TRILOGÍA
DE MARRUECOS
III.
Rapsodia en Blue
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Mezquita de Hassán II, en Casablanca |
Todas
las fotos que he elegido para ilustrar esta entrada y que guardo como preciosos trofeos de mis andanzas por Marruecos tienen en común la preponderancia del
color azul, que junto al ocre del barro primigenio y el verde de los palmerales, es el tercer color marroquí característico. Por eso la he
titulado "Rapsodia en Blue", como la célebre obra musical
de Gershwin.
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De compras en la medina de Rabat |
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Zócalos azules en la Medina de Rabat |
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Pastorcita bereber. Gargantas del Todra |
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Tertulia en la Plaza de Jemaá El-Fná. Marrakech |
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En Ksar Tumnay |
L'art
c'est l'azur!, escribió Víctor Hugo. Azul, si, pero de ese azul de
Marruecos que envuelve las alturas y del que se desprenden soles
radiantes para dorar las espigas y las naranjas de las tierras
regadas por el agua que conducen las acequias, las mismas que los
árabes trajeron a Al-Ándalus. El mismo azul bajo el que maduran los
racimos de las vides de Meknés y sirve de telón azul a las
palmeras que se mecen al borde de las torrenteras que bajan del
Atlas, que estallan en los oasis del desierto y que brotan donde
menos se espera. Sí, el arte es el azul, pero de aquel azul de mar
que desborda las pasiones del alma y acaricia la risa de los niños,
que en Marruecos son más niños que en ninguna otra parte. No sé
por qué será, pero el azul que inunda Marruecos de oleadas azules
es el azul en el que navegan los sueños, que al regreso confunden la
memoria del viajero con nostalgias azules que le harán regresar a
Marruecos como una querencia en el azul indecible que fue claro espejo del mundo para ese infinito breve que nos aguarda en los viajes cuando son verdaderos.
Fotos del Jardin Majorelle, restaurado y donado
a Marrakech por el modisto Ives Saint-Laurent
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En el Riyad des Pamiers. Tinghir |
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Calle de Asilah |
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Asilah |
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Ouaidia |
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Ksar Bicha. Merzouga |
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Preparando el té de bienvenida en Ksar Bicha |
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Lago en pleno desierto de Merzouga |
En
las pinturas murales prehistóricas el azul no aparece: hay rojos,
negros, marrones, ocres de todos los matices... Pero el azul está
ausente. Es un color que el ser humano tardó mucho en reproducir, aunque esté tan presente en la naturaleza. Hasta bien entrada la
Edad Media fueron el rojo, el blanco y el negro los tres polos en
torno a los cuales se organizaron todos los códigos sociales y la
mayor parte de los sistemas de representación construidos sobre el
color. Los romanos también ignoraron el azul, pese a que frente al
azul contrastan las columnas romanas de las ruinas de Volubilis, un
milagro que permanece en las cercanías de Meknés. El olvido del azul
llegó al punto de reflejarse en el vocabulario. En latín clásico
existen númerosos términos para referirse al azul, pero todos
son polisémicos, cromáticamente imprecisos y de uso discordante.
Incluso se llegó a plantear si los romanos (y los griegos) veían el
azul tal y como lo vemos hoy. De hecho, no hay que olvidar que en
francés, así como en italiano y en español, las dos palabras más
corrientes para designar el color azul no son heredadas del latín,
sino del alemán y del árabe: “bleu” (blau) y “azur”
(lazaward)”.
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Plaza de la Tour Hassan. Rabat |
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Calle en la Medina de Rabat |
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Riyad des Palmiers. Tinghir |
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Puesto de minerales y geodas en el bosque de cedros próximo a Azrou
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Hotel Hanene Club. Ouazarzate |
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Morabito en la playa de Essauira |
El
primer despertar del azul se manifiesta en Occidente de manera
paulatina. A partir del siglo IX se convierte en el color de fondo
para escenificar la majestad de los soberanos, prelados y papas, tal
vez a causa de las ideas difundidas por la teología medieval, según
las cuales la luz es la única parte del mundo sensible que es a la
vez visible e inmaterial. Y si el color es luz, dijeron los teólogos,
entonces participa de lo divino por su propia naturaleza. Así es como el
azul –color del cielo– pasa a tener un valor celestial. La
primera manifestación de este interés, inédito hasta entonces, se
manifiesta en las tonalidades escogidas por los vidrieros de las
catedrales y por los pintores para los mantos de las dulces Madonnas italianas.
Asimismo, los señores feudales y las casas reales que se consolidan
en Europa eligen el azul para dejar constancia de su nobleza, por eso los escudos de armas pasan a adoptar este color y el del rey de
Francia es el azur, sembrado de doradas flores de lis, el mismo azul
que recubre las bóvedas de las iglesias medievales italianas sobre
las que navegan a millares las estrellas de oro.
Como
aparece en diversos tratados medievales y renacentistas, el color
azul representa en lenguaje místico el ansia de unidad de los
contrarios o la suma de iguales, al modo platónico. También
simboliza la unión del cielo y de la tierra, de arriba y de abajo,
del ascenso y del descenso, la formulación literaria del ensueño o
la iluminación que puede alcanzarse como una explosión de luz en medio
de la noche oscura del alma. En suma, podemos decir que el azul representa la
Perfección, o sea, la Unidad Divina, tal como lo pregonan
incansablemente los místicos sufíes de todas las escuelas y que representan las voces más
altas de la espiritualidad islámica medieval. Por eso, para el
primer gran santuario musulmán, la Cúpula de la Roca construida en
Jerusalén por el califa Omar, el azul es el color elegido para que, allá en las alturas, la piedra de las construcciones humanas se confunda
con el Cielo.
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Cúpula del Mausoleo de Mohamed V. Rabat |
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Mosaicos en una fuente de Meknés |
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Karim, nuestro joven guía en Ait Behaddou |
Los
sabios sufíes encontraron en el color azul una proyección poética
que sirviera para ampliar, junto al campo de nuestro saber, el de
nuestro sentir humano a la altura de las plantas de los pies, tal vez
para que se cumpla el sabio dicho sufí que dice: "Es tanto lo
que no sé, que no sabía que era tanto". Entonces, cuando lo
que consideramos inerte se llena de vida y lo simple se abre en
nuevas complejidades, el suelo que nos sostiene y alimenta canta su
sinfonía edénica convirtiéndonos por un momento en el "sello
del anillo de todo lo viviente", que cantara el gran Omar Khayyam, el poeta sufí por excelencia. A través de su azul, el Cielo íntegro
trabaja para nuestra alegría y el trono de barro ocre, del mismo
barro que nos conforma, se convierte en asiento para nuestros sueños
de ser reyes de la Creación.
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El Océano Atlántico desde desde la muralla de Asilah |
Los
psicólogos recuerdan que el azul representa las cualidades
intelectuales, por eso la primera computadora que consiguió vencer a un
maestro mundial del ajedrez llevaba el significativo nombre de Deep
Blue. También el azul es sinónimo de confianza, por lo que en la lengua inglesa se
asocia a la fidelidad (true blue). En la jerga económica de hoy se
habla de "blue chips", valores bursátiles seguros, no sujetos a las oscilaciones cambiarias. Estas connotaciones explican también por qué el azul ha sido elegido por muchos organismos internacionales para simbolizar unión y paz, como podemos ver en las banderas de las Naciones Unidas o de la Unión Europea. Y
es que el azul tiene un algo único para ser percibido como color neutro, no discriminante. El azul es pacífico, tranquilo y hasta un poco remoto. De este modo, es un color que hace
soñar, pero con un sueño vaporoso que también tiene algo de
anestésico y que lo convierte en el color favorito del movimiento romántico, que lo traslada al universo de los pintores vanguardistas, hasta convertirse a finales del
siglo XIX y principios del XX en el color protagonista del
impresionismo y del arte moderno. “Cuanto más profundo es el azul,
más llama al hombre a lo infinito y despierta en él el anhelo de lo
puro y, finalmente, de lo suprasensible”, dice el pintor Kandinsky, uno de los precursores del arte abstracto. El mismo Pablo Picasso, se entrega entre 1901 y 1904 a pintar en tonalidades azules. Según la
crítica de arte Helen Kay, “el celebre azul de Picasso es el azul
de la miseria, de los labios sin sangre, del hambre. Es el azul de la
desesperación, de los blues”. Acaso por asociación, sea el color más próximo a la faceta trabajadora del hombre, cuyos trajes de faena siguen siendo preferentemente azules. Por no hablar de su singular asociación con el mar y con todas las actividades con él relacionadas, empezando por el uniforme de los marineros.
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Pescado fresco en el puerto de El Jadida |
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Puerto pesquero de El Jadida |
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Essauira |
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Barcas en el puerto de Essauira |
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Essauira |
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Barcas varadas en el puerto de Essauira |
Descendiendo
al terreno más prosaico y tan a ras de tierra como la sociedad marroquí actual, alguien me dijo en algún lugar de
Marruecos que emplear el azul en fachadas, puertas y ventanas servía
para ahuyentar a los mosquitos. Eso no lo he comprobado
personalmente, pero lo que sí sé bien es que a las moscas bereberes
no las espanta ni el mismísimo Alá.
En
cualquier caso, también he elegido para esta entrada de mi blog el
azul, porque es mi color favorito, junto con el blanco y el dorado
áureo. A lo que se ve, en eso de los colores tengo un gusto muy
parecido al de nuestros vecinos marroquíes. Por algo será…
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Las cumbres nevadas del Atlas en Ksar Timnay, cerca de Midelt |
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Ruinas de Volubilis |
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Relevo de la Guardia en el Palacio Real de Rabat |
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Cigüeña. Necrópolis de Mellah. Rabat |
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Salida del Puerto de Tánger |
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Cruzando el Estrecho de Gibraltar |
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