Facebook.
En
cualquier caso, la mayor parte de los comentaristas, por no decir
todos, disienten de las opiniones de Luis del Pino, por lo que el
debate se acalora y en él aparecen descalificaciones personales que,
a mi juicio, son improcedentes.
Por
mi parte, me limitaré a reproducir el comentario que yo escribí, al
que, por cierto, D. Luis no se molestó en contestar. Con él
cerraré esta entrada, con la que pondré punto final a todas las que
he venido dedicando en este Blog a examinar los problemas y
conflictos relacionados con el islam, el islamismo y los
enfrentamientos que vienen ensangrentado las tierras del Oriente
Próximo.
Comentario
de José Baena
El debate
ha descendido a un nivel penoso. De una pregunta acerca de dos
conceptos teóricos, democracia es islam, se ha llegado a un
batiburrillo en el que cada uno cuenta la feria según le va. Seamos
serios.
En primer
lugar no existe un solo islam, sino varios y con diferencias
"prácticas" notorias y evidentes. En este plano, puedo
decir que he conocido a muchos musulmanes fervientes partidarios de
la democracia "si fuera posible que ésta se pudiera practicar
en sus países", es decir, hablando en condicional. También
conozco a muchos cristianos (de ellos bastantes que se consideran
católicos) que practican y defienden el aborto, algo que, según el
ideario cristiano no resulta compatible. Así que sin descender a lo
que cada uno haga u opine, si nos atenemos al debate de ideas, me
atengo a las opiniones del profesor François Bugart, investigador
del Institut de Recherches sur le monde Arabe et Musulman, quien se
formula la siguiente pregunta:
"¿Cómo
puede encajar la soberanía de Dios, la primacía de la norma divina,
en un mundo que, por el contrario, procede de la voluntad humana?
Según Bugart, la falta de categorías que fundamentan la noción de
oposición o instituyen el pluralismo político y la "conciencia
laica" (la falta de reconocimiento de un espacio reservado
exclusivamente a la política), así como la afirmación de que la
ley divina prevalece sobre la voluntad popular "son los dos
primeros indicios de la incompatibilidad estructural entre las
referencias del islam y el pensamiento liberal".
La ley
islámica (y no hablo de las interpretaciones "islamistas",
más radicales todavía) es de inspiración divina y muchos países
árabes que en los momentos actuales intentan recuperar la "sharía"
para mantener su identidad tradicional, en la cual se prioriza la
voluntad divina sobre la voluntad popular, choca frontalmente con el
concepto mismo de democracia, que significa, precisamente, "la
autoridad del pueblo". De ahí que, desde la teoría islámica,
se anatematice la palabra "democracia" que es asimilada a
la "falta de fe" de los infieles, algo impensable para un
verdadero musulmán. Por eso, el profesor Bugart (y prácticamente
todas las fuentes académicas que conozco), manifiestan que, si nos
atenemos a la teoría política, cabe decir que democracia e islam
son conceptos radicalmente incompatibles.
Otra cosa
será si en el futuro el islam derivase hacia una nueva dirección
que incorporara o aceptara la modernidad, pero, en los momentos
actuales, no hay señal alguna de que las cosa vayan por ahí, sino
todo lo contrario. En rigor, esto es lo que sostienen los
especialistas, así que todo lo demás son creencias particulares con
las que cada uno podrá quedarse, si eso es lo que le apetece. Porque
ya sabemos que, como dijo Ortega y Gasset, "las ideas se tienen,
en las creencias se está". D. Luis defiende su "creencia"
de que el islam actual es compatible con la democracia: él sabrá por qué.
Yo, por el contrario, me uno a las ideas de los estudiosos y
especialistas que, al margen de creencias particulares, sostienen
que, desde el punto de vista de las ideas, la interpretación radical que del islam defienden los países árabes que Occidente presenta como "aliados" es estructuralmente incompatible con el concepto de democracia.